Capítulo 15 👯♀️
Me levanto tan rápido que pierdo el equilibrio por tener el pantalón enrollado en los talones, pero Masón me sujeta por la cintura. Entiendo la orden que me da al verme y asiento. Enseguida me suelta y subo mi pantalón, ajustando todo tal cual y guardando la balita rosa dentro del bolso sin limpiarla, siquiera.
Masón regresa con un trapo y, justo cuando se arrodilla para limpiar mis jugos del suelo, me coge con una mano por la nalga y lleva su rostro a mi coño, aspirando por fuera del pantalón. Contengo el aliento.
—Disfrutaré devorarte con mi boca, bombón —dice en una promesa que le creo.
A este hombre le creería si me dice que es Jesús.
Muerdo mi labio inferior y reacciono al volver a escucharse golpes en la puerta.
—¿Qué hago? —musito. Se levanta.
—Siéntate en mi mesa y ponte a llorar. No lo sé, fingiremos una crisis —suelta. Arrugo mucho el rostro, demasiado.
Está loco, nos van a descubrir.
No me da tiempo de refutarle algo porque se regresa a la otra puerta por donde salió hace un momento, supongo que sea un baño. Temblando, obedezco y me siento frente a la mesa que señaló. Y justo cuando escucho cómo le explican a un vigilante la situación, todo estalla en mi mente y comienzo a llorar como si hubiese muerto alguien.
Apenas la puerta se abre que escucho todo el alboroto, de repente todo cesa, supongo que al deparar en mí.
—¿Dulce? —pregunta una voz bastante sorprendida. La profesora de gimnasia. Me giro en mi asiento, aún sin poder dejar de llorar.
No quiero ponerme a pensar en todo lo que está trayendo mi mente para llorar de esta forma, porque de hacerlo, entraría en una crisis nerviosa.
—Oh, al fin llegan —dice mi tío, saliendo del baño con un vaso de agua en la mano.
—¿Qué pasó? —pregunta la misma profesora, sin dejar de verme. Y yo sin poder dejar de llorar.
—La encontré fuera del baño de damas, no para de llorar —miente mi tío. En otras circunstancias, esto me diera risa, pero no es el caso. La profesora se acerca a mí, arrodillándose para tomar mis manos temblorosas sobre mis piernas.
—¿Estás bien, querida? ¿Pasó algo malo? —musita como una madre lo haría. Paso saliva, elevando la mirada para verlos a todos menos a Masón porque lo que diré es cierto y no debería de seguir doliendo.
—Ellos hacen lo mismo que nosotros —susurro entre hipos por el llanto. La profesora suspira y mira hacia atrás, a donde sus compañeros se encuentran y también suspiran.
—¿El joven Foster y la señorita Smith? —pregunta el profesor de cálculos.
Bajo la mirada, asintiendo levemente. Cuando mi espalda comienza a agitarse de nuevo por el llanto, no puedo creer que esté llorando así de violento frente a tantos, por algo que empezó como un juego, pero terminó explotándome en la cara.
Brenda podría ser para Ryan lo que yo siempre quise ser para él. ¿Y yo? ¿Qué va a quedar de mí? Porque, esto no es nada. Es decir, puedo coger con Masón, sí. Puedo tirarme a Axel y a otros más, pero eso, ¿qué va a darme al futuro?
Soledad cuando se vayan.
La profesora deja de estar frente a mí para levantarse y abrazarme, pegando mi rostro en su estómago.
—Ay, bonita, no les hagas caso. Si quieres la verdad, no se ven ni la mitad de lindos que ustedes dos juntos. Ryan ya no sonríe igual, debe estarte extrañando igual que tú. ¿Has pensado en volver a intentarlo? —pregunta.
Escucho un gruñido y no debo ser mago para saber que se trata de Masón.
—¿Sucede algo, profesor? —le pregunta otro. No reconozco bien su voz.
—Que dudo que un hombre que haga llorar a una mujer pueda verse bonito como su pareja —zanja—. Y escúchame, Dulce, tú le quedaste grande, ¿de acuerdo? No él a ti, tú a él. No llores por alguien que no supo valorarte —dictamina.
Me separo de la profesora para verlo, secando mis lágrimas.
—Fueron tres años —musito, solo porque, no lo sé, siento que necesita saber porqué estoy llorando. No lo hago por haber tenido tres encuentros, fueron tres años—. Años en lo que le di todo y... —Callo, negando con la cabeza, sintiéndome estúpida cuando las lágrimas vuelven a derramarse.
—Sigo creyendo que no te merece. Ojalá que su tiempo juntos haya válido el intento, porque espero que no vuelvan a estar juntos nunca más —promete.
—¡Profesor! —exclaman los profesores al unísono y él sale, dejando el vaso en la mesa a mi lado. Muerdo mi labio inferior.
—No le hagas caso, bonita. Ven, te llevaré a casa. ¿Con quién tenías clases? —pregunta la profesora junto a mí.
—Conmigo, pero puede irse. Y tranquila, Dulce, que lo que tenga que ser, será. Ya verás que por más que hagan lo mismo, jamás se sentirá igual —declara el profesor de cálculos, afianzando lo que pensé en la mañana. Asiento lentamente.
—Lamento todo el espectáculo —musito, levantándome con la ayuda de la profesora. Todos los profesores sonríen.
Salgo de ahí sintiéndome mal, y no debería sentirme así de mal luego de haber gozado de dos orgasmos, pero todo lo que pasó después de eso, me puede.
En el camino a la salida, ignoro a los estudiantes que quedan rezagados, manteniendo la frente en alto por más que debo tener los ojos rojos de tanto llorar.
Una vez nos acomodamos en el auto de la profesora, veo por la ventana, avergonzada aún de todo lo que pasó.
Masón debe estar creyendo que soy una infantil, pero no tenía planeado nada de esto.
—Dulce, querida, ¿has pensado volver con él? —pregunta de pronto la profesora cuando ya hemos avanzado un poco. No tuve que darle mi dirección porque no es la primera vez que me hace el favor de llevarme a casa. Lo ha hecho como tres veces antes por diferentes motivos. Suspiro.
—Hemos vuelto más veces de las que permanecemos juntos. Yo fui la que decidió terminar, profesora. Fui yo la que creyó que era lo mejor. Sigo creyéndolo, pero el estar en constante acercamiento con ellos no es tan fácil. Debí haberlo hecho en verano, pero nos dedicamos a ser perfectos juntos en ese tiempo. Para que sea ella quien ahora goce de todo lo que creamos y. —Callo, negando con la cabeza.
Estoy hablando de más.
—Tranquila, sé lo que es estar en una relación así. Creo que todos pasamos por una en la vida. Solo piensa en esto y llénate de fuerzas para verlo sin que te duela: si la eligió tan rápido a ella para reemplazarte, ¿vale la pena llorar por una persona que tiene al alcance tantas opciones? Porque tú, bonita, tú no tienes que ser de esas opciones. Ni de él ni de nadie —zanja. Sonrío cuando llegamos a mi casa.
—Gracias —digo y me desabrocho el cinturón para acercarme a ella y abrazarla como puedo. Le sonrío al volver a mi puesto y salir.
Cuando abro la puerta, odiando el sonido molesto que hace, los ojos casi quieren salirse de mis cuencas al abrirse tanto por lo que veo.
—¡¿Qué haces aquí?! —chillo, sin poder creerlo.
Bueno, haré como Iron, si no me muevo no me ven, jajajaja.
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