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1: Pastel arruinado

CAPÍTULO 1:

Pastel arruinado


D A R I A N A

—¡Y lárgate antes de que te meta la puta espátula por la cola, cabrón!

—Ya me voy, lo siento. —Verlo irse me hace enojar.

«De verdad quería meterle la espátula por... No, en realidad quería que fuera mentira todo lo que me dijo»

Ahora reacciono. ¿QUÉ DEMONIOS ACABA DE PASAR?

Analizo todo, tratando de calmarme.

Recuerdo estar haciendo el pastel y...

Terminé de poner las fresas con kiwi, como me habían pedido, y se miraban de maravilla.

Recuerdo... Recuerdo...

Querían cuatro escalones y ya estaban listos los tres primeros, ahora sí comenzaría a montarlos.

Recuerdo... Recuerdo...

La emoción me gana al imaginar cómo será el mío y me detengo un momento, idealizando. Quiero tres pisos. De relleno quiero fresas con crema. La decoración será de cosas que nos describan al igual que a nuestra relación. Un atardecer, por ejemplo, que estuvo ahí cuando nos conocimos en la playa... ¡Cierto! La playa será y representará uno de los escalones, porque es donde hemos pasado nuestros mejores momentos. Desde el momento en el que nos vimos por primera vez, incluso nuestro primer beso.

Envuelvo el último escalón con fondant blanco y lo emparejo para que no quede ningún dobles y se vea estético. Hacer este pastel me hace mucha ilusión, es para Sonia, mi mejor amiga quien se va a casar la en unos días. Me lo pidió porque confía en mí y lo agradezco, además lo estoy convirtiendo en una sorpresa, ella no sabe cómo irá decorado. Yo, a diferencia de ella, he presenciado momentos hermosos de los que ha pasado con Gonzalo y me he planteado representarlos en este pastel.

Acomodo la base y luego el siguiente escalón, cuya forma es cuadrada, el siguiente es circular como el primero pero más pequeño, y el último es en un cuadro pequeño. Una vez puestos, voy por los moldes en los que hice encaje de chocolate blanco y los pinto de dorado. Luego voy acomodándolos lentamente en la base. La siguiente tendrá dibujos de un árbol de lotos en cada pared y a Sonia y Gonzalo, que si bien nunca han visto uno, siempre hablan de conocerlos. La tercera tendrá perlas y la última sólo poseerá los lindos novios de chocolate que hice ayer, con una pose graciosa, esa que tenían cuando se comprometieron; ella saltando eufórica y él hincado, cubriéndose la boca de la emoción de que haya dicho que sí.

Mientras dibujo y tomo fotos del proceso, la puerta del departamento se abre y sonrío al mirar a mi novio entrando. Luce cansado, seguro le fue muy pesado el trabajo. Por lo mismo, dejo los pinceles y me le acerco.

—Hola, amor. —Lo saludo e intento besarlo, pero él me lo impide, alejándome a toda costa de su boca—. ¿Qué pasa, Ulises?

—Tengo que hablar contigo. —Se pasa las manos por el cabello, frustrado. El miedo comienza a invadirme—. Tenemos que terminar el compromiso. Yo... Dariana, voy a tener un hijo con Lizbeth.

Y, lo siguiente que recuerdo, es que le estoy aventando con el pastel de Sonia, pedazo por pedazo que me cabe entre las manos, está empapado de crema chantillí que dejé en la manga pastelera, yo también estoy empapada de lágrimas y colorante. Ulises intenta calmarme, pero, al ver que luego empiezo a llorar, quiere acercarse.

—Cálmate, mira...

—¿Que me calme, pendejo? —Nunca le había dicho ninguna grosería como un insulto directo—. ¿Cómo carajo quieres que me tome esto? ¿Que te aplauda? ¿Que te felicite y te celebre que vas a ser papá? ¿Que te haga un mole, cabrón?

—Dari... Deja te explico.

Entonces, lo amenazo con la espátula y se apiada, yéndose, no sin antes disculparse de nuevo.

«Idiota». Toco mi cara; mis lágrimas son color dorado, negro y rosa, el colorante me cayó en la cara cuando quise aventárselo a él, tomé los botes al revés.

Busco mi teléfono y le marco a Sonia pero me manda al buzón. Luego intento hacerlo con Samuel, pero él tampoco me contesta. Me voy hasta el principio de mis contactos, entre los primeros, está mi mamá y mi papá.

«Amá».

No sé cómo se tomará el hecho de que le diga que mi prometido acaba de dejarme y decirme que embarazó a la vecina del tercer piso. ¡Cabrón que es!

—Hola, Dari. —La oigo cansada. Son las tres de la tarde, seguro apenas llegó de su trabajo en la preparatoria—. ¿Cómo está mi niña mugrosa?

Intento reír, pero no lo logro, no puedo, sólo lloro.

—Mami. —Sollozo fuerte—. Ulises me dejó, rompió el compromiso, me dijo que se metió con la bruja de la que te hablé, ¡y acabo de arruinar el pastel de Sonia para la boda! Es lo que más me duele.

Preparo mi material, cansada. Esto de llorar tres días seguidos no me hace bien si hoy comienzan los cursos. Tengo que estar al cien por ciento, porque tengo que enseñar a preparar pasteles y no a quemarlos, como ya lo hice con el segundo intento de recrear el pastel de Sonia. Lo tomó pésimo cuando llegó a mi departamento antes de que mamá lo hiciera y halló el desastre, pero luego le conté lo que pasó y me dijo que, al fin y al cabo, tenía una semana para lograr hacerlo de nuevo. Y ni siquiera sé si tenga tiempo, al final le aseguré que así sería.

—Buenos días, Dariana. —Ricardo, el organizador de los cursos, me saluda con una sonrisa que le devuelvo, no quiero que nadie note mis malestares, además él es demasiado preguntón—. Tu curso será en piso dos, habitación tres. Ya me encargué de que los chicos te limpiaran los hornos, las mesas y te dejaran el material de tus alumnos.

—Gracias. —Le digo y me alejo. Me faltan unos minutos para iniciar la clase y algunas mujeres ya deben estar allí así que me apresuro y llego.

No hay nadie, lo cual agradezco ya que al menos tendré tiempo de arreglar mis cosas y mi persona que ahora es un desastre andante. Comienzo a guardar cada cosa en su lugar y, mientras termino, entran tres chicas, parecen de entre dieciocho y veinte años, una de ellas está embarazada. Las tres me sonríen y les ofrezco los tres primeros lugares en la clase. Se ponen frente a mí y les aviso que sólo queda esperar a las seis más que faltan.

No hallo ni dónde concentrar mi mente aún, no aparto de mi cabeza lo que mi corazón roto siente, no puedo y dudo que lo pueda en un tiempo. Dios... Teníamos tres años de relación, estábamos comprometidos, y él sólo me engañó, tirando todo a la basura así nada más.

—Buenos días, ¿esta es la clase de repostería? —Otras tres chicas se adentran cuando les digo que sí. Todas comienzan a saludarse fraternalmente, dejándome a saber que las seis presentes ya se conocían. Sonrío de sólo verlas porque me recuerda a la relación que tengo con Samuel, Sonia y Gonzalo. Son mis mejores amigos... Y Ulises, quien también iba incluido en el paquete, es una lástima que ya nada va a ser como antes.

Cuando otras dos más entran, decido iniciar porque ya pasa de quince minutos que debió empezar mi curso. Así que comienzo, diciéndoles qué hacer primero.

—Para un aproximado de cinco personas, necesitamos cuatro tazas de harina. —Me siento realizada cuando las ocho chicas hacen lo que les pido, poniendo la harina en los recipientes.

Mantequilla, huevos, sal, azúcar, levadura... Mezclar, batir, vaciar... Luego comienzo a enseñarles a preparar el glaseado con huevo y vainilla.

—¡Miren, lo logré! —presume la chica embarazada—. Mi mamá me dijo que a las embarazadas no les levanta el huevo, ¡y sí se pudo!

Me acerco, veo que lo ha logrado perfectamente y la felicito. Su cara de felicidad me devuelve un poco de ánimo. Regreso a mi lugar y el poco ánimo desaparece al notar que ni de chiste me levantó a mí, que es sólo un líquido aguado el que salió y no espumoso-cremoso como debería. Voy a llorar.

—En la siguiente clase aprenderemos a realizar decorados sencillos. —Doy por terminada la clase cuando la mayoría ha logrado hacer la masa y el glaseado bien—. Gracias por venir a aprender, las veo mañana.

Mientras las veo irse, acomodo mis cosas para hacerlo yo ahora. Cuando estoy por irme, recibo un par de mensajes, el primero es de Sonia, quien me pregunta sobre el avance del pastel. Mierda. Tengo que decirle la verdad.

Yo: Se me quemó, perdóname. Lo intentaré de nuevo cuando llegue a casa en la tarde.

Y el segundo es de un número que no conozco.

Desconocido: ¿La clase ya acabó?

Dice. ¿Qué pedo? Ni idea, no sé quién es, de igual modo, le respondo que sí, mi teléfono está en el cartel de cursos, no debo quejarme.

Desconocido: Me lleva la chingada.

Me raspa la garganta de la risa cuando lo leo, a pesar de sentirme tan horrible, me termina dejando una sonrisa. Luego llega otro al instante.

Desconocido: ¿Mañana a la misma hora o qué pedo?

«Sí, señorita», respondo primero y luego agrego: «solo que una hora antes, por supuesto».

Salgo del salón y cierro con llave. Mientras camino me llega el mensaje que me deja sorprendida.

Desconocido: ¿Señorita? Jaja, ora, soy hombre.

Yo: Ay. Perdón, señor.

Me siento avergonzada. No es que no me esperara aquello. Bueno, más bien no lo hacía, hasta donde sé el curso solo es para madres solteras... Entonces, miro mi lista. Adela, Tania, Leah, Juana, Berenice, Jessica, Gloria, Manuela y... Ay, el tipo se llama Adolfo. Adolfo Fuentes.

Decido enviar un mensaje para confirmarlo.

Yo: ¿Es Adolfo Fuentes?

Desconocido: Sí. Tuve un par de problemas y no pude asistir.

¿Por qué se excusa como si importara? Igual, los cursos son gratis. Tipo raro.

Adolfo, alumno: Nos vemos mañana, profe.

Profe. Me da una especie de emoción esa palabra. No obstante, me doy cuenta que lo estoy arruinando todo por mi estado de ánimo. Qué suerte que ninguna se dio cuenta. Esperemos que eso también me ocurra mañana.

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