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CAPÍTULO 5

EL FEO CUADRO

AIMEE

Negro.

Era lo único que mis ojos veían.

Todo en esa habitación era realmente monocromático, tanto que, sentí que me estaba mareando.

No había logrado salir de la cama en todo el día, no sabía si estaba enferma o algo, no había podido dormir mucho, no había comido, solo me encontraba viendo el techo; negro, de la habitación.

Era realmente frustrante.

Estar acostada sin ganas de nada, era muy frustrante.

Era domingo y se suponía que iría a conocer la iglesia de Cooperstown junto con Jamie para poder seguir con los hábitos que teníamos en Nueva York, siendo honesta, esa idea me desgradaba mucho, pero no podía quejarme, mi hermano ya lo había planeado, pero no me había podido levantar, tampoco había podido dormir mucho. Cuando pensé que había quedado rendida en la cama, algo me despertó y desde entonces no había pegado el ojo.

Aunque realmente estaba agradecida por eso, porque antes, ya había pensado en una estúpida excusa para no ir con mi hermano a la iglesia.

«Ya no tengo excusa, es real ahora».

No sabía qué hora era, ni nada, pero intuía que era más del medio día.

Escuché golpes en la puerta, pero no me moví de la cama, no quería ver a nadie, pero entonces el leve golpe en la puerta, se volvió el singular toque de puerta que mi hermano y yo usábamos para saber qué éramos nosotros.

No contesté, pero eso no le impidió a Jamie abrir la puerta y asomar la cabeza, bufé y me tapé el rostro con una almohada.

—¿Estás dormida?

—Sí. –murmuré con la cara en mi almohada.

—¿Puedo entrar?

Me quité la almohada de la cara y noté que tenía los ojos tapados con una de sus manos.

—¿Por qué tienes tapados los ojos?

—Para no ver algo indebido, qué tal si estás en ropa interior, no quiero ver eso.

Puse los ojos en blanco.

—No seas payaso y destápate de los ojos.

Jamie separó los dedos la mano que tenía en la cara y me vio a través de ella.

—Entonces ¿Puedo entrar?

—Aunque te diga que no, vas a entrar.

Él sonrió y se destapó los ojos por completo. Entró y cerró la puerta tras de él.

—¿Qué tienes? –preguntó al acercarse a mi cama y acostarse a mi lado.

—No lo sé, me siento cansada pero no puedo dormir.

—Así que, tú también.

—¿Eh? –me giré para verlo, Jamie igual tenía la vista en el techo.

—Tampoco pude dormir anoche, pensé que lo haría, pues estaba muy cansado, toqué la cama y me dormí, no pasó mucho cuando me desperté y no sé, fue extraño, pero de ahí, no pude volver a dormir.

» Ni siquiera tengo hambre y eso es raro, quería seguir acostado, pero luego me pregunté «¿Qué estará haciendo mi bella y dulce hermana? ¿Estará sufriendo igual que yo?» y heme aquí, a tu lado.

Eso me hizo reír.

Pero luego me quedé en silencio, mientras pensaba, a ambos nos sucedió lo mismo, ¿Estábamos enfermos? ¿Y si teníamos esa conexión especial que solo tenían los mellizos? Si me lastimaba ¿Jamie lo sentiría? Era una posibilidad.

Me pellizqué disimuladamente el brazo para ver si Jamie lo sentía, lo miré de reojo.

Nada, no pasó nada.

«Tal vez, eso solo pasa en las películas».

Volví a intentarlo, porque no podía creer que a ambos nos haya pasado exactamente lo mismo, así que, volví a pellizcarme.

—Aimee...

Me sobresalté.

«¡Mierda! ¿Lo sintió?».

Me giré hacia él.

—¿Sí?

Tenía los ojos entrecerrados hacia la pared que estaba a mi lado.

—¿Por qué ese cuadro está volteado?

Giré mi cabeza hacia donde Jamie estaba viendo, tragué en seco. Cuando desperté lo primero que vi fue ese espantoso cuadro, me dio mucho miedo y escalofríos, así que, no pensé más y lo volteé para no tener que verlo.

Era una representación muy gráfica de los ángeles que caían del cielo hacia el infierno y cuando lo vi, una voz en mi cabeza me dijo que, así me pasaría y no pude más, por eso lo volteé.

Pero, no podía decirle a mi hermano sobre lo que pensaba de ese cuadro y lo único que dije, fue:

—No me gusta, está feo.

Jamie se puso de pie y se dirigió hacia el cuadro, me reincorporé en la cama para seguir sus movimientos.

Cuando mi hermano volteó el cuadro, tragué en seco otra vez.

—¿Por qué lo volteaste?

«¡PORQUE ME TRAE MALOS RECUERDOS!»

—¿No lo ves? Está feo, es muy tétrico y endemoniado –bajé mi mirada a mis manos–. Papá diría que son retratos del diablo.

«Eso es, usa a papá como excusa»

—Aimee, solo es un cuadro, no le veo nada malo, creo que a papá le gustaría uno así –comentó al voltearme a ver–. Tengo uno igual en mi habitación, de hecho, me doy cuenta que hay varios de este estilo en el pasillo.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo.

—Es horrible.

—Solo es la perspectiva de como los ángeles cayeron del cielo al traicionar al señor y se fueron al...

—Infierno, eso está feo ¿Por qué alguien querría tener un cuadro como ese en su casa?

—Hermana, solamente es la representación gráfica de lo que viene siendo la caída de los ángeles que no quisieron seguir las reglas de Dios y se unieron a...

—No lo digas, por favor –susurré interrumpiéndolo–. No digas su nombre.

Apreté la sábana a mi costado.

Jamie dejó el cuadro en su lugar y se acercó a mí para abrazarme en un abrazo protector.

Sentí como mis labios temblaban por la sensación del miedo.

—Debes superarlo Aimee, eso pasó hace mucho y habíamos quedado de que fue un sueño.

Tragué en seco, mi hermano aún seguía pensado que lo que vi fue un estúpido sueño y no fue así.

—Lo sentí real... –solté mientras sentía como las lágrimas empezaban a formarse en mis ojos.

Lo sentí real, todo indicaba que lo era. Los recuerdos de ese día querían volver a atacarme, pero respiré hondo y traté de tranquilizarme para alejarnos.

No quería recordar, no quería volver a sentir lo que sentí ese día, fue horrible.

—Tranquila, me imagino como te debiste sentir, pero Aimee, solo fue un sueño, no fue real, solo estabas sufriendo de TEPT, según el doctor dijo que era normal.

«TEPT: Trastorno de estrés postraumático»

La boca me supo a un sabor amargo, tenía muchas ganas de decirle a mi hermano la verdad, pero sabía que no lo entendería y me juzgaría.

Jamie me dio un beso en la sien, y continuó acurrucándome en sus brazos, él solo me sostenía sin decir nada.

Los abrazos de mi hermano siempre eran un consuelo para mí.

No supe cuánto tiempo pasó, pero sentí que mis ojos volvieron a pesarme, pero cuando intenté quedarme dormida, un golpe en la puerta hizo que me reincorporara.

Jamie me vio un segundo para luego soltarme y ponerse de pie e ir hacia la puerta. Al abrirla, quedó en shock.

Me paré de la cama para acercarme a él y ver qué lo dejó como si fuera una estatua humana.

Al ver por encima de su hombro me sorprendió ver a la chica que estaba frente a nosotros con una gran sonrisa; Sterling.

Ella estaba en el pasillo con una bella sonrisa, llevaba puesta un top rojo demasiado ajustado, que le marcaban muy bien los pechos, una chaqueta negra, una falda de cuero y unas bellas botas negras, las cuales le llagaban hasta el muslo, se veía hermosa, lucía como una estrella de rock.

—¡Ay, hola! –exclamó al ver a mi hermano–. Iba a ir a verte en un rato.

Mire de reojo a Jamie, se veía como un estúpido con la boca entreabierta, los ojos brillosos y las mejillas sonrojadas.

—¿A mí? –preguntó mi hermano un poco sorprendido.

La chica sonrió y él se sonrojó el doble. Jamie había adquirido un flechazo por nuestra anfitriona.

—Sí, quise pasar a ver cómo estaban, noté que no fueron a desayunar y tampoco a almorzar, pensé que estarían cansados, así que, no los molestamos, pero ahora, ya que los encuentro juntos aquí, quería ver si quieren ir a conocer un poco del pueblo antes de la cena.

Ella sonrió, tenía una sonrisa que transmitía confianza, no era la misma sonrisa tenebrosa que vi ayer.

—Gracias por la invitación, pero...

—¡Nos encantaría ir! –soltó Jamie interrumpiéndome.

«¡Maldita sea! Yo quería seguir en mi cama.»

Lo volteé a ver con una ceja enarcada, mi hermano parecía haber perdido la cabeza. Él ni siquiera me volteó a ver, solo tenía una gran sonrisa mientras veía a Sterling.

—¡Estupendo! –expresó ella con una gran sonrisa–. Los veo abajo en unos 15 minutos.

Sterling se dio la vuelta y empezó a caminar, cerré la puerta y luego me volteé hacia mi hermano.

Quien aún seguía con una sonrisa de imbécil en el rostro.

—¿Verdad que es hermosa? –habló tras un suspiro muy exagerado.

—Sí, es hermosa –lo vi con una ceja enarcada–. Ahora, bien ¿por qué decidiste aceptar la invitación?

Él no reaccionó, siguió teniendo la mirada perdida y una sonrisa en la cara.

Puse los ojos en blanco, solté un suspiro resignado al saber que había perdido a mi hermano.

Me alejé un poco de él, pensé muy bien lo que iba hacer, suspiré y decidí lo que haría, así que, me preparé.

«Si hay alguien ahí arriba viendo todo lo que hacemos, que me perdone por lo que estoy a punto de hacerle a mi hermano.»

Alcé mi mano y la llevé directo a su mejilla para darle una muy sonora cachetada.

El golpe lo hizo reaccionar, menos mal.

—¡Auch! ¿Y eso por qué fue? –soltó mientras se llevaba una mano a la mejilla y la sobaba.

Me encogí de hombros.

—Necesitaba que reaccionaras, lucías perdido y atontado –me encogí de hombros y sonreí inocentemente.

No me arrepiento, fue muy liberador.

Él seguía sobando su mejilla.

—Al menos pudiste darme un poco menos duro, me duele la mejilla.

—La sutileza no es lo mío.

—Me doy cuenta –murmuró poniendo sus ojos en blanco.

Me dirigí a mi cama y tomé asiento, mientras lo observaba con mala cara.

—Ahora bien, me quieres explicar ¿por qué aceptaste la salida?

—¿Y por qué no debía de aceptarla? –me vio enarcando una ceja.

—Porque no y ya –me crucé de brazos.

—Esa no es una buena excusa, hermana.

—Solo no quiero ir y ya.

Él suspiró y se sentó a mi lado.

—Yo quiero ir.

«Sí, se notó.»

—Lo que tú quieres es pasar un rato con Sterling.

No me pude contener con la verdad, Jamie se sonrojo ante mi comentario.

—Bueno, sí, pero igual quiero conocer el lugar, no nos vendría mal la salida.

Él me rodeó los hombros con su brazo.

—Vamos, Aimee, no estaría mal salir un rato.

Jamie hizo esa estúpida cara de cachorrito que lo ayudaba a salirse con la suya siempre, odiaba esa cara. Suspiré resignada.

—Bien, iré.

Él se acercó y me dio un sonoro beso en la mejilla, puse los ojos en blanco.

«¡Maldito!» me dieron ganas de lanzarle la almohada.

—Eres la mejor –se puso de pie–. Iré a cambiarme.

Dicho eso, salió de mi cuarto para irse al suyo.

Suspiré y me acosté en la cama, me quedé viendo al techo por unos segundos, hasta que mi vista fue hacia mis maletas y mi mochila.

Ni siquiera tenía ganas de desempacar.

«¡Mierda!»

Me puse de pie y resignada, comencé a buscar qué ponerme para salir.

✝️✝️✝️✝️✝️✝️✝️

Vi como mi hermano estaba embobado escuchando todo lo que Sterling le decía.

«Genial, soy mal tercio.»

Nos encontrábamos en el salón de la fama del béisbol.

Ya habíamos recorrido varios lugares del pueblo y habíamos dejado el salón al final. Estaba sentada en una banca del lugar, mientras veía todo mi alrededor, empecé a pensar que debí haberme quedado debajo de mis sábanas, no me gustaba el deporte y estaba muy aburrida.

Lo único bueno que tuvo la salida, fue que había encontrado una rica cafetería, en donde me compré un delicioso Smoothie de fresa; el cual seguía tomando en ese momento.

Antes de ir al salón de la fama de béisbol, pasamos por la iglesia principal del pueblo, di gracias que mi hermano estaba tan ocupado con Sterling, que no recordó que debíamos ir, cuando la pasamos de largo, fui feliz.

La emoción de felicidad que se suponía debía de tener al ver la iglesia no apareció, por el contrario, lo que sentí fue horror, pero mantuve la compostura y me comporté como se suponía que una dama lo hacía y evité a toda costa el toparme a alguien de ese lugar.

En ese momento que veía como mi hermano actuaba como un imbécil, en lo único que podía pensar era en que quería regresar a mi cama, estaba muy aburrida.

Alguien se sentó a mi lado, decidí ignorarlo, pero la persona a mi lado me puso una barra de chocolate cerca de mi cara.

El popote de mi Smoothie quedó a medio camino de mi boca al percatarme del dulce. Me giré a ver quién era y la sorpresa que me llevé fue evidente, el chico de ojos ámbar me vio con una ceja enarcada, si no estaba mal, su nombre era Adriel.

—Ten –me ofreció la barra de chocolate.

—Gracias.

Él se encogió de hombros mientras abría otra barra de chocolate y se la empezaba a comer.

Me quedé viéndolo por un momento, su nariz era recta, el cabello le caía por los ojos, su piel se veía tersa. Era muy guapo.

—¿Puedes dejar de verme fijamente? –me sobresalté y él me miró–. No eres muy discreta a la hora de observar, es incómodo.

—Lo siento, no quise incomodarte.

—No, pero lo hiciste, el disculparte no quita el que lo hayas hecho.

«¡Imbécil!»

Él volvió a apartar la vista de mí y se dedicó a comer su barra de chocolate. Quería decir algo, pero un movimiento a mi otro lado me interrumpió.

—¡Hola, linda! –saludó el chico de cabello blanco; Sathiel, a mi lado mientras ponía su brazo alrededor de mis hombros.

«¿Y este? ¿De dónde mierda salió?»

—Hola –contesté mientras quitaba su brazo de a mis hombros.

—¿Y esa barra de chocolate? –preguntó Sathiel viendo fijamente la barra en mi mano.

—Adriel me la dio –señalé al chico que estaba a mi otro lado.

Sathiel entrecerró sus ojos a la barra de chocolate y sin previo aviso, me la arrebató y vi cómo el idiota se metía la barra entera a su boca.

—¡Oye! ¡Eso era mío!

—Tú lo has dicho, era –puntualizó con la boca llena de lo que era mi barra de chocolate.

«Maldito idiota.»

Acababa de entrar en mi lista negra de personas que no me caían bien –mentira– solo por comerse lo que me dio Adriel, por la molestia, comencé a beber de mi Smoothie sin quitarle la mirada de odio al chico de ojos grises.

Estaba a punto de decir algo, pero Adriel me interrumpió.

—A veces eres tan idiota, Sathiel –al fin alguien decía lo que pensaba–, Si querías una barra de chocolate me hubieras dicho y traía una de la máquina dispensadora de atrás, esa era de ella.

Sathiel se encogió de hombros, me quedé observándolos, no pensaba decir nada y quedarme callada bebiendo mi batido, pero, no podía con la curiosidad que me estaba carcomiendo, así que, dejé de beber mi smoothie y hablé.

—¿Puedo preguntar qué hacen dos ustedes aquí?

—Ya lo preguntaste –contestó Adriel que había terminado de comer su barra de chocolate.

Se me hizo raro que estuvieran conmigo, en esa salida solo éramos mi hermano, Sterling y yo, los chicos al parecer no estaban en casa.

—Sterling nos dijo que estarían aquí y que cuando terminamos nuestros pendientes podíamos venir –explicó Sathiel con la vista perdida en un punto cualquiera del lugar.

Se formó un silencio incómodo, realmente no sabía qué decir, esos chicos me intimidaban.

Sathiel tenía una vibra extraña, sabía que apenas lo conocía; de hecho, apenas el día anterior supe de su existencia, pero, había algo en él que sentía que era extraño.

Lo mismo me pasaba con Adriel y por no hablar del resto.

Eso me hizo pensar.

Y claro que no podía quedarme con la duda.

—¿Y los demás? –pregunté.

—No lo sé y no me interesa, no soy su niñera cómo para saber dónde carajo están. –soltó Adriel en un tono seco.

—¡Oye, Adri, hermano, Cálmate! La chica solo hizo una pregunta –intervino Sathiel entrecerrando sus hermosos ojos grises a Adriel.

—No me digas lo que tengo que hacer.

—Solo relájate, la chica solo hizo una pregunta.

—Cómo sea, me voy, tengo hambre.

Adriel se puso de pie y se fue, vi cómo se perdía en los pasillos del lugar.

—Ignóralo, no siempre tiene una actitud positiva.

—De acuerdo –murmuré llevando mi vista al suelo–. Siento que no le agrado.

Vi de reojo como enarcó una ceja hacia mí.

—No te lo tomes personal, linda, sinceramente a él solo le agrada la comida – me sonrió.

—Aimee. – solté sin pensar.

—¿Disculpa? – me giré hacia él, lucía confundido.

—Mi nombre es Aimee, no linda –expliqué un poco molesta, el que no me llamara por mi nombre y me digiera apelativos como «linda» me incomodaban, sabía que eran una mentira.

Además, me recordaban a él.

Y lo que menos quería era recordarlo, él se había quedado en New York junto con los recuerdos del pasado y ahí se debía de quedar.

—Eso lo sé, sé que te llamas Aimee.

—¿Y por qué no me llamas por mi nombre?

Él se encogió de hombros.

—Es la primera vez que hablamos, perdón. Pensé que a las mujeres les gustaba que las llamaran por apelativos bonitos –suspiró–. Veo que me equivoqué, creo que eso solo le funciona a Alec.

«Estúpida, me siento como una estúpida.» estaba a punto de decir algo, pero mi hermano y Sterling me interrumpieron al acercarse.

—¡Sathiel! –saludó Sterling con una sonrisa–. Qué bueno que te veo, que bien que pudiste venir.

Sathiel se puso de pie y le sonrió.

—Sí, ya había terminado mis asuntos y bueno decidí venir un rato aquí con ustedes, le estaba haciendo compañía a Aimee, se veía muy sola.

—Ya veo –comentó Sterling viéndome de reojo para luego regresar su vista al chico de cabello blanco–. ¿Dónde están los demás?

—Adriel estaba aquí, pero se fue, dijo que tenía hambre –se encogió de hombros–. El resto, siguen viendo sus asuntos y algunos ya están en la casa.

La forma en que Sathiel le habló a Sterling, era como si le tuviera respeto, parecía que ella le estaba pidiendo información sobre los demás y él sin dudar se la estaba dando. Como si fuera ella la jefa y el su empleado, mala comparación, pero era lo único que se me ocurrió.

Me puse de pie y me acerqué a mi hermano.

—¿Qué tal tu día?

Me quito mi Smoothie, lo bebió todo y luego lo tiró, no dije nada, me tragué la queja.

—Excelente, ella es fantástica, inteligente e interesante, además de que es muy hermosa ¿Qué tal el tuyo?

«Fui mal tercio todo el maldito día y tu cara de imbécil embobado me dio ganas de vomitar». Obvio no dije eso, solo lo pensé, así que, me encogí de hombros.

—Aburrido en su mayor parte.

Él me sonrío, me abrazó por los hombros y me dio un beso en mi cabeza, era una ventaja que él fuera mucho más alto que yo.

Sterling se giró hacia nosotros y nos sonrió, nos dijo que la cena estaba lista y había que volver.

La seguimos, ella y Sathiel se alejaron a una distancia prudente de nosotros y empezaron a conversar.

En el auto Sathiel iba conducido y Sterling iba a su lado, mientras que mi hermano y yo íbamos atrás, nadie dijo nada, el viaje fue silencioso.

Al llegar me di cuenta que la casa estaba muy silenciosa, la que nos recibió fue la chica de ojos rojos; Eve, nos dijo que la cena estaba servida.

Antes de ir a cenar fui a mi habitación para despejarme un rato, al entrar en ella vi que el cuadro que dejé volteado estaba bien puesto.

Eso me alarmó.

«¡Mierda! ¡Alguien entró a mi habitación!»

Esa idea me asustó y como loca comencé a revisar mis maletas para ver si no se habían llevado algo.

La sensación de que me habían robado no se iba.

—¿Qué haces?

La voz de Jamie me sobresaltó y me giré hacia él.

Jamie se encontraba con una ceja enarcada en el marco de la puerta, me miró con esa mirada que decía que estaba loca.

—Alguien entró aquí cuando no estaba, estoy revisando para ver si no se llevaron algo.

—¿Por qué dices que alguien entró?

Apunté con mi dedo a la pared.

—Ese feo cuadro estaba volteado, acuérdate.

Jamie se acercó hasta mí.

—Bien, relájate, tal vez la chica Eve entró a limpiar y lo puso en su lugar.

Dejé de revisar mis cosas ante su comentario, esa era una posibilidad que no había pensado.

«¿Y sí si me estoy volviendo loca?»

—¿Tú crees?

—Sí, no creo que alguien quiera robarte algo. Todas tus cosas son feas.

Le lancé una almohada a la cara, pero él la atrapó antes de que lo golpeara.

«¡Maldito suertudo!»

Estaba a punto de decir algo, pero una voz nos interrumpió.

—¿Todo en orden aquí?

Ambos nos volteamos a escuchar la voz ronca y gruesa del chico que recordaba como Saías.

—No.

—Sí.

Jamie y yo hablamos al mismo tiempo, ambos nos miramos extrañados, regresé mi vista al frente y el chico nos miró con cierta desconfianza y los brazos cruzados.

—Todo está bien –articuló mi hermano.

Él chico nos enarcó una ceja.

—Bien, me mandaron a buscarlos, la cena está lista.

—Sí, en un minuto vamos –anunció Jamie.

Saías no se iba, se quedó de pie observándonos, nos miró como si le causáramos molestia. Su mirada transmitía odio y algo más, era como si estuviera enojado por nuestra estadía. Jamie y yo nos dimos cuenta que, él no se iba a ir hasta que saliéramos con él para la cena.

De muy mala gana dejé mis cosas y salí de la habitación con Jamie detrás de mí.

Al llegar al extraño comedor en donde estuvimos anoche, vi que en la mesa ya estaban los demás. Al parecer todos nos estaban esperando a mi hermano y a mí.

Cada quien tomó el lugar que había escogido ayer. Saías tomó asiento a un lado de Sterling.

Era extraño, parecía que cada quien tenía su lugar en esa mesa: Sterling en la punta, como si fuera la jefa de la casa o la que mandaba en el lugar, mientras que a su lado derecho se encontraban sentados Saías, Alec y Sathiel. En el lado izquierdo estaban Mikael, DSlee y Adriel, todos estaban sentados igual que la noche anterior.

La cena transcurrió con tranquilidad, esta vez no ocurrió nada extraño, sentí la mirada de alguien, pero me ordené no voltear, no quería toparme con miradas intimidantes o miradas que causaban algo en mí. Así que, seguí comiendo.

Todo marchó de maravilla, hasta que Sterling se puso de pie y empezó a decir las reglas de la casa a mi hermano y a mí. La escuché incrédula ante todo lo que decía, mientras que Jamie parecía embobado con ella.

No podía creer las reglas de aquella casa, me parecían estúpidas.

1. No subir a los pisos 5 y 6.

2. No bajar al sótano.

3. No salir de las habitaciones después de medianoche.

4. No ir al bosque en la noche.

5. No entrar a la biblioteca o al estudio de la casa.

6. No voltear los cuadros de las habitaciones ni de los pasillos.

7. No invitar a nadie a la casa.

Realmente sentí que todas esas reglas eran muy estúpidas y algo me decía que las pusieron por nosotros, porque no creía que los demás las siguieran, ya que ellos dormían en los pisos superiores, según recordaba.

Todo era extraño, pero como no queríamos problemas, mi hermano y yo aceptamos obedecer las reglas, Jamie sin chistear las aceptó, por mi parte, me ahorré los comentarios.

La cena terminó y me fui a mi habitación, necesitaba dormir algo, al día siguiente debíamos levantarnos muy temprano para ir a la escuela y dejar todo en orden. Cuando llegué a mi cuarto, lo primero que hice fue cambiarme por un pijama, antes de dormir arreglé todas mis cosas, saqué mis ropas de mis maletas y las guardé en el closet.

Terminé de acomodar todo y me quedé sentada en la cama viendo el feo cuadro de la pared.

Me causaba escalofríos, me dio coraje el no poder moverlo de su lugar o voltearlo, no era una imagen que quisiera ver todos los días. Me resigné, sino quería tener problemas era mejor dejarlo ahí, así que, terminé por acostarme.

Apenas mi cabeza tocó la almohada, caí rendida en un sueño y no me desperté hasta que sonó mi alarma para arreglarme e ir a la nueva escuela.

Algo en mi interior decía que me cuidara, porque cosas extras estaban a punto de pasar...

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

En este capítulo nuestro pobre Jamie recibió una muy fuerte cachetada, pobrecito.

Pero se la merecía o ¿ustedes que opinan?

En fin ¿Qué tal este capítulo?

Ya descubrimos que los dos mellizos estuvieron despiertos, pero no se sabe quién fue el primero en despertar y escuchar cosas extrañas en la mansión ¿alguna idea?

Espero les haya gustado, no olviden votar y comentar, besitos.

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