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Capítulo 18 👯‍♀️

—Hola —musito, consiguiendo que deje de ver mis senos para sonreírme de lado. Me estremezco ligeramente—. Dame diez minutos y salgo —digo.

—Bien —acepta y se gira. Eso me sorprende. Creí que diría algo para entrar a mi habitación, yo estaría nerviosa, no le permitiría entrar y entonces, él se molestaría y se iría sin más.

Suspiro, negando con la cabeza y cierro la puerta. Decido vestirme casual en base a su atuendo, pero incluyo una falda, porque bueno, ya sabemos que no le gustan mis pantalones. Sonrío y me coloco una falda de cuero que me llega a medio muslo, una blusa negra traslúcida y cojo una chaqueta de cuero que no me pongo, pero no descarto por si vamos a algún sitio que haga frío, aunque espero que no sea el caso.

Quiero que salgamos de aquí y me lleve directo a donde vaya a cogerme. Sin más juego previo, por favor.

Me calzo una botas a tono con mi atuendo y desato mi cabello de la coleta sin forma que me hice en casa de Cili. Lo peino con mis dedos y pinto mis labios con un rojo fuerte. Lista. Dejo el telefono cargando porque, realmente, si no lo han notado, no soy de usarlo casi.

Mis redes sociales están más muertas que las esperanzas de mi padre de tener un nieto antes de los cincuenta.

Salgo y encuentro a la señora Graciela en la cocina, preparando algo.

—Hola, Gra —la saludo, besando su frente. Recibo su abrazo de medio lado.

—¿Vas a cenar afuera, mi niña? —pregunta al ver cómo voy vestida. Sonrío.

—Sí. Si vuelvo a dormir, llegaré tarde, ¿vale? —informo. Asiente, besando ella ahora mi frente, por lo que debo agacharme para recibir su bendición.

—Te guardaré tu comidita para mañana porque no estaré en todo el día —dice. Arrugo el rostro—. Iré a que mi hermana —explica antes de que deba preguntar. Asiento y salgo, deseandole un buen viaje.

El auto de Mason ya está frente a la casa, así que subo de una vez, ajustando mi cinturón. Lo veo, pero él ya lo hacía desde antes. Y su mirada es extraña.

—¿Qué? —pregunto.

—No quiero preguntar, pero quiero saber —dice. Arrugo el rostro, alzando una ceja.

—¿Qué? —insisto. Suspira y niega.

—Nada, no debe importarme —zanja y enciende el auto.

—Venga, Mason, pregunta ya —lo insto. Veo cómo pasa saliva y vuelve a negar con la cabeza, conduciendo.

Decido no insistir más porque sigo estando muy nerviosa. No entiendo por qué estoy tan nerviosa. Venga, vamos a follar y ya, no es como que me vaya a pedir matrimonio, entonces, no sé por qué estoy tan nerviosa. Pero lo estoy. Lo veo cuando entra por el autoservicio de un restaurante de comida chatarra.

—¿Te gustan las hamburguesas? —pregunta, viendome brevemente. Asiento. Se detiene en la taquilla correspondiente y pide dos hamburguesas especiales con todo, y dos refrescos grandes. Alzo la ceja porque no creí que él fuese de comer así. Yo no lo soy, la verdad.

Lo único que como en la calle es carne o comida china con Cili. De resto, todo es preparado en casa por la señora Graciela. Eso es culpa de mi padre, claro. Nunca aprobó que comiera hamburguesas o cosas callejeras porque asegura que eso no es buena comida. No se lo discuto, la verdad.

En la siguiente taquilla cancela con tarjeta y luego de esperar unos ocho minutos en los que ninguno dijo nada, absolutamente nada, ya me quiero ir a mi casa. Estoy por abrir la boca para pedir eso exactamente, pero la ventanilla de la taquilla se abre y le ofrece una bandeja de cartón con nuestro pedido. Mason lo recibe y luego me lo entrega. Lo pongo sobre mis piernas, sin decir nada.

Suspiro y dejo que la noche transcurra mientras él pone el auto en marcha de nuevo. Cuando estaciona frente a un edificio, lo veo.

—¿Sabes qué? —suelto. Arruga el rostro y me mira—. No subiré hasta que me digas qué mierda pasa. No sirvo para esto de sentirme incómoda con alguien, joder. Menos contigo porque no me había pasado antes. Así que, o me dices por qué diablos estás tan distante y ni siquiera tuviste interés en entrar a mi habitación, o yo no entraré ahí —zanjo. Alza una ceja y luego sonríe.

—¿Querías que entrara a tu habitación? Debiste pedirlo, bombón —declara. Bufo.

—No, no quería que entraras, pero tampoco mostraste interes en querer hacerlo —acoto. Mira un momento a la ventana detrás de mí por haberme movido y luego regresa su vista a mis ojos.

—¿Era así? —pregunta. Arrugo el rostro.

—¿Qué?

—Tu relación con él. ¿Era así? ¿Él siempre hacía lo que tú no querías que hiciera, pero que, a la vez, esperabas que hiciera? ¿Él hubiese insistido en entrar a tu habitación por más que dijiste que estarías lista en diez minutos y no lo invitaste a entrar? —revira. Cojo aire con fuerza y paso saliva, sintiéndome avergonzada.

Sí, la verdad es que sí. Lo que esperaba que hiciera Mason es lo que Ryan hubiese hecho. Él se habría molestado por no haberlo dejado entrar a mi habitación y se habría ido. Luego, como venganza, se hubiese besuqueado con otra en la universidad mañana y yo me iba a sentir mal durante lo que restara de semana porque sentiría que fue mi culpa.

¿Ven que una relación así es una mierda?

Una que no quiero volver a experimentar.

—Hey, bombón, mírame —pide, cogiendo mi rostro para que lo vea—. Siempre voy a aceptar la medida de lo que quieras darme. Si no quieres que entre ahí, no lo haré. Si no quieres que vuelva a entrar a tu casa, no lo haré. Si no quieres que esto se extienda más que sexo de vez en cuando, no voy a forzarte a cambiarlo. Si hoy, después de follar, quieres irte a tu casa, te llevaré sin problema. No estoy en la edad de ser idiota, ya pasé por esa y aprendí de mis errores, las cosas obligadas nunca se disfrutan —acota. Suspiro.

—¿Qué querías saber sin preguntar? —pregunto en respuesta. Quiero que estemos bien al bajar del auto. Quiero que mi cuerpo esté lleno de ansias, no de incertidumbre negativa. Sonríe socarrón.

—Te vi bajar del auto de un hombre y vi cómo besabas su mejilla y él reía. Quiero saber quién es y qué hacías con él, pero a la vez no quiero preguntarlo porque no es algo que deba importarme —confiesa. Muerdo mi labio inferior.

—Pero te importa, ¿no? —musito, viendo las hamburguesas envueltas en una bolsa. Escucho cómo suspira con fuerza.

—Sí —admite. Sonrío como idiota, aprovechando que el cabello ha cubierto mi rostro. Cuando recuerdo las palabras de Cili, me enderezo.

No sonrías, Dulce, no sonrías...

—Es el padre de Ryan. Estuve en casa de Cili toda la tarde, repasando unos problemas del profesor Erickson, que todavía no podía entender, pero ya lo hice. O eso creo —admito, sonriendo de lado cuando sonríe en respuesta—. Se ofreció a traerme cuando descubrí que era tarde y, pues, ahora sabe que debo estar cogiendo —le cuento. Alza ambas cejas y yo río bajo—. Cili preguntó y él estaba en la puerta, así que escuchó —me defiendo.

Mason ríe con ganas y eso es un calmante inmediato para mí porque mi cuerpo se inunda de una vibra nueva. Todo nerviosismo se esfuma.

—No hagamos esperar más a lo que saben, entonces —propone. Me estremezco.

No sonrías, Dulce, yo lo hago por ti, jajajajaja.

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