Capítulo 10 👯♀️
Ni siquiera sé cómo he podido aguantar el día entero, sintiéndome así. Anoche, ni siquiera la balita rosa pudo saciarme. A mitad de camino, la tiré, frustrada de no poder sentirme del todo bien porque sabía que me estaba engañando de una forma muy absurda.
Joder, no quiero mi puto vibrador para clitoris, quiero su jodida polla follándome con rudeza.
Quiero su boca mordiendo mis pezones, sus manos estrujando mis caderas, cortándome la respiración mientras me ahorca un poco y su miembro se mueve con violencia.
Quiero verlo soltar mi seno para elevar su mirada, encontrándose con la mía oscurecida y, sobre todo, lo quiero escuchar preguntame si me gusta.
Quiero que me demande una respuesta.
Quiero que me pregunte así, con su voz ronca, si me gusta que me folle. Incluso puedo escucharlo si me concentro lo suficiente:
"¿Te gusta que te folle tu tío, dulce zorrita?"
Mi respuesta sería tan rápida que sería vergonzosa, pero sí, joder, sí. Respondería que sí, que me encanta que me folle.
Porque sé que me encantará que lo haga.
—Joder, Dulce, no de nuevo —se queja Cili, haciendo que deje de fantasear. La veo, parpadeando—. Vamos, suéltalo ya. ¿A quién te follaste que te tiene así de mal? —interroga. Río bajo, mis mejillas calentandose.
—Aún no me lo follo —admito, bebiendo del refresco. Ríe bajo.
—Pero cuéntame, entonces, quién es —pide. Evito demostrar que lo conoce. Solo sonrío.
—No lo conozco desde hace mucho, apenas y lo he visto un par de veces —miento, pero a la vez no.
Es decir, lo veo diario en la universidad, pero no como tal porque, solos, solo han sido dos veces.
Tres, si contamos la vez que lo vi follar.
—Vale, ¿cómo lo conociste? —pregunta. Río con ganas.
—Lo vi follarse a otra en el club —confieso. Alza tanto las cejas que parece que las quiere unir con su cabello.
—No me jodas —musita, viendo a los lados. Río de nuevo. Se apoya de sus codos para acercarse a mí por encima de la mesa. Hoy tocó comida de McDonald—. ¿Es cliente fijo? —susurra.
—No lo sé. Puede que sí, pero ni idea. Solo lo vi esa vez dentro —admito. Asiente, volviendo a su puesto.
—¿Y te lo vas a follar? —pregunta, también en un susurro.
Río tan fuerte que Cili se pone roja por estar llamando la atención de las pocas familias o parejas que están en el restaurante.
—Ojalá Dios me tenga entre sus favoritas y permita que ese hombre me folle, Cili. Ojalá —dramatizo. Ríe conmigo y yo me siento bien de pode estar de nuevo a su lado sin sentirme incomoda por lo de Ryan.
Ya tomé la decisión de marcar toda la distancia posible entre nosotros para no confundirnos más. Eso es lo mejor.
Por proposición de Cili, pasamos el resto de la tarde, depilándonos toda y arreglándonos cabello y uñas.
Solo tuve que decirle que ese hombre me había invitado a salir hoy, para que ella se volviera loca.
Me sentí un poco mal al verla así de emocionada, porque realmente Mason no me invitó a nada, así que no debería entusiasmarme, pero sí lo hace.
Joder, sí lo hace.
—Quiero el chisme completo para mañana en la mañana, eh —advierte, señalándome con su dedo cuando llegamos a mi casa. Río.
—Lo tendrás —aseguro, enrolla do mi dedo con el suyo para hacerla promesa de la garrita.
Bajo, despidiendome con la mano. Después entro como alma que lleva el diablo, beso la frente de la señora Graciela y sigo derecho a mi habitación porque ya son las seis y tanto. Y todavía no sé qué rayos ponerme.
Hago todo un desastre, lanzando mi ropa sobre la cama para buscar que ponerme hasta que doy con uno de los vestidos que compré la semana pasada. Es negro, como la mayoría de mi ropa, con cadenas en la espalda que prohíbe el uso de brasier y que llega a medio muslo, con otra apertura en la pierna derecha en la que tiene cadenas, igual.
Me lo coloco, quitando la tanga solo para jugar un poco más con mi tío. Sonrío viendo la tanga en la cama. El cabello lo recojo todo de un solo lado porque no puedo atarlo después del tratamiento que me apliqué en la peluquería. No me preocupo por maquillaje, ya que llevo uno sutil en tonos tierra. Solo cambio el labial nude por uno rojo fuego.
Mi corazón parece querer salirse cuando veo la pantalla de mi celular iluminarse, su número se refleja en ella, pero dejo perder la primera llamada para no parecer desesperada. Al segundo intento, cojo luego del cuarto tono.
—¿Lista? —suelta apenas contesto. Suspiro.
—¿Llegaste? —respondo en cambio.
—Sal —ordena y cuelga. Giro los ojos.
¿Por qué me gustan los patanes?
Suspiro y salgo, dejando de nuevo el celular en la cama. No creo necesitarlo. Me regreso por el celular porque sí lo usaré, tomaré una foto normal y se la enviaré a mi padre para que deje de insistir sobre salir con mi bendito tío.
Ahora sí salgo. Las ventanas están arriba, así que no veo nada del interior, subo sin ver a su lado, conteniendo la respiración por lo fuerte que se huele el perfume. Aunque no es eso lo que me ha paralizado, es a quién me ha recordado ese perfume...
Paso saliva y me enderezo, abrochando el cinturón para verlo.
—Te ves... —dice, dejando la frase incompleta mientras su mirada me recorre el cuerpo entero. Evito juntar las piernas por su escrutinio, solo contengo la respiración cuando llega a mis pezones y sé que estos se marcan por encima de la tela por lo pesado que siento los senos.
—¿Deliciosa? —tanteo, cuando llega a mis ojos. Sonríe de medio lado.
—Tendría que probarte para confirmar eso, Dulce. Pero te ves, apetecible —acepta. No consigo evitar saborear mis labios antes de masacrar el inferior con mis dientes. Se fija en eso.
—No me quejaría si quisieras confirmarlo, Masón —suelto antes de poder pensarlo.
Ríe fuerte, como no reía desde que lo conocí con mi padre. Sin embargo, sus ojos se han oscurecido varios tonos.
—Dudo que en la petición de tu padre sobre cuidarte, vaya incluido el probarte, Dulce —acota. No bufo, aunque quiero hacerlo, solo sonrío y tomo su mano cuando coge la palanca de cambios y la deposito sobre mi pierna desnuda.
Me mira a los ojos con mayor intensidad.
—Pero sí quieres, ¿cierto? —pregunto, moviendo aún su mano con la mía, ascendiendo lentamente por mi pierna. Gruñe cuando siente a dónde la dirijo—. ¿Quieres probarme, tío? —insisto en algo parecido a un gemido con jadeo mezclado con súplica.
Sus ojos se desorbitan al dejar su mano exactamente sobre mi pelvis y abro un poco las piernas, invitándolo a meterla por dentro del vestido.
—Puedes probarme, tío —culmino, cuando su otra mano se enrolla en mi cuello y se acerca a mi rostro.
Sí, tío Mason, puedes probarla, jajajaja.
Pd: Recuerden lo de los comentarios, estoy siendo muy comprensiva, pero la verdad no me tienen nada animada con los pocos comentarios que está recibiendo el libro.
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