CAPÍTULO 5: ESCALERA REAL AL INFIERNO
El restaurante del Royalty Plaza aún tenía un abundante número de comensales que comentaban las jugadas del torneo de Póker. Los nombres de la pareja Matheson se escuchaban en la conversación como la comidilla del evento, como un caso inusual en el que un matrimonio participaría en un evento de apuestas. Ninguno imaginaba la operación que se ocultaba detrás de la fachada que Marvin y Laura trataban de mantener.
Caminaron pocas mesas más al fondo desde donde se abrió un segundo portón, dando paso a una zona exclusiva del restaurante. Aunque había pocas mesas, se notaba que los comensales no eran de la "gente común". Todos lucían trajes de gala y comían platillos de nombres impronunciables de quién sabe qué región de Europa. Laura concluyó que era una sala reservada solo para los súper ricos, la crema y nata de la sociedad, y quizá los patrocinantes del evento.
Tai Fu Yan los esperaba sentado en una de las mesas, olfateando una copa de vino en su mano. En cuanto se acercaron a la mesa, le sonrió a la pareja y los invitó a sentarse.
Laura sentía los nervios a flor de piel y podía escuchar el palpitar de su corazón en el oído. Allí estaba, después de seis años, el hombre que había acabado con la vida de su marido y con su propia reputación. Tenía ganas de saltar a su cuello y ahorcarlo, pero debía mantener la compostura, sobre todo por el guardaespaldas que los había guiado hacia la mesa.
Marvin se sentó a su lado con la espalda recta, respirando con grandes bocanadas para tratar de mantener la calma.
En los auriculares de ambos, la voz de Randall se escuchaba con claridad.
- ¡No quiero que cometan ninguna estupidez! Cuiden mucho lo que digan, y mantengan la cautela. Traten de sacarle toda la información posible. Si lo hacen bien, lo atraparemos.
Ninguno de los dos hizo un gesto a la orden de Randall.
- Me tomé la molestia de invitarlos para felicitarles personalmente –Tai Fu Yan tomó su copa de vino y bebió un sorbo pequeño-. Jugaron espléndidamente en la primera fase del torneo.
- Muchas gracias. Nunca imaginé que llegaríamos juntos a la final –Marvin extendió su mano, estrechándosela al mafioso. Laura asintió levemente, esbozando una tímida sonrisa.
- Que una pareja casada esté participando en el mismo torneo es algo muy inusual, si me permiten decirlo. Y más aún que ambos clasificaran a la final. Tengan por seguro que estarán en los noticiarios de mañana.
Tai Fu Yan bebió otro sorbo de vino, mientras miraba a Laura.
- ¿Le ocurre algo, señora Matheson? –preguntó mientras soltaba la copa, ladeando la cabeza.
- Oh... No es nada, en serio –Laura trataba de mantener la compostura, pero por dentro estaba aterrada. El hombre que mató a su marido estaba frente a ella después de todo-. Es solo que estoy agotada por los juegos de hoy. Estaba planeando dormir temprano.
- ¿Y perderse todo lo que el Royalty Plaza les ofrece? Creo que no es una buena decisión, aunque la comprendo. Después de todo, el estrés del torneo es bastante alto para cualquiera.
Tai Fu Yan hizo una seña a uno de sus hombres, vestido de traje y corbata. Tenía un bigote estilizado que llegaba hasta el mentón en ángulo recto y sus rasgos eran asiáticos. Se inclinó y escuchó a su jefe, que le hablaba en chino, y luego se retiró de la habitación. El otro hombre, el mismo guía que los había llevado ante él, estaba de pie, mirando de cerca a su jefe junto a la pared.
- Acabo de avisar que traigan la comida. He ordenado para ustedes una comida selecta para honrar su victoria. Espero que no sean alérgicos a los mariscos.
Ambos negaron con la cabeza.
- Bien. Eso me complace –Tai Fu Yan terminó de beber su vino-. ¿Sabe algo, señor Matheson? Realmente usted y su esposa me hacen recordar algo que ocurrió aquí en el hotel.
Marvin miró a Laura por un breve instante, mientras que esta se enderezaba en su asiento. Ella apretó el borde del mantel con las manos para tratar de calmarse.
- ¿Qué ocurrió? –Preguntó Marvin intrigado.
- Una pareja casada trató de estafarme en una ocasión. De eso fue hace unos... ¿cinco? ¿seis años? Ya no me acuerdo bien. El punto es que fueron arrestados.
- Eso es bueno. Espero que les hayan dado su merecido.
- Fue una tragedia –Tai Fu Yan negaba apesadumbrado con la cabeza-. Ella asesinó a su marido de una forma cruel, pero terminó en prisión, donde debe estar.
- No sé qué decir. Es terrible lo que cuenta –Laura trataba de disimular el temor que sentía, pero su voz temblaba. Sintió la mano de Marvin sujetando la suya bajo el mantel-. De verdad se lo merece. Me indigna escuchar esa historia.
- Pero ya quedó en el pasado. Ahora estamos celebrando. Vean, ya llegó la comida.
Un mesonero entró empujando un carrito con varios platillos servidos de forma elegante. Esto dio tiempo a Laura a reflexionar y calmar sus nervios. Si estuviera jugando, la habrían atrapado con una pésima mano y un farol de principiante. Tai Fu Yan era astuto, y si estaba jugando sus cartas, lo hacía con mucha maestría. Se repetía constantemente que con su nuevo peinado y el paso del tiempo, él no sería capaz de reconocerla, pero era obvio que estaba tentándola a revelarse.
Marvin le apretó suavemente la mano, como si el gesto fuera su ancla ante el objetivo que debían cumplir.
- Espero que disfruten el Huo Guo picante y el Chow Mein. Fue preparado con tallarines hechos a mano por nuestro chef de Sichuan. Los mariscos son los más frescos que se puedan comer.
- Gracias –Le sonrió Laura, preparándose para comer su plato. Marvin también agradeció y ambos empezaron a comer.
La voz de Randall comenzó a sonar otra vez en sus auriculares, mientras Tai Fu Yan describía el origen de los platillos y por qué eran sus favoritos.
- Escuché todo, Laura. Mantén la calma. Lo estás haciendo bien. Intenta sonsacarle más información.
Laura no respondió, pero asintió levemente con la cabeza. Ninguno se dio cuenta del gesto.
- ¿Y a qué se dedica usted, señor Matheson?
- Soy corredor de bolsa en Nueva York. Tuve un golpe de suerte con la venta de acciones en corto de la última semana y por eso vine a celebrar con mi esposa.
- Ya veo. ¿Y a qué se dedica usted? –le preguntó a Laura, quien respondió luego de tragar un bocado.
- Desde mi matrimonio, solo me dedico a mi hogar y a complacer a mi marido –contestó diciendo lo primero que le vino a la mente. Era como jugar con la carta más alta.
- Eso es curioso. Hoy en día es raro que una mujer se dedique solo a ser ama de casa.
- ¿Y usted es casado? –replicó Laura de inmediato, para quitarse esa conversación de encima.
- Oh. Si lo estuve, pero soy divorciado actualmente. Ocurrió hace varios años asi que he decidido llevar mi soltería en armonía.
Tai Fu Yan le sonrió una vez más a Laura, entornando un poco sus ojos. Lucía como una víbora acechando a una presa.
- Creo... que lo mejor es que nos retiremos ya a dormir. Mañana vamos a tener un juego muy importante, aunque no podremos ganar juntos. Alguno de los dos tendrá que llevarse el premio –Continuó Marvin mientras terminaba de comer. Laura no se dio cuenta que ya todos habían comido, y ella apenas iba a la mitad de su cena.
- Si, tienes razón, cariño. Estoy bastante agotada y me gustaría ir a dormir.
- Haré que le sirvan lo que dejó en un envase para que termine de comer en su habitación. No es bueno desperdiciar la comida –rio Tai Fu Yan con su propio comentario.
Tanto Laura como Marvin se despidieron de forma cortés, y una vez más, fueron escoltados a la salida del restaurante. Una vez fuera, dejaron atrás al guardaespaldas y se dirigieron a la habitación.
En el momento que cruzaron la puerta, Laura sintió que las piernas le flaquearon y dio tumbos, sosteniéndose del espaldar del sofá.
- Espera. ¿Estás bien? Te ayudaré a llegar a la cama –dijo Marvin mientras trataba de sostenerla. Ahora ella temblaba como un conejo aterrado.
- Me largo. Quiero irme. Necesito irme de aquí.
- ¡Marvin, detenla, con un demonio! –La voz de Randall resonaba a través del auricular.
- Calma. No te precipites. Respira –Marvin la sostuvo con cuidado y la llevó a la cama, donde se arrojó por si sola, ocultando la cabeza bajo la almohada.
- Ese hombre sabe quién soy. Me reconoció. Estoy segura. Lo sé.
- Recuerda que estamos protegidos por más oficiales infiltrados en el hotel. Respira profundo y no entres en pánico.
- Déjame sola, Marvin.
- Pero...
- ¡Déjame sola! –Laura gritó debajo de las almohadas, sonando amortiguada. Marvin exhaló un suspiro antes de salir de la habitación.
Después de un rato de silencio, Randall volvió a hablar, ahora sonando como un padre.
- Estás cerca de lograrlo, Laura. No te preocupes por no sacarle información. Él hará su jugada luego de la final del torneo. Concéntrate en el premio. Sabrás de Helen en cuanto él esté bajo arresto.
Laura no contestó.
- Cerré el canal de Marvin así que él no nos está escuchando. Piensa en Helen. No pierdas de vista ese objetivo.
La imagen de pequeña bebé en sus brazos vino a su mente, haciendo que empezara a sollozar. Helen era su tormento y a su vez su llave de la libertad. Ella era lo único en que debía pensar.
- Duerme ahora, le ordenaré a Marvin que vigile durante la noche, si eso te hace sentir más tranquila.
- Gracias, Randall –dijo Laura entre sollozos.
- Buenas noches –contestó el teniente. No habló más por el resto de la noche.
Poco después, Marvin entró con cuidado en la habitación y con cautela, se sentó en el borde de la cama. Laura sacó la cabeza de debajo de las almohadas, mirándolo con ojos agotados.
- Pase lo que pase, estamos juntos en esto. Lo que te afecte, me afecta a mi también. Todo terminará mañana, y después solo queda empezar de cero.
Laura pensó que Marvin era terrible consolándola, pero lo hacía de buen corazón.
- Quiero dormir, Marvin.
- De acuerdo. Yo estaré en el sofá, vigilando. Si necesitas algo, avísame.
En cuanto él salió de la habitación, El agotamiento la venció, y se quedó dormida de inmediato.
Durante el resto del día, Laura no salió de la habitación del hotel. Marvin fue el único que disfrutó de las instalaciones del hotel para mantener la fachada de turista, aunque reportaba a través del auricular cualquier cosa que hubiera visto u oído a Randall. Así fueron pasando las horas, mientras se preparaban para enfrentarse mutuamente en la final del torneo de Póker.
La siguiente parte del plan entraba en marcha. Tenían que perder el torneo, pero de tal manera que nadie se diera cuenta que todo era fingido. Si Tai Fu Yan planeaba algo con los perdedores del hotel, podrían atraparlo en flagrancia y enjuiciarlo con pruebas contundentes. Por supuesto, ambos coincidían que el plan era terrible, pero seguía siendo un plan.
Para Laura, la perspectiva de completar este plan era poder ver a Helen una vez más. Eso era todo lo que necesitaba para continuar pese al terror que el mafioso le inspiraba. Necesitaba estar en sus cabales para jugar en la mesa final y presentar las cartas como debe ser. Después, será el destino el que decida lo que ocurrirá, porque aún dudaba de que Randall pudiera sacarla de algún problema que se presentase,
Finalmente llegó la noche. Marvin se vistió de forma elegante con su traje negro y corbatín. Se aproximó a la cómoda donde estaba Laura aplicándose el maquillaje y tomó un pequeño frasco de perfume para echarlo bajo su cuello.
Laura lo miró de reojo mientras se aplicaba la sombra en los párpados.
- ¿Puedo hacerte una pregunta personal, Marvin?
Este la miró extrañado, pero le hizo un gesto para que prosiguiera.
- ¿Tienes hijos?
- ¿Por qué preguntas? –Marvin se apoyó sobre la cómoda, luego de dejar la botella de perfume.
- Solo dime, ¿Tienes hijos?
- Estuve a punto, pero mi mujer no pudo completar su embarazo. Fue ectópico.
- Lo siento mucho –dijo Laura bajando la mirada-. Lamento haberte preguntado.
- Está bien, no es problema. Ocurrió hace dos años.
- Espero que puedas lograrlo algún día.
- Nos estamos divorciando –replicó Marvin de inmediato, mientras se alejaba de la cómoda y se peinaba distraídamente.
- Creo que me pasé de la raya. Perdóname.
- No te preocupes. Al menos eso ayuda a distraer un poco la mente. Esta noche será difícil para ambos.
Laura continuó maquillándose, pero sentía una punzada intensa en el corazón. Quería hablarle de Helen, pero cambió de parecer de inmediato. No quería ser una carga emocional para él, que estaba arriesgando su vida junto a ella en una misión suicida.
- Después de esto, dudo que nos volvamos a ver –Laura suspiró mientras volvía al maquillaje-. Tú volverás a tu vida y yo volveré a prisión.
- Estoy seguro que recibirás alguna clase de indulto, y en menos de lo que piensas volverás a la calle. Podrías retomar tu vida por fin.
- Si... Es posible. –Laura se tomó unos segundos para aplicarse el lápiz de labios y se levantó de la cómoda-. ¿Puedes ayudarme un momento con esto?
Laura se levantó el cabello mientras sostenía el pequeño collar de oro que Randall le había dado. El pequeño rubí que adornaba el collar brillaba bajo la luz de la habitación. Marvin sostuvo los dos extremos y los enganchó.
- ¿Ya estás lista? Entonces vamos al casino.
Marvin le ofreció de forma galante el brazo, y ambos salieron de la habitación. Esa sería la última noche que ambos pasarían en esa habitación.
En cuanto anocheció, los jugadores y el público asistente al torneo comenzaron a aglomerarse alrededor de la mesa seleccionada para la final del torneo, donde seis jugadores clasificados se disputarían la final. Laura estaba de pie junto a Marvin cuando salió junto con los demás clasificados hacia un pequeño escenario, donde se hicieron las presentaciones de rigor bajo la dirección del presentador del torneo. Luego, lentamente, se acercaron a sus respectivos asientos. El crupier fue el último en acercarse, abriendo un paquete nuevo de cartas.
A la señal del presentador, la ronda final del torneo de Póker daba inicio.
Bajo la escrutadora mirada de Laura, cada seña o gesto visible en los jugadores se registraba como si se tratara de una base de datos. Laura reconocía las debilidades de cada uno de sus rivales incluido Marvin, que era el peor de todos los jugadores presentes. Sin embargo, durante las manos que iba ganando, notó que no era tan malo. Sabía seleccionar sus cartas y esconder sus emociones, pero no con la suficiente sutileza para ocultarse de la mirada de Laura. Ella usaba cada estrategia posible basándose en esos finos gestos que hacían todos los presentes, y en base a eso sabía cuándo apostar con agresividad, o cuando retirarse.
Uno a uno, los jugadores fueron levantándose derrotados por las habilidosas jugadas de Laura, que a boca del público, comenzaba a forjarse una vez más su mote de Reina. Ella decidió cerrar sus emociones para concentrarse en sus cartas, en la apertura del "river" y las apuestas que hacía. La corona imaginaria que llevaba en su cabeza pesaba tanto como el cadáver de Matthew en su propia conciencia.
Solo Helen la ayudaba a levantar ese fardo.
Después de casi media hora de juego, Marvin se levantó de la mesa, completamente derrotado. Dio un saludo al público, y se retiró entre el público. Sin embargo, notó como dos hombres se aproximaron a él y lo escoltaron fuera de su campo de visión.
Algo andaba mal.
El crupier arrojó dos nuevas cartas a Laura, que la hicieron volver a la realidad. Todavía debía seguir jugando.
Durante veinte minutos más, Laura y el último rival se enfrentaron en un cerrado duelo de voluntades. Su oponente no era ningún novato sino otro ex campeón, un hombre de mediana edad, de cabello canoso y abundante, con gestos respetuosos para con ella. Si el jugador vaquero se parecía a Clint Eastwood, este se parecía a Sean Connery. Además de eso, sabía jugar tan bien como ella. En parte, Laura se sentía aliviada, porque podía planificar su propia derrota y hacerla ver legitima ante un campeón experimentado. Pero no podía perder aún. Debía hacer honor a su falso título de Reina de la Baraja y dar un buen combate en la mesa.
En el último turno de la partida, Laura recibió sus dos cartas. Era un par de sotas, de diamantes y corazones para ser exactos.
Laura sabía lo que debía hacer. Tener un par era un buen justificativo para jugar sin pensar. Más aun siendo las malditas sotas de la baraja.
Ella aportó un cuarto de todas sus fichas, y su rival respondió de la misma manera. La primera carta del river fue la sota de tréboles.
Una vez más, apostó sin pensar, y colocó otro cuarto más de sus fichas al centro de la mesa. Su oponente respondió igual, ladeando el cabeza confundido por las jugadas que ella estaba haciendo.
La tercera carta revelada, fue el Rey de Tréboles. En esta ocasión, Laura decidió pasar. Esto no lo desaprovechó su rival, y aumentó su apuesta aún más. La montaña de fichas que Laura tenía había disminuido de forma drástica.
La cuarta carta había sido revelada. Era la sota de Picas. ¡Tenía un póker de sotas en sus manos!
Laura tenía una mano potente para ganar, pero un pálpito comenzó a atenazarle el pecho. Era una mano arriesgada la que tenía consigo. Si ganaba, el plan se habría ido al garete pero al menos podría salir del hotel con vida. Pero estaba ante una mano maldita que hundía hasta los más experimentados jugadores. Su rival seguramente tenía una mano mejor a estas alturas, pero el póker de sotas que tenía, estaba entre las más imbatibles del juego. Solo una mano podría superarla.
Laura decidió entrar con todo, y lanzó el resto de sus fichas al centro de la mesa.
Su rival carraspeó y se arrellanó en su silla. ¡No tenía nada!
Sintió una gota de sudor correr sobre su nuca, provocándole escalofríos. Recordó a Randall en aquella mesa de la prisión, totalmente nervioso ante su última jugada. Estaba en la misma posición que él, pero esta vez jugaba contra un veterano experimentado, y no contra un policía que seguramente jugaba los fines de semana.
El hombre hizo un leve asentimiento con la cabeza, y echó la cantidad de fichas que equiparaban la apuesta de Laura, luego pasó cara abajo las cartas al crupier. Laura hizo lo mismo.
En cuanto el crupier levantó las cartas de Laura, todos se asombraron al ver el Póker que ella poseía, dándola como ganadora.
Pero luego, se levantó la quinta y última carta del "river". Era la Reina de tréboles.
Las cartas del excampeón se levantaron. Eran el diez, y el As de tréboles.
La Escalera Real estaba completa.
El hombre extendió los brazos en júbilo, celebrando su victoria en el torneo de Póker, y los aplausos del público no se hicieron esperar. Fue una jugada memorable que sería retransmitida una y otra vez en redes sociales como el mejor cierre para el torneo de ese año. Laura se levantó de la mesa y saludó a los asistentes que tomaban fotografías del momento, mientras trataba de ubicar a Marvin en vano con la mirada.
El ganador se acercó a ella y estrechó caballerosamente su mano, felicitándola por la jugada tan magistral que había hecho. Ella agradeció el gesto y se liberó de su mano, alejándose lentamente de la mesa.
Marvin no se veía por ninguna parte.
- ¿Randall? ¿Me oyes? –preguntó Laura, tocándose el auricular con el dedo.
No obtuvo respuesta.
Laura pensó en regresar a la habitación e intentar comunicarse una vez más con él, por lo que se dirigió al elevador, rogando mentalmente que él la esté esperando allí para así decidir qué hacer. Pero también sabía, gracias a su instinto policial, que Marvin no la estaba esperando.
El pasillo estaba solitario cuando Laura salió del elevador. Salió despacio de la cabina, andando lentamente. Los tacones de sus zapatos eran amortiguados por la alfombra.
Se aproximaba a una bifurcación que debía cruzar para llegar a la habitación, pero en un momento se detuvo. Se quitó los tacones y sujetó uno con la mano, a modo de arma. Comenzó a caminar una vez más, despacio, rumbo a la bifurcación.
Entonces, azotó el tacón hacia la bifurcación. El hombre que la esperaba se quejó de dolor en cuanto sintió el objeto presionándole el pecho, aunque no lo suficiente para que peleara de vuelta.
Otra habitación se abrió, y de allí emergió un hombre en traje y corbata corriendo hacia ella. Los hombres de Tai Fu Yan la rodeaban, pero ella contestó pateándolo en el abdomen y golpeándolo con el tacón en el rostro. Pero otro hombre la sujetó desde atrás, impidiendo que blandiera su improvisada arma contra él.
Luego, un trozo de tela le cubrió el rostro, y en poco tiempo, las fuerzas enflaquecieron cuando sintió el intenso golpe con una porra en la cabeza.
Poco a poco, Laura comenzó a recobrar la conciencia, pero no tenía idea de donde estaba. El dolor era insoportable y no podía moverse. Estaba atada en una silla, y la cabeza aún estaba cubierta con la tela de lo que le impresionó, era una capucha. No estaba amordazada, pero no sentía fuerzas para gritar. No sabía si había sido drogada, pero la debilidad era intensa.
Luego, la capucha le fue retirada. Un par de hombres le sostuvieron por un momento la cabeza para que la mantuviera erecta. Ella trató de forcejear pero el hombre detrás de ella la sujetó con fuerza para que no se moviera. Solo la luz de una lámpara en el techo la iluminaba a ella, impidiendo notar el rostro de sus captores.
Delante de ella, había otra silla vacía.
- ¿Ya despertó, señora Parker? Lamento mucho el maltrato pero era necesario hacerlo.
Con un paso lento, haciendo eco en la habitación, Tai Fu Yan se aproximó a ella, tomando asiento en la silla libre. Tenía los ojos entornados, dándole un aspecto más siniestro del que ya poseía.
- ¿Pensó que no podría reconocerla? Sé que han pasado seis años, pero yo nunca olvido el rostro de nadie. Mucho menos de quienes intentaron estafarme.
Laura mantuvo la mirada a pesar de la debilidad. El desprecio que sentía por ese hombre era enorme.
- Tengo que admitir que su participación en mi torneo fue magistral. Incluso la forma en que perdió con ese Póker de sotas. Pero de nada le hubiera servido cuando ya sabía todo de antemano.
Tai Fu Yan se inclinó un poco más a Laura, entrecruzando las manos.
- Ahora, señora Parker, sabiendo todo lo que sé sobre usted, creo que lo mejor es que acompañe a su marido en el mismo destino que le tocó a él.
- ¿Qué... qué pretende hacerme? –Laura forcejeó un poco más.
- ¿Usted cree que un casino es fácil de manejar, aun siendo uno tan grande como el Royalty Plaza? Oh, no, señora Parker. Esto requiere un poco más de capital de un negocio más lucrativo –Tai Fu Yan esbozó la sonrisa lobuna que tanto le garantizaba-. Digamos que los riñones de su difunto esposo están salvándole la vida a algún paciente con insuficiencia renal en alguna parte del mundo.
Laura miró con absoluto terror al mafioso, comprendiendo ahora el por qué Randall lo perseguía. Tenía un negocio de tráfico de órganos, y seguramente el casino era la lavadora del dinero ensangrentado. Ahora ella estaba por correr el mismo destino.
La imagen mental de Helen inundó su cerebro. Si iba a morir, quería al menos conservar sus recuerdos como lo último que debía pensar.
Luego, la imagen de Marvin apareció.
- ¿Dónde está Marvin? –preguntó Laura con aprehensión, temiendo la respuesta.
- Oh, su "esposo". Imagino que está preocupada por el nuevo amor de su vida.
Tai Fu Yan chasqueó un dedo, y uno de los hombres abrió una puerta detrás de él, dejando pasar un poco de luz del exterior. Marvin Walberg entraba caminando tranquilamente, mascando chicle como de costumbre.
- Verás, Marvin es uno de mis mejores hombres infiltrado en la policía desde hace un buen tiempo. Él me informó de toda la operación que tenían montado en mi contra. Fue una buena idea hacerlo ganarse la confianza de sus superiores para que formara parte de esta emboscada.
Laura miraba con decepción a Marvin, pero él respondió en silencio, levantando los hombros como si se sacudiera su responsabilidad.
- Tanto nadar, para ahogarse en la orilla –prosiguió Tai Fu Yan-. Pero anímese. Considere que algunos de sus riñones ayudará a alguien necesitado. Creo que es un buen sacrificio por un bien común. ¿No es así, chicos?
Los presentes respondieron con una leve risa. Marvin permaneció en silencio.
- Creo que ya perdimos demasiado tiempo, señora Parker. Me hubiera encantado jugar una última mano de Póker con usted, pero los negocios son los negocios.
Tai Fu Yan se inclinó al oído de Laura, susurrando lentamente.
- Me inclino ante la Reina de la Baraja, su alteza.
Laura cerró los ojos, imaginando con fuerza a la pequeña Helen en sus brazos, bebiendo de su leche materna, creciendo sana y fuerte, como una hermosa niña. Repetía con la mente su nombre, una y otra vez, rogando que lo que fuera a hacer el mafioso con ella, lo hiciera rápido y de inmediato.
Pero si la muerte era su destino, tardaba en llegar.
Laura abrió los ojos lentamente, y lo que vio la llenó de incredulidad.
Tai Fu Yan caminaba de espaldas con las manos en alto, acercándose a los dos hombres que estaban igual de desarmados que su jefe. Marvin le apuntaba con una pistola, mirando al mafioso y sus hombres fijamente.
- ¿Qué...? –Laura no podía articular palabra. Marvin no se movió de su lugar.
- ¿Cómo te atreves a traicionarme? ¡A mí! ¡Te ofrecí dinero más allá de lo que pudieras ganar en toda tu miserable vida! –Tai Fu Yan miraba furioso al oficial. Este escupió el chicle al suelo.
- Es lo que tiene ser un agente en cubierto, "jefe". –Dijo Marvin con tranquilidad-. Nunca se sabe para quién voy a jugar mis cartas.
Al poco rato, la puerta de la habitación se abrió de par en par. Randall Thompson entró acompañado de varios oficiales de policía, apuntando con sus armas a los criminales.
- Tai Fu Yan, estás bajo arresto por tráfico de órganos, homicidio en grado de frustración y homicidio calificado con asociación para delinquir. Tienes derecho a guardar silencio. Todo lo que digas, puede y será usado en su contra.
Mientras Randall esposaba a Tai Fu Yan, Marvin desataba a Laura, quien se levantó con dificultad.
- ¡Esto no se quedará así! ¡No duraré en prisión mucho tiempo! –gritaba Tai Fu Yan mientras Randall lo arrastraba fuera del pequeño cuarto.
Marvin ayudó a Laura a salir, siendo encandilados por las bombillas incandescentes del galpón donde se encontraban. A un lado, otros policías esposaban a unos hombres vistiendo uniformes hospitalarios. Había una camilla e instrumental médico en una especie de quirófano improvisado. Todavía era de noche en el exterior, pero no podía imaginar la hora.
Laura fue escoltada de vuelta a la central de policía de Nevada, donde estuvo resguardada en una sala de interrogatorios. En cuanto Randall entró en la habitación, Laura seguía teniendo la misma expresión confusa que al principio.
- Lamento mucho haberla engañado, señora Parker. Pero era necesario.
- ¡Exijo una maldita explicación! –reclamó Laura, azotando las manos contra el escritorio. Randall encendió un cigarrillo.
- Marvin ha estado encubierto en las filas de Tai Fu Yan desde hace varios meses. Fue gracias a él que identificamos la desaparición de las otras víctimas –Randall expulsó el humo por la nariz-. Le pasamos información falsa a su organización para que Marvin pudiera mantener su coartada, y lo seleccioné personalmente para que revelara solo lo necesario de esta emboscada. Tuve que usarla a usted para hacerle creer que iría a vengar a su esposo y dejar que su propio ego nos guiara a su verdadero negocio.
- ¿Cómo me encontraron? –preguntó Laura con suspicacia. Randall le hizo una seña hacia el collar, que aún llevaba puesto.
- Introdujimos un pequeño rastreador en el collar para no perderle de vista. Fue difícil seguirla luego que terminó el torneo, pero pudimos dar con el depósito abandonado donde Tai Fu Yan llevaba a sus víctimas. Con todas las evidencias que hemos recopilado, no habrá ningún contacto político que lo proteja.
- Pudieron haberme dicho algo. Yo fui policía. Lo hubiera comprendido.
- No podíamos revelarle todas nuestras cartas a Tai Fu Yan. Se hizo necesaria un poco de ignorancia de su parte para que el plan funcionara.
- O sea, que el perder el torneo era innecesario.
- No exactamente –Randall se inclinó un poco en el escritorio. La ceniza del cigarro se esparció sobre la superficie-. Tai Fu Yan elegía a las víctimas que le adeudaban dinero. Pensamos que si se involucraba usted y perdía, haríamos que su propio ego lo traicionara y la usara como potencial víctima.
Laura miraba fijamente a Randall y leía sus gestos corporales. No estaba haciendo ningún farol para reconfortarla. Le estaba siendo sincero y eso ablandó un poco su carácter.
Exhaló un suspiro prolongado, ahora que todo había terminado.
- Le toca pagar su parte del trato. Pero quiero algo más.
- Usted dirá, señora Parker.
Ella extendió la mano.
- Deme un cigarrillo.
Randall asintió, tomó uno de los cigarrillos de su arrugada cajetilla y lo encendió con su propia colilla. Luego se la extendió a Laura, que inhaló una profunda bocanada de humo.
En los meses siguientes, el arresto de Tai Fu Yan produjo un enorme efecto dominó. El fiscal Cunningham aprovechó la notoriedad del caso para organizar la prosecución con las pruebas recopiladas. El abogado defensor del mafioso usó todo tipo de argumentos para deslegitimar las evidencias, pero la abrumadora cantidad de pruebas fue tal, que no hubo duda alguna por parte del juez. El fiscal exigió la pena máxima, pero el juez otorgó solo una condena de diez años. Para el fiscal, seguramente las influencias superiores fueron un factor determinante en la sentencia, pero para él, le era irrelevante. Consiguió la suficiente publicidad para concretar su candidatura como gobernador de Nevada, presentándose a las elecciones con una sólida base política. Perdió las elecciones por un estrecho margen de votos.
Marvin visitó a Laura en la central de policía una última vez para despedirse, regalándole un abrazo de buena suerte. Ella le agradeció los gestos de caballerosidad que le había demostrado durante la operación, y le correspondió el abrazo. Fue la última vez que se vieron. Marvin continuó trabajando como oficial encubierto hasta que recibió un disparo en el hombro durante una operación anti drogas. Fue transferido a trabajo de escritorio con un ascenso a capitán. Odiaba quedarse detrás del escritorio, aunque la paga por su ascenso lo compensaba.
Randall se encargó personalmente de completar los preparativos para ingresar a Laura en el Programa de Protección a Testigos, y con dicha operación completada, firmó su jubilación. Así podría dedicarse enteramente a mejorar su relación con su esposa y ayudarla en el cuidado de su suegro, que había sobrevivido el infarto y se mudó con ella al departamento. Se vio obligado a deshacerse definitivamente de sus cigarrillos escondidos en el apartamento.
Sobre Tai Fu Yan, la condena de diez años no hubiera sido nada, de no ser porque a los pocos días del juicio, fue encontrado muerto en su celda con el cordón de sus zapatos atados alrededor de su cuello. Se determinó que la causa fue un suicidio, omitiendo el hecho que el día de su muerte, las cámaras de seguridad de la prisión habían fallado al mismo tiempo. No quedó ningún registro de ese hecho.
El hotel Royalty Plaza pasó a manos de una nueva gerencia, que seguía bajo el control de las Tríadas.
Finalmente, Laura Parker obtuvo su libertad como le había sido prometida. Pero a la Reina de la Baraja le faltaba revelar la última carta de su "river".
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