CAPÍTULO 12
UNA ENCICLOPEDIA ANDANTE
NARRADOR OMNISCIENTE
La noche había caído en el pueblo, casi era media noche, las calles estaban vacías, a excepción de las personas nocturnas que se quedan a festejar la vida.
No muy lejos de las afueras de la villa de Cooperstown, en una gasolinera, un hombre de más de 30 años, cabello castaño, lentes redondos, ojos cafés y alto, se encontraba muy inmerso leyendo un mapa mientras recargaba el tanque de gasolina de su viejo Mustang azul.
Cuando el hombre terminó de cargar combustible, alzó su vista hacia el cielo que tenía pocas estrellas esa noche, muchos pensamientos nostálgicos le invadieron la mente, suspiró ante aquellos recuerdos empezaban a surgir de la nada gracias a la noche, dejó a un lado esos recuerdos, no era momento de traer el pasado a colación y se encaminó hacia su auto.
Antes de subir a su vehículo, por el rabillo del ojo vio la sombra de una persona moverse bajo las farolas de luces que apenas e iluminaban la calle, entrecerró sus ojos hacia ese mismo sitio para ver si volvía a ver algo, pero nada pasó. Caminó hasta dónde vio la sombra, pero cuando estuvo a punto de llegar, el bote de basura se cayó, el hombre se sobresaltó.
—¡Carajo! –exclamó con temor.
Quiso cerciorase de que no había nada ahí, pero en ese momento, un gato negro de ojos azules, salió de entre las sombras, posicionándose encima del bote de basura, el hombre retrocedió un paso cuando el felino le gruñó seguido de un bufido, el animal estaba en posición de ataque, él tragó en seco, tenía miedo, un extraño y muy conocido escalofrío le recorrió el todo el cuerpo.
Sin pensarlo dos veces, se alejó del gato lo más rápido que pudo, al llegar a su auto, abrió con rapidez la puerta y se adentró a él, su respiración era irregular, tenía miedo, todo lo que le había pasado en la vida, le hacían creer que ese gato no era normal. Volteó hacia el lugar donde había estado el felino, tragó en seco al percatarse que había desaparecido. El miedo no se iba de su cuerpo, cerró los ojos para tranquilizarse, cuando lo consiguió, volvió abrirlos, se subió los lentes por encima del tabique de su nariz, respiró profundo y decidió que era hora de volver al viejo motel de Cooperstown donde se hospedaba.
Arrancó su viejo Mustang, era una bendición que aún le funcionara, tantos años ya le había pasado factura al viejo auto, pero el hombre no quería deshacerse del único recuerdo que le había dejado su abuelo. Esa noche cuando el auto arrancó sin ningún problema, el hombre suspiró aliviado.
—Qué bueno que hoy si decidiste arrancar, Dolores –le habló a su auto.
El hombre sonrió, y empezó a conducir por las oscuras calles de las afueras de Cooperstown, el silencio era tanto que decidió prender la radio, pero antes de hacerlo, miró por el espejo retrovisor. Unos ojos de color azul profundo como el hielo, lo observaron con seriedad. El hombre se sobresaltó.
—Pero... ¡¿Qué mierda?! –frenó de golpe y volteó hacia atrás.
Lo que veía era desconcertante, una hermosa chica de ojos azules y cabello negro como la noche lo miraba con seriedad, su mirada hizo que el hombre temblara en su asiento.
—¿Quién eres y qué haces en mi auto?
—Conduce –soltó la chica en un tono demandante, el cual hizo que el hombre tragara en seco.
—¿Qué? No... bá-bájate de mi coche.
—Conduce.
—No, no sé... no sé quién crees que eres, pero necesito que te bajes ahora mismo.
—¿Me estás diciendo lo que tengo que hacer?
La mirada de la chica se oscureció al instante, el hombre empezó a temblar y el miedo que sintió minutos atrás volvió aparecer.
—Yo... yo...
—Verás, Miles... –al escuchar su nombre el hombre se tensó.
—¿Cómo... cómo sabes mi nombre?
—Yo lo sé todo, Miles –una sonrisa siniestra apreció en el rostro de la chica–. Te apellidas Davis, tienes 33 años, eres soltero, un Teólogo experto que ha viajado por todo el mundo estudiando todo lo relacionado con lo divino y celestial –el hombre se removió incómodo–. También sé que tienes una maestría en demonología.
—¿Có-cómo sabes todo eso? ¿Quién eres?
—Conduce, Miles. No volveré a repetirlo.
El hombre se giró hacia adelante y suspiró de una forma pesada, no podía creer que le fuera hacer caso a una chica que parecía tener solo 19 años, era absurdo, pero no podía evitarlo, algo fuera de lo normal hizo que le hiciera caso.
Miles apretó el volante y por el rabillo del ojo vio su pequeña pistola semiautomática que compró años atrás para autoprotección, en la guantera de su auto, suspiró, por su cabeza se le pasó una loca y estúpida idea, se armó de valor, agarró la pistola y le apuntó a la chica.
Ella lo miró con una ceja enarcada y sin miedo alguno. La mano de Miles temblaba mientras sujetaba la pistola.
—¿Qué haces? –preguntó la chica poco preocupada.
—Bá-bájate.
—Miles, baja esa arma antes de que te hagas daño.
—Bájate o...
—¿O qué? –preguntó la chica con un tono de diversión en la voz. El hombre tragó en seco.
—O disparo.
La chica sonrió, se acercó un poco a él y pegó la pistola en su frente.
—Adelante, dispara, no te tengo miedo, Miles.
—Bá-bájate, por favor.
—No me bajaré sin antes hablar contigo.
La mano del hombre que sostenía el arma, temblaba sin parar, estaba aterrado, era la primera vez que apuntaba a alguien con un arma, y apuntarle a una chica que tenía el rostro más angelical que había visto, lo tenía desconcertado.
—¿Vas a disparar, Miles? –él estaba temblando, parecía que le daría un ataque de ansiedad, eso hizo que la chica sonriera con suficiencia–. Bien, si no vas a disparar, por lo menos conduce.
El hombre cerró los ojos y suspiró, por alguna razón las demandas de la joven lo hicieron viajar al pasado, en donde recordó como todo el mundo lo trataba como un esclavo y le hacían bullying, eso lo enfureció a tal grado que, agarró la pistola con fuerza y sin abrir los ojos, disparó.
El sonido del disparo hizo que él se sobresaltara, tenía miedo de abrir los ojos y ver que había matado a una chica, pero no pudo evitarlo, los comentarios de la joven habían hecho que él se enojara, a tal punto que, tuvo que disparar. Se armó de valor y abrió los ojos para poder ver el crimen que acababa de cometer. Lo que vio lo dejó atónito.
—Miles... no pensé que tuvieras la valentía para disparar –comentó la chica, mientras veía con desdén la bala que la pistola había soltado.
Miles no podía creer lo que veía ¿Cómo era posible que la chica siguiera con vida? Peor aún ¿Cómo era que tenía la bala agarrada y no tenía ningún rasguño? Sencillo, la chica había detenido la bala en un segundo al momento en que el hombre disparó. Cuando la bala fue directa al rostro de la chica, ella simplemente la agarró con los dedos para evitar que se incrustara en su frente.
Miles tenía la boca abierta, completamente perplejo ante aquella situación.
—¿Cómo hiciste eso? Yo... yo te disparé.
—Sí y ahora que lo hiciste, te recomiendo que conduzcas.
La sangre de Miles hirvió de furia y sin ninguna razón, empezó a disparar a diestra y siniestra con los ojos cerrados. Las balas se acabaron, al abrir los ojos, notó que había roto el parabrisas trasero de su auto, los muebles traseros tenían hoyos de balas, pero lo que más le sorprendió, fue ver que la chica no tenía ningún rasguño y que parecía estar aburrida con la situación, pues ella solo se estaba viendo las uñas.
—¿Terminaste, Miles? Estás haciendo que la poca paciencia que poseo se agote.
Miles seguía apuntando a la chica con la pistola, aun cuando ya no tenía balas.
—¿Quién eres? –la joven dejó de ver sus uñas y alzó la mirada hacia él.
—Te lo diré si conduces.
—Pero...
Una mano le arrebató la pistola que sostenía, Miles intentó voltear, pero quien le había quitado el arma, lo golpeó con la culata, el golpe impactó en su rostro y un crack se escuchó dentro del auto.
—¡¿Qué mierda?! –soltó Miles mientras se sostenía la nariz que empezaba a sangrar, el hombre alzó la vista y un chico de cabello negro, ojos verdes y lleno de tatuajes estaba sentado en el asiento del copiloto–. ¿Quién mierda eres? Aaggg... –se quejó por el dolor en su nariz–. Maldito hijo de puta, me has roto la nariz.
—Te han dicho que conduzcas, por tu bien, empieza a hacerlo.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué mierda quieren?
—Empieza a conducir, ahora –demandó el chico con voz rotunda.
Miles bufó de frustración, decidió hacer caso; una vez más en su vida, con la mano derecha tuvo que volver a arrancar el auto, mientras que con la izquierda se cubrió la nariz, para detener el sangrado. Al arrancar el auto, empezó a conducir, se sintió una horrible tensión en el aire. Miles tenía miedo y no sabía por qué, dos adolescentes lo habían acorralado en su auto, eran solo unos niños, pero, aun así, él tenía miedo.
La sangre de su nariz no paraba de brotar y le costaba conducir con una sola mano, el chico de su lado sacó un pañuelo de su chaqueta de cuero y se lo tendió a Miles.
—Mételo en tu nariz para detener la hemorragia –explicó en un tono seco.
Miles se sorprendió, le agradeció, puso el pañuelo en su nariz y volvió a conducir con normalidad, por el retrovisor miró como la chica veía la carretera por la ventana, parecía estar inmersa en sus pensamientos, Miles se preguntó cómo era que una joven como ella podía causar tanto miedo. Ella lo miró de reojo y alzó una ceja con interrogación, lo que causó que Miles se sonrojara y apartara la vista de ella, para concentrarse en el camino.
La carretera estaba vacía y oscura, no se veía a nadie merodeando por el lugar, Miles estaba conduciendo sin rumbo, porque los chicos que se encontraban con él, no le habían dicho hacia dónde tenía que manejar, solamente que condujera. Pasado un rato, la voz de la chica sonó por todo el auto.
—Gira a la izquierda, Miles.
Miles obedeció sin rechistar. Había doblado en un camino extraño que llevaba al bosque, la única luz que había era el de los focos del auto que solo alumbraban un poco del camino y de los árboles alrededor, no se veía nada más.
«¿Por qué nos salimos del camino? ¿Será que me matarán y en este lugar enterrarán mi cuerpo?» Pensó, Miles.
Un extraño hormigueo le recorrió el cuerpo por el miedo que sintió ¿Y si esos chicos eran unos psicópatas y querían asesinarlo en un lugar donde era obvio que nadie lo encontraría? O peor aún ¿Aquellos chicos que querrían robarle o algo? Esas y muchas preguntas paranoicas se formaron en la mente de Miles.
—¿Puedo saber a dónde vamos? –preguntó con temor en la voz.
—No –soltó la chica.
—Me dijiste que si conducía me dirías quiénes son y no has dicho nada.
La chica lo ignoró categóricamente y eso hizo enfurecer a Miles, él apretó con fuerza el volante.
—¿Qué es lo que quieren de mí?
—No hagas más preguntas y conduce –demandó el chico.
—Pero...
—Conduce.
—Bien, pero díganme a dónde vamos, el camino cada vez se hace más estrecho y el auto no va a poder seguir avanzando...
—Bien –habló la chica–. Detente y baja del auto.
—¿Eh?
—¡Que detengas el puto auto, maldito imbécil! –gritó el chico.
Miles frenó de golpe, acción que causó que casi se estampara rostro contra el volante. El corazón de Miles estaba tan acelerado que tenía miedo de morir de un infarto. Notó a la chica bajarse en medio del bosque, apretó con fuerza el volante, la esperanza de que podía huir le llegó de la nada. Cuando estuvo a punto de arrancar para irse, el sonido de un arma que había sido despojada de su seguro lo hizo dar un brinco, por el rabillo del ojo vio que el chico lo apuntaba en la sien con su propia arma.
—Bájate –indicó el chico.
Estaba a punto de obedecer, hasta que cayó en cuenta de que el arma ya no tenía balas.
—No tengo por qué obedecer, no tienes balas.
—¿Eso es lo que crees? –preguntó el chico enarcando una ceja.
—No es que lo crea, es que así es, no tienes balas –comentó muy seguro de sí.
El chico de ojos verdes sonrió de una manera siniestra que hizo tragar en seco a Miles. En un rápido movimiento el chico movió su mano con el arma y disparó dos veces, ocasionado que el parabrisa se reventara, lo que causó que Miles diera un grito del susto.
—Ahora que viste que el arma si tiene balas, te recomiendo que bajes del puto auto, antes de que te baje a rastras o peor aún, te clave una bala en el cráneo, no me pongas a prueba.
Temblando como un chihuahua, Miles se bajó del carro. Todo estaba oscuro, el aire nocturno le calaba hasta los huesos, reparó lo que tenía en frente, la chica estaba viéndolo de una manera seria con los brazos cruzados, ella al igual que el chico, estaba vestida de negro; botas negras, pantalón negro, chaqueta negra y una blusa negra que tenía el dibujo de una calavera, se veía imponente, el chico se veía aterrador con la luz de la luna cayendo encima de él.
—Bien, ¿Me dirán quiénes son y qué quieren de mí?
—Claro –ella sonrió–. Veras mi querido, Miles, necesito de tus hermosos conocimientos.
—¿Eh?
—Sí, necesito que me digas todo lo que sabes sobre los Objetos la mano de Dios. –el hombre se tensó–. Al igual que quiero que me digas todo lo que sepas sobre la Anima lapis.
—¿Quiénes son ustedes? –ella sonrió y se acercó más a él.
—Dime, Miles ¿Qué sabes sobre el infierno y su gobernante? Y no me digas que no sabes nada, acuérdate que sé que tienes una maestría en Demonología, por lo que debes saber algo.
Miles se puso nervioso, no sabía qué decir, la chica lo miraba de manera intensa y el chico no dejaba de apuntar el arma hacia él, de la nada un ruido extraño se escuchó. Alguien había golpeado el capo del auto, cuando Miles se volteó hacia atrás, notó a otro joven sentado encima de su coche, ese chico tenía el cabello negro y ojos azules, pero a diferencia de los ojos de la chica, los ojos de él eran de un azul más claro, casi del color del cielo en la mañana.
Cuando los ojos de Miles se toparon con los del otro chico, un brillo extraño apareció, en ese momento Miles reconoció esa mirada, era la misma que había visto en gato negro, ese chico era el felino que quería atacarlo en la gasolinera, él tragó en seco, el chico de ojos azules sonrió de forma aterradora al ver que lo había reconocido.
—Tú... tú eras el gato negro de la gasolinera –susurró.
—Huiste antes de que pudiera decir hola –sonrió de manera divertida al ver el miedo en los ojos del hombre–. Por cierto, te han hecho una pregunta, yo que tú, la contesto antes de que ella se enoje.
—Yo... yo no sé nada.
La chica chasqueó la lengua, lo cual hizo que Miles regresara la vista a ella.
—No mientas Miles, sé cuándo me mienten.
—No miento, lo juro.
—Lo curioso es que si lo haces –ella caminó hacia él y se acercó a su oído–. Puedo escuchar tus latidos han aumentado, estás sudando aun cuando hace frío, no has dejado de jugar con tus manos y para rematar, tartamudeas –susurró–. Sé que sabes mucho, Miles, y quiero que me digas todo lo que sabes.
—¿Me harás daño? –murmuró el hombre.
Ella se alejó de él y lo vio directo a sus ojos cafés; ojos que transmitían temor.
—Si me eres de utilidad, podrás salir de aquí sin ningún rasguño, por parte mía –aclaró.
—¿Lo juras?
Ella sonrió de una manera la cual hizo que Miles se relajara y bajara la guardia.
—¿Me dirás todo lo que quiero saber, Miles? –él asintió–. Bien, te escucho.
Antes de hablar, Miles veía como el chico que estaba sentado en su auto lo miraba con intensidad, mientras que el otro que sostenía el arma, se había recostado en un árbol, él ya había bajado el arma y tenía los brazos cruzados por su pecho.
—Los objetos de la mano de Dios –susurró Miles–. Según la biblia, son siete objetos. –tragó en seco, trataba de recordar lo que sabía sobre los objetos que había estudiado a lo largo de los años–. Muchos dicen que cada uno tiene un poder mágico y que de igual forma son tan poderosos que, pueden ser peligrosos en las manos equivocadas.
La chica lo miraba con atención sin perderse ninguna palabra que salía de su boca.
—¿Sabes cuáles son los objetos?
Miles se subió los lentes y asintió.
—Sí, llevo estudiándolos por años, los tengo apuntados en una bitácora.
—¿Dónde tienes esa bitácora? –el hombre tragó en seco–. ¿Dónde la tienes, Miles? –repitió más severa.
—En la habitación del motel donde me hospedo –confesó.
—Bien, sobre la Anima lapis ¿Qué es lo que sabes?
—¿La piedra del alma? –ella asintió–. No hay mucha información recolectada sobre ella –esnifó mientras se llevaba una mano a la nariz que aún tenía el pañuelo–. Lo único que se sabe de ella, es que es muy, pero muy poderosa, contiene un gran poder, que ni siquiera los siete objetos juntos de la mano de Dios podrían superar. Muchos dicen que es un mito lo de la piedra del alma.
—¿Y tú qué crees?
—Yo creo que si existe –los ojos de Miles se iluminaron de una forma extraña que hizo poner en alerta a los chicos que acompañaban a la chica–. Existe y según la información que he llegado a recolectar y que he estudiado, puede estar en la tierra...
—Toda esa información ¿Dónde la tienes? –preguntó la chica.
—Yo...
—¿Dónde la tienes, Miles?
Miles tragó en seco, sabía que no podía mentir, suspiró y habló.
—También esta en mi habitación del Motel.
La chica le echó un rápido vistazo al chico que se encontraba sentado en el capo del auto, fue lo único que hizo falta para que el chico de ojos azules desapareciera.
—¿A... a dónde fue?
—No es de tu incumbencia.
—Lo...lo es –la chica lo miró con desdén ante tal confesión, su mirada hizo que Miles tragara en seco–. Creo... creo que tú estás buscando la piedra del alma ¿no? –la chica lo miró impasible, completamente seria–. Yo podría ayudarte...
El chico que estaba apoyado en un árbol rio, Miles alzó la vista hacia él y vio cómo comenzaba a acercarse a paso lento hacia la chica, pero con los ojos clavados en él.
—Es interesante que ofrezcas tu ayuda, cuando hace menos de una hora, le andabas apuntando con un arma y queriendo que te dejara en paz ¿no? –Miles tragó saliva ante el comentario del chico–. Tu olor no me gusta para nada –reconoció el chico cuando se acercó a Miles e inhaló su aroma–. Apestas a ansiedad, mentira, traición y algo que aún no he logrado descifrar.
—Miles ¿Por qué quieres ayudarme? –preguntó la chica.
Miles estaba a punto de hablar, pero el chico de ojos azules reapareció, y con él tenía una enorme caja llena de carpetas y libros, junto con un maletín café viejo, al ver lo que el chico traía consigo, palideció y empezó a sudar frío.
—¿Era todo lo que había? –preguntó la chica viendo la caja y el maletín.
—Sí, no había nada más en ese lugar.
—¿De... de dónde sacaron eso?
—De tu asqueroso cuarto de motel –respondió el chico de ojos azules con una sonrisa en el rostro–. Por cierto, deberías ser alguien más ordenado, me fue difícil encontrar todo esto.
—No pueden llevarse mis cosas –soltó Miles–. Se están llevando todos mis años de estudio y trabajo, devuélvanmelo.
Miles dio un paso hacia delante para arrebatarle la caja al chico, pero una mano en su hombro lo detuvo en su lugar, el agarre del chico de tatuajes era fuerte.
—Quieto –amenazó.
—No pueden llevarse mis cosas.
—Podemos y ¿Qué crees? –habló la chica–. Ya lo hicimos, ahí está todo lo que queremos saber y que tú no estás dispuesto a decirnos por completo. Dime, Miles ¿Por qué tanto interés en la piedra del alma?
La mirada intensa de la chica brilló, causando que Miles quedara hipnotizado con ella, él parecía estar en un trance, porque sin pensarlo empezó a hablar.
—Yo... la necesito.
—¿Por qué?
—Según dicen, la piedra tiene el poder de resurrección –la chica se enderezó al escuchar eso y prestó más atención a lo que salía de la boca del hombre–. Yo la necesito, necesito esa piedra para... para ella.
—¿Ella? ¿Quién es ella? –Miles se quedó callado–. ¿Quién es ella, Miles? ¿A quién quieres traer de la muerte?
—Débora... –susurró.
La chica vio de reojo al chico de tatuajes para que hablara.
—Débora era tu esposa ¿no? –insinuó el chico.
—Era mi prometida.
La chica comprendió todo, comprendió la desesperación del hombre por encontrar la Anima Lapis. Ella se había enterado de un hombre que había estudiado todo acerca de lo celestial e infernal a lo largo de su corta y asquerosa vida, sabía que el hombre se especializaba más en objetos celestiales que tenían el mito de resurrección o curación, la información del hombre le había llegado como por arte de magia a la chica y no perdió tiempo en investigarlo.
Cuando se enteró de que el hombre se encontraba trabajando en una extraña investigación sobre extrañas ruinas en Cooperstown, que según testigos decían que podía conducir hacia un ser que no se sabía si era angelical o demoníaco que podía conceder un deseo. La chica supo de inmediato que tenía que interceder, tenía que averiguar todo lo que sabía el hombre, el cual era conocido en el mundo demoniaco, como el Nosy inquisitor mundanus; El metiche investigador mundano, el hombre sabía algo importante que ella desconocía sobre la piedra del alma.
—Dime, Miles ¿Qué es lo que sabes sobre el infierno y quién lo rige?
Miles seguía en trance y sin pensarlo, habló sobre sus conocimientos del lugar que tanto le daba miedo a la gente.
—Hay muchas religiones que dicen que es el lugar donde van las almas de las personas que son condenadas a sufrir eternamente. Si eres un pecador, al morir tu alma es enviada ahí, y es torturada eternamente, dicen que cada tortura equivale a los pecados que cometiste en vida. El infierno tiene muchos nombres, cada cultura o religión tiene su opinión sobre el infierno y tienen un nombre específico para él, en el judaísmo se le conoce como Gehena –la chica sonrió al escuchar el nombre Gehena que era igual al nombre de la mansión Gehenna, si el hombre era listo, podía sumar dos más dos–. Al igual que al tártaro o Hades en la mitología griega, al Helheim según la mitología nórdica, el averno y al Inframundo de otras religiones. Pero todos son lo mismo, La región de los demonios.
» Según las creencias, el Infierno es un enorme valle cónico que está dividido en nueve niveles o círculos, como quieran llamarle, según dicen, cada círculo es más profundo y estrecho que el anterior.
—¡Joder! –bufó el chico de tatuajes–. No venimos por una clase de religión, queremos saber qué sabes.
—Al parecer sabe mucho, es como una jodida enciclopedia andante sobre la teología y la demonología –comentó el otro chico de ojos azules–. Me siento como si estuviera en clases de religión –murmuró al poner los ojos en blanco.
—Ya nos dimos cuenta que sabes investigar –habló la chica–. Ahora dime, ¿Qué sabes sobre su gobernante? ¿Lo conoces? ¿Crees en él o en su existencia?
—Si no creyera en la existencia del cielo y el infierno, tal vez no hubiera estudiado Teología.
—Eso son estupideces –declaró el chico de tatuajes con tono amenazante y apretando el agarre que tenía en el hombro de Miles–. Puedes no creer en ellos y aun así estudiar eso, solo por el simple hecho de que te interesa saber lo que a muchos les apasiona y tienen una fe ciega en ello ¿No?
Miles se tensó.
—Tú no creías en nada, Miles –la chica se acercó a él y le acarició la mejilla muy delicadamente con la mano–. Algo te pasó para que empezaras a creer en todo y te obsesionaras ¿No es así?
Lágrimas empezaron a brotar del rostro de Miles, en un movimiento rápido la chica le quitó el pañuelo que tenía en la nariz, causando que Miles jadeara de dolor y se llevara una mano a la nariz que había dejado de sangrar, pero aún le dolía y tenía sangre seca alrededor.
La chica inhaló el olor de la sangre de Miles y un brillo oscuro se instaló en sus ojos.
—¡Oh, mi querido, pobre y estúpido Miles! Tuviste un encuentro inesperado con algún ser que te hizo cuestionar todo en lo que creías ¿No? –Miles sollozó y asintió–. Dime, Miles ¿Quién fue ese ser?
—Lu-Lucifer, Satanás, el... el diablo –susurró–. No sé cómo lo conozcan, porque tiene muchos nombres, pero él... él fue quien apareció, el rey del infierno apareció.
Balbuceó en medio de las lágrimas. La chica no se inmutó, ante la mención del rey del infierno.
—Dime ¿Te suena el nombre ChaosStar? –Miles asintió.
—La estrella del caos, es... es uno de sus tantos nombres –sollozó y ella sonrió.
—Bien, Miles, has sido de mucha ayuda.
—¿Me... me dejaran ir?
La risa de la chica fue muy baja, pero intimidante, tanto que, Miles pudo sentir como el suelo vibraba bajo sus pies.
—Tal vez.
—¿Me dirás quién eres?
—Por favor, Miles, no me hagas dudar de tu capacidad intelectual –ella se acercó más a él que sus narices se rozaron–. Sé que sabes quién soy o al menos crees saberlo.
Y era verdad, ella sabía que el hombre había estudiado todo lo que tenía que estudiar y sabía exactamente quién era ella.
—Eres su hija... –susurró muy bajo, pero que fue escuchado por los tres chicos que estaban con él.
La chica se separó de él y sonrió socarronamente.
—Mi nombre es Sterling, Sterling ChaosStar y sí, soy la primogénita de Lucifer, la líder de los siete terribles –Miles se tensó al escuchar eso–. Soy la princesa del infierno, el futuro pecado del orgullo y la soberbia y la heredera al trono infernal.
Miles tragó en seco, empezó a temblar de miedo, la chica era la viva imagen del ser del mal que no lo dejaba dormir; Lucifer, él vio de reojo a los chicos que la acompañaban, ambos tenían unas sonrisas maliciosas.
—Entonces... ellos... ellos son...
—Sí, ellos son dos de los seis que estás pensando. Alec y Mikael.
Los nombres de los chicos hicieron eco en la memoria de Miles, el chico de tatuajes; Alecxtor Lust, mejor conocido como Alec, él era el hijo de Asmodeus; gobernante de uno de los tantos círculos del infierno, el demonio de la lujuria, el general de los ejércitos del Inframundo y uno de los principales príncipes del infierno. El chico de ojos azules; Mikael Greed, era el hijo de Mammón; quien era igual uno de los príncipes del infierno y el demonio de la codicia y la riqueza.
Miles recordó lo que había leído sobre los demonios mayores; los príncipes del infierno, y su sucesión, podía recordar haber leído que la descendencia de los pecados capitales era peligrosa, sus hijos eran tan peligrosos que los habían desterrado del infierno y los habían condenado a vivir en la tierra hace miles de años, pero todo lo que había leído, eran mitos y leyendas, nada era cien por ciento verídico.
—¿Qué me harán? –preguntó Miles con un tono asustado.
—Nada –confesó Sterling, mientras sonreía de una forma que a la mayoría de los humanos consideraba tierna y cautivadora–. Por ahora ya no me sirves, así que, puedes irte.
Ella dio un paso hacia atrás, Alec hizo lo mismo, quedando a lado de Sterling.
—¿En serio? –Miles la miró esperanzado–. ¿Me dejarían ir? ¿Así sin más?
—Ya no me sirves, puedes irte –repitió Sterling.
—¿Me devolverán mis cosas? Yo... yo necesito todo eso –apuntó hacia la caja que sostenía Mikael–. Son años de mi vida ahí, no pueden quedárselo.
—Podemos y como dije, ya no me sirves, puedes irte –soltó en tono serio Sterling.
—Al menos que te quieras quedar para la cena –insinuó Mikael con una sonrisa siniestra–. Tú serias el postre, claro.
—O mejor aún, quedarte conmigo a jugar –bromeó Alec que lo miraba con un brillo extraño en los ojos.
Miles se sobresaltó ante lo que habían dicho aquellos dos, sin pensarlo más, se subió a su auto en un segundo y arrancó, agradeció que su auto no le fallara en ese momento. Antes de avanzar le echó una última mirada a aquellos chicos que no dejaron de verlo de forma extraña. Eran intimidantes y más cuando uno de ellos sonrió de una forma que hizo que el cuerpo de Miles temblara, mientras movía los dedos de su mano como pun psicópata al decir adiós, Miles tragó en seco, se volteó y dejó de verlos para pisar el acelerador.
Necesitaba huir de ahí. Cuando salió del bosque, no miró atrás y se dirigió a su feo cuarto de motel. Y mientras Miles conducía bajo la oscura y desolada noche, los tres chicos se quedaron observando el camino por donde humano se había ido.
—No puedo creer que lo dejaras ir sin hacerle nada –expresó Mikael a Sterling–. Pensé que lo poseeríamos o algo así, quería un poco de diversión.
—Bueno, se fue con la nariz rota, eso es algo que me divirtió mucho –sonrió Alec–. Además, Sterling, sí lo poseyó.
—¡¿Qué?! ¿En qué momento que no me di cuenta?
Sterling sonrió.
—Los humanos son muy fáciles de controlar –se encogió de hombros–. Tienen una mente débil, controla la mente y tendrás poder absoluto sobre ellos, destrúyela y los destruirás a ellos, simple y sencillo, solo tuve que meterme en su cabeza para poder tener el control total de él, aun cuando no se haya dado cuenta.
—Eso significa ¿Qué...? –preguntó Mikael.
—Miles Davis está bajo mi poder mental, hará todo lo que le diga sin que se dé cuenta, será mis ojos y oídos, todo lo que él vea y haga, lo sabré, seré como una conciencia para él y él será el medio para un fin.
Sterling sonrió satisfecha, los otros dos chicos la observaron embelesados, tenían cierto aprecio y orgullo hacia su líder, se lo debían todo a ella.
—¿Qué es lo que sigue ahora, mi querida y hermosa Sterling? –preguntó Alec al acercarse a ella y abrazarla por el cuello.
Sterling iba a hablar, pero el sonido de su celular la interrumpió, quitó el brazo de Alec de su cuello y sacó su celular, tenía un mensaje.
Saías: Tenemos un problema.
Sterling suspiró con pesar al leer el mensaje de texto, alzó la vista hacia la caja y el maletín que tenía Mikael.
—Tenemos que revisar todo eso, pero ahora tenemos que irnos.
—Mmm algo me dice que está noche podría ponerse mejor –insinuó Alec con una sonrisa.
—Siento que me estoy perdiendo de algo –comentó Mikael–. El mensaje que te llegó ¿Es de alguno de los otros idiotas?
—Sí.
—Uy por el tono, apuesto que no es nada bueno.
Sterling suspiró, el mensaje de Saías, la dejó con un mal sabor de boca ¿Qué era lo que habría pasado? Si Saías le escribió era porque algo muy malo pasó o algo se había salido de control, fuera lo que fuera, era mejor que ella se encargara de todo.
—Ha habido un problema –soltó en tono serio, se giró hacia los dos chicos que estaban con ella–. Es hora de volver a la mansión.
Ambos chicos se miraron de reojo, sabían que, si Sterling cambiaba el tono de su voz, nada bueno había pasado, no les quedó más que seguir la orden de su líder, asintieron y empezaron a andar hacia su auto para regresar a la mansión Gehenna.
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Este capitulo estuvo muy interesante de escribir.
No se olviden de Miles Davis y su descripción, ya que más adelante él será un personaje muy importante, no solo aquí, si no igual en otras historia...
¿Qué opinan de todo lo qué pasó? Hay mucha información importante en este capítulo.
En este apartado, le dire adiós a la vieja portada de esta historia que me acompañó desde el inicio, para darle la bienvenida a la nueva portada.
Este hermoso trabajo fue realizado por i_am_illusion_girl
Y lostcity20 me encanto volver a trabaje con ellos.
¿Qué opinan de la nueva portada? Yo estoy enamorada, en ella podemos ver a Sterling en el salón del trono del castillo del infierno y portando una corona, ella se ve como lo que es. PODEROSA.
Espero les haya gustado, no olviden votar y comentar :3
Besos demoniacos 😈✨
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