Cosas que pasan
Una chica y un chico.
Una banca.
Una conversación.
"No sé tal vez somos masoquistas o muy estúpidos"
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--Creo... creo que debemos terminar. Esto no está funcionando -- Jones rompió el silencio rotundo que se había formado entre él y la chica que ocupaban la pequeña mesa de la cafetería. El rubio juntó el valor para romper el espeso ambiente con esa frase tan cortante.
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-- ¿Disculpa? ¿Me estás botando? -- Parpadeó, más que sorprendida consternada. María echó hacia atrás el cuerpo apegando la espalda a la silla, se cruzó de brazos indignada a la espera de respuestas. ¿Qué se creía ese estúpido?
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--No es así... Entiéndeme, esto no tiene que ver contigo, soy yo. Enserio lo lamento -- Alfred se apresuró hablar, sabía que debí aclarar las cosas bien con ella. Fueron alrededor de 4 semanas de noviazgo y casi una vida conociéndola, y gracias a eso él podría descifrar que tras esos ojos verdes algo ocurría-- Quería, quedar en buenos términos contigo...
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-- Alto ahí. No soy mongólica ¿sabes?-- María se levantó, golpeado la barra de cerámica, las pocas personas que habían en el lugar voltearon a verle-- No intentes endulzar las cosas con palabras bonitas y un discurso barato. Aquí la que termina contigo soy yo. ¿Entendiste, estúpido? -- Dejando al muchacho con las palabras en la boca, se levantó y se marchó de aquel pequeño bar, azotando la puerta del local con fuerza.
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--Gracias por entender, Alice *-- Musitó Alfred, sintiéndose más tranquilo. La rubia frente a él le miró alzando una ceja.
-- Tan sólo espero que sepas bien lo qué haces para la próxima-- Comentó la anglosajona levantándose de su lugar. Ya de espalda al rubio de lentes, giró a verle sobre el hombro-- Deberías actuar, Alfred no esperes a que sea demasiado tarde.
Y así se fue, y Alfred suspiró con el café un tanto frío entre sus manos. Tal vez, ella tenía razón. Ya no debía engañarse más a sí mismo. Miró la hora en su celular, tenía tiempo.
Dejó la propina en la mesa junto con el café si probar.
Debía apurarse.
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¿Iba a llorar? ¿Ella? Se limpió las gotitas saladas que amenazaban con salir. María era mucho, para estar llorando por nada. Já, la situación le da risa. Mejor decide concentrarse en la vista. Muchas personas pasaban felices, otras más apresuradas que otras.
Y María siente una pulsada de asco cuando una pareja pasa frente a ella. La venezolana siente un sabor agrió bajar por su garganta, cuando le echa un sorbo a la cerveza de lata que tiene entre sus manos.
-- Los hombres son unos idiotas-- Murmura con amargura.
-- ¿Yo también entró ahí?
La frase y la persona en sí le sorprenden. Los ojos jades buscan el origen de ello, captando entre sus iris a un chico de cabellos rubios, nariz respingada, los ojos celestes tras las monturas de una gafa. Le reconoce en menos de un segundo.
-- Tú eres el peor, un dolor en culo Alfredo. Eso es lo que eres-- Le responde en español, él le ignora y se sienta a su lado en la banca, en medio del parque. María nota el cómo Alfred parece buscar algo a todas las direcciones-- No hay nadie conmigo, salió-- Suelta, tomado con calma del líquido dentro de la lata.
Alfred se siente aliviado ante aquello, de cierta forma.
-- Mary! No debería estar tomando alcohol es este lugar-- Le reprende cuando repara en las latas llenas y vacías cerca de los pies de la chica.
--¿Quién lo dice? ¿ tú? Deja lo aguafiestas y toma una-- De manera torpe Jones logra atajar la lata que María le acaba de lanzar, la nota medio fría entre sus manos. Una mujer mayor le echa una mirada desaprobatoria a ambos jóvenes, a medida que cuchichea algo con otra.
Ambos pasan de ello y se quedan en silencio, ninguno con ganas de hablar. María le mira de reojo, Alfred no parece no notarlo, o quizás sí pero no le dice nada.
-- ¿No tenías una cita?-- Rompe el silencio ella, jugando con la lata bajo sus pies, dándole leves golpes con la punta de su tacón.
-- Termine con Alice-- Decir aquello deja un cosquilleo en sus labios. María se detiene para mirarle.
-- Ah... ya veo.-- Murmura, gira su rostro a verle con una curiosidad creciente que le cuesta admitir-- Pero, por qué.-- Le cuestiona.
-- No lo entenderías.-- Alfred suspira, ella no entendería que es porque algo cambio en el significado que él tenía para ella. Recordar eso, le ínsita a olvidarle, dejar ese sentimiento enterrado. María no puede enterarse de ello.
--¿Cómo quieres que lo haga si no hablas?-- La de cabellos largos y oscuros se cruza de brazo.
-- Son cosas que pasan-- Le devuelve él, María no parece satisfecha.
-- Ajá, sí pero ¿qué?-- Vuelve otra vez, Alfred sabe que ella seguirán insistiendo. Es terca por naturaleza.
-- Me gusta alguien más...
Las insistencias paren menguar y ella guarda silencio. Su expresión cambia a una simple, tal vez porque ese día ella también terminó como la chica inglesa, quizás, quién sabe, por la misma razón.
--Becerro... Ella no se merecía eso. Estúpido. ¡Jugaste con los sentimientos de una chica!-- Le comenta enojada. Alfred tan sólo escucha y ve como ella drena su frustración tomando una lata , para lanzarla con fuerza al bote de basura.
-- No fue así... Estaba confundido,-- Le dice-- Confundí una buena amistad con algo más y cuando me di cuenta. La persona que en verdad me importaba, ya tenía algo más.-- María le mira, tal vez sintiendo compresión.
-- Vaya, idiota. Pero, vele el lado bueno, ya somos dos. -- Le da palmaditas en la cabeza. Alfred nota la sonrisa ladina, demasiado falsa para ser de felicidad-- Empecé a salir con alguien para olvidarme del chico que en verdad me gustaba-- Suspira, dejando ahora sí un rastro de tristeza en sus bonitas facciones-- Gaste tiempo en vano, queriendo engañarme a mí misma. Me drogué con falsa esperanza, porque, porque él no me mirara más allá de una buena amiga .
-- ¿Qué dices? Mary eres perfecta. Quién no viera eso, está ciego-- Alfred le toma de las manos, se siente un idiota por no darse cuenta de aquello que frente a sus ojos siempre estuvo.
-- Por algo usas lentes ¿No? -- Sonríe ella, ahora sí parece haber un mínimo rastro de felicidad. Alfred también se permite reír cómplice.-- Sé paciente sí, hazte notar, así ella te verá.
-- Lo tomaré en cuenta-- Susurra Alfred poniéndose de pie. María suspira, volvería a quedar sola en aquella patética banca. Una nívea mano frente a sus ojos jades le sorprende -- Vamos, el día está lindo para estar desperdiciándolo en un mismo lugar.
Ella le mira, toma su mano.
-- Sabes Alfred, tal vez somos masoquistas o muy estúpidos-- Le dice ya a su lado. Pero no suelta su mano.
Él tampoco quisiera que ella lo hiciera.
[Fin]
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*Alice Kirkland , Nyo Inglaterra!
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