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10.

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—Vamos, Tae... Lo prometiste.

Sí, lo había prometido, pero no creía que llegaría a casa después de doce horas estando en la universidad muerto de hambre, empapado por la lluvia torrencial de afuera y con un jodido dolor de cabeza que no recordaba desde cuándo le afectaba.

—Estoy cansado, bebé. Mañana, lo juro —dijo, procurando parecer sincero.

Lo era, realmente. Jungkook estaba entusiasmado con sus clases de lectoescritura y él por lo rápido que aprendía, también. Además, se veía tierno sentado al otro extremo de la mesa con el libro de texto que le había conseguido y su taza de té.

—Pero quiero hacerlo hoy —refunfuñó abultando los labios.

Taehyung suspiró. Era honestamente adorable. Reposó el mentón en la mano.

—Eres tan caprichoso —dijo, sonriendo. Por un segundo le sorprendió su mirada gacha y su ceño fruncido.

Fue un segundo apenas, porque entonces recordó que así era todo con Jungkook últimamente: había palabras que no podía usar con él sin ponerlo a la defensiva. No podía llamarlo ni caprichoso, ni demandante, ni desordenado... Básicamente no podía criticar nada de él, ni en serio ni en broma. No sin lograr que sus gestos se volvieran sombríos y se perdiera en pensamientos secretos el resto de la tarde. Era la estúpida "regla" de los tres meses, lo sabía, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto. Explicarle que no era una regla real quizás serviría para aliviar su ansiedad por "tener" que irse, pero también le haría darse cuenta de que todos sus dueños anteriores simplemente se habían cansado de él, y no podía hacerle eso.

—Es que... —Jungkook habló, confirmando sus sospechas—: Sólo quiero aprender antes de que...

Taehyung respiró hondo y sintió un retorcijón en el pecho. Todavía no había aprendido a verlo triste, dolía como si la pena fuera suya. Se levantó de su silla y caminó hacia él para darle un suave coscorrón en la coronilla y detrás de las orejas, una suave caricia. Jungkook sonrió ante el mimo y sus orejas reaccionaron también. Realmente le gustaba, y agradecía que el azabache fuera tan mimoso que bastaban ciertas caricias para distraerlo un poco. Jungkook apoyo los brazos sobre el libro y su frente en ellos para que pudiera acariciar su nuca también. Taehyung sonrió.

—No hay realmente apuro, bebé —dijo—. A mí no me dijeron nada; quizás simplemente cambiaron la regla.

Tan rápido como sus orejas se habían relajado, se tensaron nuevamente. Se encogió de hombros zafándose de su caricia y apoyó la cabeza de costado acompañado de un suspiro dramático para luego morderse el labio inferior.

—Soy un conejo, no un niño —protestó por lo bajo.

Taehyung acercó otra silla hasta sentarse a su lado en la mesa y buscó su mirada. Jungkook sólo giró el rostro al otro lado.

—Quizás soy lo suficientemente estúpido para comer tus papeles de trabajo o no conocer las letras, pero no tanto para no saber que la gente se cansa de mí.

Por un instante, no supo qué decir. El retorcijón en el pecho había vuelto y esta vez no podía aliviarlo, aliviar la tristeza de Jungkook, ahogándolo en mimos hasta hacerlo dormir.

—Nunca dije que eras estúpido, bebé —dijo finalmente. Debía admitir, sin embargo, que no le había dado el suficiente crédito.

—Pero lo crees.

—No, Kookie. Realmente no lo hago —contestó—. Sólo... Eres inocente en algunas cosas. Pensé que...

Jungkook seguía ofreciéndole poco más que su nunca y su coronilla, su silencio siendo tan profundo que temía que estuviera a punto de llorar.

—No quería herir tus sentimientos.

Jungkook se levantó rápido, tomándolo por sorpresa. Fruncía el ceño y cruzaba los brazos, apretando los dientes como si estuviera calculando las palabras que decir.

—Soy un conejo adulto —dijo—. Entiendo el mundo cuando las personas se toman la molestia de explicármelo.

—Lo sé...

—Pues trátame como a uno entonces —retrucó levantando la voz—. No me vengas con tonterías como "a mí nadie me dijo que era una regla", no soy idiota.

Taehyung realmente no creía que fuera un idiota o un niño. Y quizás era hora de que comenzara a actuar en ese sentido.

—Lo siento —le dijo. Jungkook rodó los ojos—. Estabas triste, no sabía qué hacer.

—Sólo abrázame o lo que sea, cuando estoy triste. Es todo lo que necesito —murmuró. Taehyung sonrió y él pudo notarlo al levantar fugazmente la mirada. Rodó los ojos otra vez—. Y luego soy yo el que necesita que le expliquen todo.

El mayor rió bien fuerte, logrando sin querer que Jungkook lo hiciera también. Echó la silla un poco atrás, haciendo lugar. Bastó que abriera los brazos para que se levantara fingiendo cansancio y rodando los ojos una última vez, se sentó en su regazo y lo rodeó por los hombros. Taehyung acarició con la misma ternura que había acariciado su cabello, el recoveco tibio de su cintura.

Jungkook suspiró y apoyó el mentón en su coronilla. Bajó como caricia lentamente hasta su oído, tenía la piel de gallina; las palabras se le arremolinaban en la lengua.

—No estoy cansándome de ti —murmuró sobre su cuello—. No tengo intenciones de dejarte ir.

Jungkook tardó varios segundos en responder. Sólo se oía la implacable lluvia y la gotera sin arreglo del pasillo.

—Mi dueña dijo eso —habló tan bajo como él lo había hecho—, y luego tuvo un marido y tuve que irme porque no sabía cómo explicárselo.

Lo alejó suavemente para mirarlo a los ojos. Había tantas preguntas que quería hacerle, pero Jungkook lo miraba perezoso y distante, y supo que no debía. Frunció el ceño en lugar de ello, conteniendo la sonrisa.

—Yo soy tu dueño —protestó.

Jungkook sonrió y le palmeó la cabeza como a un niño.

—No, no lo eres —dijo divertido—. Es decir, "sí". Pero no eres mi dueño-dueño —explicó—. Eres Taehyung.

A él no le molestaba serlo, honestamente.

Intentó lucir ofendido de todas formas. Arqueó las cejas y despegó los labios, mirándolo casi con los párpados cerrados hasta hacerlo reír.

—Eres un idiota —dijo el menor pellizcándole las mejillas y luego volvió a abrazarlo por los hombros, esta vez más fuerte. Taehyung se rió haciéndole cosquillas con el aliento—. Me gusta que seas Tae.

Sí. A él no le molestaba ser Tae, tampoco. Besó dulcemente su pecho, porque era lo que tenía más cerca. Jungkook refregó el mentón en su cabello.

Afuera llovía, todavía. El cielo estaba cayéndose y los autos que pasaban hacían ruido al levantar el agua, pero estaba tibio en la casa. Juntos.

Lo abrazó un poco más fuerte por la cintura.

—¿La extrañas? —preguntó suavemente—. A tu dueña.

El menor tardó tanto en responder que por un momento creyó que lo había arruinado. Entonces se alejó suavemente de él y le miró por un instante a los ojos antes de agachar la mirada.

—Era buena. Nos divertíamos —dijo—. Tenía un patio tan grande como el parque al que fuimos la otra vez, podía correr lo que quisiera. Tenía una huerta con verduras frescas que siempre robaba cuando no estaba mirando... No lo sé, era lindo.

Aguardó el silencio que le ofreció sin siquiera moverse. Lucía en los límites entre la nostalgia y la tristeza, y no quería ser él quien le diera el empujón.

—Pero quería niños y yo no era uno, ni siquiera entonces. No en el sentido en que... No podía llevarme a la escuela o con su familia.

Taehyung tenía muchas preguntas, pero prefería protegerlo, porque a pesar de que su voz se fue apagando y quedó súbitamente silencioso, todavía sonreía.

Jungkook levantó la mirada después de unos segundos.

—¿Tú no quieres eso? —preguntó—. Una familia.

Tragó saliva. ¿La quería? Él quería muchas cosas: una carrera exitosa con la cual volver a Corea del Sur, una pareja con la que pasar los días más lindos, feos y los más o menos; quería recorrer el mundo y escribir un libro, quizás una familia también, numerosa y feliz con la que visitar a mamá en Navidad y tomarse vacaciones. Pero no había nada que quisiera tanto o tan profundamente como en ese momento lo quería a él.

Lo quería ver sonreír otra vez, explicarle que podría quedarse en su casa para siempre y que aprendiera a leer y escribir, a todo lo que se le antojara. Pero sobre todo, lo quería a él.

Quemaba. La sensación le oprimía el pecho.

«Te quiero», quiso decirlo. Abrió la boca y las palabras temblaron, y había algo en su mirada que lucía demandante, que parecía pedírselas. Jungkook no era un niño, no era estúpido y mucho menos inocente... Y aún así, Taehyung calló. Quizás él sí lo era.

—No ahora —respondió finalmente.

La reacción del menor fue tan silenciosa como ilegible. Un instante de ojos transparentes y labios entreabiertos que culminaron rápida y torpemente en una sonrisa.

—Bien —dijo—. Así podré aprender a dibuj... ¡Las letras! —se corrigió. Bajó de su regazo de un brinco y volvió a su asiento—. Así podré las letras y las palabras y eso... ¿Cómo se llaman?

—Números.

—¡Los números también! —chilló emocionado.

Sonrió. Tragó saliva y las palabras con ella. Asintió, mientras lo veía acomodarse frente al libro de texto que terminaría estudiando con él.

—Y quizás si... —Jungkook tragó grueso. Lo miró, sus ojos oscuros estaban húmedos y sonreía ancho y bonito—. Quizás si aprendo... pueda escribirle una carta, ¿Si? Ella siempre recibía cartas de su mamá. Podría decirle que estoy bien.

Taehyung volvió a asentir.

—Seguramente se alegrará de oír de ti —dijo, con una sonrisa. Jungkook sacó el pecho.

—Ella siempre decía que buscara a alguien responsable y de buen corazón, pero que el corazón era lo más importante, porque todo lo demás puede aprenderse —explicó, y luego afinó la mirada sobre él—: Ya sabes, como a no gritar, por ejemplo.

Taehyung carcajeó. La garganta todavía le quemaba, el corazón latiendo fuerte.

—O a no comer los papeles de trabajo de las personas —retrucó.

Jungkook sonrió mostrando los dientes.

—Exactamente.

Miró el libro de texto, fingiendo que entendía las actividades. Realmente estaba cansado y necesitaba una ducha (por diferentes motivos) y creía que no dañaría a Jungkook si estudiaban al día siguiente, pero suspiró y se encorvó sobre la mesa para explicárselas de todas formas.

Su sonrisa se volvió más brillante que antes.

—Creo que le agradarías —murmuró—, a mi dueña.

Taehyung sonrió también.

—Me basta con agradarte a ti.

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