Márgot Veridia.

Apostaría todas mis posesiones a que nada, absolutamente nada, me había preparado para este momento:

Perder a la persona que más amo en el mundo.

De verdad que se siente horrible.

En este momento estoy en el funeral de la mujer más maravillosa, cariñosa, valiente y bondadosa de este mundo lleno de parásitos.

¿Por qué nunca nadie te advierte que la felicidad que tanto te había costado construir se podía esfumar en tan solo un segundo?

Porque así fue como pasó. La muerte no necesitó recorrer algún desierto o haber tenido que pasar por un gran obstáculo para llegar a mi madre, ni siquiera necesitó razones específicas para llegar.

Simplemente vino, y la tocó.

Así de fácil.

Así de simple.

Todos a mi alrededor estaban destrozados, o aparentaban estarlo. No sé ni me importa. Solo podía ver su cuerpo en el ataúd, inerte, pero sereno.

Por alguna extraña razón, sentí paz por ver que no había tenido una muerte dolorosa, mezclado con la tristeza que me causaba asimilar que no la volvería a ver jamás.

No más consejos de mamá.

No más tardes de té juntas.

No más entrenamientos, juntas.

No más madre e hija.

Ahora estoy sola. Y cómo duele. Pero debo ser fuerte; por mi padre, por mi hermano menor, por Mi Pueblo y por mi madre que ya no vive.

Termina el tiempo de debilidad azul.

Comienza el tiempo de justicia y valor.

Al rojo vivo.

🥀