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Epílogo.

A Taehyung la idea de ser padre lo ponía nervioso, extremadamente nervioso, para ser precisos. Temía más que todo el no ser un buen ejemplo, pero al mismo tiempo, había una inmensa capa de felicidad oculta bajo todos aquellos pensamientos intrusivos que lo atacaban con frecuencia. La idea de formar una familia con Jungkook lo hacía sentirse pleno, con una alegría inquebrantable.

Después de una larga charla y algunas que otras discusiones al respecto, habían decidido finalmente volver a vivir juntos, porque ambos creían que sería lo mejor tanto para ellos como para la criatura que estaban esperando. Jungkook entregó las llaves del departamento y renunció a su empleo cuando su panza se había vuelto lo suficientemente grande, y los malestares del embarazo cada vez más molestos. Aún así, poco a poco se fueron adaptando nuevamente el uno al otro, a lo que era convivir con las nuevas versiones de sí mismos, y eso, ante los ojos de Taehyung, era hermoso. Hermoso e increíble, por el simple hecho de que se sentía como conocer al azabache nuevamente, descubriendo cada una de sus nuevas facetas sólo para darse cuenta de que estaba enamorado de cada una de ellas. Porque fue en ese momento en el que se dió cuenta de lo mucho que Jungkook había crecido en aquellos meses que estuvo fuera de casa; y no hablaba de crecer en altura, porque el menor seguía siendo igual de pequeño y adorable que la primera vez que lo vio cruzando el marco de la puerta, pero sí de lo que era el crecer como persona.

O como conejo, como diría Jungkook.

Por ejemplo, el azabache ahora entendía que las cosas cuestan, porque no crecen en los árboles como las frutas que tanto le gustaba comer por las mañanas; aprendió que ganar dinero no era fácil, porque éste simplemente no aparece todos los días en tu bolsillo como por arte de magia. Aprendió lo difícil que era el tener algo propio, y todo el esfuerzo que este conllevaba para poder alcanzarlo. Aprendió que no todas las personas eran completamente buenas, así como no todas eran completamente malas; que eran parte de un todo, pero que podía haber bondad en la gente como también podría haber maldad en ella, y eso no significaba que todos fueran igual a sus antiguos dueños.

Jungkook realmente había crecido, había madurado y aprendido tantas cosas en el poco tiempo que estuvieron separados que la felicidad no le cabía en el pecho. Se remontó a casi un año atrás, cuando el menor ni siquiera conocía las letras, pero ahora era capaz de escribir historias enteras si así se lo proponía. Jungkook se sentía orgulloso de sí mismo, de lo mucho que había avanzado y del pequeño paraíso que pudo llegar a construir en su antiguo departamento, y esto, de alguna forma, también hizo sentir inmensamente orgulloso a Taehyung cuando se lo contó. Le confesó que solía mirar los rincones de su vivienda con sus ojitos grandes llenos de felicidad, porque le había costado tanto tiempo y esfuerzo, y había puesto todo de sí para salir adelante y conseguir todo aquello con lo que alguna vez soñó y que ahora se hacía real frente a sus ojos.

A pesar de que fueron sólo tres meses lo que Jungkook estuvo lejos, para él se sintió como si fuera una eternidad. Como si hubiese vivido una vida entera, a pesar de que solo fue él viviendo lo que nunca le permitieron experimentar debido a su propia naturaleza. Quizás su desconexión con el concepto del tiempo y el espacio se le podía atribuir a las largas horas de arduo trabajo que tuvo durante el día, o lo lento que pasaban los minutos las primeras noches cuando no tenía a a dónde ir o qué comer; sin importar lo que fuera, el azabache agradecía por cada situación que atravesó por sí mismo, porque ésto le había dado las herramientas para finalmente convertirse en un conejo adulto, responsable e independiente, lleno de aspiraciones y sueños que trabajaría por llegar a cumplir.

Fueron tiempos difíciles, pero él que creía que todo había valido la pena. Aún faltaba un largo camino que recorrer.

Por otro lado, Jungkook no fue el único que maduró, creció y aprendió en aquellos meses de lejanía, a pesar de que sí fue el único que tuvo más tiempo de aprovecharla. Las primeras semanas pasaron rápidamente frente a los ojos de Taehyung sin darse cuenta, mientras éste se sumía cada vez más en el mar de sus propios pensamientos y la limitación de su tristeza. Acostumbrarse nuevamente a la inmensidad de su casa ahora vacía, llena de recuerdos que se desvanecían entre el abrumador silencio que parecía querer volverlo loco, había sido de las experiencias más duras por las que el castaño tuvo que atravesar en su vida.

Porque Taehyung por primera vez había sentido lo que era estar enamorado, perdidamente enamorado, siempre viviendo al borde de lo que era correcto y lo que no; porque así se sentía estando con Jungkook, tan ajeno al amor pero tan perdido en ello porque no había vuelta atrás. El conejo se había ganado un lugar especial en su corazón, con su descaro y su infinita inocencia, pretendiendo entender cosas que claramente no sabía sólo por el hecho de llevarle la contraria. El azabache siempre parecía querer hacerlo perder la cabeza en todo momento, dejándose llevar por sus propios ideales y sus constantes caprichos, todo con tal de conseguir lo que quería.

Con Jungkook las cosas siempre habían sido diferentes, sólo que nunca se había dado cuenta de ello.

O tal vez sí, pero no quería admitirlo.

No fue si no a la tercera semana de su partida que Taehyung entendió que no podía detener su vida sólo por la pena y la tristeza que lo invadían gracias a su ausencia. No supo si fue por la decisión propia de salir adelante, por la llamada que recibió de su jefe amenazándolo con despedirlo si seguía faltando, o porque realmente no podía aguantar más la soledad que, irónicamente, lo acompañaba en cada paso que daba dentro de aquella casa; pero el amanecer de aquel lunes lo recibió con una ducha fría, una muda de ropa limpia y un pasaje en autobús listo para dirigirse a su lugar de trabajo.

No era la primera vez Taehyung tenía el corazón roto, pero si fue la primera vez que le costó tanto volver a juntar sus pedazos.


[ 🐰 ]



El último día de viaje transcurrió con un Jungkook extrañamente cómodo, y un Taehyung cagándose de los nervios.

De todas maneras, no era para menos. Estaban a tan sólo un par de horas de finalizar su travesía de cruzar el continente para llegar a su penúltimo destino: la estación de tren en la ciudad de Daegu. Taehyung finalmente presentaría a Jungkook ante su familia, y la sola idea de que quizás lo rechazaran hacía que su cuerpo entero se estremeciera y que comenzara a sudar por debajo de la ropa. Si no fuera porque la mano del menor sujetaba firmemente la suya, estaba seguro de que ya habría perdido la cabeza.

—Taehyung, ¿Cuánto falta para llegar? —murmuró Jungkook recién despertándose, tallando uno de sus ojos con su mano libre—. Me duele el culo y las piernas de tanto estar sentado —se quejó, soltando un bostezo—. Y sabes que la ropa-

—Te aprieta en la cola, ya lo sé —terminó la oración, soltando una risita y dejando un pequeño beso en el dorso de su mano.

—También me molesta el gorro, siento que me asfixia las orejas —dijo. Taehyung alzó una ceja.

—¿Acaso respiras por las orejas?

—No, pero si lo hiciera seguro se estarían asfixiando allí dentro.

Taehyung no pudo evitar soltar una carcajada ante aquello, y negó con la cabeza.

—Estamos a dos horas de la estación, ya falta poco.

—Recuérdame no volver a viajar estando embarazado, conejito no ha dejado de moverse —dijo haciendo una mueca, llevando la mano libre a su vientre para sobar en círculos, intentando calmar a su pequeño retoño que se movía inquieto.

—¿Tal vez tiene hambre? No hemos comido nada decente en dos días, quizás sea eso —opinó, deshaciéndose del agarre de sus manos entrelazadas para rebuscar en su bolso algo de comida para darle al menor—. ¿Quieres una barra de chocolate o de granola? También tengo una bolsita de cereal, o un sándwich, todavía nos queda uno pero está frío y tieso y- oh, mira, una pasa —dijo llevándosela a la boca para masticarla y continuar con su búsqueda, pero la escupió de inmediato—. Olvídalo, no era una pasa.

Jungkook estalló en una estruendosa carcajada al ver la expresión de arrepentimiento en su rostro, llevando ambas manos a su estómago para sostenerse mientras no paraba de reír. En algún punto, la melodía de su risa se volvió contagiosa, y Taehyung no pudo evitar acompañarlo en su regocijo, optando al final por pasarle la bolsa de su cereal favorito e ignorando las peticiones de los demás pasajeros para que guardaran silencio.


[ 🐰 ]

Al llegar a la estación, Jungkook fue el primero en bajarse, ansioso por salir del tren y estirar las piernas, soltando un gemido de satisfacción cuando finalmente pudo destensar sus músculos. Estaba tan cansado; sus pies comenzaban a doler porque estaban a hinchándose y tenía hambre, y el hecho de que aún faltara el camino a casa de los padres de Taehyung le hacía querer llorar. No lo hizo, sin embargo; esperó en su lugar pacientemente a que el mayor terminara de bajar el equipaje, y le dedicó una pequeña sonrisa cuando pasó por su lado indicándole que ya podían avanzar hasta la salida para tomar un taxi, cosa que no les llevó mucho tiempo. La espera resultó ser bastante corta, y ambos agradecieron internamente mientras se montaban en el auto que los llevaría directamente a casa, lugar donde ya podrían descansar en una cama decente, darse una ducha con agua caliente y comer algo más que no fueran snacks de máquinas expendedoras o sándwiches tiesos. Jungkook estuvo todo el camino mirando por la ventana y acariciando su pancita, observando con una mezcla de curiosidad y asombro las bonitas calles de la ciudad de Daegu. Él jamás había estado allí antes, pero su primera dueña sí, y Jungkook podría jurar que era incluso más hermosa de lo que se podía apreciar en las antiguas fotografías que ésta le había mostrado años atrás. Veía los autos, las casas y los edificios, las personas y los establecimientos, y se dio cuenta de que todo allí era complemente diferente a los que estaba acostumbrado a ver en Nueva York, pero aún así había algo en todo aquello que le generaba una sensación de calidez en el pecho y de regocijo en el estómago.

—Hemos llegado —anunció Taehyung, minutos más tarde, sacándolo de su ensoñación.

El taxi se detuvo frente a una casa de color crema, grande y bonita de estilo campestre con espacios abiertos que le daba un toque armonioso al mezclarse con la frondosidad de los árboles que rodeaban el lugar. Por un momento, Jungkook se preguntó a qué sabrían aquellas flores rosas de puntos negros que crecían en los arbustos que los guiaban hacia la entrada del lugar. Seguro ya tendría tiempo de averiguarlo.

—¡Taehyungie!

Jungkook retrocedió un par de pasos cuando el grito de alegría de Seokjin fue el primero en escucharse y, así mismo, fue el primero en aparecer en su campo de visión. Detrás de él venía una señora de aspecto amable que suponía que era la madre de Taehyung por el parecido que había entre ambos, y tras ella, un hombre alto de cabellos platinados al que desconocía por completo. Se quedó allí observando a la familia celebrar su reencuentro entre risas, palmadas en la espalda y abrazos asfixiantes por parte de Seokjin. Volvió a colocar las manos sobre su panza, sobando tranquilamente mientras sentía la pena de nunca haber podido experimentar ese sentimiento de felicidad al encontrarse nuevamente con un ser querido. Se sentía ajeno a toda aquella aura de alegría y amor que rodeaba al castaño.

—Te ves horrible —comentó Seokjin con gracia cuando se separaron, mirando el rostro cansado de Taehyung. Éste sólo rodó los ojos.⠀

—Gracias, yo también te extrañé.

—Apuesto a que sí —respondió con una sonrisa—. Tu debes ser Jungkook —dijo, dirigiendo una mirada dulce y curiosa hacia el menor, quien había permanecido en silencio todo ese tiempo—. Soy Seokjin, el mayor y más guapo de los hermanos Kim, y él es Namjoon —señaló al hombre los cabellos platinados—. Mi prometido. Es un gusto al fin conocerte, Taehyung no paró de romperme las bolas hablando de ti desde que dijo que vendrían.

—¡Hyung! —se quejó Taehyung, con las mejillas sonrojadas. Se giró brevemente para ver cómo Jungkook se reía por lo bajo, también un poco avergonzado.

—El gusto es mío —contestó Jungkook finalmente, haciendo una reverencia—. Y gracias por recibirnos, señora Kim.

—No hay nada que agradecer, querido, para mí es un gusto tener a mi familia junta finalmente. ¡Y se hace cada vez más grande! —expresó con asombro y alegría al notar su vientre abultado—. ¿Cuántos meses tienes?

—Casi siete meses —respondió. Se acercó a Taehyung para entrelazar sus dedos, y una sonrisa llena de amor y felicidad surcó su rostro. El castaño también sonrió, y acercó sus manos unidas hasta sus labios para depositar un pequeño beso sobre la de Jungkook.

—¡Dios, son tan lindos! —chilló de pronto Seokjin, fascinado por la dulce escena frente a sus ojos. Se giró rápidamente para darle una palmada en el brazo a Namjoon—. ¿Por qué no puedes ser igual de cariñoso, huh?

—¡Oye! —se quejó este.

—Bueno, bueno, suficiente. ¿Qué no ven que el pobrecito debe estar cansado? —interrumpió la señora Kim, colocándose entre ambas parejas—. Vamos, cariño, voy a prepararte un té para que te relajes antes de la cena, ¿Te parece?

—Gracias, mamá —dijo Taehyung encantado.

—No hablaba contigo —respondió ella, acercándose a Jungkook para rodearlo por los hombros con uno de sus brazos y guiarlo hasta la casa—. ¿Sabes? Creo que la habitación te va a encantar, es bastante cómoda, y agregué almohadas especiales para ti y sábanas ligeras, si necesitas algo más... —y dejó de escucharla.

Taehyung se quedó boquiabierto, observando cómo aquel par se alejaba y los dejaba solo a ellos tres. Seokjin le miró con una sonrisa burlona.

—Ya te cambiaron —canturreó.

—Cállate, Jin.



[ 🐰 ]

Jungkook y Taehyung se instalaron en la antigua habitación de éste último, sólo que ahora era más grande y estaba mucho mejor acomodada que cuando él vivía allí. Seokjin le había comentado que remodelaron la casa el año pasado, por lo que expandieron algunas estancias como las habitaciones, sala y cocina, y ahora hasta tenían un jardín trasero.

Después de haber acomodado sus pertenencias y darse un merecido baño, Jungkook se recostó con cuidado en la cama, seguido de Taehyung, quien se sentó a su lado y le masajeó los pies; después, le ayudó a vestirse con una de esas batas para embarazadas y lo cubrió con las sábanas. Ante los ojos de Taehyung, Jungkook se veía adorable y gracioso, pues aquellas batas era lo único que el menor había aceptado usar si no quería que anduviese desnudo por el departamento. A él no le molestaría en lo absoluto, por supuesto, si no fuera por el hecho de que estaban en la casa de su madre.

Para cuando Jungkook despertó se encontraba solo en la habitación, era bien entrada en la noche y podía escuchar risas y murmullos en la planta baja. Apenas comenzaba a levantarse cuando la puerta se abrió y Taehyung ingresó, con una humeante taza entre sus manos.

—Al fin despiertas, dormilón. —avanzó hasta colocar la taza en la pequeña cómoda al lado de la cama—. ¿Cómo te sientes? ¿Dormiste bien?

Jungkook asintió, frotando sus ojos con pereza para eliminar todo rastro de sueño.

—Dormí mucho. O creo que muy poco. No lo sé, pero tengo hambre.

Ambos rieron, pero luego un silencio se instaló en la habitación. No era incómodo, pero tampoco agradable. La verdad es que Jungkook estaba un poco nervioso. En los tres meses que pasaron desde que regresó a casa con Taehyung, el contacto entre ellos había sido bastante limitado. Dormían juntos todas las noches, por supuesto; pero los suaves besos y las caricias en la piel habían sido desplazadas para existir ahora en un segundo plano. El mayor estaba respetando el acuerdo de ir a su propio ritmo, siendo Jungkook quien llevara la batuta, y le estaba costando como la mierda el contenerse para no lanzarse sobre él y besar sus labios, tan rojos y abultados. Jungkook lo quería, y Taehyung lo ansiaba, lo necesitaba; pero para el menor aún existía ese pequeño miedo oculto en el torbellino de emociones que se arremolinaban en su corazón. Temía que, si daba ese paso, se perdería nuevamente en las profundidades del mar que era su amor por Taehyung. Lo amaba más de lo que había amado a alguien en este mundo, pero le asustaba el volverse dependiente de él otra vez.

Sin embargo, esto no impidió que respirara profundo, y llenándose de todo el valor que podía y apagando las voces que peleaban en su cabeza, se inclinara para dejar un pequeño y casto beso en los labios del mayor.



[ 🐰 ]

Los días pasaron rápidamente, y para cuando se dieron cuenta, Jungkook ya había cumplido los ocho meses de embarazo. Su panza ahora estaba más grande que cuando llegaron, y decir que no se había convertido en el consentido de la casa sería mentir. En la primera noche, mientras Jungkook dormía en la habitación, Taehyung puso al tanto a su familia sobre lo poco que sabía de su naturaleza híbrida, y les pidió amablemente que evitaran actuar o decir cualquier cosa que pudiera hacerlo sentir incómodo. Todos aceptaron sin problema alguno, y desde entonces se habían dedicado a hacer todo lo posible para que el menor se sintiera a gusto. Claro que esto terminó con Jungkook siendo mimado por todos los miembros de la familia Kim.

En el transcurso de aquellas semanas habían ocurrido bastantes cosas, pero lo principal era que Jungkook al fin había asistido a su primer chequeo médico en el consultorio de Namjoon, y la pareja sintió un enorme peso que se retiraba de sus hombros cuando se les informó que tanto él como su pequeño retoño estaban en perfectas condiciones. Aún desconocían si la criatura iba a nacer como un humano al cien por ciento o como un híbrido, pero aquello no les suponía una gran preocupación; ellos iban a amarlo de cualquier forma.

Lo otro a destacar era que Taehyung se sentía realmente feliz de lo bien que su familia había integrado a Jungkook. El menor compartía al menos una actividad con cada uno de ellos, incluso con Namjoon, quien pasaba la mayor parte del tiempo en el consultorio. Acompañaba a Seokjin en la cocina y le ayudaba con las recetas de los platillos que servirían el día de la boda; se quedaba con su madre todas las tardes en el jardín mientras arreglaba sus flores, y a veces, cuando había tiempo, se encerraba con Namjoon en la biblioteca, donde el mayor le proporcionaba libros para que los leyera o le ponía diversas actividades que le ayudaban a desarrollar aún más sus habilidades. Taehyung se lo agradecía inmensamente, en especial porque amaba cuando Jungkook le contaba con sus ojitos brillando de la emoción porque había aprendido algo nuevo.

Otra cosa a destacar, quizás, era el avance que había tenido su relación desde el pequeño beso que compartieron la primera noche en que llegaron. Jungkook se estuvo comportando un poco distante y pensativo los primeros días, pero después de tener una charla con Namjoon —a quien acudió por su gran inteligencia, además de tenerle un poco más de confianza—, y expresarle sus temores y dudas, finalmente entendió que, en realidad, no había nada que temer; porque el podía amar a Taehyung, y esto no significaba que dejaría de ser independiente y perder todo su avance.

Así que esa noche, después de haberlo meditado lo suficiente, Jungkook esperó a Taehyung en la habitación, con sólo una de las lámparas encendida. Se pellizcaba continuamente la piel de los labios con los dientes a causa del nerviosismo, y sus orejas revoloteaban inquietas sobre su cabello. Cuando Taehyung ingresó a la habitación, hizo ademán de querer decir algo, pero las palabras se quedaron olvidadas en el fondo de su garganta cuando Jungkook acortó la distancia entre ellos y unió sus labios en un beso.

No fue fogoso y apasionante como los primeros, pero tampoco fue casto e imperceptible como el último. Fue más que un simple roce de labios, como la promesa silenciosa de un amor ardiente e intenso, un amor que sentía cual frío hielo quemando cada poro de su piel; era un beso que lo representaba simplemente él, intentando expresarle todo lo que sentía por otro medio que no fueran las palabras, porque Jungkook, al igual que Taehyung, jamás había sido bueno en ellas.

Se separaron luego de unos segundos de no recibir respuesta, y Jungkook temió de que quizás haya ido demasiado lejos, pero sus miedos quedaron sepultados bajo la brillante luz de la luna, bajo suspiros entrecortados y los labios de Taehyung, que lo besaron ferviente con amor y con deseo, con necesidad e inocencia; porque lo besaba con la misma intensidad como si fueran un par de adolescentes, sólo que esta vez no había rastros de alcohol entibiándoles las panzas ni ráfagas de viento que les congelara la piel.

Esa noche, Jungkook y Taehyung hicieron el amor, siendo esta vez sus sentimientos los únicos que los guiaron durante todo su encuentro.


[ 🐰 ]

La boda de Seokjin fue realmente hermosa. Se llevó a cabo en un gran jardín en el centro de Daegu, repleto de maravillosas decoraciones naturales que mezclaban lo delicado con lo rústico. Era una forma de representarlos a él y Namjoon, según le dijo Taehyung. Aquel detalle le pareció muy romántico.

El traje que había elegido Seokjin para la ceremonia era completamente blanco con detalles de pedrería dorada, algo diferente al de Namjoon, que era negro con el corbatín y la flor igualmente de dorado. Jungkook no pudo evitar pensar que parecían príncipes aquella noche, con el cabello peinado perfectamente hacia atrás y el rostro maquillado de forma tan sutil que era muy fácil de pasar desapercibido. Tanto él como Taehyung casi lloraron cuando los vieron.

La noche transcurrió lenta y acogedora, con ellos comiendo y riendo, y Taehyung presentándolo ante el resto de su familia y amigos. Jungkook estaba maravillado con cada detalle, y por un momento, sin darse cuenta, preguntó si él podría llegar tener una boda tan hermosa como aquella con Taehyung. La decoración en su mayoría era blanca, pero se complementaba a la perfección con toque de rosa, verde y morado de las flores alrededor. Aunque Jungkook realmente estaba más al pendiente de a qué sabría aquella gran torre de azúcar que tenían como pastel.

Después de la ceremonia, cuando Seokjin y Namjoon se fueron esa misma noche de luna de miel, ambos decidieron que querían quedarse a vivir en Daegu. No había nada que esperase por ellos si regresaban a Nueva York, después todo; a Taehyung lo había despedido su jefe por sus constantes inasistencias, y Jungkook realmente podía empezar de cero en cualquier lugar o momento que quisiera. Aun así, fue decisión de los dos el conservar el antiguo departamento, pues así tendrían a dónde volver cuando la bebé fuera lo suficientemente grande como para poder viajar fuera del país. Fueron dos largos meses que les llevó encontrar la casa perfecta para su nueva familia, pero lo habían logrado. Justo a tiempo para celebrar el nacimiento de su pequeña hija.


[ 🐰 ]

—¿Y qué estás esperando, idiota? —espetó Seokjin al otro lado de la línea.

Taehyung suspiró, sin poder hallar una respuesta concreta a su pregunta. Había algo que últimamente no dejaba de dar vueltas en su mente: el momento en que Jungkook preguntó si ellos podían llegar a tener una boda como la de su hermano. Claro que en un principio no le dio mucha importancia —o eso había intentado—, pero ahora no había otra cosa que divagara por su cabeza que no fuera la imagen de Jungkook esperando en el altar, sosteniendo a la pequeña Eunbi entre sus brazos, vistiendo un hermoso traje de un color que resaltara aún más lo bonito que era. Sí, eso es lo que harían; la idea se había instalado de lleno en su cabeza, y la imagen mental le hizo sonreír ampliamente.

—¿Hola? ¿Tierra llamando a Taehyung? —salió de su trance al escuchar la voz de Seokjin al otro lado de la línea—. Teléfono de porquería, ya sabía que tenía que cambiarte-

—Hyung, me tengo que ir —dijo rápidamente, y colgó la llamada.

Esa misma tarde, Taehyung se puso manos a la obra. Hizo un grupo de WhatsApp en el que sólo estaban él, Seokjin, Namjoon y su madre, y se dispuso a explicar rápidamente los detalles de su plan. Primero, Seokjin iba a encargarse de la comida, pues no confiaba mucho en sus habilidades en la cocina y no quería pedirle matrimonio a Jungkook con fideos instantáneos; segundo, la señora Kim, quien llevaría al menor a dar un paseo toda la tarde con la excusa de comprar ropita para la bebé; y tercero Namjoon, quien iba a ayudarlo a escoger el anillo perfecto y luego iría a casa para encargarse de la decoración.

Todos hicieron su parte del plan al pie de la letra. Jungkook, a pesar de que se extrañó que la señora Kim quisiese salir de paseo tan repentinamente, y que además le pidiese ir vestido tan elegante para la ocasión, aceptó sin objeción alguna, feliz de poder comprar los conjuntos que había visto en una tienda la semana pasada y una que otra cosilla que faltaba para la futura habilitación de la bebé. La mujer lo mantuvo en el centro comercial al menos unas cuatro horas, hasta que recibió un mensaje de Taehyung diciendo que todo estaba listo y que ya podían volver a casa.

Seokjin preparó los platillos que se habían convertido en los favoritos de Jungkook en aquel momento: fetuccini Alfredo, pollo a la parmigiana, y pastel de queso con mermelada de fresas, aunque éste último tuvo que ser comprado de la pastelería más cercana debido al poco tiempo que tenía. Nadie pareció notarlo, de todas formas. Aquello le ofendió un poco.

—Mi pastel de queso sabe mejor que el de la pastelería, ¿verdad que sí? —había preguntado Seokjin a su ahora esposo, Namjoon. Éste le respondió con una sonrisa y un pequeño beso en sus abultados labios.

—Por supuesto que sí, mi amor.

Namjoon había hecho un trabajo excelente con la decoración, debía admitir. El jardín trasero lo había transformado para que pareciera el ambiente de un restaurante lujoso; la mesa de cristal estaba ubicada en el centro de la estancia, cubierta por un mantel plateado de seda y encima dos copas y una botella de cidra de manzana reposando en hielo; la entrada fue decorada con luces de navidad y flores de diversos colores que no tenía idea de dónde habían salido, pero que eran extrañamente iguales a las del jardín de la vecina. No quiso preguntar.

Como sea, la tarde finalmente caía sobre ellos, y un atardecer hermoso se mostraba en el cielo, dándole un toque aún más delicado y armonioso a la decoración. Su rostro pasaba a ser iluminado en tonalidades que iban del naranja al amarillo cuando miraba el cielo, y un largo suspiro escapó de sus labios. Parecía una escena curso de esas películas románticas que tanto le gustaban a Jungkook, y aquel pensamiento le hizo sonreír, de alguna forma. Era el momento indicado y Taehyung lo sabía. Podía sentirlo por el retorcijón de su estómago, aunque pensándolo bien aquello también podía ser indigestión, o los nervios que sintió cuando escuchó el auto de su madre estacionar del otro lado.

Estaba de pie junto a la entrada del jardín cuando lo vio llegar, vistiendo un hermoso traje azul —como el que había imaginado— que hacía resaltar el color de su piel a la luz de las velas. Estaba precioso, y Taehyung por un momento se sintió como si estuviera de pie frente a un ángel.

Jungkook sonrió, algo cohibido, mirando con detalle el espacio a su alrededor. Sus ojitos grandes y brillosos barrieron la estancia con una mezcla de emoción y asombro, para luego posarse sobre el mayor, quien comenzó a caminar en su dirección.

—¿Qué es todo esto? —preguntó cuando Taehyung llegó a su lado, dejando un cálido beso sobre sus rosados labios.

—¿Una cena romántica para celebrar que tengo al mejor y más guapo novio de todo el mundo, tal vez? —respondió divertido. El sonrojo cubrió el rostro de Jungkook casi por completo y acto seguido tomó asiento en la silla frente a él.

—Esto es... hermoso, Tae —dijo encantado, observando cómo Seokjin ingresaba al jardín con platillos en sus manos. Los colocó en su respectivo lugar en la mesa, quitó la charola que cubría su contenido y luego se marchó, no sin antes ofrecerles un «Buen provecho».

A Jungkook se le hizo agua la boca al mirar todo. La comida se veía y expedía un aroma delicioso, provocando que su nariz revoloteara inconscientemente y sus orejas se elevaran atentas, mientras tomaba los cubiertos y se llevaba el primer bocado a la boca, soltando un gemido de satisfacción por el increíble sabor del platillo frente a él.

Taehyung lo miraba de reojo, aún con los nervios a flor de piel mientras saboreaba su comida. Estaba buscando el momento perfecto para iniciar una conversación, pero el menor se veía más interesado en devorar su comida que en hablar con él en ese momento, así que lo dejó estar; al final, le hizo señas a Seokjin para que trajera el postre una vez que terminaron la cena.

—Gracias por esto, Tae. Es increíble —habló tímidamente Jungkook, tomando su mano y entrelazando sus dedos por encima de la mesa. El mayor acercó sus labios para dejar un casto beso sobre el dorso de ésta, acariciando con el pulgar la suavidad de su piel.

—Gracias a ti por compartir esto conmigo —esta vez su turno de sonrojarse, tomando una bocanada de aire a sabiendas de lo que estaba a punto de hacer. Se levantó de su silla y se arrodilló frente a Jungkook sin soltar su mano, y éste lo miraba con sus ojos bien abiertos sin pronunciar palabra alguna, expectante—. Hoy, hace exactamente un año, te encontrabas cruzando el marco de la puerta del lugar que con el tiempo se convertiría en tu hogar, en nuestro nidito; y aunque te parezca increíble, a estas alturas todavía soy incapaz de encontrar las palabras correctas para expresar todo lo que siento por ti, pero sí te puedo hacer saber lo mucho que le agradezco a la vida por permitirme el haberte conocido —hizo una pausa, sacando con su mano libre una pequeña caja de terciopelo azul. Estaba comenzando a sudar—. Sabes que no soy muy bueno con las palabras, y es que lo que siento por ti es tan grande e indescriptible que probablemente no exista un vocabulario en este mundo que sea capaz de expresar con exactitud el inmenso amor que siento por ti. Y es por esto, mi amor, que he prometido el demostrarte cada día de mi vida lo mucho que te amo —abrió la pequeña caja, revelando finalmente un anillo plateado de estilo enraizado que abrazaba una gema azul—. Jungkook, ¿Me harías el hombre más feliz de la tierra, concediéndome el honor de ser tu esposo?

Sus palabras habían salido firmes, muy en contraste con el temblor de su cuerpo en ese momento. Jungkook permaneció todo ese tiempo atento a cada una de sus palabras, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho, y no pudo evitar la enorme sonrisa que iluminó su rostro; se levantó de su silla para dejarse caer sobre los brazos de Taehyung, abrazándolo con fuerza y permitiendo que las lágrimas se deslizaran por sus rosadas mejillas.

—¡Sí, sí y sí!

Pronto todos se acercaron con copas de burbujeante champán para celebrar. Jungkook dió un brinco al escuchar los repentinos aplausos y felicitaciones por parte de los demás miembros de la familia, incluso la pequeña Eunbi, que reía feliz entre los brazos de su abuela vistiendo un lindo vestido de flores. Su rostro entero se sonrojó al percatarse de que, en realidad, los estuvieron observando durante todo este tiempo. Rió un poco avergonzado y luego procedió a abrazar a cada uno, sintiendo una enorme felicidad que apenas le cabía en el pecho, y unas lágrimas repentinas que querían escapar de sus ojos.


[ 🐰 ]

—Yo, Kim Taehyung, te tomo a ti como mi esposo, para amarte y respetarte todos los días de mi vida. Apoyaré todos y cada uno de tus pasos, y seré para ti ese nidito que siempre quisiste. Te amaré a ti y a cada despertar a tu lado, sintiéndome agradecido por poder perderme en la inmensidad del amor que se refleja en tus ojos. Siempre estarás en mi mente y mi corazón, aún y cuando ya no pueda verte.

—Y-Yo, Jungkook, te tomo a ti como mi esposo, para amarte y respetarte todos los días de mi vida. Siempre estaré a tu lado para sostener tu mano, y para recordarte lo mucho que te amo. Seré la luz que guíe tu camino, quien se encargue de pintar una sonrisa en tu rostro cada mañana y quien siempre te hará sentir orgulloso de quién eres.

—Te amo.

—Te amo.

«¡Hola!, tú debes ser Taehyung.»

«Soy el conejo, ¿puedo pasar?»

«Sí, claro. Adelante.»

«Ayúdame a bajar, ¿quieres?»

«¡La traes!»

«¿Quieres que me quede un rato?»

«No eres un mal dueño, sólo un poco aburrido.»

«Es muy alto.»

«No lo es. Sólo intenta bajar una pierna, puedes dejar el resto del cuerpo arriba. Verás que llegas.»

«¿Ves? Podías hacerlo solo.»

«Pero no quería hacerlo solo.»

«Tú eres mi nidito, pero yo soy tu hogar.»

FIN.

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