"Celos"
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Sumario:
CELOS :Según el diccionario, se define a esta palabra como inquietud de la persona que teme que aquella a quien ama dé preferencia a otra. Y María estaba segura que eso no pasaba en su ser por Alfred. Ajá ¿qué tan equivocada puede estar?
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L
as constantes miradas hacia adelante la delataban en realidad, pero, ¿Qué importaba?
Mientras ella estaba ahí con el corazón a mil, las mejillas color escarlatas y sobre todo con la mente hecha un caos por todo el remolino de pensamientos que en ella pasaba.
¿Él?
Relaja'o, de lo más tranquilo hablando con la castaña de ojos caoba y lindo acento. Coqueteando y riendo a rienda suelta.
Es más, por qué se preocupaba. Ni que ellos fueran algo. Alfred y ella, María Páez, no eran nada.
Eso no quitaba el hecho de que su ceño se frunciera y sus ojos jades miraran desaprobatorios a la pareja a unos cuantos puestos más a delante.
No le agrada y punto.
― Pss, ¿Mina, estas bien? ― Sintió un golpeteo a su lado, Martín, le había susurrando despacio para no ser descubiertos en clase.
― ¿Qué pasó chamo?―Se dirigió a él, sin entender el porqué del llamado
―Eso debería estar preguntando yo, pelotuda.― El de tez clara, surcó una sonrisa divertido extendiendo un papel . Que María pudo notar como la asistencia que debían firma―Tené firma la lista y prestalé atención al viejo ese.
María soltó una sonrisilla al recordar que el argentino no toleraba esta clase ni a su profesor.
Hablando de él...
― Cómo veo que están muy exaltados y no muestran ningún indicio de interés en la clase, no gastaré mi tiempo en darles sus inexorables calificaciones. ¿No lo creen, Miss Páez y Mr Hernandez? Ya que los veo muy entretenidos ―Finalizó Arthur Kirkland, maestro de Matemáticas y el causante de que más de uno odiara esta materia por jamás lograrla pasar.
Varios callaron y voltearon a ver a los nombrados.
Entre ellos, aquellos ojos azul cielo que causaban cosas en María.
Por su parte, Martín se irguió en su asiento molesto.
― Che, no somos los únicos hablando―El rubio se cruzó de brazos― Además, nadie le hace caso a su clase.
― Ya veo, como es así me retiro ― El hombre tomó sus cosas entre las manos amenazando con partir del aula.
Varias quejas se hicieron oír por parte de muchos, a lo que Arthur dejo sus cosas listo para dar las desfavorables notas, debía admitir que era una de sus partes favoritas. Surcó una sonrisa ladina listo para disfrutar de lo que diría.
― My dear students, [Mis queridos estudiantes] déjenme decirles que valorar sus exámenes fue una completa perdida de tiempo ― Soltó una risilla― ¿Cómo es posible que ustedes; Personas adultas y responsables no puedan resolver algo que hasta un niño de primaria sí haría?
Muchos se encogieron en sus pupitres ya a sabiendas de lo que vendría . María observó a su profesor atenta tratando de no llevar la vista a donde Jones se encontraba.
― Cómo quiere este güero que saquemos buenas calificaciones si ni siquiera explica bien― Escuchó murmura a Pedro, sentado a unos cuantos puestos detrás de a ella.
― Explíquese mejor, Profesor ― Pidió saber la castaña sentada a lado de Alfred con la que él había estado muy entretenido hablando, Catalina.
Arthur sacó del folió los exámenes que ellos hace una semana habían presentado. Lo hacia con una paciencia que carcomía por dentro a los chicos, finalmente fue visualizándolos de apoco sin decir nada.
Aclaró su garganta para por fin hablar después de tanta espera.
― Tan sólo un total de tres personas aprobaron, siendo 08 la nota más elevada. ― Enfatizó para dictar los nombres con sus respectivas notas― ... Jones; 08. Esperaba más de ti― Expresó con ironía― Gonzales, Artiaga; 07, De la Vega, Gómez, Sánchez Itzel,Irala, Páez, Ayala; 4. Los demás 01. Bueno eso fueron sus excelentes notas. ―
El sonido del timbre denotado la salida de clase opaco los pasos de Arthur al salir del aula. Después fue como si una estampida ocurriera, todos salieron de manera apresurada no queriendo compartir más el oxigeno en ese lugar.
María salió acompañada de Martín. Fue un poco difícil pero logró hacerlo, a pesar que casi sufren un atropello.
― Si seguía ahí encerrado, moriría ― Martín sacudió su cabeza, dando una bocada grande de aire, se dirigían a las canchas para pasar un buen rato. María lo acompañaría un ratito, en cuanto a Martín tenía practica de Fútbol.
― Solo eres un exagerado, princesita ― Codeó a Martín en son de broma.
― ¿Yo? ¿Soy un exagerado? Pero si soy el más grosso del mundo, piba ―Le siguió el juego.
Una risas captaron la atención de ambos. A los lejos Alfred y Catalina hablaban tranquilos , el chico sostenía algo en la mano y parecía mostrárselo a la de tez morena. Siendo eso el motivo de las risas, al parecer.
María quien fijó su vista en ellos mostraba fastidio en su semblante, el ceño medio fruncido y la cejas curvadas hacia delante con sus orbes flamantes de cólera.
―¿eh? ¿Qué tanto mirás? ― Interrogó Tincho a la vez que prestaba más atención a lo que María con tanta atención observaba. La chica pegó un respingo al verse cachada.
― Na'a, salio. Mejor vamos a la cancha quiero ver como Luc te da una paliza de nuevo jugando fútbol. Já será divertido ver eso ― Martín surcó una sonrisa divertido, así que María le estaba cambiado de tema. El que se divertiría sería él justo ahora...
― Ché, así que nada. ¿Entonces que hacías mirando al pibe de gafitas? Parecía que te lo irías a comer con la mirada a él o a Coco que le acompañaba
― Tú te la pasas chorreando la baba por Javiera o cualquier otra chama que pase y yo no ando reclamando eso. Además, estaba mirando a Coco ¿qué es eso que carga puesto? ¡Por Dios no luce bien, no resalta sus facciones! ― Dijo marchando hasta las canchas siendo seguida por Martín que soltó una risa divertido a más no poder .
― La flaca y yo tenemos algo por lo menos. Pero vos .... La "bomba sexy" no podés si quiera decirle algo al boludo que te gusta. Con lo atrevida que decís ser― La más pura ironía salió de sus labios cuando entró a los vestidores de hombres cerrando la puerta, dejando a María hecha una furia.
― ¡Ese mongólico no me gusta! ¡Pajuo! ¡Te vas a morir cagando, escuchaste! ¿Sabes quién te va acompañar a esa practiquita tuya? ¡El güevo mío!― Gritó en el desolado pasillo dándole una patada a la puerta. Hubiera entrado a los vestidores a meterle unos coñazos al argentino si no fuera porque este cerró con llave por dentro. Muy astuto.
Pero esto no quedaría así. A ver cómo reaccionaría el teñido ese cuando ella le fuera con el chisme a Javiera. Ya quería ver lo que la chilena le haría.
Así que con plan en mano regreso sus pasos en busca de la otra chica, pero que va echó todo al caño cuando vislumbró al mismísimo Alfred Jones frente a los casilleros a espalda a ella. ¡Él tenía la culpa de todo! Si no fuera por él no tendría un remolino de emociones agobiándola
― ¡Oye tú!― Le gritó avanzando a grandes zancadas. El rubio se sobresaltó para sentir como era girado por la chica de ojos verde, quedando cara a cara― No sé cuáles sean tus intenciones con Coco, pero óyeme bien. Ella es mi amiga, así que mantén tus manos fuera de ella, te estaré vigilando. Cualquier falló que hagas por más mínimo que sea, causara tu lenta muerte ¿Escuchaste?― Cada palabra que daba empujaba levemente el cuerpo de Jones con sus dedos. Quedando el chico con la espalda al casillero y la mujer frente a él.
Jones estaba anonado, de pronto de la nada salía Páez diciendo esas cosas.
― ¿Disculpa? ¿De qué estás hablando? ―Preguntó un poco intimidado por la cercanía de María que prácticamente tenía su cuerpo sobre él.
― No te hagas el inocente― Colocó sus manos sobre sus cadera en forma de jarra. Así pudo notar la caja de chocolates que el rubio tenía en manos cuidándola receloso. Se la quitó sin rechinar— ¿Te lo dio Coco? ― Exigió saber con un deje de molestia, acaso ese era el motivo de las risitas que esos dos se compartían hace un momento atrás.
Alfred la miró, era su imaginación o parecía ¿celosa? Claro que era su imaginación, ¿ella celosa por él? Que buen chistes
― Emm nop, eso es mío. Y si me permites, me das espacios. Estás muy cerca ―Soltó causando que María se alejara lo más rápido de él. La chica no quedo satisfecha con esa respuesta y Alfred lo supo al ver como ella enfocaba más suma atención en él, como queriendo leer su mente.
― Si no fue Coco y es tuyo... ― habló meditando un poco ― ¿A quién se lo vas a dar? Por qué se lo darás a una chica, es seguro o salvo que te guste un chico.
― Si fuera así que te incumbe― le dijo un tanto disgustado por tantas preguntas. Decidió decir eso para quitarse a la chica de una buena vez, ya lo tenía nervioso.
La morena mordió su labio inferir como claro ejemplo de frustración. Si se lo daría a alguien.
Ya era mucha humillación de su parte estar acosando al chico con preguntas que podría estar delatando sus celos. Eran bien claras las intenciones de Alfred.
― Si vas a regalarle esos chocolates a alguien, por lo menos asegúrate de conocer bien a esa persona. Para que así ella de te vuelva el mismo afecto con el que tú lo das. Muchas veces nos guiamos por la apariencia, luego ocurre que la persona es una mierda por dentro. Probablemente este consejo te valga verga. A no ser que quieras ver como tu dinero termine perdiéndose― Alzó los hombros restándole importancia.
Y así como llegó se fue, hecha un remolino de sensaciones.
Tal vez sí María hubiera dejado de lado sus tontos celos de niña chiquita, se hubiera percatado que el casillero tras Alfred era el de ella.
Quizás, si hubiera acompañado a Martín en su práctica a Alfred le hubiera dado tiempo de dejar los chocolates ahí.
Probablemente, María hubiera entendido el porqué de las risas cómplices de Coco y él.
Sin embargo eso no pasó. Pero lo que Alfred estaba seguro es que la venezolana se veía adorable tratando de ocultar sus celos.
Quizás, mañana le entregaría los chocolates en persona, aquellos que ella misma había cuestionado.
Mañana sería.
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