Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 19


La noticia fue un balde de agua fría sobre la cómoda calidez que había estado sintiendo Nellie desde que despertó esa mañana. No era que estuviese planeando tener hijos de inmediato, pero el que le quitaran esa posibilidad así sin más, hizo que el pecho le doliera. Releyó el papel. El doctor lo describía como "baja probabilidad de embarazo, de ocurrir alguno, muy baja probabilidad de llegar a término".

—Dios mío —Fueron sus únicas palabras.

El tono lastimero de la chica pareció despertar a Robert de su ensimismamiento. Iba a decir algo cuando Mabel interrumpió.

—Tienes que romper el compromiso, Lysteria no puede tener una reina que no pueda producir un heredero. Sería...

—No me digas lo que tengo que hacer —replicó él, sus palabras como cuchillos afilados—. No digas nada.

—Hija... —Mabel se dirigió a Eleanor—. No tengo nada en tu contra. Comprende que este reino necesitará un heredero...

—¡Suficiente! ¡Déjanos solos!

Robert le había hablado a su madre, aunque quien se dio la vuelta y comenzó a caminar, fue Nellie.

—Nell —la llamó, la voz cortada por la emoción.

—Déjala —le advirtió la reina, metiéndose en su camino—. Necesita espacio.

Robert pensó que eso era lo último que le hacía falta a quien había recibido semejante noticia. En especial con lo que le había dicho la reina justo después. Eleanor necesitaba que le aseguraran que todo iba a estar bien.

La chica había salido en dirección al jardín, el único lugar del palacio en el que podría tomar aire. Sin embargo, ni siquiera al llegar allí encontró sosiego. Echó un vistazo a los muros del palacio. Parecía que se le caerían encima o al menos sintió que así sería. Compromiso, boda, corona, herederos. Las palabras y su significado rodaban por su cabeza. A pesar de que el acuerdo entre ella y Robert era llevarlo despacio, no podía negar que se había imaginado llegando al altar con él. Se reprochó el haber dejado que sus ilusiones volaran sin frenos.

Necesitaba a su hermana. Quería abrazar a Liz, pero no tenía corazón para llamarla y preocuparla mientras estaba en la escuela. Tal vez salir de allí por un rato era la solución. Así que se dirigió a las puertas del palacio.

El taxi que había llamado estuvo fuera en pocos minutos. Nellie se acercó al portón y saludó a los guardias con un asentimiento.

—Buenas tardes, Lady Waldover.

—Buenas tardes —contestó—. Voy a salir. Abran las puertas, por favor.

—¿Tiene autorización para salir? —le preguntó el guardia, notando que venía sin escolta.

—¿Autorización? —repuso, con una risa que rayaba en lo histérico— No soy una prisionera aquí. Abran las puertas.

El guardia murmuró una disculpa y ordenó al encargado que abriese el portón. Inmediatamente después, Eleanor caminó hacia el taxi. Iba despacio. Controlando sus pasos para que no notaran su estado tembloroso. Abrió la puerta del vehículo y había logrado tener una pierna dentro cuando sintió que le tomaban el brazo.

—Nell —le habló Robert, sus dedos deslizándose hasta cerrarse sobre su muñeca—. ¿A dónde vas?

—Lejos de aquí. No me detengas, Robert.

El príncipe tragó el nudo que se le hizo en la garganta. Le dolía verla así, pero dejarla sola no era una opción.

—Los dos sabemos que no puedo dejarte ir así. Mucho menos si vas por tu cuenta.

—Necesito pensar...

—Entonces piensa, conmigo a tu lado.

Eleanor tragó con fuerza, intentando alejar las lágrimas traicioneras que se acumulaban en sus ojos. Robert no podía pretender que mantuviesen una relación cuando no iba a ser posible un futuro para los dos. Tenían que cortarlo de raíz. Sin embargo, la muchacha hizo todo lo contrario a lo que él le había sugerido. No pensó, solo se dejó llevar por lo que le pedía el corazón y el cuerpo. Se abrazó al pecho de Robert buscando su consuelo en un impulso. Él sabía que estar en el castillo no era lo que deseaba, por lo que los dos entraron en el taxi y dejaron que los llevase a donde Nellie tenía planeado viajar.

La chica escogió el cementerio. Si no estaba Liz, quizás sentarse frente a la tumba de su madre le haría calmarse un poco. Permanecieron en silencio durante varios minutos, hasta que ella se decidió a hablar, con un suspiro.

—Ella tiene razón.

—¿De qué hablas?

—De tu madre. Mejor lo dejamos aquí, a tiempo para evitar lo peor.

Robert no respondió de inmediato, si bien su rostro demostró todo lo que estaba pensando.

—¿Lo peor?

—Sí, Robert. ¡Lo peor! —exclamó, tras lo cual con una de sus manos barrió el cabello hacia atrás—. Sería una locura de nuestra parte continuar haciendo lo que hicimos anoche. No soy una mujer que pueda desligarse por completo de su corazón y solo tener sexo. Si estuve contigo fue porque me gustas. Y prefiero cortarlo aquí antes que desarrollar sentimientos por ti solo para tener que renunciar a ellos.

—¿Y si te pido que no renuncies? ¿Y si te digo que yo tampoco soy de piedra y que me gustas demasiado? ¿Si te juro que no me importa lo que dice ese papel, te quedarías conmigo para descubrir juntos esos sentimientos?

Eleanor se quedó atónita, sus ojos fijos en el príncipe. El nudo en su garganta se hizo más fuerte. Ellos habían empezado con el pie izquierdo desde el primer día. Que la manipularan para regresar, que la escogiera porque la odiaba cuando eran niños. Todo era un signo de fracaso para una posible relación. Encima de todo, un romance con el futuro rey no era algo a tomarse a la ligera. Según el protocolo real de Lysteria y la opinión de Mabel, una reina perfecta debía tener la capacidad de darle muchos herederos al reino. Nunca los dejarían estar juntos.

—¿Crees que es tan fácil? —contestó ella— ¿Crees que vas a pasar por encima de todos?

—Lo haré —aseguró él—. Lo haré si me dices que quieres estar conmigo. Suspenderé la boda y diré que queremos tomarnos un tiempo para conocernos mejor.

—Robert, no puedes hacer eso. Tu coronación depende de que estés casado.

—Yo ya estoy haciendo mi trabajo sin la necesidad de un título —dijo, sujetando el rostro de ella con ambas manos—. Si no puedo tener a la reina que quiero... entonces no habrá coronación.

Eleanor intentó detener las lágrimas. Abrió la boca para decirle que era imposible lo que estaba diciendo. La agitación que la embargaba le impedía hablar. Solo podía secarse las mejillas mientras analizaba lo que él había dicho. "La reina que quiero".

—No es más que un capricho, Robert —logró articular—. Se te pasará en un tiempo y te arrepentirás de todo.

—¿Un capricho? —repitió él— ¿Es un capricho que tuviera que hundirme en trabajo y papeles solo para no ir a buscarte con cualquier excusa? Eleanor, me volviste loco desde aquella noche en Chicago.

La muchacha quiso gritar al escucharlo. Decirle que lo creía un hombre maravilloso y que la había conquistado con su manera de cuidarla. A pesar de todos los tropiezos, sentía que los dos podían construir algo hermoso juntos. Sin embargo, ese pensamiento estaba siendo aplastado por el peso de la realidad. Los exámenes dictaban la sentencia. Él no estaba dispuesto a aceptarla.

—¿Es un capricho creer que eres inteligente y compasiva... y que eso te haga perfecta para ser la reina de este país?

—Detente, deja de decir eso...

Eleanor se giró para darle la espalda. No podía mirarlo a la cara mientras él estuviese hablando de aquel modo. Robert estaba a punto de continuar cuando se percató de que ya no estaban solos en el cementerio. Frente a los dos, a pocos metros de distancia y con una sonrisa en los labios, había dos hombres.

—Deberíamos irnos —murmuró ella, retrocediendo hasta tropezar con su pecho.

Robert colocó una mano en su hombro derecho, mientras con su brazo izquierdo la abrazaba de forma protectora.

—Nunca en un millón de años —les habló uno de los recién llegados— hubiera esperado encontrar a sus Altezas en este lugar... Sin escolta.

—Les deseamos un buen día —intervino Robert, moviéndose.

El cementerio se veía solitario excepto por ellos cuatro. Por suerte no estaban muy lejos de la salida.

—¡Esperen!

Robert y Nellie se detuvieron por instinto. Algo en aquellos dos les estaba gritando advertencias. Tenían que tratarlos con cuidado e intentar irse lo más pronto posible.

—¿Se les ofrece algo? —les preguntó el príncipe, girándose de nuevo hacia ellos para no parecer grosero.

—La verdad es que sí.

Robert vio el cañón de la pistola y de inmediato sujetó a Nellie detrás de él, protegiéndola con su cuerpo.

—No hagas nada apresurado...

—No se preocupe, Alteza. No sentirá nada. Ustedes los de la realeza no sienten nada nunca, de todos modos.

Eleanor escuchó un sonido metálico y aun en su estado de nervios supo que era el seguro del arma siendo retirado. Estaba temblando de pies a cabeza. Había sido una estupidez salir del palacio sin guardias, se daba cuenta muy tarde. Quizás estaba demasiado ocupada con sus problemas personales como para recordar en ese momento que el país estaba dividido. Había un número alto que los apoyaba, pero también había muchos que estaban a favor de abolir el sistema monárquico y pasar a la era de los presidentes.

Muerta de miedo, movió su mano derecha para enlazarla con la del príncipe, al tiempo que con la otra rebuscaba en el bolsillo de su chaqueta. Cuando sus dedos tropezaron con el teléfono, activó el sistema de alerta que le habían instalado cuando Robert le proporcionó un equipo de seguridad.

—¡Eh! —gritó el hombre armado— ¿Qué estás haciendo?

—Déjala en paz —le advirtió Robert, levantando una mano en actitud defensiva.

—La perra está llamando a la policía —intervino el otro.

—¡No es cierto! —aseguró ella, guardando el teléfono de manera apresurada— No es cierto, lo juro.

El hombre que no llevaba el arma se acercó a la pareja e intentó sacar a la chica de su refugio detrás de Robert, a lo que este respondió con violencia. Le pegó tal puñetazo que hizo crujir los ojos de su rostro. Nellie apretó los dientes y se aferró al príncipe con miedo de soltarlo.

—Maldito infeliz... —masculló el golpeado, escupiendo sangre en el suelo.

Robert retrocedió junto con la chica, hasta que la tumba que habían visitado le impidió seguir haciéndolo. El hombre armado se acercó unos pasos para comprobar el estado de su compañero, aunque solo logró alterarlo más.

—¡Solo dispárales! —gritó—. Mátalos a los dos y así se acaba su reinado de mierda.

Eleanor no puedo evitar que se le escapara un grito al escucharlo. Desde atrás abrió sus brazos y envolvió el torso de Robert para intentar protegerlo. Fue en vano. Preso de la ansiedad del momento, el hombre disparó el arma.

Cuando Eleanor sintió que su mano se mojaba con un líquido caliente, primero se quedó de piedra. Luego, cuando Robert se tambaleó hacia atrás haciendo que ambos cayeran sobre la lápida, sus gritos desesperados retumbaron en todo el cementerio.

—¡Mierda! —gritó el del arma, su voz llena de pánico—¡Vámonos!

—Dispárale de nuevo, todavía está vivo.

—¡No! —Eleanor sacó fuerzas de donde no las tenía y se giró para ponerse delante.

Sin siquiera pensarlo, se había colocado en frente para proteger a Robert de recibir otro balazo. Este no se produjo, sino que en su lugar los dos agresores salieron huyendo.

—¡Ayuda, por favor! —gritó la joven— Robert, no cierres los ojos. Por favor, no te vayas.

El príncipe estaba perdiendo sangre de manera abundante. Tanto era así que había dejado una mancha roja sobre el traje de dos piezas de Nellie en cuanto esta lo había abrazado. La bala había entrado en algún lugar de su hombro izquierdo y el sangrado lo estaba debilitando con rapidez. Eleanor lo recostó como pudo a la piedra y rogó para sus adentros que llegaran pronto a buscarlos. Robert solo se quejaba de dolor y decía el nombre de ella con la voz cortada.

En ese momento, una pareja que visitaba el cementerio los vio y corrió en su ayuda. Después de la conmoción por ver al futuro rey en aquel estado, el hombre soportó el peso del muchacho y ayudó a Nellie a sacarlo de allí. Para cuando llegaron a la salida del cementerio, la guardia real estaba haciendo su entrada.

—¡Trent, Dios mío! —chilló Nellie, pidiendo sin palabras que los socorrieran de inmediato.

El guardia no se demoró en hablar. Metió al príncipe en uno de los autos con ayuda de los demás y se marcharon de inmediato rumbo a la clínica. Los minutos que tardaron se les hicieron eternos a Eleanor. Su mente se concentró solo en Robert y en lo que él necesitaba. Solo cuando se lo llevaron al quirófano pudo pensar un poco. Había sido su culpa. Si ella no hubiese tenido ese impulso de salir sola, él no la hubiese seguido. Eleanor continuó torturándose mientras su cuerpo se doblaba sobre sí mismo, sentada en la solitaria sala de espera.

—Debemos atenderla, mi Lady.

Eleanor parpadeó y luego negó con la cabeza.

—No es mi sangre —aseguró, sujetando con fuerza la chaqueta de su traje.

—De todos modos, —insistió la enfermera— debemos hacerle un examen para comprobar que todo esté bien, Lady Waldover. También agradecerá un cambio de ropa.

Eleanor asintió y en ese momento notó la presencia de Carmille. Ni siquiera supo en qué momento había llegado la señora. Miró el reloj en la sala de espera y se percató entonces de que ya había pasado una hora desde que se llevaran a Robert. Aquello la sacudió. ¿Tanto tiempo se había quedado pensando en lo estúpida que había sido?

—¿Hay alguna novedad? —preguntó a los guardias, recibiendo una negativa silenciosa.

Eleanor se dejó guiar por la enfermera y por su antigua niñera. Después de que comprobaron que no tenía heridas físicas, permitió que Carmille la ayudara a cambiarse por una ropa limpia. No quiso demorarse más que en lavarse el rostro y las manos, por lo que pronto estuvo de regreso en la sala de espera.

Cuando Eleanor localizó la figura de la reina de pie en la habitación, temió lo peor. Madeleine estaba junto a ella, pasándole una caja de pañuelos. No supo cómo reaccionar, por lo que solo se sentó donde mismo había estado antes. En cuanto Mabel notó su presencia, su rostro preocupado se transfiguró en una máscara de ira.

—¡Tú! —exclamó, abalanzándose hacia ella— ¡Tú tienes la maldita culpa de todo!

Eleanor apenas tuvo tiempo para ponerse de pie antes de que la bofetada de la mujer la hiciese sentarse de nuevo. Miró hacia arriba adolorida, logrando enfocar los ojos furiosos de la madre de Robert.

—¡Majestad! —Escuchó que decían, aunque no reconoció la voz masculina.

La joven se llevó la mano a la mejilla que ardía, levantándose de nuevo para hacerle frente.

—Tú lo llevaste a ese lugar para morir... —continuó la reina— Lo hiciste porque él iba a romper su compromiso contigo.

—¿Qué? —reaccionó ella, sus ojos llenándose de lágrimas— Eso no es cierto, yo nunca...

—¡Quiero que saquen a esta mujer de mi presencia! La quiero encerrada hasta que mi hijo despierte y pueda contar su versión de los hechos.

—Yo nunca le haría daño a Robert. ¡Estás loca!

La respuesta de Eleanor pareció enardecer la furia de la reina. Esta se lanzó hacia ella con la mano lista para pegarle otra vez, cuando alguien la detuvo. La chica lo identificó como Thomas, el primo de Rob.

—No estás pensando con claridad, tía.

—Dije que la quiero fuera de aquí. ¡Guardias! ¡Lleven a esta mujer a las celdas del palacio!

Eleanor se vio sin salida. Sus piernas rozaban el borde del asiento que había ocupado. Frente a ella estaba la reina y las dos estaban rodeadas de los guardias reales. Nadie hablaría en contra de los deseos de la reina para salvarla.

De pronto, como si quisieran demostrarle que estaba equivocada, su equipo de seguridad dio un paso adelante para enfrentarse a los guardias de la reina.

—Lo siento, Su Majestad. Su deseo no será posible —habló Trent, con una reverencia respetuosa.

Nellie estaba pasmada. No podía creer lo que estaba presenciando. En un intento de tranquilizarla, Carmille la tomó de la mano. Entonces, Trent prosiguió con su declaración.

—Somos la guardia personal de Lady Waldover y solo respondemos al rey Robert.

Mabel parecía a punto de tener un infarto cerebral de tanto estrés. A Eleanor no le pasó por alto el título con el que el soldado se había referido a Rob. Pensó que él había tenido razón al decir que ya desempeñaba su papel sin necesidad de una corona.

—Nadie más puede decirme qué hacer con su prometida —continuó el hombre—. Ni siquiera usted, Su Majestad.

—¡Esto es inaudito!

Thomas se llevó a la reina al otro extremo de la habitación mientras la mujer continuaba vociferando insultos en contra de Eleanor. La había llamado desde asesina hasta otros nombres degradantes no solo para una dama noble, sino para cualquier mujer. Sin embargo, la chica no prestó atención a lo que Mabel decía. Estaba más preocupada por Robert y por su estado que aún no había sido informado. Otra vez se dobló sobre sí misma al tiempo que se le escapaba un sollozo. Nunca se lo perdonaría si Robert no lograra salir de aquella situación espantosa.

Entonces uno de los médicos entró a la sala de espera y el silencio se apoderó de la misma. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro