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03| Los príncipes del Otoño

Elevo una de mis cejas con enfado en dirección a Otoniel y llamo su atención.

—¿Crees que podríamos tratar un tema relevante, luego?—le pregunto aún en presencia de Esmeralda. Me he dado la orden a mi mismo de lograr que conozca cada rincón de la edificación y me tenga confianza por lo que no dejo que se marche cuando lo intenta. Le prometo tener aún mucho por mostrarle.

El hecho de que Otoniel esté frente a mí platicando es ventaja para su hermana Diana que no ve inconveniente en acercarse. La iluminación del día resalta a la perfección las pecas marrones que adornan toda su nariz y aclaran mucho más sus ojos cafés.

—Príncipe Hans—dice con voz melosa cuando llega hasta nuestra presencia y se reverencia, hago lo mismo a modo de saludo y le presento a Esmeralda a mi lado.

—Ella es la Princesa Esmeralda —recuerdo el respeto con que le trató Otoniel minutos antes y procuro tratarla con el mismo respeto, estando a pocos pasos de ganarme su atención como mismo lo ha hecho mi amigo. En el rostro de Diana presencio la duda al ver que no he continuado con el título de la chica de cabello rubio y ojos verdes, misma duda se sitúa en mí y Otoniel se acerca ella por detrás.

—Esperan que les releves el castillo al que perteneces—le susurra dándole apoyo, mas logro escucharle. Esmeralda gira su rostro hasta quedar frente al suyo, a escasa distancia y sonríen con complicidad. Me pregunto de dónde viene tal familiaridad si recién los he presentado.

—Princesa Esmeralda de la naturaleza verde del castillo de Islandia—menciona haciendo valer sus palabras al acentuar cada una en un tono elevado y perspicaz. Me quedo atónito en mi sitio mientras Otoniel le sonríe con educación y vuelve a su sitio al lado de su hermana con la que comparto la misma mirada de temor.

¿Princesa de la naturaleza verde del castillo de Islandia?

—¿Islandia has dicho?—Diana no guarda silencio al contrario de mí, que he decido guardar silencio ante tal confesión por educación o tal vez porque no me atrevo a mirarle siquiera luego de esas palabras. No sé ni que pasa por mi mente en estos momentos, mucho menos en lo que puede estar pensando Otoniel que le ha sonreído ante su confesión sin hallar fallas en sus palabras o dobles intenciones. Esmeralda le sonríe a Diana y hace una reverencia como presentación.

—Eso he dicho. ¿Usted es?—si bien Esmeralda durante los minutos que compartí con ella mientras recorríamos los pasillos del castillo luego de salir del desayuno y hasta llegar al área de las batallas no había mencionado palabra válida para continuar con un asunto de conversación, la presencia de los príncipes de la provincia del Otoño han logrado despertar sus cuerdas vocales.

—Princesa Diana de la provincia del Otoño del castillo de Dry Leaves, la hermana mayor de Otoniel II y heredera de la provincia—Diana le responde con autosuficiencia y suelto una pequeña carcajada disfrazada por una toz por su altanería.

—Siendo ese vuestro título, ¿qué queda para Otoniel?—la pregunta que hace Esmeralda queda por completo fuera de lugar. No hallaría respuesta para ella, pues no la hay, no según mi perspectiva. Esmeralda sigue observando a Otoniel con complicidad por encima del hombro de su hermana que está frente a él, protegiendole quizá.

—Casarme con una princesa heredera, o una reina—la respuesta de Otoniel logra arrancar una carcajada del cuerpo de Esmeralda.

—Quedarías con mejor título que la princesa Diana—la reflexión de Esmeralda causa la furia en el rostro de Diana que suelta un suspiro lleno de indignación, pero Esmeralda finge no notarlo. Me pregunto de pronto el porqué de la rivalidad entre las dos muchachas y sonrío ante la idea de cual de las dos podría salir victoriosa de esta conversación.

—A menos que me casase con el príncipe heredero de Greenworld. En ese caso sería la reina de toda la región.

—¿Haces referencia al Príncipe Hans?—pregungo Esmeralda ante sus palabras y me observó. Mi pecho dió un brinco cuando su mirada llena de picardía como no la había imaginado nunca, ni sabido que llegaría hacia mí en tan poco tiempo siendo Esmeralda en lo demostrado hasta el momento una princesa reservada, se posó en mis ojos marrones, y luego por breves instantes en mis temblorosos labios por los nervios. Su mirada duró sobre mí lo suficiente para que Diana fuese consciente de la conexión inexplicable que podría sentirse en el aire cuando la mirada de Esmeralda se posaba en mí. Y entonces supe que la manera en que miraba a Otobiel nunca llegaría a la chispa dorada en sus ojos ociosos fijos en mis labios.

Tal vez era un juego dado la rivalidad que comenzó a manifestarse entre ambas princesas sin conocer algún motivo, pero en ese entonces desde que me miraste así, toda la vida.

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