12.
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Taehyung había llegado a ese punto en el que odiaba su vida. Odiaba llegar tarde a casa todos los días, la picazón molesta en los labios y lo absolutamente indiferente que se comportaba Jungkook respecto al beso que le había dado.
Cuando llegó a casa el viernes, cansado de horas y horas de discusión sin sentido en la universidad, y otro tanto de caminar por el centro buscando lo que necesitaba, Jungkook ni siquiera estaba en la puerta, brincando insistente o demandándole atención. Estaba sentado en el sofá, con un suéter gris gastado que no recordaba haber llevado a Nueva York, con la televisión encendida pero casi en silencio mientras ojeaba su libro de texto con las gafas de descanso que le había regalado puestas y jugando a mantener el lápiz entre el labio y la nariz. Taehyung odiaba, sobre todas las cosas, que desde esa noche no había habido un segundo beso. Que Jungkook no le había siquiera sugerido o explicado, mucho menos reclamado. Tenía la pelota en su lado y no sabía qué demonios hacer con ella.
—¡TaeTae! —los ojos se le iluminaron al notar su presencia. Taehyung odiaba eso también, pero sonrió de todas formas—. ¿Puedes creer que no te oí? Estaba ensimismado en mis tareas —explicó, y luego agregó—: ¿Sabes lo que significa ensimismado? Lo acabo de leer en el diccionario —sonrió orgulloso.
Sí, por supuesto que lo sabía, pero negó igualmente. Jungkook se levantó del sofá y se dirigió a paso rápido hacia la mesa. Pareció cambiar de opinión a mitad de camino y se desvío un instante a su lado para besar su mejilla, antes de volver al diccionario. Lo había marcado y todo.
—Ensimismado —carraspeó, y fue la única palabra que leyó corrido (Creía que porque la había memorizado), pero completó la oración de todas formas—: Que diri... gue... ¡Ge! Dirige... Toda su atención a sus pensa... mientos... Ail... Aislando... se... De lo que lo rodea —levantó la mirada y se enfrentó otra vez la suya. Sus orejas estaban paradas del otro y esperando una respuesta de su parte—. ¿Lo ves? Como tú con tu pantalla o como se llame.
Taehyung sonrió. Acercó a Jungkook por el hombro y lo abrazó bien fuerte, provocando que riera mientras refregaba la frente y la mejilla sobre su pecho.
—Estoy muy orgulloso de ti, Kookie —dijo—. Aprendes honestamente muy rápido.
Era cierto. No habían pasado más que un par de semanas desde que había empezado con todo el asunto de la lectoescritura, y no creía que fueran a esperarse resultados tan rápidos en niños o adultos de ninguna edad. Era simplemente maravilloso cómo el menor había comprendido la lógica del lenguaje y aprendido a usarla, y quizás tenía que ver con lo apasionado que era al respecto y las las horas que le dedicaba por día, pero otro tanto era porque Jungkook sin duda era más inteligente y metódico de lo que aparentaba ser a simple vista.
—¿Qué es eso? —preguntó de repente.
Abrió los ojos que no notó había cerrado, y levantó el mentón de su coronilla para mirar hacia donde señalaba. La bolsa tenía escrito el nombre de la tienda, pero era una letra cursiva muy llena de firuletes y pensó que probablemente no podía leerla todavía.
—¿Es comida? —insistió.
Taehyung le sonrió cálidamente.
—No, pero es para ti. Un regalo.
Jungkook se separó de su brazo y brincó en su lugar apretando las manos junto a su propio pecho, hasta chocándolas de vez en cuando.
—¡Oh, oh! ¿Y no es comida? ¿Es un libro? ¿Comida? ¿Una película? ¡Oh, ya sé! ¿Es un televisor?
Definitivamente no era un televisor. Taehyung soltó una breve carcajada que se apresuró en contener y se preparó mentalmente para decir las palabras que, estaba seguro, el menor no querría oír.
—Es un pantalón, de hecho —dijo, y en serio trató de no rendirse a la risa cuando lo vio literalmente apagarse frente a sus ojos.
Las orejas bajaron siguiendo su gesto de echar la cabeza hacia atrás y sus nerviosas manos sucumbieron a la derrota, dejándose caer al costado de su cuerpo. Jungkook dió un pisotón.
—¡Un jodido pantalón! —chilló, entre ofendido y molesto.
Taehyung no pudo evitar carcajear entonces.
—Cálmate y escucha un segundo —le dijo una vez controló la risa. Jungkook levantó la cabeza y lo miró, ahora cruzado de brazos. Odiaba que no estuviera besándolo en ese preciso momento; ¿Cómo lo hacía? Ser tan adorable enojado, triste o contento—. ¿Recuerdas que dijimos que iremos a pasear cuando termine mi investigación? ¿Y que encontraríamos la manera de que puedas disfrutarlo aunque fuera vestido?
—Si... —asintió frunciendo el ceño.
—Pues, te traje muchos pantalones para que elijas el más cómodo. Devolveré los que no quieras, pero si son más de uno, puedes quedártelos.
Aunque realmente esperaba que no fuera más de uno, porque había elegido aquella tienda en específico porque le permitiría dejar el crédito abierto para cuando necesitara ropa.
Jungkook suspiró derrotado.
—Bien.
Se levantó del sofá y lo vio revolver la bolsa. Había algo de cada tipo: Jeans clásicos, elastizados, pantalones deportivos, de vestir, babuchas, calzas, inclusive un pantalón caqui que Taehyung estaba bastante seguro de que no le permitirían devolver aún si lo intentara. Jungkook descartó la calza y los jeans sin siquiera probárselos, pero dudó con las babuchas.
—Pruébatelo, quizás sea cómodo.
No lo era, aparentemente. El azabache pareció disfrutarlas un segundo y luego dió unos pasos, llevándose las manos a la cola. Creía que era un poco quisquilloso, pero no es como si le molestara estar echado en el sofá mirándolo mientras se vestía y desvestía continuamente. Se odiaba un poco a sí mismo por ello, también.
—Es sólo que me molesta, lo siento presionándome la cola. No puedo ni siquiera saltar con esto —se quejó, saltando en su lugar varias veces—. ¿Ves? Incómodo.
—Prueba otra cosa —sugirió.
Casi se había olvidado de eso hasta que Jungkook lo sacó de la bolsa. Lo extendió frente a él, con una expresión curiosa adornando su rostro y ladeó la cabeza, algo confundido.
—¿Qué es esto? —preguntó sin dejar de mirar la prenda.
—Uhmm —tragó saliva, y carraspeó antes de hablar—, una falda —procedió a explicar entonces—: Comúnmente lo usan las mujeres, pero es el 2020, nadie te dirá nada.
Y si lo hacían, Taehyung tenía mucho estrés acumulado desde hacía meses que no le molestaría en lo absoluto descargar en cualquier extraño de mente pequeña y comportamiento inapropiado.
—¿Cómo lo usas? —preguntó.
Se levantó del sofá y acomodó la pollera que Jungkook estaba sosteniendo curiosamente de costado. Era una falda plisada, parecida a la del uniforme de las niñas en el colegio, pero no del todo; la tela era de un color azul casi turquesa, con detalles en el frente y un cierre delicado en la parte trasera. Cuando la acomodó en su cintura parecía llegarle un poco más arriba de las rodillas.
—Pensé que podría gustarte porque no va a apretarte la cola —explicó Taehyung.
Los ojos de Jungkook se iluminaron al oír eso. Se apresuró a quitarse la babuchas que se le enredó en los tobillos, y luego se puso la falda sin mayor esfuerzo. Taehyung le subió el corto cierre que le ajustaba en la cintura y lo vio girar y brincar en el lugar, emocionado por lo extremadamente cómodo que se sentía.
—¡Es súper cómoda! —chilló.
Taehyung sonrió. Realmente le quedaba muy bonita, aún con ese suéter gris y gastado.
—¿Por qué no te miras en el espejo? Puedes ver con qué usarla.
Jungkook brincó entusiasmado y lo tomó de la muñeca para llevarlo con él hasta el dormitorio. Cuando por fin lo soltó para girarse hacia el espejo, se limitó a sentarse en el borde del colchón y mirarlo también; su cola, ahora levemente parada demostrando su ánimo, levantaba la parte trasera de la falda unos pocos centímetros. Sin embargo, era él que al girarse asomaba sus propias piernas desnudas.
—Podría gastar dinero en unas medias de lana, se las he visto a algunas chicas —comentó—. Y te daré uno de mis bóxers. Le recortaremos la parte de la cola y podrás usarlo cómodamente.
Jungkook asintió, sin mirarlo realmente. No corría la imagen de su reflejo, y fuera lo que fuera que veía, debía gustarle. Sus orejas inquietas y elevadas eran signo de ello.
—Mírame, estoy completamente vestido —dijo orgulloso. No era técnicamente cierto, porque estaba descalzo, pero ya lidiarían con eso cuando llegase el día.
—Te ves muy bonito —halagó Taehyung.
Jungkook lo miró a través del reflejo y luego se giró hacia él. El movimiento delicado de la falda al hacerlo era todo lo que estaba bien.
—Quítamela ahora, no quiero ensuciarla —caminó acercándose a él.
No le ofreció la espalda, pero no necesitó ver el cierre para bajárselo. No es como si pudiera correr la mirada de su sonrisa, de todas formas. Era tan absolutamente precioso... Taehyung odiaba que no lo hubiese besado otra vez.
La prenda cayó suavemente y sin esfuerzo. Jungkook subió una rodilla al colchón y luego la otra, a cado lado de su cuerpo, y se sentó en su regazo como si no notara que estaba temblando.
—Gracias —murmuró, acariciando su mejilla antes de besarlo brevemente en los labios otra vez.
Era tan tibio, tan honesto, tan... Tan trágicamente pequeño. El beso y Jungkook, estando encima suyo. Tragó grueso, cerrando los ojos. Y cuando el azabache rompió el contacto, lo besó de nuevo.
Tardó un segundo en corresponder. Él odió ese segundo y el miedo que tenía, lo dulce que sabían sus labios y lo cómodas que estaban sus manos anidando su cintura. Odió haberlo besado y odió que aquello no era cierto, para nada. Que hasta ese mísero contacto era demasiado para sus sentidos, que lo tenía temblando, hambriento, desesperado, pero todavía quería más.
Cuando Jungkook le devolvió el beso, tan torpe y tan dulce al mismo tiempo, suspiró aliviado abrazándolo por la cintura, y lo acercó todavía un poco más. Sus manos estaban envueltas alrededor de su cuello, su respiración entrecortada, su nariz fría rozándose sobre su piel y los infames sonidos que salían de su garganta lo presionaba al borde. Taehyung odiaba todo eso y cuánto lo había necesitado, lo duro que se estaba poniendo y a su vez lo bien que sentía ese momento.
Se quedaron en la cama hasta que el aire los abandonó. Había hecho un esfuerzo casi inhumano por mantener las manos firmes en la cintura de Jungkook, pero él no había tenido la misma gentileza; había acariciado su cuello, sus rizos desordenados, la extensión de su espalda; había tironeando de su ropa y hundido las uñas a través de su camisa, aferrándose a su cuerpo mientras se rozaba, roto y ansioso, contra él. Aún cuando rompieron el beso, Jungkook había seguido moviéndose torpemente, respirando agitado sobre sus labios, con los párpados temblando por el esfuerzo que hacía al cerrar los ojos. Y Taehyung sólo lo miraba, con los labios entre abiertos, acalorado y apenas pudiendo respirar. Quería besarlo otra vez. Se veía tan bonito y frágil, desesperado así.
—Lo siento —dijo después de unos segundos.
Jungkook abrió los ojos lentamente. Sus mejillas rojas y pestañas caídas eran mucho, pero el brillo en sus oscuros ya era sencillamente demasiado.
—No debí besarte —murmuró.
—¿Por qué no? —preguntó él. Su voz se oía más gastada, más dulce, más suave que nunca.
Quería besarlo otra vez.
—No lo sé —admitió.
No supo tampoco por qué volvió a besarlo, si verlo así era tan bonito como terrorífico. No supo por qué alejó una mano de su cintura para poder rodear su carne, por qué siguió los movimientos que Jungkook estaba demasiado cansado para sostener, por qué aún mientras lo besaba abría los ojos de vez en cuando para ver el rubor tierno en sus mejillas, sus pentañas infinitas, su expresión inocente...
Jungkook lo mordió cuando finalmente acabó. Lo mordió tan fuerte que lo lastimó, y a él ni le dolió ni le importó otra cosa que no fuera el verlo temblar así. Ni siquiera su erección sobre estimulada por el roce y el deseo, sólo lo dejó recuperar su respiración y luego lo echó boca arriba sobre la cama, quitándole el suéter manchado. Lo limpió allí donde se había corrido y al notar que tenía su camisa sucia se la quitó también. Dejó la ropa a los pies de la cama y lo miró otra vez.
Estaba tan bonito. Todavía rojo, todavía cansado. Le acarició delicadamente la mejilla.
—No deberíamos hacer esto otra vez.
Jungkook sólo sonrió siguiendo el tacto de su mano.
—Lo digo en serio —insistió.
Jungkook rozó su nariz sobre la palma y lo besó, y cuando abrió los ojos buscó los suyo para atraerlo sobre él con el perezoso tacto de su mano. La misma que lo había rasguñado, tironeado, apretado... Lo acercó por la mejilla y lo besó otra vez.
—¿Por qué no? —preguntó suavemente sobre sus labios.
Porque estaba temblando de miedo, por eso. Porque Jungkook era la criatura más hermosa que había visto alguna vez, y porque acostado así, desnudo, con la cola escondida en el colchón y las orejas tan relajadas que se perdían en la mata de su cabello, se veía como un hombre común y corriente, y porque Taehyung se odiaba a sí mismo por siquiera pensar en algo así. Porque lo deseaba como no había deseado nada nunca en la vida, porque estaba orgulloso de él por lo rápido que aprendía, porque su orgasmo se había oído como la propia música; porque preparaba su té como le gustaba y porque estaba casi seguro de que se había enamorado de él, de un conejo.
Porque aunque Jungkook lo amara también, Taehyung no creía que sería suficiente. Porque habían cosas que precisaba de él que nadie más podía darle, y que una pareja no debería. Porque, ¿Cómo demonios le dices a tu familia que tu novio es un conejo? ¿Cómo proyectas una vida en el futuro? ¿Cómo sostienes una relación? Y finalmente porque Jungkook era tan bonito, tan absolutamente precioso, que en definitiva le daba miedo.
—No lo sé —respondió con la voz hecha un nudo, la mente un completo desastre.
Jungkook sólo le sonrió, antes de volverlo a besar.
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