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13|La llegada al castillo real II

El castillo luce igual de solitario que la última vez que me vió llegar. Comprendo entonces que que es cierto que la alegría de éste la emano yo.Al llegar, las sirvientas me hacen pasar al gran salón en compañía de Calegorm a esperar que la reina y el rey dieran por terminada la reunión en la que se encontraban.

Dicha reunión que según me informa la Nana, que toma mi valija en sus manos para aligerar mi peso, demandaba mi presencia. Solo que por ser tan impacientes la decidieron adelantar y luego se me pondría al tanto de la situación. Que aseguro podría imaginar de que iba dicha reunión y el peso que caería sobre mis hombros al ver a mis padres.

El Rey Calegorm quien se ha pasado varios minutos admirando la fachada mientras yo le admiro a él disimuladamente, le ha pedido a la Nana que por favor me alimente lo antes posible.

Sonrío inconsciente por su gesto. Aún cuando le aseguro que estoy bien de salud, se preocupa por mi bienestar.

Le agradezco el detalle de su preocupación. La realidad es que  ya mi cuerpo ha estado empezando a emitir sonidos vergonzosos que estoy segura de que Calegorm no alcanza a escuchar. Nana me pide que la acompañe hasta el comedor, por lo que me veo en la obligación de dejar a solas a Calegrom en el salón, luego de informarme de que no se le apetecía alimento alguno. Ni siquiera sé si el alimento que ingieren los elfos son el mismo que el de nosotros los humanos, apuesto a que en algún aspecto es distinta. Tiene que serlo.

El tema de sus hermosas y duras fracciones me cautiva por completo, mucho más lo hace su particular manera de caminar erguido y su sedoso cabello blanco. Las manos de Calegorm se encuentran posicionadas detrás de su espalda a la vez que recorre todo el salón un poco nervioso, tal vez desea que vuelva pronto con él, o le inquieta la reacción que puedan tener mis padres con su presencia.

Cuando salgo al pasillo que se comunica con el comedor, solo soy capaz de escuchar mis pasos y el sonido de los tacones bajos de la Nana que producen al tocar el suelo una y otra vez. Agudizo mi audición y soy capas de escuchar muchos años más. Mis padres deben de estar acercándose. Al fin terminan su misteriosa reunión.

Copito logra escabullirse entre el equipaje que tiene la Nana aún en sus manos y saca de ellos el cuaderno que me ha dado antes Amarïe. Me sorprendo por lo hábil que suele ser la mayoría del tiempo. Observo como dando saltos, va hasta el fondo del comedor y acomodado en una esquina con discreción hojea el cuaderno. Aún me resulta tierno viendolo hacer esas acciones únicas de los humanos.

— ¡Bienvenida de vuelta, cariño!— exclama mi madre entrando, primeramente al comedor con los brazos abiertos para acogerme en ellos.  Hubiera imaginado que iría primero al gran salón, pero al parecer las sirvientas le han informado que me encontraba aquí.

Seguido de ella, entra mi padre y su mirada vacila por toda la extensión del comedor y reprimo una sonrisa en su dirección al ser consciente de lo que está buscando. Ya le han informado que el rey elfo me ha acompañado. Puedo verlo en la mirada del mayordomo.

Esto me confirma su mirada, la de mi padre, misma mirada que pone cuando va a reprimirme sobre algo que he hecho mal. A pasos apresurados sale del comedor, sin haberme saludado . Decido seguirle pero mi madre me detiene al agarrarme del brazo, pero logro zafarmw de ella y salgo después de mi padre. Cuando me posiciono en la puerta, mi padre ha entrado.

Calegorm hace una reverencia y yo, me apodero de todo el valor del mundo mientras me posiciono a su lado, le brindo el apoyo emocional que de seguro necesita.

—Sea bienvenido a nuestro castillo, majestad— se apresura por decir mi madre sonriéndole ante el pronto silencio de mi padre quien continua con su expresión seria.

—Gracias, excelencia— dice Calegorm. Seguido de esto, mi madre me invita a dar un paseo por el castillo, invitación que comprendo rápidamente. Quiere dejar solos a los dos varones. No me queda más opción que aceptar cuando mi padre con tan solo una mirada me deja claro todo lo que ocurrirá como siga metiendo la pata.

Al bajar las escaleras, mi madre se dirige hacia uno de los salones que se encontraban anteriormente desalojados y que ahora me ha cautivado por completo al encaminarme junto a ella, encontrándome con un iluminado salón con toda la decoración verde y algunos enmarques de los grandes ventanales dorados, grandes y brillantes lámparas colgadas del techo el cual contiene en toda su extensión hermosos dibujos de lo que podrían ser niños ángeles cargando arcos y flechas. Una hermosa decoración sin duda alguna que me hace preguntarle a mi madre el motivo de tan hermosa decoración.

— Aquí se realizará el baile ceremonial, hija —dice entusiasmada y yo, deseando que dicho baile ceremonial no sea lo que estoy empezando a imaginar, prosigo a preguntarle de qué baile se trata; más soy interrumpida por la voz de Otoniel quien se adentra en dicho local notablemente entusiasmado por encontrarme aquí.

—¿Otoniel?— formulo confusa apenas noto su presencia, —¿qué haces aq...?—mi pregunta es interrumpida por el fuerte abrazo de dicho varón.

— Ah, hija, hoy en la mañana le escribimos al príncipe Otoniel avisándole que vendrías. Él deseaba darte la bienvenida junto a nosotros, así que estuvimos reunidos con él y sus padres hasta tu llegada—la voz de mi madre me saca de mis pensamientos justo cuando empezaba a cuestionarme sobre qué estarían conversando mi padre y Calegorm.

Necesito saberlo

Otoniel se ha apartado decentemente de mí para anunciar seguidamente:—Nos casaremos pasado mañana, Esmeralda —la voz de Otoniel se escucha alegre. Pienso por un segundo que tal vez esto sea obra de teatro frente a mi madre, para que no sospeche que ninguno de los dos deseamos el casamiento y haremos de todo para impedirlo. Otoniel coge mis manos entre las suyas y las besa.

Mi mirada incrédula se dirigió hacia mi madre en busca de ayuda al reparar las palabras de Otoniel.

¿Pasado mañana?

Sin embargo me encuentro con su rostro sonriendo ante la escena.

¿Podría ser más ciega?

¿Acaso no notaba la gran incomodidad que traía yo con dicho asunto?

Lo siento mucho con Otoniel, pero a mí no se me da tan bien fingir. Claramente no es capaz de verlo, o tal vez ha sido su decisión dejar de lado lo que ella suele ver como si fueran caprichos míos y hacerme enfocarme en lo que es realmente importante justo en estos momentos: "mi no deseado casamiento"

— En la mañana estarán llegando los decoradores, verás que quedará hermoso—dice mi madre recorriendo todo el lugar con la mirada y haciendo alusión con los brazos. Mientras yo saliendo de mis pensamientos y volviendo a la realidad me dedico a secar unas pocas lágrimas que han brotado de mis ojos sin que ella se diese cuenta.

»Mientras tanto, descansa. Te espera un gran día.— dicho esto sale mi madre acompañada de Otoniel a despedirle a él y sus padres, con los cuales evito encontrarme.

Mientras tanto, me encamino hacia el gran acomedor en busca de Copito y el diario. Mi padre, quien deduzco que ha terminado la conversación con Calegorm, sale a paso apresurado del gran salón al pasar frente por el, no sin antes susurrárme— más tarde hablaremos de esto, Esmeralda.

Ahora sí que me pregunto que habrán hablado. Decido entrar al salón una vez que mi padre ha desaparecido escaleras arriba. Al entrar me encuentro con Calegorm dirigiéndose a la salida.

—¿Todo bien?— me atrevo a preguntar.

— Por supuesto, Esmeralda.— dice sonriendo y una extraña sensación se instala en mi estómago.

¿Por qué tiene que sonreír de esa manera tan arrogante cuando sabe que está en aprietos?

Disimulando un poco mis emociones le acompaño hasta la salida, dándome cuenta de la forma en la que Calegorm repara en cada una de las decoraciones con las nos hemos ido encontrando a medida que atravesamos los pasillos.

De inmediato le muestro mi inconformidad con el asunto confesándole repetidamente que ha sido una decisión que se tomó sin mi consentimiento y con la cual no estoy a gusto, aunque claro que él ya lo sabe, pero raramente me siento en la obligación de reiterárselo.

—¡Hija!— advierte mi padre desde lo alto de la escalera que comunica la segunda planta con la primera al verme tan próxima al rey Calegorm, quien enseguida se despide con no más que una dulce mirada.

Auch. Duele.

No le dirijo la mirada a mi padre cuando me vuelvo hacia el interior del castillo. Demasiadas emociones como para echarle en cara el hecho de que Calegrom se ha marchado y tal vez, las cosas de aquí en adelante no puedan darse entre nosostros dos. A fin de cuentas soy una princesa pronto a ser heredera al trono y los comportamientos que he adoptado con respecto a Calegrom, no son los apropiados en lo que respecta a como ddbo comportarme en presencia de un varón, principalmente estando comprometida.

Pienso en que tal vez sea hora de visitar el castillo del Otoño como me propuso Otoniel en la carta antes de ir a Islandia.

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