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La reina Hipólita

Las viajeras llegaron hasta la sala del trono del castillo guiadas por Kyra, en el transcurso del camino se percataron de que cada uno de sus movimientos eran analizados por las amazonas. Puesto que las miraban de arriba a abajo de forma minuciosa y, no solo eso, sino que se manifestaba en el rostro de éstas la desconfianza.

El reluciente oro de las paredes de la habitación la dotaba de una majestuosidad imponente. En la espaciosa estancia no sólo se hallaba Hipólita, sino que había otras Amazonas atendiendo las necesidades de su soberana. La reina se levantó de su lujoso trono y les dio la bienvenida a las forasteras de buen grado, las extrañas agradecieron su hospitalidad, se presentaron y se aventuraron a explicar sus problemas y preocupaciones desde que partieron de Laften.

– ¿Cómo decís? ¿Las tropas de Baltor se han tomado tantas molestias para capturaros? – las muchachas asintieron con la cabeza - ¿hasta tal punto de destruir una aldea? ¡Que extraño! El rey demonio nunca se tomaría tantas molestias para eliminar a sus enemigos.

– Si, mi señora y creo que sé cuál es la razón.

– ¡Bien, dejadnos a solas! – ordenó la emperatriz a sus súbditos. Todas las Amazonas se marcharon excepto Kyra.

– Cuéntamelo, tengo mucha curiosidad.

– el espejo de Shaun – Hipólita abrió la boca perpleja y puso los ojos como platos.

– ¿Qué tiene eso que ver con vosotras? – se dirigió directamente esta vez a las forasteras.

- Verá, un amigo de mi progenitor me dijo que cuidara este objeto que me cedió en legado mi propio padre - y entonces Ariadna mostró la reliquia. Al verlo la reina se echó las manos a la cabeza y dejó escapar un grito ahogado.

– ¿Qué ocurre? ¿Está bien? – preguntó Kyra.

– Sí, pero apartar esa cosa de mi vista, por favor – Ariadna la volvió a meter en su saco sin hacer preguntas. Cuando Hipólita recobró la compostura, carraspeó y dijo lo más firme que pudo: - Es sin duda el espejo maldito.

– pero ¿Cómo lo sabe con tanta seguridad? Si ni siquiera lo ha mirado con detenimiento –preguntó Dafne.

– ¡Vaya una elfa! ¡Que insólito!

– Señora, viajaba con estas humanas, sé que es raro, pero creo que es de fiar, al menos ha pasado la prueba.

– Disculpe majestad, pero Dafne - intervino Ariadna - es como si fuera una humana, se ha criado con nosotras.

– No soy quién para juzgar, así que joven elfa responderé a tu pregunta: ya he tenido en mis dominios ese espejo antes - se aclaró la garganta y explicó: - En la gran guerra entre el Ejército de Fos y los demonios, hubo un guerrero humano, Néstor, que poseía la reliquia, algunos decían que era invencible, pero cayó en la batalla a manos de Baltor.

– mi padre – susurró Ariadna tan flojo que nadie la oyó. E Hipólita continuó con su relato: - El soldado confió el objeto mágico a un amigo suyo para que lo escondiera, un tal Therion. Él, que es amigo mío, vino hasta mis aposentos detenido por mis amazonas. Estuvieron a punto de matarlo, pero consiguió llegar a mí a tiempo y me pidió consejo. Juntos decidimos que el espejo debería estar lo más alejado posible y pensamos que el sur era la mejor opción, además sabíamos que Néstor vivió en Laften y su familia también. Por si fuera poco, contábamos con la ayuda de un soldado jubilado, Demetrio.

– ¿Demetrio? – Helena estaba sorprendida ¿Todo el mundo conocía a Demetrio? ¿Por qué estaba él en el centro de todas las conversaciones?

– Sí, así es

– Por cierto, Demetrio nos dio este sello y nos dijo que se lo entregase – dijo Ariadna acercándose al trono y tendiéndolo en la mano de la reina.

– ¡Oh es el símbolo de nuestra raza, las Amazonas! Podéis quedaros con él y así el resto del bosque sabrá que estáis de mi lado.

Por cierto, gracias a Demetrio y a Casandra, la viuda de Néstor, el espejo ha estado mucho tiempo sin ser encontrado. Y ahora resulta que Laften está completamente destruido según me habéis contado ¿Sabéis si están a salvo?

– No, no sabemos absolutamente nada de ellos desde que partimos. Yo escuché algo sobre que pensaban huir en el puerto, supongo que, utilizando los barcos, pero no estoy segura hacia dónde habrán ido, probablemente a las islas del sur – admitió Helena y entonces un silencio sepulcral se hizo en la sala.

Las forasteras estaban cabizbajas, pero Hipólita rompió el silencio: – En cuanto sepamos algo os informaré - la reina hizo una breve pausa y dijo – Se está haciendo de noche así que será mejor que descanséis ya mañana tendremos tiempo de hablar. Tengo muchas habitaciones libres así que Kyra llévalas hasta alguna de ellas, pero antes que coman algo.

– Señora, disculpe que rechace su invitación, pero tenemos a mi hermano pequeño esperando fuera y temo por su seguridad.

– Insisto en mi ofrecimiento, no te preocupes por tu hermano, mandaré un grupo de Amazonas a patrullar el bosque en busca de cualquier amenaza. No es tan peligroso como creen los humanos, pero es normal que los centauros ataquen por esta zona. No obstante, no creo que tengáis contratiempos con ellos puesto que veo que vais acompañados de Diana. Los elfos no son problema, aunque a veces son crueles con los humanos, viven en una zona más alejada.

Ariadna se quedó algo más tranquila, aunque no del todo, sin embargo, no quiso objetar nada más a la soberana.

Se consoló al pensar: <<Ciro no estaba solo, Jacky, cinco centauros y Dante están con él. ¡Dante! Ese hombre es peligroso, pero me salvó la vida. Lo más prudente será volver cuanto antes con mi hermano, pero tendrá que esperar a mañana. Si Dante intenta atacar a mi hermano estoy segura que al menos Jacky lo protegerá, además también están los centauros que vigilarán a Dante y, por otro lado, las Amazonas van a patrullar el bosque ¿Serán de fiar? He escuchado leyendas atroces sobre lo que hacen con los niños que engendran si estos no nacen hembras>>.

Mientras seguía a Kyra por los laberínticos corredores su preocupación por su hermano no hacía más que aumentar. Estaba convencida de que debía salir de allí, darse la vuelta y correr hacia su hermano. Helena que observó la inquietud de sus ojos le agarró la mano, Ariadna suspiró y se calmó, probablemente estaba exagerando. Kyra les guio hasta una empinada escalera ascendente, la cual desembocó en otro pasillo. Recorrieron el largo pasaje y al final del mismo la amazona se detuvo justo en una puerta, la abrió e invitó a que se acomodasen en el interior.

Las sirvientas os han dejado comida y mudas nuevas, y además si lo deseáis podéis asearos en un baño privado que tenéis a vuestra izquierda. Mañana nos pasaremos temprano y hablaremos sobre qué hacer con el espejo ¡Que tengáis una noche grata! - se despidió. - Gracias eres muy amable, igualmente – Ella despareció por el pasillo mientras las chicas entraron en el dormitorio.

A la derecha de la puerta de la habitación, se hallaba una mesita sobre la que había prendas limpias perfectamente dobladas y justo al lado una botella de plata, la cual contenía vino, y un recipiente también de plata que contenía carne de ciervo y verduras. Hacia la izquierda encontraron otra puerta, ésta probablemente llevaba al baño privado que les había mencionado Kyra. En la habitación el decorado era escaso comparado con el resto de habitaciones, pues sólo había una pequeña escultura justo al fondo de la sala. No obstante, las paredes y techos presentaban exquisitas pinturas referentes a la naturaleza. La estancia estaba iluminada por unas lámparas de aceite algunas colgadas de le pared y otras del techo, además la luz de la luna se infiltraba por una enorme ventana. Cerca de ésta había una mesa pequeña con papiros, tablillas de maderas, punzones y tinta. En la habitación también se podía ver varias sillas y por último cuatro camas.

Al entrar las cuatro muchachas cogieron la ropa que estaba en la mesita y se dirigieron a la puerta de la izquierda, donde les llamó especialmente la atención que hubiese una piscina de agua tibia.

– Podría acostumbrarme a tanto lujo – bromeó Helena riendo.

Ariadna rió y añadió: – Es como cuando jugábamos a ser princesas. Dafne que también lo recordó, soltó unas carcajadas. Diana hizo una sonrisa forzada y comentó: – Es verdad que las princesas tienen muchas comodidades, pero yo preferiría mi vida libre en los bosques –. Las muchachas le devolvieron la sonrisa y le dieron la razón. Al lado de la piscina había un mueble con varias toallas de diversos tamaños. El grupo pasó largo rato disfrutando del baño, al terminar se vistieron con la ropa que les habían ofrecido y dejaron la ropa sucia junto a la mesa con las toallas ya usadas.

Luego degustaron el exquisito alimento y bebieron abundante vino. Ariadna guardó parte de la comida para que su hermano pudiese probarlo. Después todas se acomodaron dispuestas a descansar, excepto Ariadna que se sentó cerca de la mesa repleta de utensilios destinados a la escritura y comenzó a escribir una carta para su madre. Cuando la hubo terminado decidió que la enviaría mañana, se tumbó en su cama, pero le costó conciliar el sueño pensando de nuevo en los oscuros pensamientos sobre la seguridad de Ciro, repitiéndose una y otra vez: <<Si le llegara a ocurrir algo sería sólo culpa mía>>.

A primera hora del día, cuando ni siquiera se hubieron infiltrado los primeros rayos de sol por la ventana, una de las amazonas que acompañó a Kyra antes de la entrada secreta al reino, se introdujo en el dormitorio. Llamó bruscamente a los huéspedes, lo que provocó el sobresalto de las muchachas.

– La reina quiere veros en el comedor, así que cuando estéis listas podéis bajar las escaleras, probablemente Kyra os esté esperando ya abajo.

– Muchas gracias por informarnos – dijo una Ariadna soñolienta mientras que Helena y Dafne hacían un bostezo ruidoso y Diana estiraba los músculos de los brazos–. ¿Podéis darme vuestra ropa? Os la traeré limpia lo antes posible.

– Por supuesto – dijo Diana, la cual ya estaba levantada – Está en la mesita del aseo. La amazona se dirigió hasta el baño y salió de la habitación con un montón de toallas y prendas. - Por cierto, he escrito una carta a mi madre ¿podrías hacerla llegar de algún modo? – Claro que sí – exclamó la amazona con una sonrisa radiante – Dime a qué nombre y lugar.

– Debe ser enviada a la única mansión que hay en Laften y a nombre de Casandra, mi madre, el problema precisamente sería el lugar. Si estoy en lo cierto viajó desde Laften en barco y probablemente llegó a alguna de las Islas del Sur.

– Bueno con esos datos las mensajeras no podrán hacer mucho, pero lo intentaremos. Te aconsejo que tengas cuidado también con lo que escribes por si cae en manos de los espías de Baltor.

– Tranquila, no he escrito nada perjudicial y muchas gracias por todo.

Cuando salieron del dormitorio cruzaron el largo pasillo hasta llegar a la bajada de escaleras. Allí estaba Kyra, apoyando su cuerpo en la barandilla de las escaleras. La amazona estaba tan seria como la habían conocido, pero les preguntó amablemente:

– ¿Habéis descansado bien? – Los huéspedes afirmaron con la cabeza y siguieron los pasos de Kyra por el corredor, había bastante silencio y no se toparon con ninguna amazona. Cruzaron el vestíbulo hasta llegar a una puerta que les condujo a otra sala, la cual contenían dos puertas más, cogieron la que se hallaba más hacia la izquierda y llegaron al comedor. Una enorme mesa rectangular ocupaba la mayor parte de la estancia, había sillas a su alrededor de gran elegancia. En las paredes había candelabros de plata, cuadros y ventanales. En La mesa había colocados varios cuencos con numerosas frutas, cubiertos y recipientes de plata. La reina estaba sentada en el otro extremo de la mesa junto a dos amazonas guerreras.

Hipólita les ofreció asiento y ellas aceptaron su invitación, sin embargo, Diana tenía dificultades para ello debido a sus extremidades de caballo, así que permaneció de pie.

– Buenos días espero que hayáis descansado bien –. Las viajeras afirmaron con la cabeza, pero Hipólita estaba tan sumida en sus pensamientos que no les hizo el más mínimo caso. Después de un incómodo silencio la reina volvió a tomar la palabra: – Vayamos al grano, ayer estuvimos hablando de ese objeto tuyo tan peculiar - dijo refiriéndose a Ariadna – ¡No, no es necesario que lo saques! - exclamó asustada al ver que la muchacha ponía una mano en el saco, así que Ariadna le hizo caso.

– Bien, ¿Dónde tenéis planeado esconder el espejo? O mejor dicho ¿Qué vais a hacer con él?

– Esperábamos que nos lo dijese usted–. Dijo con voz tímida Ariadna.

– mmm... – Después de una pausa Hipólita razonó: – Si os quedáis en Irëdia es muy probable que Baltor os encuentre, por otro lado, si salís al extranjero os perseguirá de todos modos.

– ¿Entonces que opciones tenemos? – preguntó Helena preocupada.

– No se me ocurre otra que intentar destruirlo. No obstante, tuve la misma conversación con Therion antaño y ninguno de los dos sabíamos cómo hacerlo. Parece ser que el objeto está protegido con magia negra muy poderosa.

– Eso explica que no se rompiese a pesar de que intenté romperlo varias veces–. Corroboró Ariadna.

– Quizás podemos combatir la magia oscura con magia de luz y el hechizo protector desaparece–. Razonó Dafne.

– Quizás, pero por el momento no hay magia de luz tan poderosa que pueda contrarrestarlo. Ya probé hacer eso, pero ninguna magia hacía resultado, de hecho, el espejo se hacía más poderoso. Es muy posible que se alimente de la magia. Creo que lo más sensato sería ir a ver a Therion, ya que él me prometió que investigaría la manera de destruir el espejo.

– ¿Y bien? ¿Dónde está? – preguntó Ariadna decidida.

– ¡Ese es el problema! Está en la ciudad de Lewis, demasiado ceca de la capital, y como ya sabréis esa zona está repleta de espías.

– ¿Qué podemos hacer entonces? – preguntó Helena.

– No tendréis más remedio que infiltraros.

– ¡Majestad! Es una misión suicida, con el debido respeto. ¿Cómo van a pasar desapercibidas una elfa y la delincuente más buscada de Irëdia? – preguntó Kyra.

– Tranquila, yo ya he pensado en eso, pero antes desayunemos. Ya habrá tiempo para discutir los detalles.

Una vez terminado el desayuno la reina llamó a sus sirvientas. Mientras éstas recogían, Hipólita se puso en pie y con un gesto les indicó a las visitantes que la siguieran. Kyra también estaba con ellas. A pesar de que no sabía muy bien hacia donde se dirigían, no osó interrumpir a la reina. La soberana se detuvo en seco sobre una enorme puerta que daba al jardín de palacio y dijo:

– Me complacería que todas fuéramos a rendir culto a la diosa Artemisa para que ella esté de vuestro lado en vuestro viaje. Antes de eso, os advierto de que nos dirigimos a un lugar sagrado, así que tener respeto, ¿Entendido? – El grupo asintió con la cabeza y la emperatriz mostró una sonrisa de oreja a oreja. Ellas rodearon el palacio por la derecha hasta llegar a un pequeño santuario. Hipólita acarició la entrada del templo con su mano y dijo así:

– Parta uit santur dea, mos vu grändeia.

Tras un leve crujido las puertas cedieron y dejaron ver una estancia redonda repleta de columnas. Las muchachas entraron y siguieron avanzando hasta llegar al centro de la estancia, depositando sus pies en un mosaico que representaba a una muchacha arrodillada frente a la diosa Artemis.

En el centro de la estancia había un altar con una daga, un cuenco vacío y otro cuenco repleto de un líquido de color marrón. La reina les comunicó: – tenéis que prestar un sacrificio para la diosa, con un rasguño en la mano y unas gotas de sangre bastará.

– Majestad, no querrá hacer lo que creo que quiere hacer ¿verdad? ¡son unas extranjeras! No podemos traerlas aquí sin más–. Interrumpió Kyra bastante furiosa.

– Cuida ese tono conmigo, soy tu reina y se hará lo que yo diga. Solo así podré confiar en ellas. – Kyra se disponía a alegar algo en contra, pero la emperatriz le chistó: ¡Shhh! ¡Calla insensata o te mando a azotar! – . La amazona no volvió a pronunciarse, sino que guardo silencio.

– Disculpe, reina Hipólita ¿Qué ocurre? – preguntó Diana desconcertada.

– ¿Queréis vivir?

– Por supuesto–. Contestaron las muchachas en unísono.

Pues entonces haced lo que os diga.

La reina les comunicó:

– Una a una debéis haceros un pequeño rasguño en la mano, diciendo las siguientes palabras: jurt leyal tas Amazenos, ta reiga et Artemis. Luego verter las gotas de sangre en el cuenco vacío y por último lavar la mano herida con el líquido marrón.

Como nadie se atrevió a contradecirla, todas cumplieron paso a paso la orden. Al terminar el procedimiento se sintieron agotadas como si hubieran acabado de terminar un combate.

La soberana dijo: – ahora seguramente os sentiréis cansadas, pero no os preocupéis es normal.

– ¿Qué nos has hecho? ¿Acaso nos vas a llevar presas a Baltor? – la voz de Ariadna era débil, le costaba respirar y se tambaleaba. Vio como sus amigas, una a una, iban cayendo al suelo: Primero Diana, después Helena y por último Dafne. Sus piernas flaquean, pero su voluntad de hierro le permite permanecer de pie. Ella dió un paso al frente y miró desafiante a la reina, sin embargo, cayó de bruces al suelo.



---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas y aclaraciones:

Parta uit santur dea, mos vu grändeia. En el idioma de las amazonas significa: Ábrete santuario de la diosa muéstrame tu grandeza.

Jurt leyal tas Amazenos, ta reiga et Artemis. Se traduce así: Juro lealtad a Amazenos , a la reina y Artemis.

Artemis es la diosa Artemisa griega de la caza y la naturaleza. Las amazonas se refieren a ella como Artemis, pero para el resto de Irëdia es Artemisa. Esta raza no solo venera a Artemis, pero para ellas es la más importante.

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