Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Hora del Show

Sumario: A dónde fuera que esos dos estuvieran siempre armaban un gran alboroto.

*

*

Si no fuera por el griterío que hacían esos dos, cualquiera pasaría tranquilo por esa transitada calle de la ciudad. Pero no, eso sería un imposible para ellos mantenerse sin discutir por tan solo unos segundos. Ya un pequeño grupo de personas se aglomeraban en círculo alrededor de ellos, que ni pendiente de aquello por estar tan absorto en su tonta disputa.

― ¡Podrías hacer algo alguna vez bien en tu vida! ― Lanzó una de las personas implicadas en la discusión. Un chico rubio de lentes que trataba de ayudar a levantar a una joven de largas hebras oscuras.

― ¿Perdona? ¿Yo? pero si fuiste TÚ quien hecho todo a perder genio. Yo estaba muy bien si tu presencia, ahora lo arruinaste ¡todo!―La chica se quitó de su agarre, con los ojos jades centellantes de furia. Por culpa de ese torpe, toda su ropa se había estropeado.

― Claro que no. Deberías agradecerme ¡te salve la vida! un gracias al menos sería lo justo― Se cruzó de brazos, soberbio, esperando las palabras de la chica que furibunda estaba lista para abrir su boca y decirles una serie de atrocidades.

― Deja de indicarme qué o qué no debo hacer becerro, hijo de per...―

―¡Ya basta ustedes dos! Dejen de comportarse como si fueran unos niños, están en un lugar público ¡y ustedes, largo no hay nada que ver por acá! ―Se interpuso ante los espectadores una joven de tez morena y ojos caoba quien acompañaba a los dos chicos implicados en el disturbio. Tomando con sus manos al rubio y a la otra morocha caminó a grandes zancadas hasta perderse de vista de aquellos que fisgoneaban desde la multitud.

Se detuvo justo cuando habían llegado a un lugar apartado, una calle sin salida con pequeños puestos de comercios un tanto antiguos y desolados. Sin mucha presencia de transeúntes que molestar.

 ―Verga coquito, deja lo azarada. Me dejaste el brazo adolorido ―"Coquito" la reprendió con la mirada- ¿Y esa cara de pronto? pues.- enarcó una de sus bonitas cejas.

― ¿Cómo que por qué? Parce, ustedes dos ―la de acento colombiano los señaló a ambos- no son unos chinitos para que estés peleando por nada. ¡Son adultos! Vea pues...

– No fue por nada, este pendejo me empujó, Catalina. Mira como dejó mi ropa, es más ni lo hubieras invitado- Ese comentario causó que el chico la mirará ofendido.

―Un carro casi te aplasta y ni un gracia das. A ti fue quien no debieron invitar Mary ―La chica se estremeció al escuchar su nombre en ese repúgnate inglés. Sí, porque todo lo que ese chico hiciera ante sus ojos comenzaba a ser desagradable.

―Eso no hubiera pasado, si no hubiera visto de pronto tu horrorosa cara ―

Catalina suspiró, esos dos empezarían de nuevo. Sería ella la que debería preguntarse qué hacían esos dos ahí. Apenas había salido de su clase y María ya se encontraba pegada a ella como garrapata, mientras que Alfred apareció de la nada. Todo estaría bien si es que no fuera por el sencillo hecho de que los dos, no se llevaban bien. Sí seguía así no podrían cumplir el objetivo por el cual habían venido, buscarle un regalo a Rodrigo por su cumpleaños.

―Ya basta ¿sí? ya saben el porque vinimos. Por lo visto estamos un poco lejos del centro, por obvias razones ― rodó lo ojos al recordar el pequeño show montado hace rato ― así que veamos qué cosas hay por acá. ¿Así que traten de llevarse bien?

Tanto Alfred como María se miraron aunque no muy convencidos para estrechar sus manos como tregua momentánea.

― Coste que solo lo hago por Rodrigo ― Dijo María después de haber desecho el agarre de sus manos, chocando con su hombro a Alfred para seguirle el paso a Catalina. El rubio siseó unas palabras por lo bajo antes de llegar hasta ambas chicas.

― Entonces empecemos a buscar un excelente regalo― Dijo Catalina adelantando su paso.

[:::::]

Habían caminado más de lo que recordaban, pero Catalina no había encontrado nada que llamará su atención.

Sus pasos se fueron deshaciendo hasta llegar al último local frente a ellos, estaba un tanto demacrado con falta de una buena capa de pintura y mejoras en su estructura desgatada por el pasar del tiempo. Aun así sobre la entrada se hallaba un cartel choreto que tenía escrito "80% de descuento" con lo que parecía fueron letras blancas cuando estuvo recién pintado.

― ¿Estas segura de entrar?― Pregunto el único varón mirando con desconfianza la estructura maltratada. ― No se ve muy... bien ―Musitó no muy convencido de entrar.

Catalina lo examinó de arriba abajo, para finalmente asentir con la cabeza. Era este lugar o nada, ya habían recorrido todos las demás tienda y ya era un poco tarde para volver al centro.

― María ¿no vienes? ― La de hebras azabaches se había quedado atrás no muy convencida por entrar.

―  No, vayan ustedes tranquilitos con confianza, yo los espero aquí afuera.―Movió su mano restándole importancia y animándoles a entrar. A lo que Alfred se cruzó de brazos con una sonrisa burlona plasmada en su rostro.

― Acaso ¿huele por acá a.... fear ? ¡Oh! Mary tiene miedo ― Esas palabras bastaron para que la aludida llegara hasta a ellos a pasos agrandados y fuera la primera en entrar al lugar.

El leve tintinear de la campanilla de la puerta resonó como eco en el interior del desolado local. La vista por fuera no era muy distinta a la que adentro se apreciaba. Una extensa capa de polvo se alargaba por encima de los diferentes estantes y los productos que estos poseían. Las arañas y sus telas se apoderaban de manera natural de aquellos rincones donde era difícil que se apreciara la luz en algún momento. La humedad era persistente a pesar que hace tiempo que no llovía y podía jurar que había visto una enorme rata mover el hocico a su dirección como saludándola para luego recorrer muy tranquila el pasillo y perderse de vista. María ya comenzaba arrepentirse de haber entrado.

De pronto un aire seco se empezó a sentir por la parte baja de su cuello, era aquella sensación como si alguien te estuviera observando acompañada de un escalofrío que hizo sus vellos se pusieran de punta y la piel de gallina.

― ¡Boo! ― Un grito salió con fuerza de su garganta, acompañado de las frenéticas risas de quien la había asustado. Alfred no paraba de reír por la reacción de María.

― Oh dios mío, debiste haber visto tu cara― El chico sostenía con fuerza su estómago mientras las risas no parecían censar de sus labios.

― Ya vas a ver ― Amenazó cubierta en cólera con indicios de parar la risas del chico rubio.

―¡María! ¿Qué dije?―Indagó Catalina, María musito entre diente lo que la morena había dicho antes de entrar al viejo local.

Alotro lado desatento a lo que pasaba, Alfred se movía inquieto por las estanciasañejas del aquel lugar aparentemente olvidado por el tiempo

― HI! ¿Hay alguien?― Su voz se perdió en forma de eco en aquel espacio desértico, más nadie salió a su contesta. María zapateó con fuerza el piso en forma de rabieta al ver el resultado, dando la vuelta para decir:

― Ven no hay nadie, ¡Vámonos!

Más Coco tenía otros planes, caminó a uno de los pasillos y les señaló el otro.

― Ustedes dos busquen por aquel lado algo que les guste a Rodrigo, yo mientras por acá ― Indicó al adentrarse más y continuar su camino. Genial, ahora Coco había ido al pasillo donde la enorme rata había marchado, pensó María con ironía.

Finalmente ambos habían caminado con silencio a la dirección indicada. El pasillo era un tanto estrecho por eso de vez en cuando sus hombros chocaban, además que por cada rincón lleno de polvo. María soltó de pronto un gritillo, asustando a Alfred que distraído enfocaba su curiosidad en los pequeños cachivaches del estante a su lado.

― ¿Qué pasó?― Preguntó, María lo tomó del brazo y le señaló un espacio entre las viejas cajas amontonadas.

― Ahí algo se movió ― Hizo ahínco al que el chico fuera a ver qué era.

Jones a pasos desganados y sin muchas ganas se aproximó, ya en cuclillas tomos entre sus manos una de las cajas apartándola, dejando un hueco donde fácilmente se apreciaba la parte del estante que las cajas ocultaban. Todo vacío.

― Ves, no hay nada ― Aseguró levantando la vista y echando su cuerpo a un costado para que la chica lo viera por sí misma. María se acercó e inspeccionó con una ojeada el lugar para estar más segura. Soltando una boca de aire al ver que sí no había nada.

― Juraría haber visto algo moverse ahí―  Se justificó para levantarse por completo, al hacerlo sin querer golpeó una caja de arriba del estante que dejó caer todo el polvo acumulado en ella por el tiempo sobre la morena que hacia lo posible por tratar de quitar todas las partículas acumulada tanto en su cabello, rostro y ropa, en fin en todas partes.

― Oye ten más cuidado ― Alfred se aproximó hacia ella ayudándola a quitar con sus manos los pequeños granos de polvo. Ya acabando sus miradas se encontraron por un largo tiempo

― ¿Qué tanto miras?― Inquirió, con las cejas arqueadas en confusión, al verse tan cerca del chico..

― Tienes un poco de polvo... acá ― Con sigilo acercó su dedo pulgar a la piel expuesta cerca de la comisura de los labios bañados en labial rojo.

Esa acción tomó por sorpresa a María que sintió como involuntariamente la sangre en sus pómulos se empezaba acumular, el chico estaba actuado sin pensar que ni siquiera se percató de la reacción que la joven frente a él tenía.

Ambos quedaron muy cerca uno del otro, el ambiente creado hasta ahora era sin duda muy diferente al que montaron hace atrás en medio de una calle muy concurrida.

― ¿Ya terminaste?― Musitó María con voz débil producto a la cercanía del joven de cabellera rubia.

― Ya... casi― Dijo a la vez que María dejaba de sentir el tacto de la piel contraria sobre la suya.

El silencio prolongó por algunos segundos, más ninguno había cambiado de posición. María acorralada entre el viejo estante y la imponente figura de Alfred, y él cerca de su rostro estudiando cada detalle de sus facciones.

― ¿Sigues molesta? ― Alfred quiso saber, la chica estaba muy esquiva y en ocasiones se inquietaba por nada.Ella arrugó el entrecejo desviando su rostro a un costado apartándolo de su campo visual.

― ¿Qué te da el derecho de preguntar el cómo me encuentre?― Regresó mordaz sin querer verle de nuevo.

― El derecho que me da ser TU novio― Ahora las cosas se habían volteado.

 María frunció más el ceño a tal punto que sus cejas se curvarón muy cerca la una de la otra, sus ojos mostraban inquietud plasmada en sus pupilas ante aquellas palabras dichas. La chica mordió su lengua, tratando de evitar el continuo nerviosismo que empezaba surgir ante la idea de que alguien escuchara su pequeña conversación. Su vista vaciló por algunos segundos entre Alfred y el costado que le extendía el largo pasillo, asesorándose que por sí casualidad de la vida Catalina anduviera ahí, sin embargo sus orbes se toparon con más cajas y negrura espesa por falta de la luz de bombilla que no llegaba alcanzar aquel espacio. De regreso, los celestes ojos de Alfred fijos sobre ella.

 ― No hables muy alto, que aunque no lo creas las paredes tienen oídos. Además con que güebos vienes a decirme eso, cuando nosotros mismo acordamos mantener "esto" en secreto, tan sólo actúo como debería ― Lo encaró, Alfred suspiró. Ella tenía razón, era lo que ambos habían decidido desde el momento que habían empezado su relación.

― Mary, ya no quiero esperar tanto para que my girlfriend pueda darme un beso. Ahora casi me matas de un susto. Ten más cuidado al cruzar la calle ―María tan sólo rodó los ojos, ella no era una niña, pero igual agradecía su preocupación. Alfred aprovechó el silencio y acunó entre sus manos los mofletes de la morena, juntando su frente con la de ella― ¿Y sí se lo decimos a los demás? Es lo mejor.  ― Musitó muy cerca de sus labios.

― ¿Acaso quieres que les pegue algo?―María curvó una ceja con burla. Al ver que Alfred no le causaba gracia, mostrándose sensato frente a ella no le quedo de otra que meditar su petición. ― No me hago responsable sí intentan matarte, no me opondré. Después de todo es algo que tú buscaste―Cerró sus ojos soberbia. De pronto sus mejillas fuera apretadas con presión y revueltas por las manos de Jones que con cariño frotó su nariz con la de ella.

― Eres muy dulce― María se estremeció cuando las manos bajaron de sus mejillas hasta su cintura. Alfred con intención de obtener un beso fue frenado por la palma abierta de María que hizo barrera entre ella y él.

― Besos no hasta que hagamos público lo nuestro. Además me debes lo de mi ropa― Aprovechando la contrariedad del chico se zafó de su "prisión" posándose atrás de él, besó su cuello apresurando su escape del oscuro pasillo.

Cuando Alfred llegó a donde ella, ya Catalina tenía entre sus manos el tan apreciado regalo, que aún no dejaba ver a la curiosa de María, que hurgaba tratando de saber qué era lo que había comprado. La de ojos jades le guiño un ojo al reparar en su llegada, y él no pudo evitar pensar que le salía caro quererla. Pero, era algo que absolutamente valía la pena.

[:::::]

― Ya enserio dime qué llevas ahí ― Catalina negó y ella bufó. Cuando habían llegado a la fiesta de Rodrigo, está ya se encontraba en su máximo punto. La castaña buscaba a su hermano entre el mar de personas junto a María.

 ― ¿Parce, qué le va a regalar usted?― Preguntó Catalina acomodando un poco la cota negra que traía puesta, María dejó de mirarse la uñas pintadas en dorado, alisó la parte baja del vestido grana para alzar ante los ojos caoba una pequeña bolsa.

― Es algo al que le dará un muy bien uso― Movió sus cejas pícara para mostrarle de cerca a Catalina lo que en ella había. La morena abrió sus ojos espantada.

― ¡No le darás eso! Definitivamente no― La idea de que María le regalara una caja completa de condones a su hermanito no le apetecía en lo absoluto.

― Coco, ya está bien grandecito. Bájale, que tú a su edad no eras ninguna santa― No pudo evitar reírse cuando ella le miró molesta y colorada. ― ¡Ah allá está el Rodri!― Entre la personas,  el chico hablaba muy amenamente con Fernanda y Ana Camila. Soltó una risita― Hoy le dará uso a mi regalo ¡Te lo aseguro!

Catalina la tomó de la mano y agarró el paquete para lanzarlo lejos, María refunfuñó de brazos cruzados mientras la castaña llegaba hasta Rodrigo.

Más su atención se posó en el pequeño grupo en el rincón del salón. Las risas no faltaban y pudo reconocer los que ahí estaban. Caminó hasta allá, no sí antes buscar y tomar el regalo que ella había traído para Rodrigo.

― Mire nada más la belleza que ha llegado―Gregorio le saludo desde del sofá. Ella alza la mano y sonríe al encontrar entre los presentes al cabeza dura de su novio junto a Itzel que no muy feliz le pedí que se apartara.

― ¡Y justo a tiempo!― Entre las manos de un ladino Martín se encontraba la botella que entre todos se habían bebidos en un dos por tres― ¡Vení sentate que vamos a jugar, piba!

De apoco amigo y conocidos se unieron en el semicírculo mientras la botella giraba. Uno de los primeros que le toco beso fue al mismo Martín que desilusionado vio que el que le había tocado era Luciano en vez del Manu.  Ana Camila no muy convencida le dio un beso a Efraín que extrañamente se había animado a jugar. Otro que ligeramente le sacó risa a los presentes fue que al cumpleañero le tocó besar en más de dos ocasiones a diferentes chica y a un divertido Miguel, que luego se lucio cuando le tocó a Francisco en la siguiente ronda.

La botella seguía girando, hasta que de apoco fue bajando la velocidad para señalar quienes en esta ocasión gracias a la suerte, le tocaría besarse. Finalmente ante la insistente mirada de todos se detuvo, dejando a más de uno nervioso.

El silencio prolongo hasta que Gregorio ahogó una risa burlona que al rato broto con fuerza de su garganta, Blanca se le unió sin disimulo soltando fuerte carcajadas. Rodrigo sudó frío pensado que había sido demasiado bueno que nada en su fiesta hubiera salido mal- hasta ahora-. Pedro pegó la bandita sobre el borde de su nariz al tanto de qué reacción fueran a tener esos dos. Mientras que Itzel que no se unió al juego miró interesada esparramada desde el sofá a un lado de un dormido Julio. Francisco sonrojado sentía la mirada de Miguel puesta en él desde el beso que se dieron, que ambos ni bolas le paraba a lo que pasaba.

La botella apuntaba a María y a Alfred, la chica marcó una sonrisa ante la suerte que había tenido, pensando que no hubiera sido mejor. Alfred posó sus claros ojos sobre la botella para darse cuenta que esta le apuntaba a él. Los largos brazos de María se acercaron a él para apoyarlos sobre sus hombros.

― Le debo un beso a alguien― Habló ella jugando con los mechones rubios. Alfred ladeó una sonrisa, copiando el gesto de su chica. Juntando su manos a la altura de la cintura de ella.

― Dijiste que nada de besos hasta que le habláramos de nosotros― Le recordó, ella soltó una risa divertida al llevar a su vista sobre el hombro de Jones viendo a sus amigos.

― Ah ¿Sí? Que ellos saquen sus propias conclusiones― Jugó haciendo pequeños círculos sobre la espalda de Jones creando leves cosquilleos.

― Let's put on a good show― Afirmó así a su novia, feliz por su petición.

Ante la mirada expectante de los presentes se dieron el beso que llevaban aguardando desde hace mucho. De apoco lento, para luego ir dejando salir aquello sentimientos que los devoraba a ambos. Como un trillar de mariposas la pasión revoloteo en el acto, haciendo más profundo el juntar de sus labios. Porque ya no más, andarían con secretos. Serían ellos dos que como siempre daría un buen espectáculo dejando mudos a los presentes.

― Sí Rodrigo no le va a dar buen uso a mi regalo yo sí ― Revelo con las mejillas rojas por la falta de aire luego de haberse separado de Alfred. Así que con fuerza se llevó al chico que se dejaba arrastra gustoso.

― ¿Qué mierda pasó aquí?― Preguntó en el aire Catalina siendo una de las pocas personas sobrias en el salón.

Los presentes ignoraron al par y se centraron en seguir jugando y disfrutar de la fiesta. Pues gracias al alcohol que nubló su juicio ya se encontraban fuera de sí. Que ni verdadera atención le prestaron a los jóvenes frente a ellos.

Al final María comprobó que su regalo era mucho mejor que el de Coco. Que los borrachos tienen mala memoria, porque de todas formas tuvo que defender a Alfred que muy macho se escondía detrás de su girl de un furioso Antonio que se enteraba de su relación de la peor manera que pueda haber. Encontrarlos semidesnudos mientras buscaba a Lovino

*::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::*

Yo y finales cliché, pero quedó 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro