CAPÍTULO 17
UNA MISA Y MUCHAS SENSACIONES.
AIMEE
Jamie: Ven a la iglesia.
El mensaje de mi hermano era claro y conciso, le contesté rápido.
Aimee: ¿Es urgente? Es que me acabo de despertar y ando comiendo.
Jamie: Ya van a dar las dos, ven rápido.
No le respondí, levanté mi rostro y bajé de la silla.
—Lo siento, pero debo irme.
Todos se me quedaron viendo.
—¿Está todo bien? –Sterling lucía realmente preocupada.
Llevé mi vista hacia los demás, sus rostros estaban inexpresivos, solo Adriel parecía gozar de su comida, mientras que el resto me veía con el ceño fruncido.
—Sí, solo que tengo que irme, debo ir a la iglesia.
Las caras de desagrado se hicieron notar, excepto en el rostro de Sterling que, siguió con una cara de preocupación. Una idea se cruzó por mi cabeza.
—¿Quieren venir?
La sorpresa en sus rostros era visible, Sterling fue la primera en sonreír.
—Estaría encantada de acompañarte.
Sonreí, giré mi rostro hacia Alec, esperando que aceptara mi invitación.
—Yo... no creo... ¡Auch! –noté como Sterling le dio un codazo, él se sobó y luego regresó su vista hacia mí–. Quiero decir que... iré.
—¡Genial! –me giré hacia DSlee y a Sathiel–. ¿Ustedes quieren venir?
Sathiel suspiró, sus ojos se desviaron hacia Sterling, no pude ver muy bien qué cosa le dijo, pero no tardó mucho en volver a posar sus increíbles ojos grises en los míos.
—Me gustaría acompañarte, pero tengo cosas que hacer.
—Oh, ya veo, tal vez sea en otra ocasión –me volteé hacia DSlee–. Por tu cara, me imagino que no quieres ir.
Él se encogió de hombros.
—Aunque me gustaría escuchar los estúpidos sermones que da el Pastor Clark –me tensé por la forma en que se expresó de las misas–. Tengo que ayudar a Sathiel en sus cosas, así que, tal vez otro día.
No sabía qué decir a eso, su franqueza me había dejado sin palabras, para evitar decir algo incoherente, me giré hacia Adriel para ver si quería ir con nosotros, pero no pude decir ni una sola palabra, me interrumpió de una forma brusca.
—Antes de que me preguntes, la respuesta es no, prefiero enterrarme el tenedor en la yugular antes de ir a la iglesia a escuchar una misa.
Se puso de pie y salió de la cocina, dejándome con una clara cara de confusión.
Quería decir algo, sacar a la luz a esa chica que supuestamente ama al señor, pero no pude, no me salía ser hipócrita, odiaba la iglesia y todo lo relacionado a ella, pero no podía decirlo o demostrarlo, porque estaba mal.
Suspiré y traté de alejar los malos pensamientos.
—No le hagas caso –murmuró Sterling–. Nos tendrás a nosotros dos –apuntó a Alec y a ella misma.
—Sí, tendrás mejor diversión con nosotros a tu lado –soltó Alec, un brillo travieso se vio en sus ojos verdes.
Un hormigueo extraño me atravesó, tragué en seco y carraspeé.
—Bien, iré a cambiarme, los veo en 15 minutos.
Y sin decir más salí de la cocina para ir directo a mi habitación, ir a la iglesia era algo que estaba evitando desde que llegué al pueblo, le había mentido a mi padre de haber asistido, porque él no tenía forma de saber que mentía.
Algo estaba mal, podía sentirlo, mi hermano pidiéndome que fuera a la iglesia era algo que no entendía y si me negaba sería algo alarmante para él, por esa razón acepte ir, aunque viéndolo de otro modo, realmente no tenía otra opción.
✝️✝️✝️✝️✝️✝️✝️
Me quedé observando a las personas que entraban a la iglesia, parecían muy felices, por otro lado, sentía que estaba a punto de asfixiarme, podía sentir como mi corazón empezaba acelerarse, mis manos comenzaban a sudar y quería irme corriendo de ahí, no estaba lista para entrar.
Cuando llegamos, lo único que hice fue quedarme de pie junto al auto de Sterling, tenía la esperanza de que Jamie apareciera en cualquier momento, pero jamás vi su estúpida cara por ningún lado y estaba comenzando a impacientarme, le había mandado un mensaje preguntando dónde estaba, pero jamás me respondió.
Mis acompañantes estaban sentados en el capo del auto, cada persona que pasaba junto a nosotros nos volteaba a ver, bueno no, a mí no, a ellos. ¿Y cómo no verlos? Ambos eran muy sexys.
Ellos destacaban más que la mayoría, Sterling vestía una increíble minifalda negra, con medias de red y unas botas que le llegaban a los tobillos, traía una blusa negra que tenía el dibujo de una calavera y una chaqueta de cuero negra, todos los hombres que pasaban se le quedaron viendo, al igual que algunas mujeres –solo que la mitad de ellas la veían con recelo– se veía increíble ahí sentada con sus lentes de sol. Daba la sensación de que era un ser inalcanzable.
Por otro lado, Alec era alguien increíble de admirar, llevaba un pantalón negro que se le ajustaba increíble a sus piernas, unas botas militares y una camisa negra que dejaba al descubierto sus brazos llenos de tatuajes, tenía sus lentes de sol puestos, se veía muy sexy y más cuando mordía el piercing de su labio.
Observarlo me causaba una sensación placentera.
Pero una voz en mi cabeza me dijo que me olvidara de esa sensación, ya que ni en mil años me haría me caso.
Desvié mi mirada de ellos y observé mi vestimenta, era lo contrario a ellos, cero sexy y aburrida, tenía puesto un suéter de lana blanco muy ancho, una falda que me llegaba hasta los tobillos y unos tenis, sí, aburrida y sin gracia, claramente no estaba a su nivel, era un cero a su izquierda.
Me faltaba más seguridad en mí misma, eso era obvio e indiscutible y desde aquel día ocultaba mi cuerpo con ropa ancha.
Un grupo de señoras que estaban a punto de entrar a la iglesia, nos voltearon a ver con unas caras de asco nada disimuladas.
—¿Se les perdió algo? –habló Sterling–. O ¿Solo admiraban la increíble vista? –noté como una sonrisa triunfal apreció en su rostro mientras cruzaba las piernas y mascaba un chicle.
Una de las señoras se enderezó y alzó el mentón.
—Que modales, niña, deberías tener más respeto por tus mayores –la señora observó a Sterling con desdén.
—Bueno, si así van las cosas, entonces usted debería respetarme a mí –sonrió triunfalmente, estaba sorprendida.
—¡Qué insolente! –la señora apretó la mandíbula y escrudiñó con mirada de asco el aspecto de Sterling–. No te diré nada porque yo si tengo modales, niña y para que veas que soy buena persona –se acomodó su blazer–. Te daré un pequeño consejo, deberías cambiar tu forma de vestir, así pareces una cualquiera.
Me sobresalté ante tal comentario.
Alec se bajó del capo y empezó a acercarse a la señora de forma amenazante, temí que hiciera algo malo contra ella, pero Sterling se lo impidió, lo tomó del brazo y lo alejó, caminó hacia la vieja y le sonrió de una extraña forma.
—¿Por qué? ¿Le da miedo que le robe al marido, Señora Monroe?
Escuché la risa de Alec ante el comentario de Sterling.
La cara que puso la vieja fue digna para una fotografía, su cara se tornó roja de la ira, me sobresalté al momento de que vi que levantó la mano para darle una bofetada a Sterling, pero ella detuvo su mano antes de que chocara contra su mejilla.
—Tenga cuidado, señora Monroe, no querrá que algo malo le pase si se atreve a tocarme, aún le queda mucho por vivir.
—¿Me estás amenazando, mocosa? –pude ver el miedo en los ojos de la señora, pero aún mantenía el mentón en alto para demostrar fuerza–. ¿No sabes quién soy?
—Sé todo sobre usted, señora Monroe –Sterling sonrió y se acercó más a la vieja–. Pregúntele a su marido cómo llegó a ser alcalde del pueblo y pregúntele cómo es que siempre es reelegido.
La señora se soltó del agarre y se llevó una mano a su muñeca sin apartar la mirada de Sterling.
—Eres una niña insolente que se viste como una cualquiera, no te tengo miedo.
—Déjame hacerme cargo de ella, Ster –murmuró Alec, tenía una sonrisa aterradora en el rostro y no apartaba la mirada de la señora, solo porque llevaba puesto sus lentes de sol, no se veían sus ojos, pero podía asegurar que sacaban chispas.
—¡Que insolente!
—Es mejor que usted y su grupo de viejas decrépitas se vayan –demandó Sterling mientras veía al resto de las señoras–. Al menos que quieran sufrir un trágico accidente –sonrió y luego se volteó de nuevo a la señora Monroe–. O peor aún, perder todos los privilegios que le ha dado su esposo.
La señora alzó más el mentón desafiando a Sterling, quien no se inmutaba con la mirada de la vieja, ambas se veían de forma amenazante, era un duelo de miradas, pensé que la señora Monroe ganaría, pero no, la intensidad de los ojos de Sterling fue demasiada, que terminó por desviar la mirada hacia otro lado, posó sus ojos en mí y me tensé de inmediato al ser el centro de su atención.
—Deberías ver mejor con quien te juntas, niña –dicho eso, se fue con todo y su séquito.
Alec se volteó hacia Sterling.
—¡Por favor!
—No –soltó ella.
—Pero...
—Ya dije que no.
Él bufó y se cruzó de brazos.
—¿Qué fue todo eso? –me volteé hacia ellos.
—Alguien que se quería pasar de lista –ella se encogió de hombros.
—¡La amenazaste! –Alec se rio y me volteé hacia él–. ¿De qué te ríes?
—Es que es divertido que piensas que Sterling amenazó a alguien.
—¿Eh?
—Aimee –volteé hacia Sterling–. Jamás amenazo, si quiero hacer algo, lo hago y listo, no me ando con rodeos.
—Pero...
—Lo que presenciaste sólo fue un aviso, no una amenaza.
Suspiré, todo eso era muy extraño, me quedé observando a la pelinegra, estaba sorprendida de la vibra fuerte y autoritaria que emanaba, algunas veces daba miedo.
No sabía qué decir ante su comentario, estaba un poco confundida, que mi primera reacción fue darme la vuelta y comenzar a caminar.
—La misa está por comenzar, será mejor que entremos.
La iglesia estaba repleta de gente, podía sentir como la ansiedad me invadía por completo, caminé más rápido sin detenerme a observar si estaba o no el estúpido de Jamie por ahí, me senté en la última banca del lugar para poder pasar desapercibida y estar lejos de todo el mundo.
Empecé a sobarme las piernas para poder calmarme, poco a poco sentía los latidos de mi corazón calmarse y mi respiración volvía a la normalidad. La misa aún no empezaba y ya quería salir corriendo de ahí.
—¡Aimee!
Alcé la mirada, vi a Jeca acercándose hacia mí, mientras me saludaba con una sonrisa amable.
—¡Me alegro de que hayas venido! –sonrió al llegar a mi lado.
—Hola, mi hermano me dijo que viniera –me removí incomoda en la silla cuando se sentó a mi lado.
—Verás que te divertirás, el Pastor Clark da muy buenas misas –sonrió y tragué en seco–. ¿Por qué no vienes a sentarte conmigo y con Derek? –apuntó hacia el frente.
Rápidamente me tensé por completo, no quería ir ahí, estar adelante significaba ser el foco de atención.
—No, gracias, estoy bien aquí.
—No seas tonta, ven, aquí casi no se escucha mucho y tendrás mejor vista –me tomó de la mano y me jaló para ponerme de pie.
—Estoy bien aquí, de verdad.
Ella iba a decir algo, pero la puerta de la iglesia se abrió con un gran estruendo, causando que el lugar quedara completamente en silencio por unos segundos, hasta que comenzaron los murmullos y algunos gritos de sorpresa.
—¡No puede ser! –murmuró Jeca con cara de sorpresa–. ¿Qué hacen ellos aquí? –noté como se alisaba el vestido con las manos–. Jamás vienen a la iglesia, esto es nuevo, papá estará sorprendido.
No entendía qué tanto murmuraba y honestamente no me importaba, volteé hacia la puerta y entonces comprendí el por qué todo el mundo estaba sorprendido, Sterling y Alec entraron por la puerta como si fueran un par de reyes góticos.
Alec tenía el brazo de Sterling enganchado al suyo, aún tenían puesto sus lentes de sol, lucían imponentes, dejando a todo el mundo sin aliento, sentí que el tiempo se detuvo dejando a ese par en cámara lenta, tragué en seco al momento en que Alec se volteó hacia mí y me dedico una sonrisa coqueta.
«¡Santa mierda!»
Tomaron asiento en la primera fila dejando a todos con la boca abierta, el pastor enderezó la espalda y no sabía si fue cosa mía o no, pero noté como apretó la mandíbula, fue extraño, más cuando vi que nadie les quitaba la mirada.
—Ahora más que nunca tenemos que ir al frente –Jeca me jaló y comenzamos a caminar juntas.
Ya podía sentir a mi corazón acelerarse.
—Jeca, quisiera quedarme atrás, por favor.
No me escuchó, siguió caminando hacia adelante hasta llegar junto al par extravagante que vivía conmigo, alzaron la vista hacia nosotras cuando Jeca empezó a moverse de forma extraña, Sterling sonrió.
—¡Jeca! ¿Cómo estás? –se alzó sus lentes de sol, sus ojos azules se posaron en mi–. ¡Aimee! Te guardamos un asiento –se corrió un poco dejando un especio entre ella y Alec.
—Gracias –dije un tanto nerviosa.
Observé el lugar, Alec sonrió de forma coqueta y palmeó el asiento para que me sentara, tragué saliva, miré mi alrededor, había muchos ojos observándonos, la primera fila era un tormento, sentí el momento exacto en que un ataque de nervios empezaba a surgir.
—¡Que alegría verlos por aquí! Es la primera vez que los veo ¿Dónde está el resto?
—Ellos andan ocupados –comentó Ster y sonrió.
El sonido de un micrófono se hizo notar, dando aviso de que la misa estaba por empezar, Jeca se despidió de nosotros y se fue junto a Derek, un señor de cabello castaño y anteojos se me quedó viendo de una forma extraña, me dedicó una sonrisa que me causó escalofríos y desvié la mirada rápido.
Vi el asiento que Alec había hecho para mí, tragué en seco.
«Relájate, respira hondo, estás no son las misas de papá, todo estará bien» me dije mentalmente, para tratar de calmarme un poco y luego me senté.
El pastor se puso en medio con un micrófono en la mano.
—Queridos hermanos, estamos reunidos hoy, para dar gracias por todo lo que el señor nos ha dado...
Quería estar atenta a todo, tal y como mi padre me había inculcado, pero no pude, los nervios no me dejaban concentrarme, podía sentir como una ola de calor me invadió y mi respiración comenzaba a ser irregular.
No me di cuenta que estaba jugando con mis manos, ni que mi pierna estaba temblando, hasta que una mano agarró la mía. Me quedé observando el agarre y poco a poco subí mi mirada hacia el dueño de aquella mano con tatuajes.
Alec tenía la vista hacia el frente, parecía estar concentrado en la misa, apretó el agarre de mi mano para que me quedara tranquila.
—Relájate, manzanita –susurró–, no pasa nada.
—¿Por qué siempre me dices así?
Una sonrisa extraña y fugaz apareció en su rostro.
—Ya te lo he dicho, hueles a manzana –se acercó un poco a mí–. Hueles muy rico.
Sus palabras me hicieron sonrojar.
Iba a decir algo, pero una mujer se puso entre nosotros.
—Es una falta de respeto que estén hablando mientras está la misa.
Alec se giró hacia la señora y se alzó los lentes de sol, la mirada de la señora cambió, tragó en seco y se hizo hacia atrás.
—Señora ¿Quiere que hablé de falta de respeto con usted?
La señora negó con la cabeza, perecía asustada, Alec sonrió triunfante y se volvió a dar la vuelta hacia el frente, estaba anonada, no podía dejar de verlo.
—Vista al frente, manzanita, sé que esto es aburrido, pero hay que aparentar, finge que estás escuchando mientras piensas en algo que te guste, así podrás soportar todo este teatro.
—¿En qué estás pensado tú? –una sonrisa ladina apareció en su cara.
—No quieres saberlo, pero es algo muy interesante.
Por alguna extraña razón me sonrojé, no sabía qué estaba pensando exactamente, pero pensar que no era algo inocente, me hizo sonrojarme. Esos pensamientos indecentes que me invadieron, hicieron olvidarme de dónde estaba y mi corazón volvió a la normalidad.
Ya no estaba nerviosa y se lo debía a Alec, gracias a su ayuda pude relajarme y aparentar que estaba prestando atención, aun cuando no sabía qué pasaba a mi alrededor.
Sterling a mi lado parecía concentrada en la misa, tenía la mirada seria y los brazos cruzados mientras veía hacia el frente.
Noté como el pastor se puso tenso y tragó saliva al posar sus ojos en ella, por un momento vaciló y casi perdió el rumbo de su sermón, Sterling no perdió jamás su pose sería, mientras mantenía la vista fija en el pastor.
Por otro lado, Alec seguía tomándome de la mano y por alguna extraña razón una sensación de felicidad apareció, pero no sabía si era por el contacto o por otra cosa, daba igual, pero era agradable.
✝️✝️✝️✝️✝️✝️✝️
Después de dos horas, por fin la misa acabó, nos encontrábamos junto al auto de Sterling, observé como muchos salían apresurados del lugar, mientras otros se quedaban a conversar con otras personas, conversaban como si no se hubieran visto en años, era ridículo, más cuando era obvio que la mayoría se veía casi siempre en el trabajo o en algún estúpido club de libros.
Estaba cien por ciento segura, que Cooperstown, al ser un pueblo pequeño todo el mundo se conocía, por lo tanto, era ridículo ver cómo la gente –en especial las señoras– conversaban alegremente con el resto.
Noté como algunas personas nos miraban de reojo y empezaban a murmurar cosas, era un poco incomodo ver cómo nos barrían con la mirada, casi todas las miradas se las llevaban Sterling y Alec, a mí solo me veían con lastima y era molesto.
—¿No les molesta que todo el mundo los miré? –murmuré viendo como un grupo de mujeres entre los 30 años nos volteaban a ver descaradamente.
Sterling me miró de reojo y sonrió.
—¿Por qué nos molestaría? –se alzó sus lentes y sus increíbles ojos azules se toparon con los míos.
—No sé, digo a mí me resulta molesto e incómodo ver cómo todos se me quedan viendo de una forma tan fea como si me estuviesen juzgando o criticando sin conocerme.
—No tendrías por qué sentirte incomoda si alguien te critica, al contrario, deberías sentirte alagada y orgullosa de que lo hagan y más cuando lo hacen sin fundamentos, ahí si ríete –sonrió y la miré confusa.
—¿Por qué?
—Porque eso solamente significa una sola cosa y es que su vida es tan miserable e insignificante que en cada conversación tiene que salir tu nombre para lograr la atención que tanto anhelan y no obtienen por si solos.
—También debes entender algo, manzanita –habló Alec, volteé a verlo, estaba apoyado en el auto con los brazos cruzados–. Los humanos siempre van juzgar y criticar lo que no conocen y si no lo juzgan o critican, lo envidian –sonrió y se encogió de hombros–. Está en su naturaleza. La mayoría de estas personas –observó su alrededor– apestan a envidia y algo más.
Arrugó la nariz, volteé hacia el frente y observé a las personas que pasaban.
—A mí solo me ven con lastima –susurré.
Sterling soltó una risa que me hizo voltear a verla.
—A ti también te ven y no con lastima...
—¿En serio?
Asintió y vio de reojo al pelinegro de ojos verdes que se había quedado viendo a las personas con cara de desagrado, tragué saliva al percatarme a lo que se refería Ster.
«¿En serio él me veía a mí?»
Quise sonreír al imaginar aquello, pero luego algo cambió dentro de mí. Traté de alejar aquellos pensamientos y me concentré en ver a las personas de la calle.
Me había quedado tan concentrada en eso que, no noté cuando el pastor de la iglesia se acercó a nosotros, los chicos que estaban a mi lado se enderezaron optando una pose desafiante.
—Ustedes no deberían estar aquí.
—¡Pastor Clark! Como siempre no es un gusto verlo –Sterling sonrió de forma sarcástica.
—¿Qué hacen aquí? –Alec soltó un bufido.
—Que pregunta más estúpida, Clark ¿A caso no es obvio? Vinimos a escuchar tus sermones.
Estaba sorprendida al ver tal escena.
—Sabes a lo que me refiero, ustedes jamás habían venido aquí.
—Nunca es tarde para una primera vez –Ster sonrió.
—No son bienvenidos... ustedes...
—¡Aimee!
Todos nos dimos la vuelta ante el grito de mi nombre, Jamie venía hacia nosotros con una gran sonrisa en el rostro, estaba bien vestido, tenía sus pantalones caquis y una camisa blanca que se ajustaba a su cuerpo con todos los botones abrochados, era su look de los domingos.
Noté como el cuerpo de Sterling se puso más tenso de lo normal al ver a mi hermano, pero no le tomé importancia, me tensé de inmediato cuando Jamie se acercó a mí y me abrazó, le di un par de palmaditas en la espalda como saludo, me soltó y puso su brazo sobre mis hombros.
—Veo que ya conociste al pastor Clark, ranita –se giró hacia el hombre–. Pastor Clark, le presento a mi melliza, Aimee.
El hombre dejó de ver a Sterling para luego posar su mirada en mí, me ofreció una sonrisa amable y su mano para estrecharla.
—Un gusto conocerte al fin, jovencita, tu hermano me habló mucho de ti –sonreí de forma tensa–. Espero que te haya gustado la misa.
—Sí, claro.
Mentí, porque obviamente no iba a decir que no preste atención a ninguna puta palabra.
—¡Qué bueno! Tu hermano me dijo que tu ayudabas a tu padre con sus misas –mi cuerpo se tensó ante tales palabras–. Ojalá luego puedas ayudarme a mí.
—Por supuesto –mentí, porque obviamente no me podía negar delante a mi hermano.
Jamie tenía cara de estúpido cuando lo vi de reojo, sus ojos brillaban como los ojos de un pobre cachorrito y todo por ver a Sterling.
—¡Hola, Ster!
—Hola, Jamie –sonrió, ocasionando que él suspirara–. ¿Dónde estabas? No te había visto desde el viernes.
—Yo...
—Es verdad ¿Dónde habías estado? –volteé a verlo.
Jamie se tensó ante la pregunta, lo cual fue un poco extraño, cuando iba a preguntar qué le pasaba, el Pastor Clark carraspeó y todos nos volteamos hacia él.
—Lo siento, jóvenes, me retiraré.
—Fue un gusto verlo, Pastor Clark –Sterling le dedicó una sonrisa radiante.
Alec igual sonrió, pero de una forma extraña, el pastor Clark los miró con recelo y solo les asintió con la cabeza, él volvió su vista hacia mi hermano y hacia mí y me sonrió.
—Espero verte más seguido por aquí –me tensé y sonreí.
—Yo...
Jamie me apretó más hacia él para que no dijera nada y habló por ambos.
—De eso no hay duda, Pastor Clark, vendremos muy seguido.
—Entonces los veré luego, adiós y que el señor este con ustedes –él nos sonrió amablemente y se fue.
Escuché la risa de Alec.
—Que divertido fue esto.
Sterling le sonrió y luego se volteó hacia nosotros, estaba a punto de hablar, pero un hombre de unos cincuenta y tantos, un poco calvo y panzón se acercó a nosotros.
—Señorita Chaos... digo Night.
La mirada de Sterling cambió de forma drástica y se enderezó, pude notar como el aire a nuestro alrededor se tensó, Alec se puso en guardia cuando el hombre se acercó más a Sterling, vi como ella cruzó sus brazos y levantó una ceja.
—¡Alcalde Monroe! –soltó en un tono que pudo haber helado la sangre de cualquiera.
El hombre tragó saliva y empezó a jugar con sus manos, la cual era una clara señal de que estaba nervioso.
—¿Pue-puedo hablar con... con usted?
Sterling lo miró de una forma en la cual podía hacer sentir a alguien insignificante, levantó el mentón, nos volteó a ver con una sonrisa encantadora y habló.
—Disculpen un momento.
Se volteó y empezó a caminar lejos de nosotros con Alec a su lado y el alcalde persiguiéndola como un perrito faldero. Sterling proyectaba un aura poderosa e intimidante que hasta un hombre que supuestamente era poderoso le tenía miedo.
—¿No crees que eso fue extraño? –le susurré a mi hermano.
—¿Qué?
—El alcalde se puso nervioso por la presencia de Sterling.
—Normal, creo, yo igual me pongo nervioso ante ella –se encogió de hombros.
Puse los ojos en blanco y me separé de él para poder encararlo.
—Cambiando de tema ¿Dónde habías estado? ¿Por qué Sterling dijo que no te había visto en días?
Jamie se puso nervioso, desvió su mirada lejos de la mía y se rascó la nuca.
—Yo... yo me fui de Cooperstown.
—¿Qué? –me sorprendí–. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿A dónde fuiste?
Él suspiró.
—Primero que nada, relájate.
—Estoy relajada –me crucé de brazos.
—No, no lo estás –me miró con una ceja enarcada.
—Como sea, habla James Abel Cárter o te haré hablar.
—Sonaste como madre, ranita –arrugó la nariz con desagrado.
Lo miré seria, él suspiró y me miró de una forma que me dio a entender que lo que hizo, fue algo que nuestro padre jamás aprobaría.
—Habla Jamie, sabes que puedes confiar en mí.
—Lo sé...
—¿Entonces?
Me tomó de la mano y me arrastró hacia una banca que se encontraba cerca del auto de Sterling, ambos nos sentamos, noté como mi hermano suspiraba y se pasaba la mano por su cabello perfectamente peinado varias veces.
—Yo... yo fui a Springfield.
Me enderecé al escuchar el lugar.
—¿Qué? ¿Por qué? Por favor no me digas que fuiste a verla.
Sus ojos grises me miraron con disculpa, su mirada decía mucho, en ese momento supe que la respuesta a mí pregunta no formulada era un sí mucho antes de que contestara.
—Sí, la fui a ver.
—¿Por qué?
—Honestamente no lo sé –suspiró–. Ayer fue un día muy extraño, me sentía muy mal, tuve un terrible dolor de cabeza y me dormí, hasta que volví a despertarme y comencé a pensar en muchas cosas, y ella vino a mi mente y bueno... no lo pensé más, agarré mi celular, mi cartea y... compré... compré un boleto de autobús para Springfield.
Me quedé viéndolo un momento, conocía muy bien a mi hermano, tanto que supe que me estaba mintiendo, quise decírselo, pero algo en mi interior me dijo que no lo hiciera, me aguanté y simplemente bajé la mirada a mis manos, necesitaba pensar muy bien mis palabras, porque honestamente no sabía qué decir.
Realmente no podía culpar a mi hermano por querer ir a verla, si yo hubiese sido más valiente, tal vez, solo talvez, hubiera hecho lo mismo que él.
Sí, lo hubiera hecho.
Porque siendo honesta, ella significaba mucho para mí y fue una gran amiga en su momento, claro que al principio no me agradó mucho, ella era de esas chicas seguras de sí mismas –cosa que yo no era– y parecía que no le importaba nada, pero una vez que la conocías te dabas cuenta que en realidad era alguien que sabía escuchar, era buena amiga.
Solo la llegué a conocer por un mes, antes de que se fuera, pero llegó a significar mucho para Jamie y para mí, llegué hasta creer que a él le gustaba ella, y si fue así, no podía culparlo.
El humor negro, lo sarcástica y directa que era, eran cualidades que te atraían y mucho –aun cuando decía muchas groserías–. El día que le dije adiós y la vi partir, sabía que iba a extrañarla mucho.
Me giré hacia Jamie.
—Y... ¿Cómo está?
Una sonrisa surcó sus labios.
—Está bien, muy bien de hecho, aunque trabaja en un bar.
—¿En un bar? ¿Padre no le había conseguido un trabajo en una biblioteca de ahí?
Una extraña mueca apareció en su rostro y negó con la cabeza.
—Sí, sabes cómo es ella, no es alguien que pueda pasar desapercibida fácilmente, de hecho, le pregunté qué había pasado con ese trabajo.
—¿Y qué dijo?
—Honestamente, ranita, no son palabras que me gustaría repetir –sonreí, porque conociéndola sabía lo que pudo haber dicho.
—Seguramente dijo algo como ««» «Trabajo de mierda, sueldo de mierda, al menos aquí puedo beber gratis y me dan buenas propinas solo por tener tetas»
Jamie arrugó la nariz al escucharme.
—No vuelvas a decir eso, hermana.
—¿Por qué? ¿Sí es algo que ella dijo? –asintió.
—Sí, quise ayudarla, sabes, no me gusta el lugar donde está trabajando, pero no me dejó, me dijo que el bar era el único lugar en donde la iban a contratar, recordamos que ella no tiene ningún documento y no puede darse el lujo de encontrar trabajo.
Suspiré, era verdad, cuando la conocimos ella no tenía identidad, no tenía memoria, solo se sabía su nombre y nos fue difícil ayudarla.
—Espero y se encuentre bien.
—Eadlyn es una mujer fuerte, estará bien y créeme sabe cuidarse sola, vi cómo le rompió la muñeca a un tipo cuando se quiso propasar con ella.
Me reí de solo imaginar a esa chica con cara de muñeca tierna e inocente rompiéndole la muñeca a un hombre, seguimos hablando de Eadlyn, para luego pasar a otros temas.
Alec y Sterling se acercaron a nosotros y nos preguntaron si queríamos regresar a la mansión con ellos o nos íbamos a quedar en el pueblo un rato.
Ambos dijimos que regresaríamos, me senté en la parte trasera del auto junto con Alec, mientras que Sterling y mi hermano iban adelante, al observarlos un rato, me di cuenta de varias cosas.
Me gustaba la forma en que Jamie sonreía cuando hablaba con Sterling, era como si la idolatrara, sus ojos brillaban y toda su atención estaba puesta en ella.
Un parte de mí estaba feliz por él, pero la otra tenía miedo por él, quería que fuera feliz, pero no quería que le hicieran daño.
Mi celular vibro y vi el mensaje de texto.
Camila: Aimee, dile a tu hermano que me conteste, al menos que tú quieras afrontar las consecuencias, besitos.
Me tensé al momento «¿Qué esta niña no puede aceptar un no por respuesta?» Estaba harta de ella, pero igual me preocupaba, porque sabía de lo que Camila era capaz solo para conseguir lo que quería.
Lo comprobé años atrás, apreté los puños y cerré mis ojos para evitar rememorar los recuerdos.
Sentí como una mano agarraba la mía, abrí los ojos de golpe y me viré hacia el dueño de la mano, él se acercó a mí y me susurró al oído.
—Tranquila, manzanita, sea lo que sea que hayas leído en tu teléfono, no le des el poder de arruinarte el día –sentí su aliento cerca de mi cuello y me ericé–. Me gustas más con una sonrisa en el rostro, relájate.
Lo miré con sorpresa, sus ojos verdes me miraron con un cierto brillo extraño, apretó mi mano y me sonrió.
Eso causó una extraña y muy conocida sensación en mi vientre, le sonreí de vuelta y me relajé de inmediato, fue raro, pero agradecí esa sensación.
Alec jamás quitó su mano de la mía, en todo el camino me la tuvo agarrada, hasta que llegamos a la mansión Gehenna.
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Como siempre digo, tarde pero seguro.
Espero les haya gustado el capítulo, no olviden votar y comentar, besitos 😗
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