Capítulo II
Narrador desconocido
En una oscura y tenebrosa habitación Eira se encontraba aún inconsciente, el objetivo era que al estar en ese estado de inconsciencia su mente se relajara para poder enfrentar la situación que se presentaría en unos minutos, pero lejos de descansar nuestra dulce jovencita se encontraba experimentando algo parecido a una pesadilla.
Gracias a las habilidades que la autora me ha concedido puedo narrarles lo que está aconteciendo en la mente de nuestra protagonista.
Tomen asiento, café y galletitas.
"Una pequeña Eira de 10 años se encontraba entretenida jugando con Zack —su perro, el cual la había acompañado durante toda su infancia— en el parque, lo había sacado a pasear y aprovechó la oportunidad de jugar un poco con él antes de regresar a su casa, y que los gritos y regaños de una mamá muy enfadada empezaran a atormentarla por haber evadido sus deberes otra vez. El lugar está extrañamente vacío, normalmente hay ancianos dándole de comer a las aves, niños correteando por doquier y adolescentes conversando y riendo. Pero eso no es algo que le molestara a la dulce niña, tampoco es que le guste estar rodeada de personas, la pueden llegar a hacer sentir muy incómoda.
Lo único que hacía la pequeña era reír mientras se divertía con su amigo de cuatro patas, pero cualquier rastro de diversión abandonó su rostro cuando sintió la presencia de alguien en ese lugar. Poco a poco se gira hasta donde siente esa presencia.
Delante de ella, a unos tres metros, hay una niña de más o menos su misma edad, quizás uno o dos años mayor. Usa un vestido blanco que no se ajustaba a ninguna parte de su cuerpo y sin zapatos. El viento hace que mechones de su cabello se agiten frente a su cara lo que hace imposible definir su rostro, pero lo que sí se logra ver a través de los mechones negros son unos radiantes ojos rojos.
Todo a su alrededor empieza a desaparecer lentamente hasta que solo quedan ella y la niña rodeadas de una completa oscuridad.
—Está cerca de descubrir la verdad, mi reina —dice con voz un poco rasposa, como si no acostumbrara a hablar mucho—. Ya ha pasado mucho tiempo oculta.
"¿De qué habla?" se pregunta Eira.
—¿Cuál verdad? —su piel se vuelve un poco transparente, como si se estuviera desvaneciendo.
—Tenga mucho cuidado con las personas en las que confía —muy en el fondo sabe que se refiere a sus padres.
Cuando su voz empieza a sonar más lejana se olvida de todo el temor que sentía hace algunos minutos e intenta alcanzarla pero ya es demasiado tarde, cuando estaba a punto de tomar su mano, se desvaneció.
Con la confusión inundando su ser queda estática sin saber qué hacer. Después de algunos segundos se empiezan a escuchar murmullos de personas, cada vez van aumentando más su volumen, se suman más voces haciendo imposible entender alguno de ellos, son tantos que aturden llegando al punto de crear un pitido incesante y una gran punzada de dolor atormenta la cabeza de nuestra protagonista y a mí también."
Esto de estar husmeando en la mente y sueños de las personas a veces no es divertido.
Eso te pasa por metiche.
¿Podrías callarte de dejar que cuente tu miserable historia en paz?
Vale, ya me callo.
Y como les iba diciendo, debido a problemas técnicos debí abandonar la mente de nuestra bella durmiente. Cerca de la habitación donde se encontraba Eira las dos culpables de su rapto estaban teniendo una pequeña discusión.
—¿Es necesario que la dejaras durmiendo durante tanto tiempo? —le dice la de ojiazul a su hermana.
—No me pude contener, quizás haya bebido un poco más de su sangre y por eso esté así —responde la de ojos rojos como excusa sintiéndose culpable—. Deja que descanse, hay tiempo.
—¡No, no hay tiempo, Clarisse! Nuestro hermano está muriendo y ella es la única que sabe cómo curarlo —el tono severo que utiliza sobresalta a la menor.
—¿Crees que esa humana sabe cómo hacerlo? —dice temiendo por la vida de su hermano.
—Esperemos que sí, porque si no lo hace el reino estará perdido.
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Hola, personitas. Sé que deben tener muchas preguntas pero en el próximo capítulo serán aclaradas.
Espero que les esté gustando esta historia.
Selene C.
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