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13.

Advertencia: contenido sexual explícito. Si no te gusta puedes saltarte el capítulo.

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Taehyung supo que era una mala idea cuando caminaban junto al puente en silencio, y él no podía correr la mirada del azabache. Había algo distinto sobre él y no era precisamente su extraña quietud o la falda con las medias de lana. No era la calma con la que comía, ni el pasar el tiempo juntos fuera de la casa después de tanto tiempo; no era ni siquiera que hacía tres meses y varias horas que vivían juntos y que finalmente de aquella hipotética despedida anunciada no quedaba más que un fantasma tenue, como el mal recuerdo de un sufrimiento pasado. Jungkook estaba ahí y era hermoso, y no es que mágicamente lo hubiese sido después de que lo había besado, pero se sentía diferente ahora.

Jungkook era diferente a sus ojos y la peor parte era que lo sabía.

Se lo demostraba con las sonrisas que le ofrecía al descubrirlo mirándolo, con caricias torpes sobre la ropa, con el abrazo con el que lo esperaba en la puerta cada noche —frágil y firme por igual—, pero sobre todo con miradas tiernas y una paciencia infinita, tan absolutamente diferente de aquellos pisotones caprichosos a los que ya estaba tan acostumbrado.

Un día de esa semana, Taehyung había despertado en el sillón con la caricia perezosa de Jungkook en su cabello y al buscar entre sueños su mirada, lo recibieron sus ojos oscuros y su sonrisa adormilada, los gestos apenas acostumbrados a la luz del televisor. Moría por besarlo otra vez. Jungkook lo esperaba, con los labios partidos y el corazón latiendo rápido y fuerte bajo su cabeza, pero cuando él finalmente guardó los besos, las palabras y las preguntas bien adentro y se levantó para ir a dormir a la cama, no respondió con tristeza o frustración, ni con pisotones o protestas, sino con aquella misma expresión que tenía la noche que lo besó. La pregunta parecía grabada en su piel y su mente.

«¿Por qué no..?»

Taehyung tenía decenas de respuestas, pero ninguna de ellas parecía ser la correcta.

Esa noche, honestamente, no pensaba salir. Había terminado su investigación (finalmente) y ya estaba cansado. La noche, una de las primeras tan frías del año, lo invitaba a quedarse en casa, quizás oír a Jungkook hablarle de sus planetas y constelaciones, ahora que había aprendido a leer —con cierta dificultad, pero lo hacía— pasaba horas en su laptop investigando sobre cosas que le interesaban. La casa estaba tibia en comparación con la brisa fresca de la calle que ni siquiera tenía ganas de cocinar, sino de hundirse bajo una manta en el sillón y dejar que pasaran las horas.

Jungkook lo había esperado con la falda ya puesta, sentado cómodamente sobre la mesa, pero no fue aquel entusiasmo el que lo convenció de salir, sino las ganas de meterse entre sus piernas y besarlo sobre ésta hasta que se acabaran las horas, y la ingenua idea de que una vez afuera olvidaría ese deseo, o más gracioso aún, que podría dejarlo atrás en la casa, como dejaba su camisa del trabajo y los zapatos de vestir.

El deseo los acompañaba mientras caminaban junto al puente. Jungkook no hablaba mucho ni comía apresurado, apenas pellizcaba el pan y miraba las nubes altas en el cielo, a veces sonriendo, otras veces con la expresión seria. Taehyung todavía quería besarlo hasta que se acabaran las horas, hasta que se le hincharan los labios tal como en sus sueños, hasta que pudiera grabar en su memoria a la perfección sus gemidos desesperados. Jungkook era tan hermoso... Siempre lo había sido; con las orejas descubiertas u ocultas bajo un gorro de lana, con las piernas desnudas o pantalones incómodos, o incluso con una falda que pícaramente se había doblado para parecer más alta; con la mirada evasiva o sabionda, con las interminables charlas curiosas, los misteriosos secretos, los silencios imperturbables. Jungkook siempre era y sería hermoso, pero él nunca antes lo había querido tanto como en ese momento.

Se detuvo en seco, en mitad de la rivera. El azabache todavía dió un par de pasos más antes de notar que no seguía caminando a su lado. Al girarse para verlo, ladeó ligeramente la cabeza y le sonrió. Podía imaginar la curvatura de sus orejas si no tuviera el gorro puesto, adivinar que debajo del suéter y la falda su cola estaba tensa en un gesto juguetón; que si se acercaba a él sin decir nada, los labios que ahora sonreían se partirían suavemente a la espera de un beso que tristemente, esta vez, tampoco llegaría.

Taehyung moría de deseos por besarlo, pero creía que si lo hacía realmente, terminaría matándolo también.

Jungkook frunció el seño y giró súbitamente la cabeza en otra dirección.

—¿Qué es eso? —preguntó, señalando un punto lejano.

No supo qué responder porque no sabía exactamente a qué se refería, pero lo siguió de todas formas a través de la rivera hacia donde lo llevaba. Varias decenas de metros más allá finalmente lo descubrió, pero tuvieron que doblar dos esquinas y seguir las luces hasta que pudieron encontrar el club.

—¿Qué es esto? —volvió a preguntar Jungkook.

—Uhm... Es un club —respondió, como si fuera obvio. Jungkook le miró con la misma expresión que había puesto la primera vez que le había dicho que tenía que usar pantalones en casa—. Es un lugar donde la gente baila, bebe y se divierte.

—Oh —el azabache volvió a mirar la entrada. Había un guardia de seguridad bastante intimidante en la puerta, y una fila de gente no muy larga esperando que los dejaran pasar—. ¿Podemos entrar?

—Podemos intentar —se encogió de hombros, porque honestamente no creía que estuvieran lo suficientemente vestidos para el lugar.

Terminaron lo que quedaba de comida y dejaron las cosas a un costado antes de sumarse a la fila de gente. Taehyung murmuraba sobre su oído unas cuantas reglas de seguridad, como no quitarse el gorro ni dejar que nadie le tocara el trasero, y sobre todo mencionar el asunto de que era un conejo en primer lugar.

A pesar de eso, él no pareció prestarle demasiada atención. Sólo abrazó sus propios brazos sobre el suéter para alejar el frío, y recostó su peso sobre su cuerpo, dejando que terminara de hablar antes de murmurar, sólo para él:

—Lo entiendo. Soy un conejo adulto, ¿Recuerdas?

Taehyung soltó un suspiro. Las cosquillas en el pecho le recorrieron el cuerpo entero, eran infinitas como las ganas de besarlo allí mismo. Anidaron sus manos hasta hacérselas doler. Él tenía autocontrol, realmente lo tenía, y se sentía orgulloso de eso pero sentía el perfume de Jungkook bailando en su nariz, veía su sonrisa ladeada de refilón y lo tenía tan cerca, tan dolorosamente cerca, que se resignó.

Rodeó su cintura con los brazos, acercándolo hacia su cuerpo un poco más. Y durante un segundo de alivio e ingenuidad, en serio llegó a pensar que con eso tendría suficiente.

Hacía frío en las calles de Nueva York. La brisa que les acariciaba los pómulos se sentía como navajas, pero el azabache estaba tibio bajo su abrazo, y a él desde el pecho hacia fuera le nacía una tibieza también, viva, brillante y celeste. El frío era incluso más amenazador varias horas más tarde, cuando se besaban como adolescentes contra la puerta de su casa. La madrugada había caído sobre ellos tomándolos por sorpresa con su viento helado, pero tenían alcohol entibiábdoles las panzas y un deseo indomable desde hacía meses cubriéndoles la piel.

El frío era lejano, pero de alguna manera persistía. Taehyung tocaba su piel bajo la falda, levantándolo por el trasero y apoyándolo contra la puerta, sintiendo que tenía en sus manos el más precioso tesoro, una escultura de hielo que sabía cómo quemar. Jungkook lo tomaba de la nuca y lo besaba, parecía querer decir algo porque su voz salía murmurada, pero la humedad de las bocas se tragaba los ruidos y a él sólo le llegaban sus dulces gemidos.

Tenían los ojos cerrados. No le había visto directamente desde el club, evadiendo su mirada mientras se besaban en el taxi, y cuando bajaron lo guió hasta la puerta llevándolo de la mano, pero no sé atrevió a levantar el mentón. No había podido mirarlo desde que se habían besado por primera vez en la noche dentro del club, bajo el efecto de las luces. Jungkook se veía tan bonito bailando, saltando y sonriendo... La música que era fuerte y retumbaba en sus oídos parecía volverse una suave melodía cuando se posaba sobre su piel. Era tan bonito que sólo oía un zumbido insistente detrás de su cabeza que bloqueaba el estruendo. Era tan bonito que brillaba, y cuando lo miraba parecía que todo a su alrededor estaba quieto, congelado; que el resto de la gente, las luces y los olores no eran más que una puesta en escena para ellos dos.

Sólo lo tocaban los dedos de Jungkook, la música al rozarlo, las luces al pintarlo, y entonces se volvía real. Taehyung estaba jodidamente ebrio y tan perdidamente enamorado que no pudo resistirse a su toque mágico. No había necesitado decir nada. Jungkook partía los labios cuando lo veía acercarse, devolviéndole el beso que tanto esperaba, y él tuvo que cerrar los ojos una vez más. Todavía ahora, con varios y eternos minutos de besos después, no se atrevía a abrirlos. Tenía miedo, pero no de que el hechizo hubiera desaparecido, sino todo lo contrario; que siguiera allí, y que aún sin luces ni música, Jungkook todavía tuviera el poder de encender todo a su alrededor.

Tenía miedo de estar del todo perdido por él.

Jungkook finalmente rompió el beso, y Taehyung sintió que se le desgarraba la garganta por rogarle un poco más.

Mírame —exigió.

Apretó los ojos todavía con más fuerza y negó suavemente. El azabache se rió.

Sintió las yemas de sus dedos recorrerle las mejillas. Las piernas atadas a su cintura lo apretaron un poco más fuerte, y él respondió el mimo presionando su trasero también. Sintió su aliento tibio cerca del oído.

—Mírame —dijo otra vez, y Taehyung abrió los ojos porque ya estaba perdido de todas formas. Jungkook llevaba las marcas en los labios de todos los besos que le había dado—. Si no, ¿Cómo vas a atraparme?

Suspiró profundamente mientras lo dejaba bajar. El azabache tenía un no-se-qué en el rostro que lo hacía ver todavía más etéreo. Se quitó el gorro y sus orejas parecieron caer suavemente hacia atrás. Todo era suave en él, pero Taehyung lo sentía pesado. Sentía que su vida entera estaba frente a sus ojos y que había algo trágicamente definitivo en lo que fuera a ocurrir.

Jungkook sonrió, dando unos pasos atrás. Sus gestos eran pícaros, pero su cuerpo lento al moverse. Parecían tan pegados el uno al otro que alejarse requería un esfuerzo casi imposible. Ni siquiera era consciente de estar siguiéndolo cuando sus pies lo empujaron unos pasos hacia él.

—La traes —dijo en tono divertido, dando otro paso atrás y chocando la espalda contra la pared del pasillo. Se arrastró contra ésta los últimos pasos, y antes de girarse para perderse en el dormitorio, se mordió el labio y luego sonrió.

Nunca en su vida había visto a alguien tan hermoso como él.

Lo persiguió torpe, como pudo, a través del pasillo. Habían bebido en el club, Taehyung más de lo que estaba acostumbrado, y definitivamente mucho más de lo que debió haberlo hecho teniendo en cuenta todo el cansancio, la responsabilidad, a Jungkook y lo bonito que se veía esa noche. Las paredes se movían cuando caminaba entre ellas, pero se lo atribuyó todavía a él, a esa magia misteriosa y carnal que encendía todo lo que tocaba. El menor había acariciado suavemente las paredes al pasar, podía ver el rastro fluorescente de sus dedos en ellas aún cuando no podía hacerlo realmente.

Jungkook lo esperaba junto a la cama. Llevaba el suéter y la falda todavía, pero había dejado las zapatillas tiradas en el piso. Sabía que había llegado a él, el movimiento sutil de su cola bajo la falda lo delataba, pero no hizo nada para reconocerlo. Taehyung no era un animal, ni siquiera en el sentido en que Jungkook quizás lo era, pero en ese momento, sentía un instinto feroz de saltar sobre él y morderlo entero. También sentía unas terribles ganas de decirle que lo amaba.

—Estoy mareado —comentó, sonriendo—. La habitación parece estar girando.

—Estás borracho —explicó, y luego, como si se tratara de una excusa, dijo—: y yo también.

Jungkook finalmente levantó la mirada. Parecía tan relajado... La paciencia era nueva en él, un poco rara, pero no había abandonado su rostro ni sus gestos desde la noche que lo había besado. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Es lo que debería haberle preguntado. ¿Cómo puedes no estar jodidamente aterrorizado?

En lugar de ello, decidió dar unos pasos más cerca, colocando su mano en el pliegue de su suéter.

—Te atrapé —susurró.

Jungkook tironeó de su camisa también. Tragó saliva, y fue un acto inútil porque cuando habló, nuevamente sintió que se quedaba sin voz.

—Quizás te atrapé yo también.

Se besaron otra vez. Se habían besado tantas veces, tanto tiempo durante esa noche, que lograba no pensar en la erección en sus pantalones. No es que no le doliera o no fuera incómodo, es que sus besos eran tan jodidamente buenos que no sabía si podría tomar más de él sin ahogarse. Y lo peor es que parecía saberlo.

Lo besaba suavemente, lo tocaba con delicadeza. No había nada en él que fuera demandante a excepción de sus gemidos, pero hasta esos se tragaba cuando podía. Quizás pensaría en la inmensidad de contrariedades que era el menor si pudiera hilar dos palabras que no tuvieran que ver con su boca, su cuerpo o lo tibio que se sentía.

Cuando Jungkook lo empujó sobre la cama, se dejó caer. Apoyó el peso en los codos para levantar el torso y lo miró de pie frente a él.

—Todavía puedo oír la música, ¿Puedes oírla? —preguntó, ladeando la cabeza ligeramente mientras tarareaba los bajos y las melodías con su ternura infinita.

—Puedo oírla —asintió. Podía hacerlo cuando bailaba así, debió decir.

El azabache tarareaba mientras se quitaba el suéter. Taehyung se incorporó en la cama, pero apenas rozó sus piernas con los dedos, Jungkook dió un paso atrás.

—Esperamos tanto tiempo, ¿No puedes esperar un segundo? —lo regañó.

—¿Esperar qué?

—El baile —dijo, con el mismo tono indignado con el que le explicaba lo absurdo que era estar vestido dentro de la casa—. Necesito girar a tu alrededor algunas veces, necesito conquistarte.

—Ya lo hiciste —admitió. Luego comprendió que se refería a una danza de apareamiento—. ¿Qué debo hacer yo?

Jungkook se encogió de hombros.

—En realidad, tú deberías girar a mi alrededor —explicó, y luego dejó salir una suave carcajada—. Deberías haberme atrapado también, de verdad, pero no pareces poder hacerlo.

Él podía. Definitivamente podía hacerlo.

—¿Eso es lo que quieres que haga? —preguntó. Su voz salió más grave de lo que esperaba, e igualmente rota. Carraspeó—. ¿Quieres que me lance sobre ti?

El azabache rodó los ojos, pero estaba sonrojado, también. Taehyung recordó aquella tarde, hacía tanto tiempo ya, en que jugando con él lo había atrapado hasta hacerlo caer sobre su cuerpo. Él estaba duro ese día, y estaba duro ahora, bajo la falda.

Jungkook siguió hablando, probablemente de cómo él estaba demasiado borracho, cansado y asustado para hacer lo que debería hacerse. No podía realmente oírlo. La carne dura que había ignorado hasta ese momento, le estaba apretando. La canción que había tarareado se repetía en su cabeza, pero ahora era acompañada por un zumbido también, agudo e insiste. Volvió a estirar la mano hasta tomar su muñeca, pero esta vez, cuando quiso retirarla, lo apretó con más fuerza.

Taehyung ni siquiera habló. Tiró de su cuerpo hacia sí mismo, y cuando lo tuvo en la cama con él, lo volcó de espaldas sobre el colchón.

—Nosotros... —balbuceó, algo divertido por lo que estaba a punto de decir—. Giraré a tu alrededor o lo que sea en otro momento. Ahora voy a follarte.

Jungkook quiso hablar, pero él hundió la boca en su cuello y las palabras se enredaron con los suspiros en su garganta hasta dejarlo mudo.

Taehyung tenía la voz muda enredada en la garganta también. Se cruzaban las palabras que quería decirle con las que se esforzaba por no oír, el deseo con el miedo, el presente con el futuro. Por eso ocupaba su boca con ansias, hundiéndose en su cuello, lamiendo su pecho y mordizqueando la frontera entre su vientre y su falda. Jungkook temblaba bajo su tacto; se retorcía gimiendo y clavaba las uñas en su espalda, tironeaba de su camisa, susurraba su nombre. Él también temblaba, pero era más que por el deseo.

Cuando subió a besarlo otra vez, Jungkook le quitó la camisa y lo acercó a su cuerpo. No dejo de besarlo mientras torpemente se desabrochaba el pantalón.

—No, así no —gimoteó, quejándose—. Mi cola...

—¿Cómo lo quieres, bebé?

—¡Como los conejos normales lo hacen! —reclamó, y era tan absolutamente precioso que por su cabeza no cruzó ni el más mínimo sentimiento de culpa ni extrañeza, apenas una tonta curiosidad: ¿Cómo es que lo hacen los conejos?

Jungkook lo empujó suavemente, obligándolo a levantarse y se giró en la cama. Apoyó las rodillas para sostenerse sobre el colchón, pero su pecho y su rostro se hundieron entre las sábanas. Arqueó la espalda, haciendo todavía más pronunciada la curva de su trasero, y su cola parada e inquieta yacía bajo la falda, así que la volteó hasta dejarla caer. Habían recortado unos bóxers para que su cola no estuviera apretada, y quizás debió estirar las piernas de Jungkook para quitárselo, pero en lugar de eso rompió la tela un poco más hasta liberar su entrada también.

—Quisiera hacerte tantas cosas... —habló, aunque más para sí mismo—, quisiera chupártela y acariciarte como la otra vez, pero ahora mismo sólo... Sólo déjame follarte.

Tragó saliva. Acarició el trasero de Jungkook, redondo y firme, y él se retorció todavía un poco más.

—Tenemos tiempo —dijo—. Tendremos tiempo.

Taehyung asintió, mordiéndose los labios y se estiró hasta buscar en la mesita de luz el lubricante y los preservativos. El menor lo miraba con la cabeza recostada de lado sobre sus manos, tenía las mejillas rosadas y los labios hinchados, y él tuvo que tomarse unos segundos para besarlo otra vez.

Empapó sus dedos de lubricante y buscó su entrada, sonriendo al sentirlo dar un respingo.

—¡Está frío! —chilló.

—Te sentirás tibio en un segundo —aseguró. Empujó el primer dedo y Jungkook cerró los ojos, estremeciéndose. Mordizqueó el interior de su mejilla ahogando una sonrisa—. Si no puedes con mi dedo, ¿Cómo piensas que podrás con mi polla?

El menor sólo se mordió el labio con fuerza y alzó su trasero un poco más. Estaba apretado, pero Taehyung estaba desesperado así que empujó un segundo dedo también. La idea cruzó su mente, pero intentó no detenerse en ella demasiado tiempo. Entonces, entre gemidos y suspiros, Jungkook habló:

—Eres... más grande que esto... —dijo, mientras lo besaba en las mejillas y lo follaba con sus dedos—. ¿Dolerá?

—Nos detendremos si duele —prometió, intentando tranquilizarlo. Nunca había estado con un chico virgen antes, mucho menos con un conejo, así que sentía una extraña responsabilidad al respecto—. Puedo esperar.

Jungkook sonrió, y cuando volvió a abrir los párpados para mirarlo a los ojos, ahogó un suspiro.

—No, no puedes —lo acusó divertido.

Empujó sus dedos hasta presionar su punto dulce, provocando un largo y tembloroso gemido que salió de los labios del azabache mientras sus orejas temblaban echadas hacia atrás. La verdad es que tenía razón, no podía.

Cuando se desabrochó el pantalón esta vez, Jungkook no lo detuvo. Había olvidado por completo las danzas y la necesidad de perseguirse, y estaba inquieto ahora que los dedos de Taehyung se habían detenido. Meneaba el trasero de lado a lado, con la cola tensa y parada.

Se colocó el preservativo, masajeándose lentamente mientras se ponía lubricante. Jungkook no dejaba de menearse, y él no podía parar de morderse el labio inferior ante la vista. Se veía tan pequeño, tan adorablemente frágil. Su movimiento constante era demandante, y eso lo tranquilizaba de cierta forma, pero aún así no borraba el hecho de que era su primera vez. Y aunque hubiese querido mentirse al respecto, era lo único en lo que había pensado desde la primera vez que lo vio, desnudándose sin previo aviso en la sala de su casa. «Soy el conejo, ¿Puedo pasar?». Todavía podía oírlo en algún rincón de su cabeza, al igual que la música del club y la pregunta que Jungkook llevaba grabada en los gestos desde que lo había besado en esa misma cama: ¿Por qué no?

¿Por qué no, verdad?

Estiró una manos hasta colocarla en una de sus nalgas, separándola para rozarse contra su entrada, rosada y palpitante.

—Odio que me hagas follarte así —gruñó, hincando sus uñas sobre la tierna piel dorada. Jungkook se movía suavemente ahora, sintiendo aún más el roce de su pene y el lubricante. Los ruidos que salían de su boca lo estaban volviendo loco—. Quiero jodidamente besarte.

Taehyung siguió masajeando su miembro, sintiendo brotar el líquido preseminal que era contenido por el látex. Cuando llegó con el pulgar a la punta se empujó a sí mismo, sin llegar a entrar. Estaba desesperado por follarlo, y también temblando por el miedo. ¿Por qué estaba tan jodidamente asustado?

—Duele... —gimoteó—, quema...

Frunció el ceño, retirando su dedo y aflojando el agarre sobre su nalga.

—¿Cómo puede doler, bebé? Ni siquiera estoy adentro...

—Eso —lo interrumpió, restregando el trasero contra su carne—. Eso quema, que me faltas.

—Que te falta... —repitió atontado. Tragó saliva y volvió a abrirlo, esta vez empujándose contra su entrada—. Joder... —gimió. Estaba jodidamente apretado—. ¡Joder, bebé!

No se dió cuenta de que había cerrado los ojos hasta qué volvió a abrirlos para mirar a Jungkook. La luz del pasillo iluminaba su rostro colorado, de perfil sobre el colchón, y sus labios hinchados estaban entreabiertos dejando escapar suaves gemidos de placer. Tal como la música, podía oírlo aún cuando no estuviera allí realmente. También entendió lo que decía acerca de cómo quemaba, porque a él le picaban los labios por las ganas de besarlo.

Se empujó lento y con suavidad hasta estar completamente adentro. Había una sensación de calma en sentir su cuerpo y el de Jungkook enredados de aquella manera tan íntima, viendo cómo sus párpados temblaban y cómo los lloriqueos de su garganta se asomaban rotos y desesperado de sus labios partidos, algo en lo apretado que se sentía y lo mucho que quemaban sus manos por tocarlo, en su cola finalmente tan quieta y echada atrás como sus orejas, en la penumbra que había caído sobre ellos y que era tan mágica como las luces y la música de aquel club.

Taehyung sencillamente estaba enamorado de Jungkook, y no había nada que quisiera en el mundo más que quedarse así para siempre, que saberse eternamente capaz de poder pintar en él esos gestos y ruidos, de poder arrancarle de la piel aquella intimidad y calidez que nunca había sentido antes. Pero era mentira, también, porque quería eso y más; quería ver la televisión en el sofá y oírlo reclamarle por las compras que traía del supermercado, verlo reír o contener las lágrimas por la escena dramática de la película y besarlo. Sobre todo besarlo, quería hacerlo otra vez, ahora mientras lo follaba y por horas enteras, o después cuando afuera lloviera cubriendo el cielo de aquella particular oscuridad que hacía difícil distinguir entre el día y la noche.

—Quiero besarte —rogó, y presionó ligeramente sus caderas para darle a entender que se reincorporara.

Lo hizo, tembloroso y cansado. Aunque abría los ojos, los párpados le caían pesados y perezosos, ofreciéndole su boca a pesar de que había una tenue sonrisa camuflada entre el brillo del deseo. Taehyung lo rodeó por el vientre con una mano mientras que con la otra giraba su rostro, buscando ansioso su boca. Comenzó a follarlo suavemente, incluso antes de llegar a sus labios, y pudo saborear su propio nombre repetido mil veces cuando finalmente lo hizo.

Jungkook reía, o algo así. Aunque no realmente, porque no había carcajada. Era apenas una sonrisa acompañada de la vibración en su garganta, y su voz sobre su boca se sentía igual de rosada y vibrante que cuando le oía reír. Era algo tan inverosímil... tan desesperante y adictivo, como lo apretado de su trasero y el movimiento que hacía como podía, porque aunque intentó mantenerlo quieto por la cintura, su vaivén lo obligaba a ir cada vez más rápido.

—Estás jodidamente desesperado —dijo entre gemidos, y a pesar de que era cierto resultaba un poco hipócrita viviendo de él.

Jungkook se mordió el labio en vez de responder. Estaba duro, pero no se tocaba. En lugar de eso hundía los dedos como podía en las hebras de su cabello, y lo acercó por la nuca para besarlo mejor. Taehyung lo tocó entonces, acariciando su miembro desde arriba, rozando la punta contra la palma de su mano y presionándolo firmemente con las yemas de sus dedos.

Jungkook ronroneó.

—Así no... —se quejó, balbuceando—. Así no follan... Los conejos...

Taehyung le mordió la mejilla, el cuello, el hombro y las clavículas. Lo folló todavía un poco más fuerte, sin dejar de acariciarlo, sin dejar de oír sus tan bonitos gemidos escapando sin control de sus labios abiertos.

—¿Te gusta? —preguntó. Jungkook gimió en afirmación, asintiendo ligeramente con la cabeza. Apoyó la frente sobre su hombro y lo folló más rápido.

Quiso decirlo, que quizás él no era (sólo) un conejo, pero estaba tan deliciosamente apretado y su voz tan increíblemente rota, que sólo atinó a soltar resoplidos y repetir su nombre, buscando en cada embestida rozarlo allí donde lo hacía retorcerse bajo su tacto.

Jungkook se corrió temblando en sus brazos. Su energía fue tan desbordante que pareció arrebatarlo todo a su paso: el aliento de Taehyung y su miedo también. Lo que quedó fue su cuerpo frágil y débil, los brazos colgados de su nuca, sus ojos perdidos, la sonrisa en sus labios, y un desgastado ronroneo gutural cada vez que lo embestía lento y profundo, una y otra vez, hasta finalmente correrse abrazado a su cuerpo.

Cayeron sobre la cama, con Taehyung sobre su cuerpo.

Bastó que el más pequeño protestara levemente para que entendiera que lo estaba apretando y, de mala gana, salió de su interior. Aprovechó para quitarse el preservativo y girar hacía él.

Boca arriba, sobre el colchón, la poca luz que entraba iluminaba sus labios, húmedos e hinchados. Lo besó porque estaba jodidamente enamorado de él y no tenía energías siquiera para rehusarse a la sensación. Lo besó y Jungkook respondió perezosamente, enredando las manos en su cabello antes de bajar por la línea de su mandíbula. Podía saborear el ron en su boca y el empalagoso pegote rojo de la frutilla, pero realmente no creía que el modo en que todo brillaba y se movía fuera culpa del alcohol.

—¿Sabes qué es el amor? —preguntó en un susurro.

Separado de sus labios, Jungkook se había rendido a una sutil dejadez. Ni siquiera lo miraba, apenas sonreía, sin dejar de acariciarlo hasta que una mano primero y la otra después, se rindieron cayendo sobre su pecho.

Taehyung lo empujó con la punta de la nariz.

—¿Lo sabes, bebé? ¿Sabes lo que es estar enamorado?

Mmmh...

—Es como los sonidos, ¿Recuerdas? En el parque. Cuando descubriste que no puedes escribir realmente tu sonido favorito.

Jungkook pareció asentir, o quizás se lo imaginó. Empujó su mejilla otra vez con la nariz, y besó su boca y mentón. El menor respondió el beso en los labios con pereza, y luego buscando su boca se giró hasta quedar de perfil.

—Es como eso, una palabra —explicó—. Una forma de decir algo que no puede escribirse ni describirse, ni tampoco...

Jungkook sonreía y asentía a sus palabras, pero no parecía prestarle atención.

—Es como, que no quiero más nada en el mundo que este momento contigo, Kook. No hay nada que podría físicamente querer tanto y sin embargo todavía quiero todo lo demás, tus tazas de té y tus caprichos, como me hablas de cosas que no entiendo y lo bonito que te ves cuando entiendes algo nuevo...—asintió otra vez, pero insistió de todas formas—. ¿Lo entiendes, Kook? ¿Entiendes que te amo?

—Si —dijo finalmente, y el oír su voz... Ah, se había olvidado de lo mucho que quería oír su voz por siempre también—. Sí. Es como... Como una cueva, como un nido —murmuró. Trataba de tener sentido pero le costaba, tan perdido en los bordes del sueño. Movía los dedos, rozándolo, y no podía entender cómo no temblaba cuando lo tocaba si a él le latía tan fuerte el corazón que sentía que en cualquier momento podría salirse—. Eres el único lugar en donde quiero estar.

Taehyung asintió.

—Como un hogar.

—Como un hogar... —repitió, y luego sonrió. Sí, era realmente muy bonito cuando entendía algo nuevo.

—Te quiero así, Jungkook. Eres mi hogar.

El azabache no respondió, pero en lugar de eso, se abrazó a su cuerpo por la cintura, acercándolo con la poca fuerza que le quedaba y hundiendo el rostro en su pecho. Taehyung sonrió porque lo sintió hacer aquel movimiento con la nariz que tanto le enternecía.

Besó su cabello y sintió sus orejas moverse alegremente en respuesta. No pudo decir que las vio, porque la habitación estaba a oscuras, pero era más bien como la música. Sabía que estaba allí, así como sabía que Jungkook sonreía escondido en su abrazo, como sabía que despertaría en unas horas todavía enredado a su cuerpo y como sabía que el miedo ahora estaba cansado pero volvería, pero aún cuando lo hiciera con la furia de todos sus complejos, no podría competir con eso. Con cómo Jungkook movía las orejas cuando lo besaba, con las cosquillas que le hacía sentir el modo en que movía la nariz.

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bUenO, tengo pocas cosas que decir, empezando con que oH POR DIOS ESTE CAPÍTULO FUE JODIDAMENTE LARGO DE ADAPTAR CON 5K DE PALABRAS, JODER pero al fin lo terminé y aquí lo tienen UwU ❤️

Por cierto en la parte en la que Kuko se estaba durmiendo me desesperé porque quería meterle un coñazo a Taehyung para que lo dejara dormir, pero bueno xd al final si le dió bola (a duras penas)

Les recuerdo que el final está cada vez más cerca (5 caps + epílogo) así que subiré los capítulos restantes con un día de por medio como para que dure un poquito más :( quiero buscar más fics para adaptar no sólo al tk sino también a otros ships pero bUenO ya veremos.

Y ya, eso era todo, besitos en la cola 💋

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