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08|Renovación I

Los constantes ataques del reino de Magia Oscura, dejaron muchas muertes en la aldea del castillo de Islandia y en este por igual.

Los guardias reales, elfos también, usaron su magia para proteger a la realeza, consiguiendo con esto su desgaste mágico y su muerte tras las frívolas maldades de los soldados de Magia Oscura, siendo estos brujos muy audaces y experimentados— según la información que me brinda Calegorm.

Esta fue una guerra que no llegó al reino de Greenworld, por suerte, o tal vez todavía no es el momento de declararle la guerra a las hadas mayores.

Sin embargo, el actual problema es la difícil supervivencia que tienen que soportar los pocos sobrevivientes de la guerra en el reino de Islandia.

—Este solía ser nuestro árbol mágico, al perder su magia, la perdió todo el reino.—expresa Calegorm. Yo me limito a observar las secas ramas que componen el sombrío árbol y levanto su mirada en dirección a Amarïe, quien se me acerca y me susurra al oído,—Ha llegado la hora, princesa.

Espero por un leve asentimiento por parte de Calegorm. Me encamino hacia el árbol. Subo las cortas escaleras y coloco mis delgadas manos sobre un espacio de la copa de este.

De inmediato el sitio empieza a resplandecer. Giro mi rostro y los expectantes de la escena sonríen, también lo hago.

Muy concentrada creo en mi mente una bella imagen donde este árbol posee vida y magia; de inmediato la figura del árbol empieza a sentirse rígida bajo mi tacto, y puedo sentir como se expande por toda la copa.

Mi cuerpo bañado en gruesas capas de sudor me exige un descanso, mas me obligo a terminar con lo que he empezado.

Es en este momento cuando el resplandor se expande por todo el lugar obligando a Calegorm y Amarïe a taparse los ojos para resistirse a tal iluminación.

El árbol empieza a expulsar las pequeñas lucecitas que presencié en el árbol del castillo de Greenworld cuando se abrió el portal ante mí, e intento mantenerme enfocada en la actividad que estoy llevando a cabo.

Sin embargo mi concentración es interrumpida y ello causa que el resplandor se apague por completo. Entra con prisa uno de los sirvientes del castillo al invernadero, su rostro manifiesta todo el terror que su cuerpo está sintiendo.

Algo bastante malo ha pasado.

—Perdone Alteza,—dice con su mirada fija en Calegorm, que se encuentra sorprendido por su interrupción, y a la vez temeroso por sus próximas palabras,—es su padre.

Bastan estas tres palabras para que Calegorm salga a paso apresurado del invernadero dirigiéndose al interior del castillo.

Mientras que Amarïe me sirve de apoyo, han sido unos pocos instantes en los que he usado mi poder, y aún así, me siento con sumo desgaste físico; me acompaña en el camino al castillo. Dejamos el invernadero atrás, y la tristeza me abunda cuando observo como toma la misma imagen sombría que poseía minutos antes.

—Te acompañaré a tu habitación, para que descanses. Entiendo que sea muy difícil usar tu poder.—dice Amarïe, pero la detengo.

—Quiero ver a vuestro padre, quiero estar al lado de Calegrom.—expreso.

Su mirada es tierna, parece meditarlo en su mente. Finalmente, aprueba mis intenciones. Le agradezco.

La alcoba del rey se encuentra en la segunda planta del castillo, está iluminada por una tenue luz que proviene de una vela colocada en el lateral derecho de la cama donde descansa el padre de Calegorm, el rey de Islandia.

Calegrom se encuentra arrodillado frente a dicha cama y sujeta con  fuerza la mano de su padre. Puedo sentir como reprime las nacientes lágrimas que sus ojos desean llorar.

Pero por la mirada del doctor que se encuentra en el lateral opuesto de la cama, supongo que ya no se puede hacer nada para mantener al rey con vida.

Ha llegado su hora de partir.

Permanezco en el marco de la puerta que me sirve de apoyo, cuando Amarïe se acerca hacia su padre y una vez sentada a su lado, se recuesta y le abraza.

—¿Listo para conocer un lugar mejor?—le susurra con dulzura al oído. Su padre a duras penas, logra levantar una de sus manos y le acaricia las mejillas a sus dos hijos.

—Hagan de Islandia un lugar mejor. El hogar perfecto para sus futuros hijos. —les dice arrastrando sus palabras por el cansancio.

Sus desgastados ojos recorren toda la habitación. Se está despidiendo de las cuatro paredes que le han servido de cobijo y protección por tantos años. Una vez que sus ojos se posan sobre mi figura, la ilusión le sirva el rostro. La esperanza le abraza.

—¡La has encontrado!— exclama con una sonrisa en el rostro mientras me observa con admiración. Le pide a Calegrom que se acerque y le  susurra algo al oído. Calegrom me mira, le cuesta ladear una sonrisa. Le duele su padre.

Calegorm agacha su cabeza durante algunos minutos y después se levanta. Besa la frente de su padre, que ya ha cerrado los ojos y decidido sale del alcoba.

—Será mejor dejarle solo—exclama Amarïe cuando nota mi preocupación y me acompaña a mi habitación.

Dejo reposar mi cansado cuerpo en la cómoda cama, e intento dormir y descansar, pero mi mente se encuentra en suma preocupación por Calegorm y su apresurada salida de la habitación de su padre.

***

—¿Calegorm?—susurro y dudo si se encuentre aquí mientras me adentro en su alcoba. He logrado convencer a Copito para que me dijese dónde descansa.

Toda la noche se me ha hecho imposible dormir o descansar. He sentido la enorme necesidad de conversar con él o al menos saber si se encuentra mejor.

Aunque sé que la perdida de un ser querido cercano se siente abrumadora, pero necesito que se encuentre bien. No estoy muy segura de los sentimientos que me han hecho venir aquí, pero no me retracto, una vez que distingo su cuerpo tirado sobre la cama.

Me costó varios minutos encontrar su alcoba ya que nos separa todo un castillo de por medio. La mía se encuentra ubicada en la torre derecha, mientras que la de él se encuentra en la cima de la torre izquierda. Muy estratégico su plan. Ha cumplido con las palabras de mi padre.

La habitación se encuentra alumbrada solamente por la tenue luz de la luna que se adentra por el gran ventanal que adorna el alcoba.

—Deberías de estar descansando, Esmeralda—dice Calegorm, con ello compruebo que tampoco logro conciliar el sueño.

Estoy situada al pie de la cama donde descansa con solo un pantalón bombacho. Puedo ver su espalda desnuda. Las manos me cosquillean por las ganas acariciar su piel, de darle consuelo.

—Yo no logro conciliar el sueño, Calegorm,—le confieso—puedo ver que tú tampoco—susurro mientras me acerco a su cuerpo. Calegrom no se inmuta en corregir su postura, en mirarme siquiera a los ojos. Su cabeza está girada hacia el otro extremo de la cama.

—Lo haré en algún punto de la noche—susurra también. El tono quebrado de su voz me remueve todo por dentro.

—Quería asegurarme de que estuvieras bien. 

—Sabíamos que iba a pasar, no tienes que preocuparte—aclara su voz cuando esta sale ronca.

—Yo, lamento no haber llegado a tiempo, Calegorm—mi voz entrecortada logra que se gire hacia mí. Quedo cautivada por unos segundos por su blanco, perfecto y ancho pecho. Calegrom prosigue a sentarse. Da dos palmadas a su lado para que me siente con él.

Sus ojos azules traspasan mi mirada y sus largos y delgados dedos se incorporan en mis hombros.

—Llegaste justo a tiempo, Esmeralda, ve a descansar—dice y esta vez su voz es firme y demandante.

»Es necesario que estés fuerte para mañana. Por ahora no haré daño a nadie si me sumerjo en el pozo de la tristeza.

— En eso te equivocas, Calegrom. Acaricio la mano que tiene en mi hombro. La saco de ahí y la coloco sobre mi regazo.

»Eres el punto fuerte de este reino. Si dejas de estar presente en la recuperación de la nación, ¿qué esperanza esperas que tengan los que aquí habitan?

—Amarïe puede hacerlo.

—Eres el heredero, Calegrom, si tú hermana menor se ha mostrado fuerte es solo para no dejar una mala imagen del liderazgo de esta nación frente a vuestros guardias, frente a las personas que actualmente los acompañan.

»Eres el varón, Calegrom.

Su mirada que yacía perdida en el suelo de la habitación, se levanta. Sus largas pestañas se abren y cierran mientras nuestros ojos son cómplices de un mismo deseo.

Mi mano deja de acariciar la suya cuando Calegrom eleva sus dos manos hacia mis mejillas respectivamente.

—Mi padre tenía razón sobre ti.—susurra muy cerca de mi rostro. El aire me empieza a faltar por la proximidad. Mi padre estaría como loco si nos encontrase en esta situación.

Trago grueso para encontrar mi voz.

—¿Qué ha dicho tu padre sobre mí?—se me hace necesario preguntar. La curiosidad me embriaga.

—Mi padre demoró años en encontrar a mi madre. Mi abuelo nunca quiso prometerle por conveniencia a alguna otra princesa elfa.

»Mis padres se conocieron en el Baile de Nieve. Supo que sería la indicada desde que sus miradas se cruzaron por primera vez.

»Mi padre te ha visto a tí, y la ha visto a ella. Tan desgastada y aún así, decidida a continuar su lucha.

»Yo sé que tienes tus deberes como reina, y también a tus pretendientes ya elegidos, pero, Esmeralda...

No le permito continuar cuando mi cuerpo no deja distancia entre los dos. Le abrazo con la poca fuerza de la que soy portadora. Calegrom no me devuelve el abrazo, tal vez por la sorpresa, tal vez porque no lo cree apropiado. Mucho menos en estas circunstancias.

En un intento por separarme y marcharme de una vez a mi habitación a descansar y dejar descansar a Calegrom por igual. Las manos de Calegrom sujetan mi rostro muy cerca del suyo. Puedo sentir su aliento chocando contra mis labios.

Mantengo mis ojos cerrados cuando sus labios rozan los míos. Es apenas un roce, pero puedo sentir cada parte de mi cuerpo respondiendo a ello. Nuestro contacto se intensifica cuando una oleada de viento frío se cuela por la ventana y mi cuerpo tiembla.

El tiempo pasa ante nosotros y nuestros cuerpos fundidos en uno evitan la separación. Ahora Calegrom posicionado sobre mí, tendidos ambos sobre la cama. No pienso en mi padre, en que estoy actuando mal, en que no he venido aquí para tener una aventura con el príncipe elfo.

Tan solo me concentro en la paz que abunda en este momento. Calegrom se ha quedado dormido sobre mi pecho y mis labios comienzan a tararear una canción que recuerdo que me cantaba mi madre por las noches que dormíamos en el reino de Lilac para no tener miedo a las tormentas.

—Saldrá el sol, luego de la tormenta— pronuncio mientras llevo mis dedos por todo su largo plateado cabello.

Yo no podría imaginarme mi vida sin mi padre, si es cierto que desde que volví al castillo son pocos los momentos que hemos compartido juntos, pero desde siempre lo ha sido todo para mí, es mi apoyo y asumir el reino sin su presencia no me resulta de buen gusto.

Debe de ser muy difícil para Calegorm asumir el reino sin la presencia de su padre. Según me contó Amarïe, Calegorm ha demostrado ser su más ilustre hijo, que ha cumplido cada una de las expectativas que su padre aún, sin exigirle nada, tenía previsto para él.

—Que descanses, Calegorm— le deseo las buenas noches y prosigo a salir de la habitación sumida en mis pensamientos. Me incorporo con cuidado de no despertarle.

Todo el castillo ya duerme y mis pasos resuenan por todo el lugar que transito. Al llegar a uno de los pasillos que conducen a la torre derecha donde se encuentra mi habitación, reparo mi vista en toda la nieve que cubre lo que en mi castillo sería el jardín trasero que se deslumbra desde uno de los ventanales.

¿Cómo se puede vivir en constante invierno?

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