Masón se levanta del sofá, sofá que le queda muy pequeño para su cuerpo tan grande. Deja una taza en la mesa y me mira.

—¡Mi niña, al fin llegas! —dice la señora Graciela saliendo de la cocina, sujetando otra taza. Imagino que esa es para ella.

—Hola, Gra. Y tú, ¿qué haces aquí? —pregunto de nuevo.

—Graciela me dejó entrar —explica. Alzo una ceja por haberla llamado Graciela y no señora Graciela. ¿Cuánto tiempo lleva aquí y qué tanta confianza han desarrollado?

Espera, ¿tengo celos de Graciela?

Imposible.

—Dijo ser tu tío, querida —explica Graciela. Suspiro.

—Lo es, pero mi tío ya debe irse. ¿Cierto, tío Masón? —pregunto, señalando la puerta de la que solo he podido dar pasos para entrar.

—Aún tengo tiempo. Me gustaría que habláramos, sobrina. Podemos hacerlo aquí o salir, como quieras —insiste.

El que luzca como mi verdadero tío me está taladrando los sesos. Gruño.

—Quédate ahí, iré a cambiarme y salgo —advierto. Asiente. Camino hasta la señora Graciela para dejar un beso en su frente y luego camino derecho a mi habitación.

Me pego a la puerta, negando con la cabeza. Nadie se ha atrevido a entrar a mi espacio, ¿cómo es que pudo venir y presentarse como mi tío para esperarme dentro?

¿Sabrá cómo eso me tiene de los nervios?

Esta es mi zona segura, es mi refugio, no importa todo lo que pase fuera de esta casa, aquí estoy a salvo. Pero no, él no quiere conformarse con lo que le estoy dando, quiere invadirlo todo.

No estoy lista ni física ni mental ni sentimentalmente para que eso suceda, así que debe respetar mis límites.

Decidida a hacerle entender eso, me quito el maldito pantalón que siento cómo corta la sangre de mis piernas y la blusa. Opto por ponerme un vestido suelto que me llega una cuarta por encima de la rodilla. Es azul turquesa con puntos blancos en la parte de la falda y arriba se ajusta desde mi cintura hasta mis senos. Cojo una chaqueta de jean y meto en el bolso el cuaderno de las cosas pendientes por hacer porque sé que debo ir a ver a Cili cuando termine con Masón para explicar porqué me fui de clases.

Así aprovechamos y hacemos los deberes juntas.

Salgo, encontrándome a Masón justo frente a la puerta de mi habitación. Llevo una mano al pecho porque me ha asustado. Está apoyado contra la pared, cruzando una pierna por delante de la otra y las manos en los bolsillo, lo que le da un aire relajado por más de llevar puesto un traje, pero sin saco.

—No puedes volver a entrar aquí —suelto. Alza una ceja, desafiante y mira por encima de mi cabeza a mi habitación. Gruño y cierro detrás de mí—. Hablo en serio, no puedes hacerlo —recalco y comienzo a caminar a la salida. Salgo y veo a los lados, buscando su auto.

—Está al cruzar —explica, saliendo detrás de mí. Suspiro y camino delante sin importarme nada. Cuando llegó a él, en vez de abrir la puerta del copiloto para mí, abre la de los asientos de atrás. Lo veo a los ojos—. Sube —ordena.

Bufo y lo hago, pero me sorprende entrando también. Me acomodo en el otro asiento.

—¿Qué fue toda esa mierda, Dulce? —suelta, directo al grano y a mí yugular. Paso saliva, evitando su mirada—. ¿De verdad te afecta lo que ese imbécil hace con ella? ¿Acaso no lo has visto girar los ojos cuando la voz de Brenda se hace tan insoportable? Porque yo sí lo he notado. ¿De verdad te da inseguridad eso? —pregunta todo sin respirar, parece. Suspiro.

—Tú dijiste que llorara. Mi mente trajo lo peor para hacerlo —me defiendo. Quien suspira ahora es él.

—No has respondido. Quiero saber si te hace sentir insegura de alguna forma. Mirala y mírate, ¿cómo puedes compararte siquiera? —pregunta y suena realmente confundido.

—Sé que Ryan me ama, pero puede amarla a ella también. Es solo que... —Niego con la cabeza.

—¿Que, qué? ¿Qué tú también lo amas y no estás con él? —réplica. Muerdo mi labio inferior.

—No. No quiero estar con él, Masón, pero tampoco quiero que él esté con ella por venganza contra mí. Quiero que, así como yo puedo disfrutar de verdad de mi soltería, él lo haga con alguien que realmente le importe más que para joderme —explico. Y decirlo se sintió bastante bien. Masón suspira.

—Vives para ti, no para otro. Deja que cometa sus errores y aprenda de ellos. No puedes pensar con cabeza ajena, tampoco aprender de esa forma. Solo quiero estar seguro de que, así como dices que él está con ella por venganza, tú no buscas de mí por lo mismo —dice. Lo veo rápidamente.

—Jamás. Así estuviese con Ryan, te desearía. Te deseo demasiado y no me importa ni siquiera que seas mi tío o mi profesor, te deseo horriblemente y solo quiero volver a subir sobre ti, pero esta vez tener tu polla en el lugar al que pertenece: dentro de mi coño —zanjo.

Una sonrisa de medio lado aniquila todo lo malo que estaba sintiendo en el cuerpo desde que comencé a llorar en ese salón para ahora sentirme ansiosa y necesitada.

—¿Ahora? ¿Quieres cogerte al tío Masón aquí, bombón? —pregunta. Contraigo el coño.

Me muevo con rapidez, subiendo sobre él, agradeciendo por el vestido suelto. Sus manos enseguida se adentran por él, tocando mis nalgas.

—Me encanta que digas esas cosas. Me pones a arder, tío Masón —confieso, arrastrando mi nariz por su cuello mientras me froto contra él. Ya siento su dureza debajo del pantalón—. La verdadera pregunta sería, ¿Quieres cogerte a tu dulce sobrina, tío Masón? ¿Quieres hacer de la dulce nenita de papi, tu dulce zorrita? —musito, viéndolo a los ojos, deseando sus labios.

—¿Mi dulce zorrita? Eres más que una dulce zorrita, preciosa. Eres un bombón jugoso y delicioso que, no solo deseo coger aquí, deseo coger en todas partes. Elevar mi azúcar de tanto que te coma. Dame a probar de tu dulzura y tendrás a tu tío Masón, follandote siempre donde, cuando y cómo lo quieras, bombón —promete, empujando mis nalgas para restregarme más fuerte contra su miembro. Jadeo.

—Bésame, Masón —suplico, inclinándome para tomar sus labios. Sonríe contra los míos.

Mi cuerpo tiembla y él lo nota, cuando tira de mi labio inferior hacia él. Luego lo deja volver para, ahora sí, tomar toda mi boca en un beso que me deja loca.

No hay juego previo, enseguida su lengua va en busca de la mía para enrollarla, torturarla y masacrarla con sus movimientos, haciéndome charcos porque sí que sabe usarla. Mi coño palpita deseoso de sentirla ahí.

Sus labios son duros y firmes, moviéndose con tanta destreza que me tiene cuestionandome la vida entera. ¿En qué he desperdiciado mi vida antes de este beso, joder?

Tiro de su cabello con una mano, logrando que gruña al sentir como me levanto un poco para soltar su pantalón.

Me separa de golpe, tirando de mi cabello lejos de su cabeza, jadeo por el ardor en mi cuero cabelludo, pero más por sus ojos dilatados y sus labios entreabiertos.

—No aquí. No de primero —suelta. Gimo con dolor—. Pero te follaré hoy, bombón. No puedo esperar más —confiesa y eso me hace sonreír de nuevo. Me devuelve la sonrisa, tirando de mi cabello contra él para tomar posesión de mi boca.

LALALALALA, se te viran los ojos, jajajaja.