22|Oscuridad
Al llegar al castillo dejo de lado a mi padre que avisa de que iría a comer y luego me visitará en la alcoba para hablar de asuntos importantes y voy directo a la habitación de mis padres, en compañía de los dos guardias que me custodian, en busca de mi madre. Al entrar me encuentro con su figura frente al ovalado espejo de cuerpo entero observando de a poco cada rasgo físico de ella. Por lo que prosigo a hacer lo mismo, y justo ahora que le observo tan detenidamente puedo percatarme del enorme parecido que tiene con la Isabella del retrato que se encuentra en el castillo de Islandia. Involuntariamente mi mente me lleva a esos breves días en los que apenas pude conectar con Calegorm, más él ha asegurado frente al Consejo que ese tiempo ha sido suficiente para que incentivase su amor por mí. Yo que creía que era solo agradecimiento lo que sentía por mí, lo que ha hecho, lo que ha declarado frente a todos en el Concejo ha demostrado que está tan perdidamente enamorado de mí, como lo estoy yo de él.
Percatándome de que he realizado un corto viaje a las nubes en mi mente, suspiro para encontrarme con la mirada confusa de mi madre; corrijo mi postura y me dirijo hacia ella acercándome lo suficiente para colocarle un pequeño y rebelde fleco que ha salido de su frente, detrás de su oreja. Divagando aún, expreso en un susurro:
— Eres tan parecida a ella —digo con admiración, y la confusión de mi madre ha aumentado aún más ante mis palabras, por lo que me pregunta con quién le asemejo y su rostro estalla enfurecido cuando expreso:
—A Isabella Greenpeace.
Confundida doy varios pasos atrás, no esperaba tan mala reacción a mis palabras de admiración. Su rostro enfurecido me recuerda la razón por la que me he dirigido, primeramente hacia su alcoba.
—¿Para qué fecha has pospuesto mi boda? — pregunto privando a mi rostro de expresión alguna.
—Para nunca. — expresa seria y dirijo vagamente sus pasos hacia el ventanal desde el cual se observa a mi padre conversando con varios guardias reales, todos reunidos en fila, como si se preparasen para una batalla.
Alejo la idea de mi mente para enfocarme en lo que ha expresado mi madre.
¿Nunca?
» No habrá boda —vuelve a expresar aún observando a mi padre.
—¿Puedo saber el motivo de tan brusco cambio de planes? —le digo dudativa y con un tono de voz apenas audible para calmar su estado, si es que es posible.
—Tu padre te hablará de ello, más tarde. Si me disculpas, tengo un par de tareas que hacer. —confiesa seca y sale de la habitación sin más dejándome sumergida en los pensamientos mientras observo el batallón de guardias.
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Marian:
El enfoque de los humanos es tan insoportable como inexistente. El hecho de que ignoren una profecía es justo porque no saben cómo podrían lidiar en contra de ella, no lo han hecho nunca y desde luego, nunca lo harán. La profecía que une a los reinos de Greenworld con el de Islandia, desparecerá pronto, muy pronto, puedo sentirlo. Pero como cada acción tiene consecuencia en este mundo, habrá dolor, oscuridad, temor. Secretos de siglos antepasados y secretos de actuales miembros de la realeza saldrán a la luz como pago por el fin de la profecía y como no, de lo que llaman " maldición". Que no es más que un ideal creado por el mismo Concejo de Hadas y Concejo Real de Greenworld para ocultar el verdadero enemigo, la profecía.
Mientras preparo mi poción para volver al cuerpo de la anciana que mantengo ante los aldeanos, pienso en lo inútiles que ha sido el Concejo de Hadas Mayores desde mi partida. Le han causado tanto dolor a mi Esmeralda y Calegorm, que no han permitido que los susodichos disfruten de la profecía que poseen.
Inevitablemente siento una energía distinta a las que pueden presentarse en el reino de Greenworld merodeando los alrededores y sonrío de lado ante la sospecha: son elfos. Espero paciente hasta sentir tal energía tan cerca de mi puerta que segundos después leves toques hacen que a prisa me dirija hasta allá y la abra de par en par, haciéndole honor a los presentes.
— Son bastantes desobedientes ustedes, ¡nuevamente en la tierra prohibida!— les expreso haciendo espacio para que entren a mi morada.
Los ojos azules de ambos me recorren primero a mí, que aún conservo mi estado joven, ante el imprevisto, y luego al lugar. Todo de pajas y bien estrecho, llenos de pequeños hongos situados en todas partes y oscuro, tanto como para lucir merecedor de un hada malvada.
— Gracias a tí y tus travesuras mágicas es que lo somos. ¿no crees? —expresa con voz ronca Arangorn, el más viejo en edad, pero sin duda alguna, el más apuesto de los dos caballeros.
— Exactamente así, majestad. Y supongo que para acabar con tales travesuras es a lo que debo sus presencias. — le encuesto indirectamente el motivo de su presencia, sonriente.
—Habrá un pago —expreso seguido de la petición que realiza Arangorn y esta vez dirijo mi mirada al actual rey Calegorm y mi actual ovejita en apuros, quien se ha mantenido callado y expectante ante cada gesto, palabra o acción, tanto de mi parte como de parte de su bisabuelo.
—Tengo el pago perfecto para un tan malvado pero a la vez tan débil ser como tú. —dice el más antiguo de los elfos e interesada dirijo mi mirada nuevamente hacía él, acercándome de a poco a su figura.
» Mi abuelo, fue tu amor prohibido fallecido en la guerra que mantuvo Islandia con Greenworld en los pasados siglos, guerra que hoy en día por lo que me he actualizado, sé que se mantiene en secreto. Guerra que terminó por un pacto entre los reinos. — empieza a formular arrogante como son todos los de su especie.
— Pacto que dictaminaba que las princesas de Greenworld serían vuestras. — continuo siguiendo sus palabras pensando acerca de donde quiere llegar con esta confesión.
— Más sin embargo, tú no pudiste disfrutar de dicho amor, eras un hada del Concejo y él un príncipe elfo, diferentes etnias, diferentes sentimientos.
— El príncipe elfo llegó al acuerdo, desposaría a la actual princesa de la naturaleza verde, mientras tú le deseabas en secreto. Le deseabas para tí. —continuó con tono pasivo aún conservando su voz ronca y grave.
» Le mataste, tú misma, o era tuyo, o de nadie más sería. Y te encargaste de crear la profecía que incentivaría el amor entre las razas,más sin embargo, el castigo del que aún no eran conscientes: el fin de las princesas renovadoras. — expresa repitiendome lo que ya sé, causando desespero de mi parte al no ver que llegue a un punto fijo con esta conversación.
— ¿A dónde deseas llegar, Arangorn? — formulo y esta vez Arangorn se acerca hacia mí, y en un susurro, expresa:
— Su espíritu sigue en las cavernas, aún hay salvación para su cuerpo, aún puede vivir. Lo tendrás para tí, como deseaste siempre.
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Calegorm:
—Ya nada te atará a la princesa, Esmeralda, joven Calegorm — expresa la joven de cabello rojizo y alas del mismo color saliendo de la caverna donde segundos antes recuperó a su amor prohibido.
Sus palabras no causan ningún efecto en mí, seguro estoy de que el amor que siento hacia Esmeralda es real, justo como el que sintió mi bisabuelo por Isabella. Tan real así, que causó que mi bisabuelo entregara su espíritu a cambio del de su abuelo, para alejar de una vez y por todas la supuesta profecía que unía a ambos reinos, y así si tal amor existe, ya no hay una excusa válida para ponerlo en dudas. Aunque aún no hay paz, aún quedan las consecuencias, las oscuras consecuencias de las que habló en la aldea.
Y me hago una pequeña idea, de cual podría ser una.
***
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Esmeralda:
Ya son pasadas las ocho de la noche y podría decir que casi todo el personal duerme. Mis guardias que aguardan frente a las puertas de mi alcoba fueron reemplazados por otros dos de características similares, y Thiana se encuentra a mi lado en la enorme cama repleta de cojines verdes, conversándome acerca de mi valentía al haber puesto en su lugar al Rey Calegorm. Halagos a los que no le presto toda mi atención debido a que incluso a mí me dolieron las palabras que expresé para Calegorm en el Concejo. Aunque ninguna es menos cierta, en el diario de su bisabuelo estaba escrito en algunas páginas conversaciones que mantuvo con la princesa Isabella donde platicaron sobre los motivos por los que no aceptaban su unión.
— Mi padre me comunicó que vendría más tarde a conversarme de un tema importante — le confieso.
Seguido de mis palabras, las puertas son tocadas levemente y mi padre hace acto de presencia.
Al fin.
Thiana se despide cordialmente para salir luego de la alcoba y marcharse hacia la tierra mágica en compañía de Copito, que siente bastante curiosidad por conocer más del mundo mágico, y mi padre sentándose a mi lado hace señales a uno de los guardias que custodian afuera para que cierren las puertas de la alcoba y quedar sumidos en un incomodo silencio que luego él mismo interrumpe, al preguntarme:
— ¿Te ha dicho tu madre que no habrá boda?—pregunta curioso mientras nuestras miradas chocan en el mismo trayecto.
—Así es. —;le respondo rápidamente.
Veo como respira profundo y entrelaza sus manos encima de su regazo, vuelve a mirarme.
—Descubrimos que el reino de Dry Leaves, escondía nefastas intenciones detrás de la boda del príncipe Otoniel con nuestra princesa. Todo era una farsa entre sus reyes y los miembros del Consejo Real. Querían derrocar tu mandato. — termina diciendo seriamente.
Mi mente intenta asimilar toda la información que me hace razonar sobre ciertos aspectos.
¿Los miembros del Consejo?
¿Los padres de Otoniel?
— Habrá una guerra, Esmeralda... y tú liderarás en ella, como la heredera al trono que eres. Nuestro reino está solo en esto, no hay aliados, pero dudas tampoco de que Greenworld es y siempre será nuestro.
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Caranthir:
— La profecía ha sido absuelta, ya nada le ata a Calegorm, puedes estar tranquila. —le expreso a Esmeralda mientras recorre de un lado a otro el jardín. Todo el castillo está a oscuras por lo que no seré descubierto.
— No podré estar tranquila, no merezco ser su madre. —dice ella entre lágrimas y acudo a su lugar para abrazarla a mi pecho.
Desde siempre ha estado tan sola y triste, desalmada pero fue la vida que escogió, simple humana, y fue esa misma decisión lo que le hizo recibir el mejor regalo de su vida: una hija.
— Tienes que ser fuerte, Esmeralda, tu hija sabrá perdonarte, pero si lo mereces, desde los primeros momentos de tu existencia fuiste persistente, no dejaste que las discriminaciones te alentaran a morir, luchaste y mira lo que tienes construido hoy. Eres la reina de Greenworld. —le digo alegre alentandole, pero en el fondo conozco la razón de su verdadera tristeza: Isabella.
»Ya no hay vuelta atrás, Esmeralda, lo que está hecho, hecho está. No malgasten tu vida llorando, por favor, ve a apoyar a tu hija que bastante lo necesita.
— Mi hija sabe mi historia, sabe que su padre estaba tan prohibido para mí, como lo es Calegorm para ella; y mírame casada con él mientras todos le obligan a ella a darse por vencida ante tal amor.
— No era real, Esmeralda, su amor no fue real. Ya la profecía no existe. ¿y has notado que se han querido volver a encontrar?
» No, porque ya nada los une.
— Como mismo ya nada me une a su padre — expresa seca y se marcha enseguida dedicándome una triste sonrisa.
¿Ya no le ama?
¿Les dejará?
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