9
Caminos y decisiones.
Parte 1.
Marit.
Camino distraído por el patio trasero limpiando cada hoja seca que se topaba por mi camino.
Fue un pequeño castigo que a el "rey" se le antojó bien merecido.
Como si yo tuviera culpa alguna de las ocurrencias de su hijo. Lamentablemente es mi deber acompañarlo a donde sea que vaya él.
Me dirijo a un banco por ahí cerca y me siento.
Las cosas no han sido muy provechosas para mí en estos días, pero parece que al "príncipe" Planor le importa muy poco lo que sus acciones puedan ocasionar a personas de su alrededor. No es que piense mal de mi mejor amigo al que considero mi hermano, pero debo admitir que a veces me molesta mucho su actitud.
Cree que lo puede todo.
No lo culpo; nació con un poder extraordinario y no solo en sus músculos astrales, sino también en su manera de pensar.
Aunque claro, es el príncipe, sus limitaciones son simplemente sociales. Para nada difíciles de acatar.
—Marit.
Me volteo a mi costado reconociendo al instante esa voz.
—¿No es muy temprano para estar hurtando castillos ajenos?
Avanza y se sienta a mi lado.
—No, solo vine por un rato. No es como si fuera a quedarme todo el día.
Me quedo observándolo, admirando cada facción de su rostro; siempre me gustó ese lunar característico en su afilada barbilla y la forma tan armoniosa en la que la piel se adhiere a su mandíbula y cuello.
Tan delicado.
Como si fuera una figurita de porcelana, de tamaño real.
—Háblame de ti, ¿cómo has estado?
Respondo sin dejar de mirarlo, mientras él sigue con la vista en el sol que se asoma por el horizonte:
—Bien.
—¿Eso es todo?
—Eso es todo.
Nos quedamos en silencio por un buen rato.
—Al parecer te castigaron.
—Observas bien. —Respondo, seco.
Espero que no se haya sentido mal por eso.
Por fin voltea a verme y al instante fijo mi vista hacia otro lado. Puedo sentir su afilada mirada sobre mi, pero hago un esfuerzo sobrehumano para no mirarlo de vuelta.
—¿Te he dicho que me parece muy tierno ese gesto?
—No me interesa.
Ríe a carcajadas.
—Imaginé que dirías eso.
No contesto, pues tampoco es como si supiera que decir realmente. Él no insiste en que hable, solo vuelve a mirar el sol que ahora se encuentra en un punto más alto.
¿Como lo estará pasando Óscar?
Espero que no lo bateen demasiado fuerte. Ese niño es más frágil de lo que parece.
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Me dirijo con rapidez hacia donde se está ejecutando el examen.
Me subo en una de las torres del palacio y los observo; en un lugar apartado del pequeño bosque que se encuentra detrás, puedo visualizar al hombre que según el rey es quien debe poner a prueba las habilidades de Óscar.
Y supongo que planea explotarlas todas, porque desde aquí puedo ver que no solo lo ataca físicamente, o sea, es algo así como...
Persuasión.
Manipulación agresiva.
Desde luego, ese es un truco muy sucio e inhumano de combate. Óscar saldrá traumado de ahí.
Y si no es así, me temo que el resultado sea peor. Como que se convierta en un desalmado narcisista como su padre.
Realmente me preocupa que el motivo por el que el rey quiera hacer esto sea para transformarlo en un monstruo.
Pero lamentablemente yo no puedo hacer nada, él es la máxima autoridad, el sustento del reino. Yo solo puedo esperar y acatar, como todos los demás.
Pero no quiero.
Debo ayudar a Óscar de algún modo.
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Márgot.
Fantástico momento para que mi padre tenga que venir dentro de un día.
Óscar desapareció, pero no importa. De todos modos íbamos a dejarlo ir en paz. Pero ¿quién era ese chico con el que estaba? Y ¿por qué nos miraba de esa forma tan extraña?
Aunque no estoy segura de que nos estuviera mirando a nosotros realmente.
Miro a mi alrededor, analizando todos los libros que tengo a la vista.
Había venido a este lugar porque quería distraerme leyendo, pero ninguna de estas opiniones me parece desestresante.
Me dirijo hacia la ventana, la vista desde allí siempre ha sido bonita. Espero que esta vez no sea la excepción.
Aparto las cortinas, pero lo que se presenta frente a mí no es lo que yo esperaba:
Un hombre. Había un hombre frente a la ventana. Y la biblioteca del reino se encontraba dos pisos por arriba del gran salón.
Él hombre parecía estar flotando al momento de abrir la ventana, pero en cuanto lo ví, descendió, él fue rápido al sostenerse del marco y elevarse para impulsarse hacia adentro.
Yo retrocedí en shock. Este hombre empieza a sacudirse algunos escombros que tenía encima susurrando algunas malas palabras mientras lo hacía.
—Maldito mocoso —alcanzo a escuchar.
—¿Perdone?
El sujeto levanta la mirada, y ahí es cuando sus brillantes ojos verdes impactan contra los míos.
La mitad de su rostro está cubierto, por lo que no puedo identificar quién es. Su torso está descubierto, dejando ver el enorme tatuaje que brota de su espalda, da la impresión de que son llamas.
—¿Quien eres?
¿En serio me lo estaba preguntado él a mí?
—Eso no es lo que importa...
—Claro que si, es lo primero que se hace cuando ves a alguien por primera ves.
Pestañeo, aun sin poder creérmelo.
—Tú eres el intruso, el que debe presentarse eres tú.
El sujeto pestañea como dándose cuenta de algo.
—Cierto, así es como funcionan los niños ricos.
Mi mente hace un click y retrocedo un poco asustada. No ando armada, no cuento con mucho poder mágico, tampoco podría ganarle a combate cuerpo a cuerpo porque es mucho más grande que yo.
El hombre se voltea, quedando completamente de frente, en sus ojos veo un brillo peligroso.
–¿Que sucede? —pregunta, lento y juguetón, como si se estuviera burlando de mí. Se acerca a pasos pausados hacia donde estoy.
—¿Qué viniste a hacer aquí?
El hombre se ríe descaradamente.
—El Comandante Christopher solicita su presencia, princesa.
Luego de eso, un dolor asfixiante me abrasa todo el cuerpo hasta que pierdo el control absoluto de mí.
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