Capítulo 14 👯♀️
—No voy a demorar tanto, Cili, pero tampoco quiero que estés ahí. Sabes que no puedo hacerlo si siento que hay personas —le recuerdo, usando algo cierto para mentir ahora. Bufa.
—No quiero volver a pasar tiempo con ella —se queja. Sonrío.
—No quiero que lo hagas tampoco, pero no puedo aguantar. Me estás retrasando —digo y, para enfatizar mi mentira, me retuerzo un poco sobre la banca. Suspira.
—Vale, ve. Nos vemos en el salón —acepta de mala gana. Beso su frente con dramatismo y me levanto, cogiendo el bolso para salir casi corriendo de ahí.
Veo hacia atrás al cruzar en el pasillo de los baños y emprendo la verdadera huida. Corro lo más rápido que me permite el maldito jean que me queda tan ajustado, y cruzó dos veces más para dar con el salón de profesores. Paso saliva, deteniendome para coger aire y no lucir tan desastrosa.
—Vamos, Dulce, debe estar solo. No es tan idiota para invitarte ahí y que estén más profeso...
—No, no lo soy. Entra ya y deja de hablar sola —ordena, deteniendo mi discurso. Le dedico una mala mirada porque he sentido eso como un regaño.
—No me regañes —replico, sin moverme de mi sitio. Suspira.
—Dulce, tenemos menos de diez minutos para estar solos. Calla y entra —zanja. Me cruzo de brazos, viéndolo con chulería.
—¿Sabes algo, tío? Sé usar muy bien mi balita rosa, no te necesito para eso. Así que, si quieres conocerla y usarla conmigo, tendrás que respetarme más, porque, el que sea menor que tú no me hace más idiota —declaro. Vuelve a suspirar y sale de la sala, para posar sus manos a cada lado de mi rostro.
—Ya nos quedan como ocho minutos, y no tengo ganas de pasarlos pensando en lo idiota que fui y lo que perdí por no enmendar mis palabras. ¿Podemos entrar ahora sí, por favor? —pide.
Sonrío, colocando mis manos sobre las suyas. Soy más rápida y me pongo sobre mis puntas para atajar su labio inferior y tirar hacia mí como le encanta hacer a él. Gruñe.
Sin decir más nada, me suelta el rostro para coger mi mano y guiarnos a los dos al interior de la sala de profesores. Es la primera vez que entro, pero no deparo en detallarla porque, como bien dijo Masón, no tenemos mucho tiempo.
—Justo hoy tenías que traer pantalón, ¿no? —murmura, cerrando con seguro la puerta y ajustando su cuerpo al mío. Muerdo mi labio inferior.
—¿Querías un vestido? Debiste pedirlo, tío —lo provoco, apoyando mis manos en sus hombros y girando mi cabeza hacia el lado opuesto a donde se ha enterrado la suya para olfatearme.
—Deseaba un mejor acceso a tu coño, bombón —confiesa y la sinceridad en sus palabras es tan abrumante que jadeo.
—Siempre puedes bajarlo —tanteo, olvidándome del tiempo y el espacio.
—¿Dónde está? —pregunta, alejándose un poco. Temblando, quito mi bolso y saco la balita rosa en su paquete. Mi tío alza una ceja, sonriente.
—Seis velocidades, no la juzgues a simple vista —zanjo. Sonríe y la saca de su empaque, hundiendo el botoncito para que cobre vida en sus manos. Muerdo mi labio inferior.
—De espaldas y, por favor, baja ese pantalón. Me estás matando desde que te vi llegar con él —confiesa. Río bajo, obedeciendo tan rápido que es humillante, pero no me importa.
Casi ni parece que tuve que batallar con el pantalón para ponermelo, porque para bajarlo hasta mis tobillos ha sido muy fácil. Apoyo mis manos en la pared y abro un poco las piernas, solo lo que él pantalón me permite, arqueando mi espalda para ofrecerle una buena vista de mi tanga a juego con mi blusa.
—Cinco minutos, bombón, tienes solo cinco minutos para correrte y dejar evidencia de tu orgasmo en el suelo. ¿Puedes hacerlo? —pregunta, introduciendo su mano por dentro de mi blusa hasta coger mi seno derecho la otra sostiene la balita rosa que presiona por fuera de mi tanga contra mi coño. No contengo el jadeo.
—Podría correrme en tres minutos si me tocas más —admito. Ríe, erizando los vellos detrás de mi oreja.
—Tengo algo mejor que mis dedos, bombón —promete y suelta mi seno.
Abro la boca en busca de aire al sentir cómo mueve mi tanga para, con una mano, hacer un uso inapropiado, pero correcto de mi balita, no la apoya contra mi clítoris que es para lo que fue creada, sino que la introduce por mi coño, nada profundo, lo suficiente para que la vibración me recorra el cuerpo entero.
—Se saldrá —digo entre jadeos, estremeciéndome porque nunca la he usado así, pero se siente bien. Muy bien.
—Estás tan mojada, bombón —musita, mordiendo mi oreja, contraigo el coño, pero chillo su nombre al sentir algo nuevo—. ¿Te gusta? ¿Prefieres mis dedos o mi polla? —pregunta, restregando su polla de adelante hacia atrás contra mi coño sensible y vibrante.
—La pregunta ofende —gimo, comenzando a seguir el vaivén de sus movimientos—. Pero te quiero a ti dentro de mi coño y la balita fuera de él —declaro, cuando sus manos encierran mi cintura y sus movimientos se vuelven más desesperados.
Nunca, jamás, de verdad, jamás he hecho esto de frotarme contra alguien, pero se siente tan bien. Estoy tan mojada y puedo sentir como mis fluidos se la tienen bañada por completo, porque se desliza tan fácil contra mi coño.
—No tenemos tiempo para coger como corresponde y cuando esté dentro de ti, no querré salir tan rápido. Pero quiero tu orgasmo mojándome la polla como lo hiciste con mis dedos. ¿Quieres correrte para mí, bombón? ¿Quieres darle otro orgasmo a tu tío Masón? —pregunta.
La pregunta es tan jodidamente caliente que solo de escucharla ya he vuelto a contraer el coño.
—Sí, sí, sí, sí, jodida mierda, sí —chillo, enterrando las uñas en las palmas de mis manos, mientras que veo hacia abajo, como su polla sobresale cuando empuja y se esconde al retroceder.
Una maldita vista perfecta, joder.
—¡Ay, joder, sí! —chillo al guiar una de sus manos a mi clítoris y frotar. Eso es el detonante para que mi cuerpo explote, convulsionando con el orgasmo que me embarga.
Suelta mi clítoris para poder cogerme con ambas manos mientras no dejo de estremecerme y bañarme la verga como pidió. Ni siquiera me da tiempo de sentirme avergonzada por mojar el suelo con mi orgasmo porque, ni soy consciente de lo que hago hasta que me veo realizándolo: me he girado y arrodillado para verlo desde abajo.
—Joder, Dulce, no lo... —No lo dejo terminar porque ya tengo una mano tomando su miembro para meterlo por completo en mi boca.
Maldice tan fuerte que me pone los pezones duro y las vibraciones de la balita en mi coño se intensifican al mantenerlo presionado para que no se salga.
Mason coge mi cabeza al entender que no me iré de aquí sin un orgasmo de su parte. Apoya su otra mano contra la pared a mi espalda y, con una sonrisa de lado, me da lo que me falta:
—Muéstrame qué tan rico comes la verga, bombón —ordena.
Joder, es tan caliente como descarado. Me encanta.
Guió mi mano libre a la balita y la saco de mi coño para mantenerla contra mi clítoris mientras me embuto su polla, haciendo lo que sé hacer a la maravilla, logrando que sus gruñidos me lleven al límite como nunca bates me ha prendido escuchar a un hombre antes.
Es así como, por primera vez en mi vida, darle placer a un hombre me da placer a mí y termino corriéndome de nuevo cuando su semen sale a chorro, golpeando mi garganta con fuerza. Jadeo aún con su polla en mi boca y mi mano temblando contra mi coño, mojándose de mis fluidos.
Cuando ya no bota más nada, la sacó y limpio por completo con la lengua, logrando que se estremezco. Lo veo a los ojos.
—Eres perfe...
Sus palabras quedan en el aire al escuchar los roques en la puerta y los quejidos de los demás fuera de ella. Ambos abrimos los ojos de par en par.
¿Y ahora?
Buena pregunta, jajajaja. ¿Cómo van? ¿Todo bien? Jajajaja.
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