Capítulo 13
Cuando Eleanor terminó de leer aquella carta, el corazón se le estrujó en el pecho. Ahora tenía sentido que una niña de diecisiete años hubiera roto su ventana. Era un grito de ayuda. Las fotografías corroboraban lo que el papel contaba. El orfanato "Ángeles de Lysteria" estaba al borde de un colapso. ¿Cómo habían permitido que eso sucediera? ¿Cómo era que la reina, tan perfecta como quería hacerle creer a todos que era, había dejado que la institución quedara en ruinas? Robert tenía que saberlo.
Nellie continuó viendo las fotos mientras le marcaba a Rob. No tuvo que esperar mucho para que le contestaran.
—Nell... —le habló— ¿Te encuentras bien? ¿Pasó algo?
—No, no te preocupes por mí —respondió ella, sintiendo que el corazón se saltaba un latido ante lo preocupado que sonaba el hombre—. Es solo que he hecho un descubrimiento sobre la ventana rota y tienes que verlo. Cuando tengas tiempo, por favor pasa por aquí.
—Estaré allí en media hora.
No sirvió de nada que intentara convencerlo de que no hacía falta que se apurase tanto. Nellie tuvo solo el tiempo necesario para arreglarse y bajar a la sala a recibirlo.
El príncipe se presentó vestido de un azul oscuro, color que a ella le recordó la camisa que llevaba puesta la noche que pasaron juntos. Las mejillas y las orejas se le calentaron en el acto. Se preguntó cuando iba a superar lo que había pasado, y concluyó en que no sería muy rápido dado el hecho de que habían tenido otro "momento" incluso más atrevido. Se aclaró la garganta tratando de evitar la vergüenza de que la viese así, aunque él solo la saludó y tomó asiento a su lado.
—Este paquete estaba atado con cuerda a la roca que rompió mi ventana —dijo, antes de que él notara algo.
—¿Por qué no dijiste nada antes? —la interrumpió él, estirando la mano para agarrar lo que ella le presentaba.
—Porque estaba asustada. No sé, tenía mucho en la mente y luego lo olvidé.
Robert frunció el ceño y comenzó a analizar en silencio las expresiones de Nellie, buscando lo que la hacía sonar tan rara. Por supuesto, él no tenía manera de saber que George no le había dado un respiro entre sus maltratos. Todavía sin decir una palabra, el príncipe comenzó a desenvolver el paquete. Las fotos llamaron de inmediato su atención. Eleanor lo observó pasar una tras otra con la frente arrugada y una expresión mortificada en el rostro. Cuando terminó de leer la carta, miró a la chica con los hombros encogidos. Sentía una mezcla de rabia y vergüenza de que algo así estuviese pasando y él no lo supiese. Como si la irregularidad que había notado no fuese suficiente.
—Ahora tiene sentido que esa niña fuese la que destruyese tu ventana —comentó—. También estoy seguro de que ella escribió esta carta.
—Ella o cualquiera de los niños grandes del orfanato —señaló Nellie—. Robert, tenemos que ir personalmente a verlos. Llegados a este punto en que nadie te dice nada y esto sucede...
—Por supuesto que voy. Tú no. No irás a ninguna parte con el pie herido.
Nellie bufó de frustración. No se sentía justo que no pudiera participar cuando había sido ella quien recibiera la información. Sin embargo, no hizo mucho esfuerzo. Mientras Robert se encargase de darles a esos niños las atenciones y cuidados que requerían, ella estaría en paz.
—Tenía pensado pedirte ayuda con un asunto —comentó él, después de un corto momento en el que ambos se concentraron en sus propios pensamientos—. Antes de que todo se torciera aquella tarde.
—¿Qué era?
La muchacha lo miró directo a los ojos. De pronto se encontró incapaz de apartar la vista. ¿Por qué los ojos de Rob eran tan azules? Podías perderte en aquel océano.
—Mi asistente ha encontrado irregularidades en los fondos de la corona, y en particular los fondos benéficos.
—Lo que supongo que explica el por qué el orfanato está en tan malas condiciones.
—Sí, tiene que ser la misma persona. Y me siento estúpido al decir esto, pero he revisado esos documentos de comienzo a fin y no he podido encontrar nada.
A Nellie le molestó que se llamase a sí mismo de aquella manera, mas no dijo nada. Estaban hablando del reino, de asuntos oficiales y sumamente importantes. No podía ponerse a refutar lo que él decía solo porque sí.
—Yo puedo echarles un vistazo, si es lo que quieres.
—Sí, eso sería genial. Con tus habilidades de administración sé que puedes encontrar lo que estoy pasando por alto.
Eleanor tragó con dificultad, emocionada. Robert reconocía su carrera y confiaba en su profesionalidad. A diferencia de su padre, que la había rebajado hasta hacerle pensar que sus años de estudio en realidad no habían valido la pena. Qué tonta había sido al dejarlo meterse en su cabeza. Ella llegaría al fondo de ese misterio y probaría a más de uno su valor.
Ese pensamiento la llenó de satisfacción al mismo tiempo que le surgía una duda. ¿A quién más que a su padre quería demostrarle algo? ¿Era a la reina? No podía ser, porque eso significaba que le importaba lo que aquella señora pensase de ella. Que le guardaba cierto rencor por los comentarios e indirectas que le había lanzado. Bien, cualquiera lo haría.
—¿Qué estás pensando? —le preguntó él, colocando un mechón de pelo detrás de la oreja y acercándose a su rostro.
Eleanor no se retiró. El perfume del hombre despertó su memoria, pero su toque sobre la mejilla le impidió volver al pasado. Lo que importaba era el presente y la manera en que Robert se estaba inclinando para besarla. Dios, iba a besarla allí mismo y ella no haría nada por impedirlo. El príncipe se inclinó un poco más y le acunó el rostro con las manos, asegurándose de que no fuese a huir del beso. Entonces unió sus labios a los de ella en un beso que pretendía ser casto y breve. Por un momento lo fue. Cuando el ambiente comenzó a caldearse, Nellie tuvo que retroceder como pudo.
—No nos hagas esto, Robert —susurró ella.
—¿Que no haga qué? —contestó él de igual manera, buscando besarla de nuevo, sin lograrlo.
—Actuar como si esto fuera verdad cuando es la mayor mentira que Lysteria ha visto.
Robert retrocedió unos pocos centímetros. Los suficientes como para tener una visión completa del rostro de la chica sin perderse un detalle. En ese momento notó una presencia indeseada. Como la rata que era, George se arrastraba por las esquinas observando los movimientos de los jóvenes.
—A veces hay que vender la mentira hasta que todos piensen que es verdad —dijo él, adelantándose hacia ella y besándola otra vez.
Robert no supo si George continuó mirando todo el tiempo. Estaba distraído por el hecho de que Nellie había respondido a su beso sin ninguna protesta. Pensó que era una lástima que lo de ellos no funcionase. Sentía una gran atracción por ella y sabía que era algo mutuo, pero el compromiso que estaban fingiendo necesitaba una base más fuerte que una simple afinidad física.
Eleanor se sentía más a gusto de lo que era aconsejable según ella. Bien, podía seguir vendiendo aquella mentira sin problemas hasta que consiguiera lo necesario para poder marcharse de Lysteria. No le haría ningún daño un beso de vez en cuando. Sin embargo, su burbuja de comodidad se reventó cuando escuchó los pasos y la voz de su padre detrás de ella.
—Deberían adelantar la boda —comentó con un tono de burla—. O podría darse el caso de que los herederos llegasen antes de tiempo.
Ninguno de los dos contestó nada. La chica sintió que la piel se le erizaba de repulsión. Nunca olvidaría lo que le había hecho. George tomó el silencio de los jóvenes como una invitación a sentarse con ellos. Tomó el sillón que les quedaba de frente y echó una mirada furtiva a los papeles que sostenía Robert.
—¿Todo bien? —insistió.
—Todo está perfecto —aseguró Rob—. Visito a mi prometida como dije que haría a diario.
—Me alegro mucho.
Nellie estaba incómoda. No sabía cual era el objetivo de su padre al meterse en aquella reunión privada, con toda seguridad no era nada bueno. Querría congraciarse con el príncipe para conseguir que este le diera acceso a dinero de alguna forma. Por suerte, Robert era un hombre perspicaz que sabía con la clase de escoria que estaba tratando. Y por si no lo hacía lo suficiente, ella se encargaría de señalárselo para que no cometiera el error de cederle una sola moneda.
—¿Decías que estabas cansada, Nell? —comentó el príncipe, como si hubiesen estado hablando sobre eso.
Por un segundo, Eleanor quedó confundida. Sin embargo, la mirada del muchacho y su movimiento para tomarla en brazos le dieron la pista necesaria. Robert estaba tan interesado en conversar con su padre como lo estaría de intercambiar palabras con una roca. Ella asintió y se dejó llevar escaleras arriba, dejando a George algo incómodo en la sala.
—¿Has considerado mudarte al palacio hasta que te consiga tu pasaporte? —le susurró él, llegando a la puerta de su habitación.
—¿Y estar bajo la mirada atenta de tu madre? No, gracias.
Robert dejó escapar una risa y el sonido hizo que Nellie sonriera a su vez. Lo pensó un poco, aunque terminó negando otra vez.
—Si salgo de aquí mi padre puede sospechar algo.
—¿Sospechar que estamos ansiosos por casarnos? —preguntó él, dejándola sobre la cama— ¿Que estamos teniendo sexo antes de la ceremonia?
Eleanor sintió que la cara se le calentaba junto con las orejas. La joven enrojeció desde la raíz del cabello hasta donde la ropa le permitía ver al príncipe, lo que lo hizo reír más.
—Sería más difícil para mí escapar discretamente al aeropuerto —logró decir Nell.
—Yo te llevaría personalmente y nadie más sabría nada.
La muchacha lo observó con detenimiento, tratando de adivinar lo que estaba pensando él. El príncipe pasaba su mano por encima de la venda en el pie de la chica, casi de manera inconsciente. El hecho la distrajo un momento, si bien la hizo reafirmar la duda que se estaba formando en su cabeza.
—¿Estás tratando de tenerme cerca de ti para que puedas "visitarme" con más frecuencia?
—No veo nada de malo en ello —respondió, admitiendo que ella tenía razón al suponerlo.
Por otro lado, ella sí veía el problema. Porque no era una máquina o una persona sin sentimientos. No podía tener sexo con él sin sentir que se estaba involucrando emocionalmente. Sí, había salido aquella noche para irse a la cama con un desconocido. Sin embargo, había sido la primera vez y todo se había torcido de una increíble manera. Cada mirada del príncipe la estaba condenando, cada toque la hundía más. Tenía que salir de allí porque no le hacía bien estar bajo el control de su padre o el escrutinio de la reina. Estar con Robert no le parecía nada mal, pero lo que sacrificaba era demasiado.
—Me quedaré aquí —concluyó.
Robert no cuestionó su decisión. Su sonrisa desapareció poco a poco, sabiendo que no era el momento de andarse con bromas. Se puso de pie y dejó escapar un suspiro, al tiempo que se llevaba la mano al bolsillo. Nellie abrió los ojos a todo lo que estos le permitieron, solo para reprimir su reacción unos segundos después, con múltiples parpadeos. El príncipe había sacado una pequeña caja de su saco, dentro de la cual había un precioso anillo de compromiso. La piedra era verde, seguramente en representación de los colores de la bandera lysteriana.
—He pensado que ya era hora de darte esto —comentó él—. No necesitamos un artículo en la prensa diciendo que no llevas anillo de compromiso.
Nellie se quedó callada. Estaba observando la joya y luchando contra sus propios pensamientos. Ver a Robert delante de ella con aquella sortija le hacía imaginar otros escenarios. Otra vida que no estuviese tan rota como la de ella. Tuvo que convencerse de que solo era fingido. Era necesario llevar aquella mentira tan lejos como pudiese para que ambos pudieran conseguir lo que necesitaban. Sin embargo, Rob no estaba contribuyendo al hacerlo todo tan realista.
—Si te preguntan cómo sucedió —dijo el muchacho, poniendo una rodilla en el suelo sin dejar de mirarla— les dices que te pedí matrimonio en una cena romántica. Que estaba nervioso por tu respuesta —continuó, tomando la mano de la chica para deslizar la prenda en su dedo—. Y que dijiste que sí sin dudarlo.
Para cuando él dejó de hablar, Nellie no estaba segura de poder hacerlo ella. La muchacha asintió tragando con dificultad.
—De hecho, —Robert se aclaró la garganta, poniéndose de pie — cuando estés curada de tu herida, deberíamos hacer un par de apariciones en público. Unas cuantas fotos de la pareja real besándose no vendrían mal y les haría creer a todos que el compromiso marcha bien.
—Estoy harta de la prensa —contestó ella, no logrando decir nada más.
Robert volvió a aclararse la garganta. Por alguna razón, se había sentido solo en aquel momento en que se había arrodillado. Ella no había dicho nada, aunque no podía reprocharle eso. Estaban fingiendo ante todos, no debía olvidar que solo era una mentira.
—Lo entiendo —aseguró él, su tono de voz endureciéndose—. Será peor cuando saquen tu... ¿cómo le llamaste? Creo que fue "pasado que regresará para morderme en el trasero". ¿Te importaría darme contexto, para que no me tome por sorpresa?
—Te dije que tenía una vida en Chicago —respondió ella, defensiva ante su claro sarcasmo—. Te dije que pudiste haberme pedido matrimonio mientras estaba en una relación o incluso ya estando casada.
—Te pedí disculpas, Eleanor. Pensé que habíamos dejado detrás ese tema.
—Y también me pediste contexto, es lo que te estoy dando.
Robert respiró hondo y tomó asiento en el sillón donde Nellie leía. Desde ahí la podía ver de frente, a una distancia segura. Se estaba irritando. No quería que ella lo notara, porque estaba molesto sin saber muy bien la razón.
—Tuve una relación con un hombre que robó a la compañía para la que ambos trabajábamos —confesó—. Vivíamos juntos e incluso hablábamos de casarnos. Es una larga y tediosa historia que no quiero contar. Él trató de inculparme, pero se comprobó que no tuve la culpa. Después de eso... Bien, confórmate con saber que hay una orden de alejamiento en contra de él.
La confesión de Nellie sorprendió a Robert. Había esperado algo referente a una relación anterior. Si bien no había querido hacerle recordar un momento como aquel. Ser traicionado por la persona que habías escogido para acompañarte en la vida, con eso él podía simpatizar. Sintiéndose un poco como un intruso, Rob decidió que había sido ya una visita lo suficientemente larga. Había papeles esperándolo, reuniones, e incluso una investigación para descubrir dónde se encontraba el orfanato de la carta. También tenía que ordenar la liberación de la adolescente detenida, y quizás obtener de ella misma la información necesaria.
—Gracias por contarme —le dijo a la chica, poniéndose de pie—. Lo siento por lo que te pasó.
—No hay problema —contestó ella, dirigiéndole una mirada resentida—. Cuando quieras saber más sobre mi vida, solo exígelo de mala manera y te lo contaré.
Robert pensó en replicar, mas ella tenía razón. Se había metido donde no lo llamaban sin siquiera tener algo de delicadeza. Sabía que se trataba de un tema delicado y aun así le había ganado su idiota interior. Buena manera de ganarse la confianza de Eleanor, acosándola para que le contase los detalles más turbios de su pasado. ¿Y qué había dado él a cambio? Bien, ella tampoco lo había pedido. Cada vez quedaba más claro que ella no veía el momento de marcharse. No tenía sentido complicar aquella alianza. Sin decir nada más, el hombre se marchó del cuarto y cerró la puerta.
El eco de los pasos del príncipe alejándose resonó en la cabeza de Nellie mucho después de que el sonido de su auto al encender le indicara que ya se había ido. Había tomado mucho esfuerzo de su parte el desterrar el recuerdo de su relación anterior, y ahora ahí estaba. Pensó en su padre y concluyó que atraía a personas abusivas a su vida. No quería quedarse para ver si Robert lo era. Su noviazgo anterior había comenzado como una historia de amor perfecta, y se había trasformado poco a poco en una pesadilla.
Se quiso abofetear por hacer tal comparación. Lo que tenía con Robert no era una relación verdadera. Era un simple acuerdo temporal. Miró el anillo en su dedo y suspiró. ¿Por qué su mentira tenía que sentirse tan bien?
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