CAPÍTULO 19
SUPLICAS Y ALMAS CONDENADAS
NARRADOR OMNISCIENTE.
—Por favor, solo necesito un pequeño momento con usted...
Sterling bufó ante las súplicas del alcalde Monroe, era la sexta vez que la llamaba por teléfono, estaba harta.
—Ya te dije que no me interesan tus disculpas.
—Pero...
—Esta conversación me tiene harta, Monroe, no me hagas agotar la poca paciencia que me queda, sabes muy bien que puedo quitarte todo lo que posees con solo un chasquido de dedos.
—¡No! –gritó el hombre a través del celular, Sterling alejó el aparato–. ¡Lo siento! No era mi intención molestarla, solo quería hablar con usted, por favor, lo necesito.
Ella bufó al oír tales suplicas, Sterling sabía exactamente lo que quería el pobre intento de hombre, quería volver a ser reelegido, quería más poder, ella lo sabía, pero estaba cansada y no se sentía con ánimos de jugar sucio, aunque, por otro lado, tener en la palma de su mano al gobierno de Cooperstown era indispensable.
Ferguson Monroe, hombre caucásico de 58 años, que hace más de 10 años fue rogando a la mansión Gehenna para hacer un trato con los demonios, en especial con la princesa del infierno.
Trato que, era renovado cada que había reelecciones. Monroe rogó tener el poder y lo tuvo, la única condición fue que, él sería el juguete favorito de los demonios, su alma estaba condenada al infierno desde antes que hiciera un trato.
Un alma condenada al infierno, era una posible víctima de manipulación demoníaca, manipula la mente del individuo y tendrás un títere, los demonios en la tierra adoraban hacer tratados con los humanos y más, si con ellos salían beneficiados.
Muchos querían almas, otros poder, algunos querían sangre y otras cosas que ningún humano se imaginaría, los precios eran altos de pagar, pero muchos corrían el riesgo, con tal de satisfacer sus más oscuros deseos.
En el pueblo Cooperstown, cualquier demonio que quiera hacer un trato con un humano tenía que pasar antes por el líder de los siete; Sterling, si ella aceptaba, el demonio tenía diversión.
Los tratos más importantes eran los que se hacían con los siete, cualquier trato con ellos podía llevarte al éxito o a la destrucción, no había otras opciones.
—Señor Monroe... –Sterling suspiró–. ¿Está consciente de que, si acepto reunirme con usted, estaría hasta el cuello de deudas conmigo?
—Lo sé... sé los peligros que conlleva todo, pero correré el riesgo, todo sea para poder ser reelegido este año.
—Ah –suspiró y una sonrisa apareció en su rostro al escuchar tales declaraciones–. La avaricia es uno de los pecados capitales más destacables en los seres humanos, lo sabía ¿no? –Sterling se rio de una forma en la que el alcalde se estremeció al otro lado de la línea.
Sterling se puso de pie y se dirigió hacia la ventana del salón de arte de la escuela, desde ahí tenía una vista excelente de todo el patio delantero de la escuela, podía ver a todos los que se encontraban ahí y le gustaba, le gustaba la vista, a pesar de que no le gustaba tener que fingir ser una adolescente normal y corriente, podía decirse que el salón de arte era su lugar favorito, en ese sitio mundano.
—Aceptaré reunirme contigo, Monroe –ella escuchó el suspiro del alcalde y puso los ojos en blanco «¡Humanos!» pensó–. Pero solo bajo mis propios términos y en el lugar que yo elija, no me vuelvas a buscar o cancelo todos tus tratos y haré que los Cancerberos te vayan a buscar y te lleven a donde perteneces ¿Quedó claro, Ferguson?
—Sí... quedó claro.
Ella colgó la llamada y se guardó el celular en su camiseta negra; la cual usaba para pintar, se dio la vuelta dándole la espalda a la ventana y regresó a su banco, observó con mucha atención el lienzo que tenía en frente, Sterling escaneó la obra que había hecho.
Unas manos de hombre y mujer, entrelazadas mientras se quemaban en el fuego del infierno, aún no sabía por qué había pintado eso, era una pintura diferente a las que ella solía hacer, le causaba intriga porque la había hecho.
Suspiró, se sintió extraña al observar su pintura.
—Pareces confundida, Diablita.
Sterling no volteó a ver quién era, no hizo falta que despegara su vista del lienzo para saber de quién era la voz, la conocía perfectamente.
—¿Qué quieres, Dickson?
El chico se acercó a ella y observó la pintura con interés, para luego ver de reojo a Sterling, sus ojos cafés se toparon con el azul intenso de ella.
—Eso es algo diferente a lo que habitualmente pintas, Ster.
—¿Qué quieres, Dickson? –él sonrió.
—Solo vine a saludar a mi diablita ¿no puedo?
Sterling suspiró y se volteó hacia él.
Ante los ojos Sterling, Dickson York era común y corriente, ojos cafés, cabello castaño, perforaciones en las orejas, su oreja derecha tenía un crucifijo como arete y en la otra tenía uno en forma de rosa, era alto y atractivo –según las humanas– ella le recorrió los brazos, el brazo derecho estaba tatuado, parecía que su brazo estaba enredado en un alambre de púas, también tenía un tatuaje de crucifijo en su muñeca y varios símbolos en hebreo.
Aún se preguntaba cómo es que se involucró con un ser como él, era todo lo contrario a ella, él era un ángel caído, seres despreciables, tanto para los demonios como para los ángeles de verdad y los arcángeles.
Los ángeles caídos eran seres rebeldes y desobedientes, no podían cumplir con lo que se les imponía, se creían superiores por no tener a quien obedecer, preferían seres libres.
Y esa libertad que tanto presumían algunos de ellos, fue lo que le llamó la atención a Sterling, era por eso que, había permitido que algunos de los ángeles caídos vivieran en el pueblo, eso y que ella tenía tratos con ellos.
—No, no puedes, ya dime qué haces aquí.
—Quería verte.
Dickson se acercó más a ella y le rozó la mano, él bajó la mirada a la muñeca izquierda de Sterling y la acarició, tocó el lugar exacto, donde estaba el crucifijo inverso de oro que tenía incrustado dentro de su piel y que solo se veía cuando ella estaba enojada, esa marca podía llegar a parecer un tatuaje.
Sterling apartó su mano con un movimiento brusco.
—¡No me toques!
—¿Por qué? Antes te gustaba que te tocara ¿Qué ha cambiado?
Ella sonrió de lado.
—Que ya no me provocas ni cosquillas.
—Bien jugado, Ster.
Dickson suspiró y empezó a caminar alrededor de Sterling.
—Deja de dar vueltas como estúpido y dime ¿Qué haces aquí?
—Olvide que no se te puede engañar –se puso frente a ella–. Necesito tu ayuda.
—¿Para qué?
—No encuentro a los chicos.
Sterling se enderezó al escucharlo.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Lo que escuchaste –se cruzó de brazos–. Llevo semanas buscándolos, no los encuentro por ningún lado, estoy empezando a preocuparme.
—¿No has ido a ver si están con Dorian? Tal vez estén ahí o en el bar de Yazza.
—Créeme, Ster, los he buscado hasta por debajo de las piedras, no están por ningún lado, al menos no están aquí en Cooperstown.
Sterling se dio la vuelta y alzó su cabeza al techo pensando en dónde podrían estar unos malditos ángeles caídos, no era difícil hallarlos, pero si Dickson decía que no los encontraba, era porque algo extraño estaba pasando.
—En este momento no puedo ayudarte, pero veré que hacer, dame tiempo –se volteó hacia él, se puso de pie y dio unos pasos para estar más cerca del ex ángel–. Estoy en medio de algo, pero cuando tenga información te llamo ¿de acuerdo?
—Está bien –sonrió, alzó su mano y le guardó un mechón de cabello a Sterling tras su oreja–. Sabía que podía contar contigo, Diablita.
Ella sonrió, estaba a punto de decir algo hasta que la puerta del salón de arte se abrió y ambos se voltearon hacia ella.
—¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí? –la sonrisa de Alec era de diversión, notó al chico que estaba con Sterling y sonrió aún más–. ¡Pero, si es mi ex pajarito menos favorito!
Dickson enarcó una ceja.
—¡Alecxtor! No es un gusto verte.
Alec arrugó el ceño al escuchar ese nombre.
—¿Qué haces aquí?
Dickson estaba a punto de hablar, pero Sterling lo interrumpió.
—Él ya se iba ¿No, Dickson?
Los ojos cafés de Dickson se toparon con los de Sterling, él notó la demanda en la mirada de ella, suspiró y asintió.
—Sí, ya me iba.
El ruido de una silla cayendo hizo que todos voltearan.
—¡Lo siento, lo siento! –un muy sonrojado Jamie estaba levantando la silla–. No fue mi intención botarlo.
Sterling se sorprendió al notar la presencia del mellizo Carter y en un movimiento rápido se separó de Dickson.
Jamie terminó de recoger la silla y se reincorporó, estaba muy apenado, no quiso interrumpir a nadie, lucía confundido, había presenciado algo extraño, vio a Sterling muy unida a ese chico, algo en él se oprimió.
—¡Jamie! ¡Hola! No te había visto ¿Cómo estás? –Ster vio de reojo a Alec–. ¿Qué los trae por aquí? –sonrió.
—Yo vine a darle ánimos a Jamie –Alec empujó con el hombro a Jamie, haciendo que él se tropezara hacia adelante y quedara frente a Sterling–. Él quiere preguntarte algo, Ster.
Ella sonrió.
—¿Sí? ¿Qué cosa?
Jamie se había quedado petrificado frente a ella, estaba nervioso, sus manos le sudaban, su corazón latía a una velocidad impactante, se había quedado en blanco.
—Yo...
—¿Sí?
Sterling lo miró curiosamente, podía notar los nervios en él.
Alec se mordió el piercing del labio para aguantar la risa, estaba deseando que el mellizo Carter se dignara hablar, Alec quería ver el mundo arder, quería ver la cara de Sterling cuando Jamie le pidiera salir con él, sabía que sería épico y que molestaría a más de uno.
Era un plan perfecto de diversión.
—Chico ¿Estás bien? –la voz de Dickson hizo que Jamie reaccionara y lo volteara a ver–. De estar completamente rojo, quedaste pálido.
—Estoy bien, yo... –suspiró y volvió su mirada hacia Sterling–. Lamentó interrumpirte, quería preguntarte algo, pero creo que no es el momento correcto.
Jamie estaba a punto de dar un paso atrás, pero la mano de Alec se lo impidió.
—Tonterías, es el momento perfecto, no seas tímido, díselo –Jamie se giró hacia él y notó la sonrisa alentadora que tenía en el rostro.
—No creo que sea el momento, Alec –murmuró Jamie.
—No seas cobarde, anda.
—Sea lo qué sea que tengas que decirme, Jamie, puedes hacerlo –Jamie se giró nuevamente hacia Sterling, ella le sonrió y le colocó una mano en el hombro para brindarle confianza.
Jamie se sonrojó en ese instante.
Dickson notó ese pequeño detalle y apretó los puños.
—Bien, lo haré –soltó Jamie, cerró los ojos y suspiró–. ¡Quería saber siquieressalirconmigo!
Cuando Jamie abrió los ojos, notó el desconcierto en la mirada de Sterling y la sonrisa contenida de Alec.
Por los nervios, había hablado muy rápido y no se le entendió nada.
—¿Qué? Lo siento, es que no te entendí.
—Hablaste muy rápido, Carter –susurró Alec en su oído–. Relájate y díselo de nuevo, esta vez más lento.
Jamie se sonrojó el doble, al darse cuenta de su error.
—Lo siento, los nervios.
—Tranquilo, todo está bien –ella le apretó el hombro para darle su apoyo.
Jamie volvió a suspirar, y cuando estaba a punto de hablar alguien más habló.
—¿Hay fiesta? ¿Y no me invitaron?
Todos se voltearon hacia la voz de DSlee, él estaba con los brazos cruzados en el marco de la puerta, escaneó todo el lugar y sonrió al ver al ángel caído y se adentró más al aula.
—Pero ¡¿Qué tenemos aquí?! ¡Dickson! ¿Qué te trajo volando hasta aquí?
Dickson apretó la mandíbula, aún no se podía acostumbrar a las bromas crueles de los demonios.
—Ja, ja, que gracioso, DSlee.
DSlee chasqueó la lengua, sonrió y se acercó más a él, colocándole un brazo alrededor de sus hombros, acción que hizo que el ex ángel se tensara.
—¿Sabes qué es gracioso?
—¿Qué?
—Tu nombre –la sonrisa de DSlee se agrandó.
—¿Mi nombre? ¿Por qué?
—¡Lee, no lo digas! –advirtió Sterling.
Alec se estaba aguantando la risa al ver al pequeño demonio sacar de sus casillas a alguien, mientras que Jamie aún lucía confundido.
DSlee ignoró las advertencias de su líder y sonrió más.
—Porque si le quitas el "Son" a tu nombre queda solamente Dick ¿no?
—Sí ¿Qué tiene?
—Es que, eso es lo gracioso –sonrió–. Tu nombre significa polla o verga en español, eres una polla.
Las risas de Alec no se hicieron esperar, la cara de Dickson estaba roja por la ira, Sterling se mordió el labio para no reír, mientras que Jamie estaba estupefacto.
—¡Eres un maldito demonio!
—Sí, lo soy ¿no te habías dado cuenta? –DSlee sonrió sarcásticamente.
Dickson estuvo a punto de golpear en la cara a DSlee, pero él se movió hacia un lado, haciendo que el pobre ex ángel se balanceara hacia adelante, ocasionando que se cayera.
Dickson tiró los lienzos y algunos frascos de pintura.
—¡Mierda!
Él se manchó de pintura por completo, algunos de los lienzos se rompieron, todo el salón de arte había quedado hecho un desastre.
Las risas de Alec y DSlee inundaron el salón, Sterling se acercó a Dickson y empezó a recoger las pinturas y los lienzos.
—¡Demonios! Eso fue épico, Lee –soltó Alec mientras reía y veía todo el desastre–. Te luciste.
—¡Mierda, lo sé! Que buen putazo se metió.
Ambos continuaron riendo.
Jamie se acercó al ángel caído y le ofreció una mano, Dickson lo vio con desconfianza, pero al ver que en la mirada de Jamie no había ningún tipo de maldad, agarró su mano, Jamie jaló de él y lo ayudó a reincorporarse.
—¿Estás bien? ¿Te hiciste daño?
—Haciendo a un lado el hecho de que estoy cubierto de pintura, estoy bien, gracias por la ayuda, chico.
Jamie asintió, pero aún lo miraba como si buscara algún daño.
Dickson se volteó hacia Sterling y notó que ella solamente estaba recogiendo la pintura y los lienzos.
—¿En serio, Ster? ¿Te preocupas más por unas pinturas y lienzos que por mí?
—Sí –afirmó sin voltear a verlo, mientras recogía todo.
—¡Ay, por Satán! –exclamó Alec con diversión, se acercó a Dickson y le palmeó la espalda con cuidado de no ensuciarse–. Ster siempre va preferir unas pinturas antes que a ti, supéralo.
Dickson apretó los puños, no dijo nada, vio con rencor a los dos demonios que tenían sonrisas traviesas en sus rostros y empezó a caminar hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo junto a Jamie.
—Cuídate mucho de ellos, chico, tu pureza es algo muy valioso para ellos –susurró.
Jamie se quedó de piedra al escucharlo, Dickson no dijo nada más y se fue dando zancadas.
Sterling siguió recogiendo las cosas, mientras los otros dos demonios continuaban riéndose, ella se dio la vuelta para encararlos y ambos se callaron al instante.
—Necesito que se vayan, mi clase está a punto de empezar.
—Sí, pero antes –Alec se acercó a Jamie y lo agarró de los hombros–. Él quiere preguntarte algo.
Sterling clavó los ojos en Jamie, causando que él tragara en seco.
—¿Es importante?
—No...
—Sí, es muy importante –lo cortó Alec.
—¡No, no lo es, puede esperar! –soltó Jamie enseguida.
Sterling entrecerró los ojos, sabía que algo estaba pasando, volteó hacia al pelinegro y le habló mentalmente.
«¿Qué mierda está pasando, Alec?» el demonio sonrió.
Ella notó la diversión en sus ojos, algo no estaba bien, ella lo presentía y en un movimiento rápido vio de reojo a DSlee, él se sobresaltó.
«¡A mí no me veas! No sé nada» se excusó el pequeño demonio.
«Tranquila, Ster, esto te va a gustar» la diversión en los ojos de Alec era notoria.
«Tu mirada me dice que voy a querer arrancarte la cabeza»
Sterling suspiró y volvió su mirada a un muy confundido Jamie que no sabía qué estaba pasando y por qué ellos se veían de una forma extraña.
—Bueno, ya que no es importante...
—Sí, sí, no te preocupes, esto puede esperar –Jamie sonrió de una forma que hizo que Sterling tragara en seco, pero rápidamente se recuperó.
—No cabe duda de que la estupidez humana es increíble –murmuró Alec.
DSlee rio.
—Siendo honesto, no sé qué está pasando, pero confirmo lo que dices –ladeó la cabeza y sonrió–. Los humanos son estúpidos, sin ofender, Niño.
Jamie entrecerró los ojos, estaba a punto de decir algo, pero Sterling lo interrumpió.
—Chicos, tengo clases...
—Sí, no te preocupes, ya nos vamos.
Jamie agarró del brazo a Alec y lo jaló hacia la puerta.
—¡Mierda! ¡Espera! –tomó a DSlee del cuello de su chaqueta–. Si yo me voy, tú también –y jaló de la chaqueta.
—¡Mierda! ¡Me estás ahorcando! –intentó zafarse sin éxito–. ¿Yo qué hice? ¿Por qué mierda me tengo que ir?
—¡Cállate y camina!
Alec arrastró a DSlee fuera del salón de arte, cuando los tres chicos estuvieron fuera, Jamie suspiró y pegó su frente a un casillero.
DSlee acomodó bien su chaqueta y entrecerró los ojos al notar que el humano parecía no estar bien.
—Y a este ¿Qué mierda le pasa? –se acercó al mellizo e inhaló su aroma–. Apestas a desesperación y nerviosismo.
—No pudo pedirle a Sterling que tuviera una cita con él –comentó Alec–. O sea, además de estúpido, cobarde.
—¡Mierda! ¿En serio? –DSlee sonrió–. ¿Dónde planeabas llevarla?
Alec sonrió y se recargó en el casillero que estaba al lado de Jamie.
—Él quiere llevarla a una cita en la iglesia.
DSlee entrecerró sus ojos y frunció el ceño.
—Pero ¡¿Qué mier...?! ¡Auch! –DSlee se sobó el golpe que Alec le dio en las costillas–. ¿Por qué mierda me pegas, infeliz? –murmuró con los dientes apretados.
—Le había dicho a Jamie que era una excelente idea, Sterling lo amará.
DSlee captó inmediatamente lo que Alec estaba haciendo, una sonrisa traviesa se le formó en los labios, las miradas de ambos demonios se encontraron y cómplices sonrisas aparecieron en sus rostros.
—Es verdad, si lo planeas bien, Sterling quedará fascinada.
Jamie suspiró y vio de reojo a los chicos.
—¿En serio lo creen?
—Por supuesto –soltaron al unísono ambos demonios.
En sus cabezas ya estaban imaginando todos los posibles escenarios de esa cita, ambos querían ver la reacción de su líder, era algo que los tenía muy emocionados.
—¿Por qué no se lo pediste en ese momento que preguntó?
—No es tan sencillo, Alec.
DSlee chasqueó la lengua.
—No le veo lo complicado, niño.
—¡Tengo una idea brillante! –comentó Alec todo emocionado, sobresaltando a los otros dos–. Te ayudaremos a preparar la propuesta, será épica.
—«Te ayudaremos» me suena a manada, imbécil.
—¡Te jodes, Lee! Ya estás adentro de esto –DSlee frunció el ceño y se cruzó de brazos–. Nosotros dos ayudaremos a este pobre humano a que le pida una cita a Sterling –Alec se acercó al odio de DSlee y susurró– y tú y yo tendremos la mejor diversión de la semana.
—Viéndolo de esa forma, acepto –sonrió de forma traviesa, ambos demonios se voltearon hacia Jamie.
—¿Qué tienen en mente? –preguntó curiosamente el pobre humano que no tenía idea de lo que se avecinaba.
Los demonios lo agarraron de la camisa y lo llevaron con ellos, Jamie estaba confundido no entendía nada, pero se dejó llevar por ese par que, para desgracia del mellizo, no planeaban nada bueno.
Y mientras los tres chicos se iban a planear una propuesta romántica. Sterling se encontraba acomodando todo el desastre del salón de arte, cuando acabó, sacó su celular y marcó el número del ser que siempre estaba para ella.
—¿Bueno?
—Te necesito...
—¿En qué puedo servirle, mi líder?
Sterling no había terminado de hablar cuando el demonio ya estaba parado a su lado esperando sus órdenes.
—Tan eficaz como siempre, Saías –se giró hacia él.
—¿Para que soy bueno, mi líder?
—Necesito que averigües el paradero de todos los caídos que residen aquí.
Saías entrecerró sus ojos.
—¿Pasa algo con esos pájaros sin alas?
Sterling se acercó a él y empezó a contarle lo que Dickson le había dicho, era vital encontrar a los caídos, algo estaba pasando y ella tenía que averiguar qué era, no podía perder a los caídos, eran importantes para su futuro plan.
Saías prestó mucha atención para que pudiera cumplir sus órdenes.
—Empezaré a investigar el paradero de los caídos, no debe de ser tan complicado, conociéndolos estarán de fiesta en algún club de mala muerte fuera del pueblo.
—Bien, espero los encuentres.
—Sabes que no te fallaré.
—Eso espero y por favor, si llegas a encontrarlos me avisas de inmediato, no hagas nada.
—De acuerdo... –Ster se dio la vuelta y agarró un par de pinceles y caminó lejos del demonio.
Saías la observó todo lo que pudo, para él, su líder era la criatura más hermosa que sus endemoniados ojos hayan visto, pero aún no se atrevía a confesar lo que sentía por ella, quería decirle muchas cosas, pero lo único que salió de su boca fue:
—¿Irás a la mansión cuando acabes aquí?
—No, tengo algo que hacer, iré a ver al Pastor Clark –soltó mientras guardaba los pinceles.
—¿Pondrás en marcha lo de la cofradía? –se acercó más a su líder mientras ella seguía guardando sus cosas de arte.
—Sí, es tiempo de infiltrarnos.
—Bien –él sonrió malévolamente–. Será interesante ver qué traman esos humanos.
—Sí, por cierto, hablando de humanos– Sterling se volteó hacia Saías–. El alcalde Monroe quiere renovar su trato conmigo.
Saías bufó.
—¿Ese hombre no se cansa de condenar su asquerosa alma?
Sterling se encogió de hombros y sonrió malévolamente.
—Al hombre le gusta el poder, siempre va desearlo, es avaricioso, siempre quiere más de lo que posee, por esa simple razón, es que fue muy fácil corromperlo y hacer que se condenara a sí mismo –sonrió–. Los humanos como él son débiles y corruptos, por eso es tan sencillo corromperlos y manipularlos.
—¿Cómo los distingues, Ster? Para mí todos son asquerosamente iguales, como yo lo veo, todos los humanos son débiles, corruptos y manipulables.
Ella se rio, negó con la cabeza, se acercó a él y le acomodó su chaqueta.
Él tragó en seco, cuando sintió el aroma de Sterling en su nariz, inhaló, era un aroma que le encantaba demasiado.
—Jamás hay que subestimar a los humanos, Saías. Hasta el humano más simple y corriente puede sorprenderte. Jamás se sabe qué esperar de ellos.
Él asintió.
—Entiendo...
—Bien, ahora vete, haz lo que sea necesario para encontrar a los caídos ¿De acuerdo?
Él asintió y desapareció.
Sterling observó su alrededor, todo estaba en orden, se quitó su camisa negra, la guardó en un cajón y se puso su chaqueta de cuero.
—Bien, llegó la hora de hacer unas cuantas preguntas –murmuró para sí misma.
Dicho eso, suspiró y desapareció del lugar.
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Espero y les haya gustado este capítulo, sé que tardé en publicar, pero es mejor tarde que nunca.
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Así es el crucifijo que tiene incrustado Sterling en su muñeca y cuando ella se molesta, se ve como un tatuaje o una cicatriz.
Algo así, pero de una mejor forma.
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