12|El despertar
Calegorm :
— Es una enorme falta de respeto desobedecer a las hadas mayores, rey Calegorm.— respiro pesadamente y el hada Thiana continuó hablando. Había escuchado cada una de las anécdotas de mi padre sobre el mal trato que tuvieron con mi abuelo y los elfos posteriormente. Ni siquiera sé, si somos una especie que se mantiene alejada de cualquier egnia, cuando queremos relacionarnos nos lo prohíben.
¿Que tan malo podría ser que el descendiente de Greenworld fuera en elfo?
»Sé lo que sientes, y justo por eso es que no deberías continuar aquí, no querrás sufrir lo mismo que tú bisabuelo— dice ella calmada, lastima que yo no tomo su consejo de buena manera. Hablar de mi bisabuelo, como si sus deseos hubiesen sido una falta de etiqueta no me agrada.
— No me gustan las amenazas , hada Thiana.— digo repudiando lo entrometido que me estoy volviendo, el hada me interrumpe de inmediato cuando afirma.
— No lo hago, es solo un consejo; en pocos días la princesa se casará con el príncipe Otoniel. Debe saberlo, ¿no es así?—inquiere curiosa. Ladea su cabeza a un lado, yo preservo mi postura.
Sus palabras me caen como una pesada piedra en el estómago.
— Soy consciente de ello, hada, justo por eso espero que sea la princesa quien decida si debo marcharme o no.— vuelvo a decir arrogantemente. No pienso marcharme sin antes haber intercambiado palabras con Esmeralda. Aunque demore en despertar, aquí estaré esperando.
— Esa es una decisión que no está al poder de la princesa decidirla.
»Este es un tema serio que le concierne al Consejo de Greenworld, no a la princesa.
»En caso de que se entrometa habrá tristes consecuencias para la princesa que podría quedar en ridículo frente al Consejo y por tanto, no le permitan, posteriormente, heredar el trono.
— Es lo que menos deseo, créame, pero su casamiento con el príncipe Otoniel es algo que se consideró sin su consentimiento.
» ¿No cree que la princesa tenía el derecho al menos de saber sobre dichas intenciones?— pregunto indignado y Thiana ha parecido sorprenderse con mis conocimientos sobre el tema.
— Ya no hay nada que se pueda hacer. Espero que lo entienda.
Malditas leyes de la realeza y el consejo de hadas.
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Esmeralda:
Luego de exactamente dos días y medio despierto sintiendo un leve dolor de cabeza, me observo en el espejo ovalado que yace en una esquina de la pequeña alcoba y por mi rostro pálido y pocas fuerzas para ponerme de pie me percato de que necesito de comida.
Al incorporarme en mi sitio reconozco de inmediato que me encuentro en una pequeña choza de la tierra mágica. Los recuerdos del momento en que llegué aquí exhausta llegan a mi mente.
Arreglo notablemente mi apariencia, mi pelo despeinado y el vestido algo desaliñado. Al terminar salgo de la habitación para dirigirme a buscar a algún hada, no sin antes darle una mirada en el interior de la valija que yace en la esquina de la pequeña cama al diario que me entregó Amarïe antes de partir.
Muero por leerlo.
Mis ojos reparan en la diminuta cocina que se abre paso ante mí al llegar a la sala de estar. Diviso unas apetitosas manzanas. Es entonces cuando mi estómago empieza a emitir sonidos en señal de hambre. Me acerco a ellos para ingerirlos.
— Me alegro de que haya despertado, princesa— pronuncia una voz detrás de mí, dicha voz pertenece a Thiana que me mira con una sonrisa.
— Creo que he dormido lo suficiente—respondo riendo y el hada Thiana exclama seguido.
— ¿Cómo no creerlo?— de inmediato nuestras risas inundan todo el lugar.
—Tenemos algo serio de que hablar, joven Esmeralda — dice Lila, una de las hadas mayores entrando en la diminuta cocina a paso apresurado. Por unos minutos me quedo maravillada por sus alas, pero le devuelvo la atención. Me preocupo por breves instantes.
Su voz es demandante y grave. De inmediato, tanto Thiana como yo le prestamos atención, aunque por la mirada de Thiana deduzco que ella ya sabe sobre el tema. Le indico que puede expresarse.
—El rey Calegorm se ha estado negando a abandonar nuestras tierras hasta que usted despertase y decida si desea que le acompañe hasta el castillo real. — dice en tono serio y yo le presto atención a cada una de sus palabras.
— No veo problema con ello—respondo serena restándole importancia al asunto reparando en que si nuestros reinos se encontraban siendo enemigos, ya debería ser hora de que esa penosa situación, terminase.
Hago el intento de tomar una nueva manzana, pero la mirada preocupante e inquisitiva de Thiana y Lila hacen que detenga mi acción. Ladeo el rostro en espera de sus palabras.
—Princesa, no es conveniente la entrada de un elfo al castillo, mucho menos si dicho elfo es el actual rey de Islandia— dice en tono serio el hada Thiana y en mi rostro se vuelve notable la expresión de sorpresa porque ambas arreglan sus posturas y la expresión de sus respectivos rostros se suaviza.
Aún no entiendo la gravedad del asunto, y ¿cómo entenderlo?, si prácticamente desde el día en que nací dicho tema sobre los elfos de ha estado evitando en el castillo real, porque nunca había escuchado sobre ellos, ni siquiera en la Academia.
¿Podría ser posible que mi padre, en sus leyes, prohibiera la enseñanza sobre dicho asunto?
Lo poco que sé de este asunto es gracias a algunas historias contadas en los libros que solía leer sobre los antepasados cuando no encontraba otro entretenimiento válido, y ni aún así se trataba mucho el tema de la enemistad entre Islandia y Greenworld.
— Decida usted, princesa— termina por decir Lila marchándose y dejándome a solas nuevamente con Thiana .
Deseando dejarle para ir en busca de Calegorm, o tal vez leer de una vez por todas aquel diario le dedique una mirada seria y expreso:
—No entiendo el por qué de sus incómodas reacciones— confieso saliendo de la choza en busca de aire fresco.
Durante unos pocos minutos me encuentro con una paz onírica que me hace relajarme del ambiente de estrés en que se encuentran las hadas con respecto al rey Calegorm y su entrada al castillo.
Al acordarme de él, camino en su búsqueda con rapidez, fracasando en el intento al no encontrarle por los alrededores. Es entonces cuando una dulce voz me indica un camino angosto a seguir sugiriéndome el sitio donde se encuentra Calegorm.
¡Oh, pero si es un duendecillo!
Sigo dicho camino,y cuando vislumbro una cueva sombría y fría, no por esto me detengo, sino por la hermosa y grande escultura de oro, semeja a un dragón dorado, uno de los nuestros. Paso mis dedos y me encuentro con el metal frío. Al darle la vuelta a la estatua me encuentro con Calegrom observando la figura.
—¡Esmeralda!— exclama en cuanto nota mi presencia, pasa su mirada del animal a mí, y una enorme alegría me recorre el rostro al encontrármelo.
—Buenos días, Calegorm— le saludo dandome cuenta de lo cansado que luce a pesar de su atuendo impecable blanco. Su rostro angelical, por más apacible que luzca, no hace invisibles las bolsas negras bajo los ojos apenas perceptibles y su cabello algo despeinado.
Dirijo mi mirada hacia la estatua una vez más, e intento analizarla.
— Nunca podría haber imaginado lo magnífica que es— dice con lentitud, analizando cada palabra que sale de sus labios. Su tono es suave y melancólico.
»Supe que se extinguieron con la Gran Guerra de Greenworld.
»Eran tan especiales como la nieve en esta tierra.—su expresión causa que frunza el ceño.
—¿Por qué compararlos con la nieve en un lugar que es verano eterno?—me atrevo a preguntar.
—¿Qué sentiste cuando viste la nieve en Islandia?—me responde con otra pregunta. Le miro por más tiempo del esperado y tal vez por ello, Calegrom se acerca a paso lento hacia mí con la cabeza gacha.
Las fracciones de su rostro se endurecen queriendo reprimir un devastador sentimiento que empieza a nacer dentro de él, puedo percatarme de ello. Por lo que curiosa accedo a su petición cuando me ofrece su mano para salir de aquí.
La baja temperatura de su cuerpo me atrapa desprevenida, olvidaba que su piel siempre esta helada, pero me acostumbro y en un acto involuntario nuestros dedos se entrelazan.
Sí, se entrelazan como se entrelazan los de mis padres, como se entrelazan los de mis abuelos, y como se entrelazan en los tantos libros que leo sobre el amor.
Me quedo por breves instantes observando nuestras manos. Calegorm parece no haberlo notado, porque me ha invitado a caminar junto a él, sin más. Yo solo le sigo agarrada de su mano, siendo lo más discreta que puedo con respecto a lo que he sentido al haber tomado mis dedos entre los suyos, para que no los aparte. No aún.
Nos dirigimos hasta afuera de la cueva donde el sol del mediodía brilla con todo su esplendor y nos atrapa con su luz cegadora.
Calegorm prosigue a sentarse sobre un tronco caído y al hacerlo, suelta mis finos dedos.
Adiós, paraíso.
Prosigo a hacer lo mismo y ante su silencio me surge la curiosidad, así que pregunto casi en un susurro:
— ¿Te has alimentado bien? — mi pregunta parece haberlo sorprendido porque ha girado su rostro hacia mí curioso.
Ha sonreído
— Lo he hecho, Esmeralda, no se preocupe, ¿usted lo ha hecho?— me pregunta mirándome fijamente a la boca que supongo que esté reseca.
Ha sonreído
— He ingerido algunas manzanas— le confieso y su mirada autoritaria sale a la luz cuando expresa: — eso no es suficiente.
—Por ahora lo es— le digo y parece tranquilizarse.
Calegrom se queda pensativo por instantes. Me tomo la libertad de pasar mis dedos por su cabello y así peinarlo aunque sea un poco.Calegrom me observa. Guardo en mi mente su rostro angelical iluminado por los rayos de sol, se ve perfecto. Este es un suceso que en Islandia no ocurre.
—Te confesaré algo—pronuncia.
—En Islandia tenemos un dragón, el único que nos queda—me quedo sorprendida por tan repentina confesión. Hubiese esperado de todos menos eso,— cuando era pequeño, en nuestras tierras existían unos pocos dragones, uno de ellos Sacha,—hace una pausa y se nota la melancolia en su voz.
»Fui su jinete, conmigo se relacionaba como con ningún otro elfo, ni siquiera mi padre. Luego desapareció
dejando a su bebé a nuestro cuidado cuando la magia oscura atacó—termina diciendo casi en un susurro.
—¿Cómo es que no lo ví?¿Al pequeño?—pregunto. Calegrom suelta una risita nerviosa.
—Tan pequeño ya no es—confiesa. Calegorm carraspea sospechosamente y su mirada se dirige hacia mí. Observo como luego de tomar varios segundos de profunda respiración, abre su boca para exclamar.
— Esmeralda—dice buscando mi mirada, le observo en cuanto oigo el llamado del Calegorm
—Deseo acompañarla al castillo real, como agradecimiento a sus favores en mi tierra, quisiese en persona entregársela al rey sana y salva, deseo también la paz entre nuestros reinos.—proclama con voz autoritaria y prosigo a reincorporarme al igual que lo hizo él hace unos minutos, quedando frente a él.
»Apuesto a que las hadas ya le han contado.
—Lo han hecho,—respondo—pero...
»¿Es solo por agradecimiento?—hayo mi voz nerviosa al preguntar. Calegrom me mira con sus ojos azules de manera penetrante y fija. Ladeo mi cabeza hacia un lado en espera de su respuesta. Observo como las hadas se están acercando a nosotros de pronto, espero que Calegrom sea capaz de confesarme.
—Es un tema delicado, Esmeralda—susurra con la cabeza gacha. Une sus manos con las mías, pero las suelto al ver la mirada de Thiana sobre nuestra unión. Aún no nos alcanzan.
»Pero no perderé la esperanza. Espero que tú tampoco. No aceptes casarte, por favor—su voz se escucha en una súplica. Respiro profundo para no soltar lágrimas en este momento. Me giro sobre mis pies y finalmente Thiana llega hasta nosotros.
—Me parece razonable, acepto su petición, Calegorm — digo en tono divertido por los nervios. Calegorm asiente con su rostro en señal de agradecimiento de haberle permitido acompañarme.
— El rey desea ver a su hija hoy mismo en la noche — anuncia Lila observando la escena.
— No habrá problema con ello— la voz de Calegorm se adelanta a mis palabras. Le miro y sonrió.
—Calegrom me llevará —expreso y salgo de allí evitando la mirada de desilusión en sus rostros.
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