11
Inofensivamente ofensivo.
Narrador omnisciente.
Christopher Claren, mejor conocido como: El Rey de la Noche.
Y no porque sea negro.
Sino por ser el hombre más temido de todos los reinos, es un Dios para muchos, una pesadilla amarga para la mayoría, pero nadie puede negar que es un hombre con un nivel de inteligencia superior al de la mayoría. Por eso solo los reyes más astutos hacen tratos con él; pues los insensatos siempre caen en su trampa.
Pero hay uno en particular...
Que parece igualarlo de alguna forma. Cuando Christopher conoció a Bruce se sorprendió mucho por su sistema de gobierno, que, en realidad es bastante ingenioso si uno se fija bien.
Christopher supo de inmediato que Bruce no era un simple rey. Él no gobernaba por gobernar, o como dicen algunos: "por el bien de su Pueblo". Bruce sabía que al hacerlo obtenía beneficios por eso.
En primer lugar: el acceso libre de salir de su isla cuando quisiera y por el tiempo que quisiera.
Pero, ¿con qué fin? Y ¿cómo conseguía estar fuera por el tiempo que quisiera si era el rey?
El rey se había negado a revelarle ese secreto, por lo que Christopher supo que se trataba de su más grande debilidad.
E iba a descubrirlo cueste lo que cueste.
A él no le interesa ser enemigo de Bruce, pero no estaría de más desvestirlo un poco. No se considera muy curioso, pero tratándose de los secretos del Rey...
—¿En qué tanto piensas? —Bruce arquea una ceja.
Christopher lo ignora y empieza a pasearse entre las estanterías de la biblioteca del Palacio Planor.
Es una biblioteca de ensueño. Cualquier lector estaría dispuesto a mudarse en aquel lugar sin ninguna objeción. El aroma a páginas antiguas que esconden entre ellas millares de fantasías listas para ser descubiertas, se mezcla con olor del suave viento que atraviesa la ventana.
—Parece que hablé con los estantes.
Christopher se voltea para verlo.
—¿Está celoso porque prefiero escuchar el silencio de los libros que su voz?
No hay nada en el mundo que Bruce odie más que el hecho de que exista gente tan sarcástica cuando él es tan literal siempre con lo que dice.
La cara se le arruga con disgusto y su ceño se frunce.
Continúa con lo que estaba haciendo anteriormente: leer.
El silencio entre ambos se prolonga por un buen rato. Christopher se sienta frente a él para observarlo con detalle.
—No sabía que usted era un aficionado. —su voz sonó muy suave debido a lo atento que estaba observando la cubierta del libro que sostenía Bruce.
—No lo soy, pero a veces quisiera trasladarme a otro sitio, y esta es la mejor opción.
Analiza un poco sus palabras.
—Una vez mi padre dijo lo mismo, pero a diferencia de usted, él si aceptaba ser una aficionado con esos patéticos libros de amor.
Bruce se pone a la defensiva.
—No son libros de amor, tienen mucho más que eso. —coloca el indicador de página donde corresponde y cierra el libro—. Y no vuelvas a decir que son patéticos. Más patética es tu vida.
Christopher se queda en silencio y Bruce lo mira fijamente. A Bruce no le gusta que se burlen de sus gust... perdón: pasatiempos, y a Christopher no le gusta que le hablen con autoridad.
Porque solo su padre lo hacía.
Después de un momento, Bruce se calma y mira a su acompañante con intensiones pacíficas.
—¿Qué tienes?
Christopher se esperaría esa pregunta del mas patético del Reino: el príncipe que parece odiarlo con su vida, pero jamás de este hombre que se hace llamar El Rey.
—¿Qué dijiste? —pregunta atónito.
—Te pregunte que qué tienes.
—Me parece demasiado irreal que usted me pregunte eso.
Se encoge de hombros.
—Es tu elección si decides responder o no.
Silencio.
—Secuestré a una mujer...
Al Rey se le escapa una carcajada.
—No imaginé que fueras de ese tipo de hombres.
—Déjeme terminar.
Se aclara la garganta.
—Perdón.
Christopher suspira antes de soltar el relato:
—Hace cinco años conocí a una mujer... bueno, en ese entonces era una niña...
Christopher se pone a recordar algunas cosas: como todas las veces que la veía en el patio trasero del palacio. Día tras día, la vio crecer, madurar, la vio enfrentando problemas ella sola. Y también, vaya, ese es un recuerdo que Christopher aún no borra de su mente: cuando la vio masturbarse por primera vez. No la estaba espiando a propósito, simplemente ella creyó que nadie la miraba; en su pequeña casa de muñecas, ella misma culminó con su etapa de la niñez.
—Y apuesto a que lo sigue siendo.
Se encoge de hombros.
—Ya está más grande.
—Pedófilo.
—Además yo también soy adolescente —justifica Christopher muy convencido—. El hombre con el la van a comprometer tiene mi edad o un poco más.
—Es diferente, tú eres un mercenario y él de la Realiza. No te puedes comparar; sea como sea, vuestro romance sería imposible.
Christopher medita un momento en sus palabras. Suelta un suspiro que grita: Es cierto y se tumba en el espaldar de su asiento.
—Es muy triste esa revelación, porque ya la secuestré.
—Si... ¿qué harás con ella?
—No la mataré.
Bruce se nota un poco sorprendido y un poco, pero muy poquito: preocupado.
—¿Qué harás con ella? Claren, entiendo que te guste secuestrar a mujeres al azar, pero esa niña es una princesa. A pesar de que seas un mercenario si esto sale a la luz todos los reyes se irán contra tí.
Christopher suelta una pequeña carcajada.
—¿Por qué tan preocupado? No es como si fuera hija suya.
—Si tocas a esa niña...
—¿Podría desatar una guerra? Tal vez, pero usted sabe que eso no tiene que ver con usted.
Bruce entrecierra los ojos en forma de amenaza.
—Sabes que sí.
Es entonces cuando Christopher usa su afilada lengua de serpiente venenosa. Se acomoda en su asiento, colocándose de modo que sus codos queden sobre la mesa. Ese pequeño espacio que los separa.
—No, eso no puede ser. Porque no es su hija o... —finge pensar mientras sostiene su barbilla con sus dedos— ¿O si?
El rey se levanta de su asiento, iracundo, pero decide contenerse al decir en un suspiro:
—¿Qué insinúas?
Levanta las manos con fingida inocencia. Los puños del rey estaban casi blancos por la presión.
—Nada, Su Majestad. —se levanta de su asiento con calma—. Nos veremos... pronto.
Christopher es un tipo algo complicado, en un momento puede hacerte creer que es tu amigo, pero en cuanto tratas de avanzar más de lo que él te permite, te dice cosas que te hacen recordar que su relación con las personas están sujetas únicamente a un contrato, un contrato del que él sabe que saldrá beneficiado.
A veces puede ser un poco tramposo, pero eso ya es parte de su naturaleza.
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