15: Luciana
CAPÍTULO 15:
Luciana
—¿Por qué esa cara? Trajimos regalos. —Ulises le muestra una caja con envoltorio de anillos matrimoniales, que toma junto a Lizbeth. La chica tiene el vientre más abultado que Sonia, lo que me hace sacarme más de onda. ¿Por cuánto tiempo había estado con ella?
Los invitados se miran entre ellos, confundidos por las expresiones de Sonia y Gonzalo.
Sonia mira a Samuel, con una mirada expectante. Puedo notar la rabia en su mirada, reprochándole a su hermano que fue él quien parece haberlo invitado.
Gonzalo pide poner la música e invita a bailar a la gente. Se lleva a Ulises casi a rastras hacia la salida de la casa. Siento la ligera necesidad de ir a averiguar qué va a decirle, pero me aguanto, no tengo nada que hacer cerca de ese tipo, menos si ya hemos puesto una orden de alejamiento.
—Iré a ver qué pasa —me avisa Adolfo, lo que me hace fruncir el ceño. No me quedo ahí, voy con él, presiento que arderá Troya aquí.
—¡Te lo prohibí, Samuel Hernández! —Los gritos de Sonia se mezclan con lo alto de la música. Creo que llego más pronto yo con ellos por la preocupación, puede que le haga daño todo esto.
—¡No tiene nada de malo! —se defiende Sam—. Ulises también es nuestro amigo, Sonia. Y tú, Gonzalo, ¿dónde está tu lealtad, tu amistad?
—Se fue a la verga cuando quiso golpear a Dariana, Samuel, ¿es que tienes mierda en la cabeza que no puedes digerir lo que pasa? —Gonzalo se interpone en medio de Sonia y Samuel, protegiéndola a ella. Luego, ya encabronado, voltea hacia Ulises y Lizbeth. No pasa desapercibida por mí su confusión y miedo. Noto levemente un moretón marcado en su mejilla que ha tratado de tapar con maquillaje. Dios—. Ulises, por favor vete, no puedes estar aquí.
Ulises parece decepcionarse un poco, pero luego pasa a enojarse. El estómago se me revuelve cuando me mira.
—¿¡Es solo por este par de estúpidos!? —grita y yo solo doy un salto, Adolfo me toma de los hombros rápido—. No, por este pendejo.
Señala a Adolfo. En seguida, noto que va a hablar, dirigiéndose a él únicamente. Las manos me sudan y el estómago se ha resuelto más.
—Mira qué aprovechado. —La rabia en sus ojos me hace querer retroceder cuando parece acercarse, pero no puedo—. ¿Ahora salen de verdad? ¿Están juntos? Pues te tengo malas noticias, Adolfo, ya la besé en la misma boca que tú besas ahora, ya le tomé las manos que tú tomas, ¡y adivina qué más!
«No, no, no lo digas, por favor», le grito en mi interior, porque las palabras no salen, y no puedo evitar que sí lo diga.
—¡Ya me la cogí! —Siento lágrimas caer. No sabía que estaba comenzando a llorar, son lágrimas de miedo, tristeza y algo de rabia—. Esta es mi venganza por arrebatarme a Luciana, Adolfo, ¡te dije que me las pagarías caras! Y mi manera de joderte es esta, que la mujer que amas ya haya sido mía por completo.
Adolfo me hace a un lado y le suelta un golpe. Yo no hallo ni dónde meterme, estoy paralizada. Lizbeth suelta un grito y eso me hace reaccionar y verla. Sam la retiene para que no se acerque a ellos. Ambos se lanzan una mirada que me sorprende bastante; hay algo entre ellos y dos sentimientos llegan de manera inoportuna, me agrada y me aterra la idea.
—¡Yo qué putas iba a saber que te amaba, pedazo de imbécil! —Adolfo le recrimina—. Nunca me lo dijo, y si lo fuera hecho las cosas serían diferentes.
—¡Jamás quisiste explicaciones! —le devuelve Ulises, no solo palabras, sino también golpes, ahora ambos están lastimados y en el suelo, Ulises ha quedado encima de Adolfo—. ¡Todo es tu puta culpa! Ella era feliz conmigo y lo arruinaste. ¡Por eso te arruiné a ti por medio de Dariana!
—¡Ya basta! —me desespero y grito, empujándolo para que se quite de encima. Siento ganas de golpearlos a ambos, pero no es así la cosa—. Estoy hasta la madre con todo esto, ¿sí? Solo quiero que te vayas de aquí, Ulises. No hagas más dramas y acepta que debes irte o me veré en la desesperación de llamar a la policía. ¡Me tienes hecha una mierda!, ¿quieres parar?
Veo reaccionar incluso a Sam que me toma por los hombros para alejarme de Ulises que ahora se está levantando.
—¡Tú ni me toques, cabrón! —Lo empujo. Ya estoy harta de esto, quiero explicaciones o quiero que todos me dejen en paz—. Ya estoy cansada de ustedes tres, sus secretos, sus mentiras y su falta de entendimiento, ¡me rindo, váyanse al carajo agarrados de la mano!
Gonzalo levanta a Adolfo, luego trata de empujar a Ulises para que se vaya, pero Sam se adelanta a decirle que él se encarga.
—Vámonos. —Ulises comienza a jalonear a Lizbeth y yo siento que ardo más de coraje, así que me acerco y la halo hacia mí.
—Vete tú solo, ella se queda, ¡no vas a desquitarte con ella! —Todos me ven extrañados, pero no me importa. Me dirijo a Lizbeth—. No vayas con él.
Samuel comienza a llevarse a Ulises. Eso me hace sentir tranquila y siento que respiro.
—Pero tengo que ir. —Solloza Lizbeth, asustada, preocupada y no me hace caso, se suelta y se va tras él. Pendeja.
—Y tú —harta, me dirijo a Adolfo. Sus golpes, que comienzan a sangrar, me estrujan el pecho, pero debo mantenerme firme—, me vas a explicar este puto desmadre, tú dijiste que no estaba envuelta en todo esto y ahora resulta que sí, y de la manera más culera que pude haber estado. Me vas a contar absolutamente todo, y no me importa que no te sientas listo, no me vas a hacer esperar más.
Adolfo baja la mirada, avergonzado. Se limpia el labio, sacándose un poco de sangre y, cuando levanta la mirada, me pide mi mano. Inmediatamente se la tomo.
—Les ofrezco una disculpa —dice. Sonia y Gonzalo se mantienen serios, abrazados—. Por favor, disfruten de su boda, que esto no la arruine.
Ellos asienten, inseguros. Aun así, se van hacia la fiesta.
—¿Vamos? —Me señala hacia el lado del jardín donde no hay gente, solo un arco de flores blancas. Yo asiento y trato de calmarme mientras él me lleva hacia el lugar, ahí no estamos a la vista de nadie.
Me siento descolocada cuando llegamos, asustada y creo que hasta quiero llorar todavía más. Si lo pienso mejor, no puedo culpar a Adolfo, supongo, aún no conozco la historia, sin embargo, creo que hay mucho más que solo reclamos y culpas. Mi sospecha de que Luciana fue un amor que Adolfo le robó a Ulises está activa en estos momentos, y las palabras de Ulises aumentan esa posibilidad de que yo me aferre a esa historia y la espere, siendo contada por Adolfo.
—Hace seis años, Ulises y yo nos conocimos —comienza, amortiguado, la historia debe ser muy fuerte, pero no me voy a echar para atrás ahora que le oí decir a Ulises que fui su medio de venganza—. Éramos los mejores amigos de pronto. Hacíamos todo juntos y...
—Las cosas cambiaron cuando apareció Luciana, ¿no? —No puedo evitarlo, quiero que acelere esto que la ansiedad me está matando.
—Las cosas no son como las piensas, Dariana.
—¿Pues entonces cómo, Adolfo? —Trato de no sonar enojada, pero tampoco puedo—. ¿Qué quieres que piense? ¿Cómo quieres que me sienta después de saber que solo fui peón en este jueguito que se traen? Resúmeme la puta historia, porque solo me estoy sintiendo estúpida ahora porque estuvimos juntos, que me entregué a ciegas a ti completamente y...
—Mi mamá… Luciana era mi mamá —me suelta, interrumpiendo mi descargo. Y ha logrado lo que quería, me quedo totalmente callada—. Ulises estaba enamorado de mi mamá. Se besaban, se abrazaban. ¡Cuando los descubrí estaban teniendo sexo en la sala de la casa! Ulises me odia porque les dije que no podían verse y se los prohibí porque aludí a que era absurdo y él se aprovechaba de ella, de su soledad sin mi padre que había muerto hacía apenas unos meses. ¡Y mi mamá prefirió suicidarse antes de decirme que también lo amaba! ¿Querías resumen? Ahí está; Ulises me odia porque me culpa de provocar que mamá se tomara un puto frasco entero de pastillas.
El ambiente se congela. La garganta se me ha secado de tajo. Siento agruras, me siento mareada. Creo que me voy a desmayar o voy a vomitar, pero no puedo, necesito más respuestas.
—Dios... ¿Y esto de Ulises volviendo a ser tu amigo? De que te restregaba en la cara todo lo que... —Las ganas de vomitar aumentan—. Que te presumía de nuestra relación y fui solo su medio de...
No aguanto más y me acerco al primer objeto que me encuentro, lo siento por las macetas de tía Brenda, pero acabo de descargar mi estómago en una de ellas. Quiero llorar, quiero irme a casa y encerrarme para analizar bien todo este absurdo universo en el que se ha convertido mi vida en las últimas semanas.
—Un año después de que mamá muriera, Ulises me contactó. —Lo vuelvo a mirar cuando me limpio la boca, hasta ese momento me doy cuenta de que él había tomado mi cabello para cuidarlo mientras vomitaba, y luego puso sus manos en mi espalda—. Me dijo que había superado todo y que quería ser mi amigo de nuevo, me pidió perdón. Y yo, estúpidamente caí en su juego a pesar de que Lucía, sin saber aún nada, me dijo que la amistad de él no le daba buena espina.
—Lucía me dijo que se lo contaste dos años después de lo ocurrido —suelto sin pensar—. No me dijo lo que pasó, solo que no debía decirme, se lo pregunté cuando fui a comprar el coco y las demás cosas para tu pastel sorpresa. Quería...
—Me lo dijo ayer —me confiesa y yo no sé si siento alivio o preocupación—. Que le preguntaste después de decirle que te gusto.
Asiento por inercia, porque de mi boca no sale nada, ¿y si lo arruino? Mejor esta vez sí me espero.
—Por todo un año todo iba bien —continúa con la historia—. Ulises y yo parecíamos mejores amigos otra vez, pero luego te vi y le dije que ibas a ser alguien en mi vida.
»Él te habló primero y yo solo me bloqueé y no hice más. Acepté todo eso, ¿sabes? Incluso dije "ya qué, es mi amigo, lo apoyaré" y todo comenzó a ir mal. Se río en mi cara cuando te dio su primer beso, me lo fue a decir una semana después de la tarde en la playa. Cuando conoció a tus padres y ellos lo aprobaron, hasta me habló de tu tía Ana y su voz de cantante profesional que no aprovecha. Dariana, me dijo detalle por detalle la primera vez que te hizo el amor. Y me hizo sentir basura tantas veces.
—Me confunde el hecho de que siguieras aceptando que fuera y te dijera todo aquello, y el que nunca supieras que era yo el día que nos conocimos —suelto, sintiéndome tonta al instante.
—¿En serio eso te confunde? —Se ríe con amargura y escupe un poco de sangre. La preocupación vuelve a mí—. Jamás me dijo tu nombre, una vez se lo pedí y me dijo que no lo necesitaba, porque de igual modo jamás iba a hablar contigo porque él y yo ya no éramos amigos. Me lo dijo el día que me habló de su compromiso.
—Ese día decidiste irte —comento de la nada. Ya no sé qué decir.
—Sí, me fui a Nogales a buscar cursos de repostería y trabajo para ahorrar y hacer un negocio, me dije que ya era demasiado casi tres años de estar traumado contigo. Pero al final, regresé porque me trasladaron el trabajo para acá y bueno, ahora ya no lo tengo.
Nos quedamos en silencio un momento. Él ya terminó con la historia y yo no sé cómo reaccionar a esta, estoy tan confundida.
—Hay otra cosa que me preocupa un poco —comenta de repente—. La chica esa que venía con él.
—¿Lizbeth? ¿Qué tiene? —Me estoy preparando para otra estupidez, porque no creo que salga nada bueno aquí.
—Ella se parece a mi mamá.
Oh.
—Eso significa...
—Que Ulises sigue traumado. Dariana, aquí él no va a descansar hasta hacerme algo. —Saca un pañuelo de su traje, recordando que lleva uno, y se limpia la ceja, hasta ahora noto que se le ha abierto de nuevo—. Y aunque hoy planeaba decirte que estoy enamorado de ti completamente, creo que es mejor rendirme aquí. No quiero que te pase nada.
—¿Qué estás diciendo?
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