17|Mejores amigos
Las lluvias en Greenworld solían ocurrir una vez cada varios años, sospechosamente ya ha llovido dos noches seguidas. Justo en el momento en que me percato de ello, decido reflexionar acerca del suceso ocurrido en una vieja historia contada por el hada Thiana.
— Cuando un verdadero amor sufre, el cielo simplemente decide llorar por ellos, por eso las repentinas lluvias tan seguidas— había dicho ella.
¿Será que un amor está sufriendo?
¿Y sí dicho amor es justo lo que siento por Calegorm?
Esto no es posible porque él solo siente agradecimiento por el gentil gesto de renovarle las tierras, nada más—pensé
Que iluso pensar que en serio empezaba a sentir amor.
***
— Debe haber algo, debe haber algo — me repito una y otra vez recorriendo de una esquina a otra la habitación.
Ya me encuentro con el vestido de novia colocado y todo el maquillaje. Luzco espléndida, pero no me quiero casar. Solo estoy agobiada. Muy agobiada porque no sé qué solución buscarle al casamiento que se realizará en las próximas horas. Me he quedado sin alternativas. Jamás imaginé que el tiempo pasaría tan velozmente.Calegorm no puede estar aquí para sacarme de esta con su bonita sonrisa, él es solo un rey que ayudé por deber y nada más. Y eso duele, mucho.
Sembrar los girasoles que me obsequió Lord Román me vendría de gran distracción. Distingo que la puerta de mi alcoba es abierta y mi padre asoma su cabeza que carga la inmensa corona verificando que estoy lista. Observo también a dos guardias reales más adelante y mi padre me incita a salir de la alcoba ante la iniciación de la boda.
— ¿Puedo hablar con el príncipe Otoniel antes?— le pregunto poniendo en marcha el último plan que podría salvarme de esta celebración: convencer a Otoniel de no casarnos. Mi padre que camina más adelantado que yo, se gira sobre sus pies para observarme detenidamente con una leve sonrisa en el rostro. Me percato de que su cabello ya está de vuelta a la normalidad al igual que las bolsitas debajo de sus ojos, luce como el rey seguro y firme que siempre ha sido.
— No creo que sea correcto que el novio vea a la novia vestida antes de la boda,podría ser de mala suerte — dice al tiempo que entrelaza mi brazo derecho con el suyo izquierdo y aumenta la velocidad de nuestros pasos.
No, por favor
Tiempo detente
— ¡Padre! — vuelvo a detenerle y esta vez quedando en la mitad de las escaleras dobles, me giro de lado quedando frente a él y aunque su mirada es de confusión, noto muy en el fondo cuanto lo siente.
— ¿No crees que es muy pronto para realizar el casamiento?
» Si me casase ahora, ¿qué tiempo tendría para cumplir los demás requisitos?
— No te preocupes por eso Esmeralda, ya hemos acordado como actuarán respecto al casamiento y los demás requisitos para vuestras coronaciones. — responde sereno y por sus próximos pasos deduzco que ha dado por finalizada la conversación, mas yo vuelvo a interceptarle está vez esperando poder convencerle de una vez y por todas.
— ¡ Es absurdo!— expreso y enseguida coloco mis manos tapando mi boca ante el alto tono con que han salido mis palabras. Mi padre reprochando se dirige hacia mí y al llegar suelta un largo suspiro.
— ¿Qué es absurdo, Esmeralda?, ¿Podrías aceptar ya que te casarás con Otoniel y punto?
— Es absurdo Padre, — prosigo a explicarle sin prestarle atención a sus palabras. No puedo aceptarlo— si yo voy a ser coronada reina de Greenworld, y Otoniel será coronado rey de Dry Leaves, ¿hay lugar acaso para nuestra unión? ¿ tendría que dejar Greenworld para ir a vivir con mi esposo? ¿ Qué clase de reina sería si ni siquiera vivo en el reino que gobierno?— suelto en una sola oración abrumando aún más a mi padre que se ha esforzado por no perderse de una sola palabra que ha salido de mis labios.
Hay silencio, mi padre se ha quedado en silencio por unos largos minutos.
¡Bien hecho, Esmeralda!
— Te casarás, Esmeralda. — dice sin más y esta vez emprende solo, su marcha dando lugar al silencio .
Hago el esfuerzo de volver a hablar pero su voz me interrumpe desde la primera planta, — y sin más interrupciones; baja de inmediato.
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Calegorm:
Solo espero que no lo haga. Que no se case, que no acepte vivir el resto de su vida con ese príncipe al que por su puesto no ama.
En la noche viajé hasta acá para impedir que lo haga. Al recibir sus cartas no encontré mejor solución al problema que venir a por ella. Además del hecho de que no me encontraba ya en el castillo, sólo quería estar a su lado, mirarle. No me ha podido ver pero espero que con una mínima señal se percate de que estoy aquí para ella.
Con ayuda del sirviente que mandé hasta acá desde el día que la traje al castillo me facilitó la entrada. Sí, volví a romper la regla; pero no me importa. Esmeralda lo vale todo. Veo como su padre le aclara que no hay escapatoria posible, que debe casarse sin importar ningún imprevisto. La veo a ella, más hermosa que de costumbre, el blanco de su vestido sobresalta perfectamente el verde de sus ojos y el castaño de su cabello. Sus manos están temblando y justo cuando va a dar el paso para terminar de bajar la escalera doble y ante lo tensa que está la situación no veo otra salida que demostrarle que estoy aquí, para ella.
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Esmeralda:
Aceptando la derrota pero con una pizca aún de esperanza dentro de mí, bajo los escalones restante se la escalera. Es necesario que converse con Otoniel, es justo por nuestra amistad que no quiero destruirle sus iluciones, y justo por mí que no quiero casarme con él. Y de pensar nada más en el escándalo que provocaría si en pleno altar declarar que no quiero casarme. Todo el concejo de hadas mayores y en Consejo real, también nobles de otros reinos, todos están dentro de ese gran salón esperando mi honorable entrada. Simplemente me niego a la idea. ¡No me puedo casar con alguien a quien no amo y jamás amaré! Eso sería la peor condena que podría sufrir.
Observo como mi padre ya se ha posicionado frente a las grandes puertas y espera paciente sin mirarme. Solo falta un escalón para decirle adiós a mi esperanza.
Me casaré.
— ¿Nieve? — exclamo en un susurro al ver como el suelo que rodea mis pies se ha tornado de varios puntitos blancos.
Mis zapatillas de tacón de plata son cubiertas también por la fina arena blanca y dirijo mi mirada confundida hacia el lugar del cual proviene. La malvada risa de la anciana de la aldea: Marian retumba en mis oídos causando en mí un fuerte dolor de cabeza que provoca ni exasperación, soltando un audible gemido de dolor, mientras inclino mis rodillas cayendo al suelo. En mi mente se recrea el rostro de dicha anciana y muy lejos de poder percatarme de lo que ocurre en la realidad sólo puedo distinguir a mi padre sonriendo mientras me observa agobiarme del dolor.
¿Está sonriendo?
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Otoniel:
Las miradas de todos los presentes están puestas sobre mí que nervioso me dedico a tronar mis dedos detrás de mi espalda ideando la manera de salir de aquí.
¿Cómo le digo a Isabella que no me casaré con ella?
¿En serio tengo que esperar a qué este justo encima del altar para declarar en frente de todos que no nos casaremos?
La tardanza de Esmeralda solo hace que mis nervios aumenten y la cordura se aleje de mi cuerpo al notar la gran preocupación que contiene Marina en su rostro. Hasta preocupada es hermosa. Lamento que no pueda seguir ocultando mis verdaderos sentimientos, que se inclinan hacia la princesa Marina desde que tengo memoria. Actuar como el príncipe ejemplar que capta cada orden de sus padres al pie de la letra solo funcionó por un tiempo. Volver al castillo y encontrarme con las constantes e intensas aluciones de mi madre para que contraiga matrimonio con Esmeralda y así poder ser el rey de ambos reinos solo consiguieron agobiarme más de lo que pude esperar, y extrañar a Marina como loco.
Porque es la realidad, la repentina amistad de mis padres y los reyes de Greenworld, es solo una farsa para conseguir más reinos a su poder.
¿Cómo es que pueden siquiera pensar que les ayudaría a cometer tal traición?
¡Esmeralda es mi mejor amiga!
Y en serio intenté convencer a mis padres de que mi amor es solo de Marina, pero¿qué derecho detenemos de reprocharle a nuestros reyes? Ninguno. Y eso es uno de los peores deberes que al que todo príncipe está sujeto. Las decisiones de los reyes valen más que sus propias vidas, literalmente. También sé que negándome al casamiento, no destruiré nada dentro del corazón de Esmeralda; su corazón le pertenece a otro.
¡Cuán notorio es el hecho de que por nada del mundo estamos destinados!
Dirijo mi mirada hacia mis padres que se encuentran a unos metros de mí. Mi madre principalmente contiene total decepción en su rostro por la tardanza. Mi padre solo observa tranquilo; esta bastante claro que quien manda es ella. Inconscientemente se me escapa una irónica risa al observarlos y me incorporo volviendo a mi postura erguida y rostro serio ante su mirada amenazadora. De pronto las puertas se abren y de inmediato los músicos comienzan a tocar y todos los presentes, que son muchos se ponen de pie para observar a la novia.
Desafortunadamente para mi madre, debería decir, no es Esmeralda quien se ha adentrado, sino uno de los guardias reales que con un rostro serio y algo agobiado expresa en un alto tono de voz:
— ¡Ha ocurrido un grave imprevisto con la princesa!
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Nota de la autora:
Capítulo inspirado en la canción Mejores amigos de Morat y Yera.
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