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Dos ataúdes yacía en el suelo, cerrados. Todo era silencio, exceptuando los sollozos de las personas.

Jennie con lágrimas rebosando de sus ojos, se acerca y sonríe. El cielo estaba nublado, truenos retumbaban, avisando la tormenta que se aproximaba.

Con dos rosas en las manos, se arrodilló en medio de las dos cajas negras. Dejó las rosas sobre cada ataúd. El alma le dolía, le quemaba el corazón.

Se sentía muerta en vida.

-Se suponía que te propondría matrimonio, pero al parecer el destino no lo quiso así... Quizás en otra vida podamos ser felices... Lamento esto, lo hago, siento que tengo la culpa ¿Lo sabes? Sí yo hubiera insistido en que te quedarás en casa, estaríamos las dos abrazadas viendo una película.

Murmuraba incoherencias, con la esperanza de que todo fuese un sueño o una broma. Pero no era así.

Las personas poco a poco se fueron yendo. Las gotas de lluvia no tardaron en caer y sintió como alguien la tomaba por los hombros.

-Deberías dejar de llorar por alguien como ellas que solo se burlaron a tus espaldas.

La voz gruesa y fría de Jungkook Susurró en sus oídos esas simples palabras que la dejaron con interrogantes, sin embargo, cuando iba preguntarle a qué se refería, lo vio alejarse con Taehyung.

Y no es que Jeon Jungkook sintiera odio hacía si difunta hermana, era solo el sentimiento de empatía que sentía hacia Kim Jennie, pues no era sólo hermana de su esposo, sino que sabía lo que era ser engañado y sufrir las consecuencias de un amor fallido.

Volver al pueblo donde vivía con Jisoo era doloroso. Allí tenía tantos bonitos recuerdos que le era asfixiante, recordarlos.

Las palabras de su cuñado rondaban por su cabeza. Mientras caminaba sin rumbo fijo, la lluvia caía sobre ella, empapando sus ropas. Las risillas traviesas que soltaban algunas parejas le hacía llorar más.

Jungkook era un hombre demasiado frío y calculador, demasiado directo y cruel. Tal vez le dijo aquello para hacerle sufrir, o solo...

No, ellas jamás le enagañarían... ¿Cierto?

Por Dios, eran su mejor amiga y su novia. ¡Jamá harían algo como eso! Jungkook era un idiota.

Se sentía tan malditamente mal, el pecho se le apretaba con fuerza, su corazón de encogía con dureza, sus ojos picaban, su boca estaba reseca, estaba jodidamente mal.

Sentía que en algún momento dejaría de respirar por la forma en la que sentía como su pecho se oprimía con fuerza. Y si aquello ocurría, le harían un favor.

Por alguna razón se detuvo frente a una relojería. Tenía un toque antiguo, todo era de madera oscura, le daba un ambiente acogedor y bonito.

Dio unos cuantos pasos y cuando se dio cuenta, ya estaba dentro del local. Tantos relojes, de distintas formas, de diferentes tamaños, diseños, colores.

Se detuvo frente a uno. Algo curiosa, sus ojos miraban con detenimiento el objeto grande.

Un reloj de salón.

La madera de color caoba, con un cristal en la parte redonda de arriba y en la parte angosta de abajo, las manecillas de oro, se veía tan bien cuidado.

Eso le recordó la afición que Jisoo tenía por dichos objetos. Ella tenía una colección enorme en cada de sus padres, un salón para solo relojes, toda cosa de esas que le fuesen obsequiadas, terminaba allí.

Y junto a dicho recuerdo otro de sumó a su mente, con melancolía.

-Quiero un reloj grande de salón, me falta ese para completar mi colección, creo que lo compraré cuando regreses de viaje, vamos las dos a la relojería que queda a una cuadra de aquí ¿Qué dices? -hablaba con tanto entusiasmo que Jennie no de pudo negar.

-Me parece perfecto.

Sólo le faltaba ese...

-¿Busca algo en especial, señorita? -una voz femenina sonó detrás suyo, causando que se sobresaltara asustada.

Miró sobre su hombro. Una hermosa mujer de cabellos naranjas, ojos amarillos, piel bronceada y alta con facciones delicadas fue la dueña de dicha voz.

Su corazón se aceleró y su respiración se detuvo por segundos. ¿Qué le pasaba? Debía de estar alucinando, sí, eso era.

-Bu-Bueno, yo-yo -perfecto, ahora tartamudeaba, eso no pasó siquiera con Jisoo.

La mirada intensa de la mujer de mantenía fija en ella. Era muy raro ver a alguien tan joven en su tienda, pero le agradaba.

-Bus-Busco un reloj de salón... Y pues yo vi este y me gusto... ¿Qué pre-precio tiene? -balbuceó.

La mujer de cabellos naranjas sonrió y dio una pequeña risilla. Se acercó a la chica y le mostró una etiqueta que colgaba a un lado del objeto.

-Hay está su precio, es de mil dólares -respondió dejando la etiqueta.

Los ojos de Jennie de abrieron con sorpresa. Dios, ¿Tanto dinero gastaba Jisoo en esas cosas?

-¿Tiene algo en especial para tener semejante precio? -preguntó estupefacta.

-Bueno, este reloj es un tanto... Especial -respondió con gracia ante la expresión de la pelinegra.

-¿Qué tiene? -preguntó con curiosidad, olvidando por completo que hace minutos estuvo llorando la muerte de su novia y de su mejor amiga.

La relojera se encogió de hombros y rió bajito. Pasó por un lado de la chica de cabello negro, le gustaba intrigar a las personas, sin embargo, muchas veces olvidaba que debía contenerse para no mostrar sus poderes.

En el pueblo, en ausencia de Jennie, se había esparcido el rumor de que la relojera de cabellos naranjas y ojos amarillos era una bruja. Muy lejos de la verdad no estaban, sin embargo, Lalisa Manoban no era una bruja.

Ella era... La relojera.

Pero no cualquier relojera, ella controlaba el tiempo, ese era su deber. Controlaba cada hora, cada minuto, cada segundo, cada milenio, cada siglo, cada década, y así sucesivamente, para que todo siguiera su rumbo.

-Este reloj hace que puedas ver a través del tiempo, claro que solo puedes observar, no puedes hablar ni detener lo que sea que esté viendo, porque si alguien te ve, la línea del tiempo se puede alterar y con ello, un lío de problemas se desatará -explicó sin dejar de observar a Jennie, quien escuchó atenta y no pudo evitar soltar una carcajada.

-¿Me estás diciendo que... -rió- que este reloj me puede llevar a través del tiempo? -no paraba de reír.

Por dios eso sonaba tan irreal, tan imposible. Pero, lo que no sabía era que realmente los relojes tenían el poder de muchas cosas y eso la relojera se lo demostraría.

-Así es.

La seriedad en su voz le dio a entender a Kim que la mujer de ojos amarillos no estaba bromeando, por lo que dejó de reír y se removió incómoda. Qué fea tensión se presentó en aquella tienda.

-¿No estás mintiendo solo para venderme el reloj? -sentenció elevando una ceja.

-¿Por qué estaría mintiendo? -gruñó la relojera, ofendida- No necesito mentir para vender, la gente simplemente se lleva cada objeto de aquí por curiosidad o gusto, no porque yo inventé una historia.

-No te creo.

-Cada reloj tiene una historia y cierto poder -comentó la mujer- Por ejemplo; El reloj de arena te muestra el futuro, el reloj cucú te muestra las líneas del tiempo alternativo, el reloj de bolsillo te muestra el presente y el reloj de salón -señaló el objeto frente a ellas- Te muestra el pasado.

La pelinegra boqueó. Joder, que poco realista. Le parecía imposible aquello, sin embargo, la confianza y seguridad con la que la mujer hablaba le hacía tener cierta curiosidad y creencia en sus palabras.

La sola palabra pasado, le hizo tener una idea, posiblemente saldría estafada pero valdría la pena. Tal vez.

-Lo compro.

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