07|Buenos cuidados.
Siento mi cuerpo incómodo y pesado. Confundida intento abrir mis ojos, y tras varios intentos donde solo logro ver una ínfima parte de mi alrededor, logro abrirlos por completo.
Atontada aún, recorro el lugar con mi mirada, distingo ladrilladas paredes en forma de círculo rodeando la cama en la que estoy recostada.
Es poca la decoración que posee la habitación y por el ventanal se adentra el resplandor del día, me acerco a la ventana con cuidado, no está el Sol en el cielo, está completo de gris que se une en el horizonte al banco de la nieve que adornan todo el suelo. Todo me resulta tan distante y tan cercano a la vez, tan irreal y tan familiar.
Intento buscar en mi mente algo que me aclare lo que ha sucedido horas antes con tal de encontrar una explicación válida a encontrarme en este no tan extraño lugar.
—Estamos en Islandia, princesa—dice Copito quien saltando se posiciona al lado mío.
Me agacho frente a él delirando. No había notado su presencia al despertar.
—¿Islandia?—le pregunto confusa—¿el reino de Calegorm?.
—Así es princesa, las hadas mayores nos transportaron hace tres días hasta acá.
¿He dormido por tres días?
—¿Esmeralda?—la grave voz de Calegorm me sorprende. Su cuerpo se cuela por la puerta que protege la habitación de lo que habrá afuera. Me dirijo hacia él. Su rostro analiza cada paso que doy, con más lentitud de lo habitual.
Se me escapa una sonrisa de mis labios al ver su tan bonita y elegante vestimenta, su cabello plateado está suelto sobre su espalda. Sus orejas son perceptibles a simple vista. Su vestuario blanco está ajustado a su delgado y alto cuerpo. Luce como un verdadero príncipe.
—¿Calegorm?—pregunto una vez que llego a unos centímetros de su ubicación. Los rasgos de su rostro son impecables, tan finos y marcados.
—Vengo a sugerirte que descanses.—doce y elevo mis cejas con interés.
»Aún es muy débil tu salud, me he percatado del esfuerzo que haces por caminar unos pocos pasos—dice con su rostro serio. Exhausta me dirijo hacia la cama y me coloco sobre las múltiples almohadas. Mientras tanto, Calegrom recorre la habitación con su mirada y se acerca a mi lado. Coloca una gruesa tela fría sobre mi frente y seguido de ello susurra unas palabras desconocidas. Supongo que es su idioma.
Pienso en la manera en que diré mis próximas palabras, evitando que no suene a algún reclamo. Lo que menos quiero en estos momentos es ser egoísta.
—Admito que pensé que tendría algo de tiempo para despedirme de mis padres—digo calmada mientras busco su mirada perdida en el exterior que se hace visible a través del ventanal. Calegrom parece meditar mis palabras, suspira y fija su mirada.
—Perón por eso,—dice y cambia nuevamente el pañuelo en mi frente— No pensé que las hadas tomaran cartas al asunto tan rápido.
»Yo, quería traerte al anochecer. Apenas y tuviste hora de almuerzo.—suelto una pequeña carcajada por el comentario.
—Se cuán necesario es el almuerzo para tí—sonríe.
—Te hemos preparado sopa, a propósito. Deja que la traiga.—expresa y sale de la habitación. Cierra la puerta una vez fuera y Copito se incorpora a mi lado.
***
Calegrom me hace la visita nuevamente, está vez con un pozuelo de porcelana en sus manos del que desprende un agradable olor. El sonido de mi estómago hambriento me avergüenza.
Su postura erguida toma asiento a mi lado. Me tomo mi tiempo para recostarme en las almohadas quedado sentada frente a él.
—Te ayudaré con esto—dice. Retira el grueso pañuelo que cubría mi frente y toma uno de los cubiertos que ha traído.
—¿Cuándo conoceré vuestro invernadero?.
—Esmeralda, el hecho de que hallas venido apresuradamente, no significa que tengas que hacer esto apenas llegar. Principalmente porque no estás en condiciones para ello.
—Si ya estoy aquí, supongo que hay que poner manos a la obra, ¿o piensas que voy a restaurar la tierra desde la cama?— agonizo después de unos minutos. Calegorm suelta una apenas audible risa y se incorpora. Observo cómo, desafortunadamente, abandona el alcoba, no sin antes mencionar:
—Cuando te recuperes, ya tendrás tiempo para ello.
Asiento con mi rostro para transmitirle tranquiludad. No me siento en las mejores condiciones, pero no quisiera desaprovechar esta oportunidad. A pesar de todo lo que he dejado pendiente en Greenworld y tengo una misión exacta que cumplir aquí para ayudar a Calegrom, también quisiese conocer este reino. Me causa mucha curiosidad.
Verifico que ha cerrado la gruesa puerta de madera que comunica mi alcoba con el resto de la torre. Prosigo a preguntarle a Copito.
—¿En qué momento pasó de ser un simple sirviente a ser el príncipe más guapo que jamás he visto?—indignada recibo su respuesta insinuando que me ha flechado.
—No lo ha hecho.—le aseguro seria.
—Yo creo que sí, y no hoy; sino la primera vez que lo vió.
—¿Qué dices, Copito, como te atreves?
»¿Dónde queda el príncipe Maswell?—le pregunto e intento mantener mi rostro lo más conservado posible, sin embargo no puedo evitar pensar en la idea de estar enamorada de Calegorm.
Es que tiene unos dotes tan angelicales que me dejan atontada cada vez que le tengo cerca, y ni hablar de las emociones que me invaden cuando su grave voz pronuncia mi nombre.
Me deshago de mis pensamientos. No tiene nada que ver con lo que he venido a hacer aquí.
De repente siento una punzada en la sien que me obliga a mantenerme serena.
—Descanse, princesa—dice Copito y se dirige al ventanal.
—Sera mejor si olvida al príncipe Maswell de una vez.—masculla.
Abro mi boca lo más que puedo por la sorpresa.
—No me sorprende que hallas sidi obsequio de Otoniel. Tal para cual —rechisto y cierro mis ojos. Intento relajar mi cuerpo y mi mente por igual.
El poder de renovación es considerado un poder que requiere de mucho esfuerzo tanto físico como mental, ya que en el proceso de renovar los suelos se pierde mucha energía y yo debería de estar en perfecto estado para ello.
***
Despierto y analizo una vez más la habitación en la que he estado desde que he despertado esta mañana. Esta vez Copito no está, por lo que me apresuro en arreglar un poco mi atuendo y sin ser interceptada me decido a salir.
Al salir por las anchas puertas, bajo con delicadeza cada rincón de la escalera que comunica el castillo con la alcoba y después me encamino por el pequeño pasillo que comunica a la torre con el resto del castillo.
El pasillo a diferencia del de mi castillo no posee cuadros de los antecesores más bien, se muestra vacío y silencioso ante mi presencia.
Mis firmes pasos resuenan ante mi caminar, luego dicho sonido se pausa.
Me he detenido frente a una abandonada habitación que por lo poco que se puede observar desde fuera supongo que hace mucho fue la biblioteca del castillo.
Me adentro en ella curiosa y distingo un antiguo escritorio con varios libros viejos y cubiertos de polvo amontonados como si los hubiesen colocado allí con mucha prisa, y un retrato.
Es una joven de cabello rojizo y ojos verdes, su esbelta figura le hace lucir hermosa. Dirijo mis vista hacia uno de los bordes del retrato para saber el nombre de la muchacha I...
—¡Princesa, Esmeralda!—exclama Copito adentrándose mediante rápidos saltos en la sucia habitación.
»Creo que no debería de estar aquí, vamos, Calegorm se alegrará mucho de verte.
»Puedo ver que estés mejor.
Sigo detrás él y al llegar a la fachada del gran salón me detengo. Evalúo a los dos guardias que custodian el salón. Como era de imaginar son elfos oír igual. Sus vestuarios tienen bordados muy finos y la tela parece ser agradable. Quisiera tocarla y comprobar.
Ambos abren las puertas para nosotros.
—Buenas tardes—les saludo con cortesía. Realmente me causa mucha curiosidad la raza élfica.
Aunque todo el rededor se muestra un poco sombrío, distingo la decoración plateada y azul que adorna el salón.
Calegorm quien se encuentra de espaldas a mí, al darse la vuelta se encuentra con mi erguida postura. Durante los pocos minutos que tarda su trayecto hasta llegar a donde estoy yo, me dedico a observar el movimiento de sus músculos ante su caminar.
Una mujer de alta estatura y el cabello blanco plateado igual que Calegorm y podría decir que los mismos rasgos pero en versión femenina, asoma su cabeza desde detrás de la figura de Calegorm y me sonríe.
Da un paso al frente posicionándose al lado de él y Calegorm le coloca una mano en la parte baja de su espalda.
Acto que por alguna extraña causa me ha removido algo doloroso en el pecho.
—Esmeralda, te presento a Amarïe, mi hermana menor. Ella te ayudará en todo lo que necesites. No debes preocuparte, ya no estás sola.
—En realidad nunca lo estuve. A pesar de la ausencia de Thiana debido al invierno en este reino, tengo a Copito; pero gracias de todos modos.
» Es un placer—digo sonriente en dirección a la joven quien me observa detenidamente sin una pizca de discreción.
Mientras Calegorm también me observa y me expresa en un susurro: —me alegro que se halla recuperado, princesa.
¿En qué momento dejó de llamarme por mi nombre, para tratarme con formalidades?
—¿Qué debo hacer?— pregunto deteniendo su caminar hacia la salida, me coloco con mis expresiones neutras gente a él.
—Ven con nosotros—dice y atrás de él le sigue su hermana.
Dirijo mis pasos en compañía de Copito hacia la dirección a la que se están dirigiendo a paso apresurado.
Distingo la parte trasera del castillo y al salir soy azotada por el feroz frío al no estar abrigada correctamente,
Debí haberlo previsto.
Me abrazo a mi misma, y Calegorm se detiene a unos centímetros de mí, se gira y acercándose me ofrece su enorme capa. Le agradezco por el gesto y se encamina a mi lado hasta el invernadero, que muero por conocer.
A pesar de que posiblemente esté desolado. Pues para esto he venido, para recuperar la magia de la naturaleza, empezando por ese invernadero.
—¿El rey, se encuentra en el castillo?— pregunto porque recuerdo las palabras de Calegorm cuando dijo que el rey de Islandia había pedido su ayuda a las hadas mayores.
—Así es princesa Esmeralda, en cama, tristemente—responde Amarïe en su lugar, ya que Calegorm se limita a guardar silencio ante mi pregunta. Tal parece que es ella la más fuerte de los dos.
»Mas tarde iremos a verle. Desea mucho conocerte—concluye y agradezco su hospitalidad.
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