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02

Jimin jamás imaginó que se iría de su hogar, mucho menos que lo haría en un jet privado, en sólo unas horas todo lo que conocía había cambiad, su padre y el secretario de este le habían explicado más de tres veces la situación, con paciencia, porque sabía que aquello era nuevo para él, su padre se había disculpado por haberle ocultado una parte importante de su vida, Jimin no sabía qué pensar, pero entendía que su padre tenía sus razones.

—Cuando Sunmi falleció—dijo con voz ronca centrando la mirada en el rostro apacible de su hijo—. Estaba en ese funeral, mirando la urna de mi amada esposa, mis hijos, comenzaron a hablar de los negocios que ella había creado, hablaban como si estuviesen decidiendo la cena, sin expresión de dolor, sin respeto alguno, estaba cansado de decirles algo, al final del día yo tuve la culpa de que se volvieran unos seres sin corazón, pero dolió, porque ella era la mujer perfecta, la madre abnegada y una esposa comprensiva, salí de ahí y no los he visto en dieciséis años.

Jimin entristeció su gesto, se acercó a su padre, sentándose en el asiento al lado de este y le tomó las manos. —Lo siento mucho papá—dijo con total sinceridad.

—No estaremos mucho ahí—suspiró con cansancio—. No me gusta la cuidad, hay cosas que no tienes que saber, pero sí quiero que mantengas enfocada tu mente, hijo, lamentablemente, mis hijos y mis nietos no son como las personas a las que estamos acostumbrados, no tomes personal lo que digan y trata de mantener la distancia. ¿Podrás hacer eso por mí?

—Lo haré—dijo al tiempo que asentía.

—Lamento interrumpir—Leeteuk se acercó a ellos llevando consigo unas carpetas, le tendió una a cada uno—. Es preciso que conozcan a las personas a las que se enfrentarán esta noche.

HongJae negó con una mueca, dejó de lado aquella carpeta, sin importarle realmente su contenido, porque él conocía bien a su familia, sin embargo, Jimin la abrió curioso, había mucha información sobre la familia Min.

La familia Min era por mucho, una de las familias más influyentes e importantes de Corea, su nivel adquisitivo ascendía a millones de dólares, no sólo tenían poder económico sino también eran considerados socialmente como una de las mejores familias. Min ShinDong había fundado la empresa automotriz, realizando prototipos de autos, teniendo así total acceso al mercado nacional, invirtiendo acciones logró que su hijo creciera monetariamente, HongJe, compró acciones en una de la empresa automotrices más famosas y reconocidas de Corea, con eso, creó, además, empresas de piezas de autos y computadoras, pero lo mejor que hizo fue invertir en la industria petrolera, esas acciones eran las que lo habían llevado a la cima.

Se casó joven con una hermosa mujer, llamada Sunmi, ella era reconocida como una maravillosa maquillista, con ayuda de su esposo fundó una empresa de maquillaje de talla internacional. Ambos tuvieron cinco hijos, tres varones y dos mujeres, el primogénito fue SeungHyun, desde pequeño, demostró gran interés en los negocios familiares, toda su vida supo que terminaría haciéndose cargo de la mayor parte de los bienes de la familia, ya que era el único que podía mantener el apellido familia, porque sus hermanos menores eran donceles, si estos se casaban, adquirirían el apellido de sus parejas, eso le dejaba la línea libre. Contrajo matrimonio con JiYong, un chico proveniente de una familia muy bien acomodada y socios de la firma de su padre, tuvieron dos hijos, Min Yoongi de veintinueve años y Min Jungkook de veintitrés.

Su segundo hijo era un chico que se presentó como doncel cuando tenía doce años, Kim KyungSoo, un hombre duro, que a pesar de ser doncel tenía una ideología extremista sobre el poder y el dinero, estaba casado con Kim JongIn, ambos habían engendrado dos hijos, Kim Dahyun de veinte años y Kim Namjoon, un chico de veintisiete años, inteligente y astuto, el dolor de cabeza de los mayores, quien siempre sabía qué decir.

El tercer hijo, Lee DongHae, se había presentado como doncel a los quince, su personalidad era muy diferente a la de sus hermanos mayores, era dulce y emocional, estaba casado con Lee Hyukjae, ambos tenían dos hijos, los mellizos de veintidós años, Lee JongSuk y Lee TaeMin.

La cuarta hija se llamaba Jung Somi, una mujer vivaz, que actualmente manejaba la mayor parte de la marca cosmética de su madre, poderosa y letal para los negocios, casada con el magnate, Jung JinYoung, ambos tenían un hijo de veintiséis años llamado Jung Hoseok.

La hija menor, Park Boyoung, la menor de la familia, casada con Park ChanYeol, uno de los socios mayoritarios de la empresa petrolera, ambos tienen tres hijos, Park Bom de diecinueve años, Park ChaeYoung de diecisiete y Park Jae de quince.

Todos parecían ser la familia perfecta a los ojos ajenos, pero pocos podían conocer el historial de engaños, fraude y peleas. Porque la familia podía guardar bien los secretos y las apariencias.

—Jimin es momento de bajar—el secretario le movió el hombro.

Jimin frunció el ceño, llevó las manos a sus ojos y tallo con fuerza al tiempo que bostezaba, miró alrededor, su padre ya se encontraba en la silla de ruedas, listo para bajar, se levantó y le sonrió.

—¿Dormiste bien? —preguntó este con una sonrisa tierna, mirar a Jimin siempre hacía que sus tensiones se fueran.

—Sí—dijo tomando la silla y empujando con delicadeza—. Pero prefiero dormir en una cama.

Bajaron el Jet, Jimin dejó que algunas personas que no conocía le ayudaran con la silla de su padre, se abrochó con fuerza el abrigo, ya que el ambiente estaba frio, la pista se encontraba mojada, parecía que había llovido, cuando bajo las pequeñas escaleras y sus pies tocaron la tierra se dio cuenta que no había vuelta atrás, estaba en Seoul. Una camioneta negra les esperaba, subió después de que acomodaron a su padre y le tomó la mano, por la ventanilla miraba la cuidad, las luces de los edificios y los autos, entonces llegó a su memoria sus días en la calle, sus ojos se cerraron porque creía que iba a llorar, tal vez en su mente pensó que nunca volvería a ese lugar, pero la vida daba infinidad de vueltas.

Llegaron a un complejo de casas residenciales, no recordaba haber ido alguna vez por ese lugar, eran enormes, mansiones de marfil, sus ojos se agrandaban al ver los árboles bien podados o los jardines de flores, pararon en una de esas casas y esperaron a que las rejas de metal se abrieran, la camioneta avanzó por un caminó hasta la residencia, Jimin bajo con la boca abierta, sus ojos estaban a punto de salir de su órbita debido a la magnificencia de aquel lugar, escuchó la silla y a su padre.

—Entra Jimin—dijo con una sonrisa, conociendo a la perfección la curiosidad de su hijo.

Jimin no espero y corrió escaleras arriba, abrió la puerta principal y se detuvo, todo a su alrededor parecía ser de cristal, de lo reluciente que estaba, caminó con cuidado, quitándose los zapatos, no le importaba estar descalzo, los muebles eran antiguos pero muy lujosos, había estatuas blancas y algunos cuadros de pinturas.

—Maravilloso—susurro al pararse frente a la pared de ventanales de cristal que llevaba al patio trasero, era un hermoso jardín.

—Procuré que todo quedara como Sunmi había dejado—suspiro su padre con aire melancólico mirando alrededor—. Yo tomaré una de las habitaciones de abajo, pero puedes tomar una de las de arriba, ve a explorar.

Jimin negó. —¿No quieres que te preparé el baño?

—No hijo, uno de los sirvientes lo hará, tal vez es tarde para que los conozcas, pero mañana por la mañana podrás hacerlo, ve a ver.

No estaba seguro si debía decir que sí, la mirada de su padre le mostraba que estaba bien si quería ver alrededor, subió las escaleras tomando el barandal de color oro, combinaba perfecto con el color marfil de la escalera, la parte de arriba era hermosa, pero no se comparaba a lo que había visto, en medio estaba otra sala más pequeña con un televisor y un piano negro de cola en la esquina, alrededor había ventanas y puertas, abrió una de ellas encontrando una biblioteca gigante, casi se le cae la boca de la impresión, las otras seis eran habitaciones vacías, eligió la que tenía mejor vista al jardín, era hermosa, sobria, con colores minimalistas, abundaba el blanco, lo que la hacía ver pulcra, la cama era enorme, con una colcha color miel, suave al tacto, dentro había dos puertas, una que llevaba a un baño con tina que era mucho más grande que su recamará en su casa, un closet del tamaño de una cocina ¿Quién tendría tantas cosas para poner ahí? Se sentó en la cama y miró al techo.

—¿Por qué papá abandonó todo esto?











A la mañana siguiente, Jimin casi sufre un infarto al despertar y no encontrarse en su mullida cama, le tomó algunos minutos recordar en donde estaba, después de asearse, bajó, todo estaba sumamente tranquilo, tanto que le daba miedo, la planta baja se encontraba en el silencio absoluto, su padre le había mostrado la noche anterior la habitación que él ocuparía, así que entró en está encontrándola vacía, eran las once, normalmente su padre estaba despierto a esas horas, caminó por la sala, observaba alrededor, a la luz del día ese lugar lucía incluso más majestuoso, frente a él había dos puertas blancas, las abrió entrando a una habitación amplia, donde sólo había un gran comedor, para unas diez personas. Su padre estaba sentado en la cabeza, con algunos platos frente a él.

—Buenos días hijo—dijo con una sonrisa.

—Buenos días pa, lamento no haber despertado antes—dijo con una mueca de preocupación.

—No pasa nada, siéntate—dijo señalando su lado—. Pedí que hicieran panques, como te gusta.

—¿Quién hizo de desayunar? —preguntó asombrado mirando los manjares que desprendían un olor delicioso frente a él.

—SunHee—sonrió—. Ella ha servido a mi familia desde que me casé, es una de las personas que ha cuidado la casa, está ansiosa por conocerte.

Jimin asintió con una sonrisa que hacía desaparecer sus ojos. —Entonces vamos a comer.

Ese fue el desayuno más placentero que ambos habían compartido, porque, aunque lo intentaban, eran un desastre en la cocina, por lo que disfrutar algo que supiera realmente bien, les dejó encantados. El padre de Jimin le dejo dicho que estarían en la oficina de la casa junto a Leeteuk organizando unas cosas para la junta de esa tarde, le hizo prometer que no se metería en problemas, mientras que Jimin le advirtió que no se sobrepasara con el trabajo.

Vago por aquel castillo observando con detenimiento todo lo que había alrededor, algunos de los trabajadores le sonreían con una reverencia, él le correspondía diciendo su nombre. Así fue que llegó a la cocina, en esta, algunos hombres bajaban la mirada mientras una mujer pequeña y delgada les regañaba con un cucharon en la mano. Jimin quiso huir, pero la mujer le miró, de inmediato hizo una reverencia, sintiéndose realmente mal por haber interrumpido aquel regaño.

—Lo siento mucho—dijo con vergüenza.

—Oh tú debes ser Jimin—dijo con voz tranquila y amable—. El señor Min me habló de ti, eres muy lindo.

Jimin levantó la mirada. —Gracias—dijo apenado—. Lamento interrumpir.

—No pasa nada, estos muchachos están acostumbrados a los regaños de la abuela y...

El cacaraqueo le interrumpió, por una ventana apareció un pollo de gran tamaño aleteando, todos se quedaron quietos observando los movimientos del animal, este saltó dentro de la casa. Uno de los hombres cocineros fue por él, pero eso sólo causó la huida del pollo, Jimin corrió detrás de él, el pollo corría por la sala, Jimin no dejaba de agacharse para tomarlo, no era diferente de los animales que tenían en la granja, estaba por lograrlo cuando la puerta de la entrada se abrió y el pollo huyó.

—¡No, espera! —gritó antes de salir, sin embargo, al hacerlo chocó fuertemente contra algo duro cayendo al piso—. ¡Ahhh!

Cerro los ojos fuertemente, pero no sintió golpe alguno, cuando los abrió se encontró con unos ojos oscuros que le miraban con enojo. Trago en seco, pero no se movió.

—¡¿Te puedes quitar de encima?! ¡Carajo con la servidumbre!

Jimin se separó del pelinegro de inmediato. —Lo siento—dijo inclinando la cabeza.

El hombre se levantó alisando sus pantalones y saco de vestir, Jimin le miró fijamente, era apuesto, no había visto un hombre tan apuesto en su vida, sus ojos eran duros y le miraban con reproche, pero sus facciones eran delicadas.

—Anúnciame—dijo con suficiencia.

—Está bien señor—dijo poniéndose de pie, caminó dentro de la casa, no sin antes mirarlo nuevamente—. ¿Cómo dice que se llama?

El hombre gruño. —Min Yoongi. 



🤭💜

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