09.
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El pequeño intento de intervención de Taehyung no había hecho realmente mucho por Jungkook. Seguía distante y perezoso, pero no en el sentido altivo y rebelde que tenía cuando recién llegó a sus manos. Muchas veces en el trabajo buscaba la manera de hacerle entender que podría quedarse en la casa pasados los tres meses —era lo que más le preocupaba— sin delatar lo que eso significaba: que técnicamente podría haberse quedado con cualquiera de sus otros dueños anteriores, excepto que ellos no habían querido aceptarlo. A veces pensaba en los otros dueños que Jungkook había tenido y sentía algo así como compasión; la soledad de vivir en un país extranjero lo había dotado de una excelente paciencia y en cualquier otra circunstancia probablemente lo habría echado ante el primer imprevisto, demasiado cansado y ocupado para lidiar con una criatura de tales características.
Otras veces, en cambio, pensaba en todos esos hombres y mujeres sin nombre y los culpaba por el ánimo del azabache en los últimos días, sintiendo unas terribles ganas de entrar al foro donde lo había encontrado por primera vez y dejarle una larga serie de opiniones al hombre que lo había puesto en ese aprieto: el de tener una mascota que no lo es precisamente y el de tenerlo triste, sin saber qué hacer al respecto.
Como no sabía qué decir para hacerlo sentir mejor, optó por hacerse un hueco entre semanas y salir a pasear con él. No tenía el dinero —ni el tiempo— para llevarlo de vuelta a la cabaña de su compañera, pero el aire libre probablemente le haría bien. Siempre que estaba estresado volvía caminando del trabajo y era honestamente maravillosa la capacidad del sol de renovarle las energías.
Jungkook, claramente, no opinaba lo mismo.
—¿Por qué tenemos que salir? —se quejó después de un pesado suspiro, echado en el sillon—. Estoy bien aquí y trajiste galletas.
Taehyung estaría molesto por aquella actitud desagradecida, si no fuera porque obtener una reacción —por cualquiera que fuese— por parte de Jungkook últimamente era algo así como un milagro.
—Las galletas son para el parque. Puedes comerlas si vienes conmigo —dijo, intentando persuadirlo. Jungkook echó dramáticamente la cabeza hacia atrás y Taehyung se mordió los labios para no sonreir—. Vamos —insistió—, ¿No es saludable para los conejos el aire libre o algo así?
—Quizás, pero tendré que vistir cosas que me aprietan la cola —explicó él.
—Prometo no echarme sobre ti esta vez —dijo Taehyung.
Jungkook rodó los ojos y se levantó enfurruñado del sillón. Se alejó dando dramáticos pisotones y Taehyung sonrió imaginando la escena qué haría cuando le dijera que no podía salir con el suéter durazno tampoco —lo usaba hacía más de una semana sin parar. Jungkook no pareció molesto al respecto y mientras daban vuelta a la casa en busca del gorro de lana que no usaba en meses, Taehyung creyó notarlo entusiasmado, aún cuando súbitamente, todavía y de a ratos, sus gestos se torcían en una mueca triste.
—¿Vas a pasártela diciéndome que no haga eso con la nariz? —cuestionó imitándolo burlonamente, mientras que echaba llave a la puerta principal—. La vez pasada que salimos estuvimos todo el tiempo diciendo "no hagas esto, no hagas lo otro"
—Es por tu protección, bebé —explicó con suavidad—. Si te comportas raro levantará sospechas.
Jungkook agachó la mirada pensativo y Taehyung no entendió el porqué de aquella reacción hasta un rato más tarde, cuando estuvieron en el parque.
En su defensa, el modo en el que sol de marzo vibraba sobre su cuerpo lo había distraído. Podía quedarse horas observando las sombras en sus rasgos y lo dorado de su piel. Podía verlos a ambos en el valle todavía, echados en el pasto. Tenía su mano acariciándole la cola y Jungkook, con sus orejas pacíficamente dormidas, apenas reaccionando ante las mínimas corrientes de aire que las sacudían a veces. El sol pegaba bonito sobre el perfil de Jungkook entonces, y lo hacía todavía ahora.
Él había aprendido a controlar su imaginación y guardarla para momentos privados donde pudiera entregarse a ella y a la culpa que lo carcomía después sin tener que lidiar con ello, pero en ese instante se permitió saborear la imagen un segundo: Jungkook sonriendo boca arriba en el pasto, sin vestir nada más que el suéter lavanda, sus manos en su pequeña cintura y su pierna izquierda entre las suyas. En su mente, los besos de Jungkook sabían a frutillas.
—¿Qué? —espetó frunciendo el ceño.
Parpadeó alejando las imágenes mentales y se fijó mejor en él. Cuando lo había visto por primera vez le llamó la atención lo curvilíneo que era su cuerpo y el color de sus orejas, pero de sus ojos apenas había notado lo profundos y oscuros que resultaban ser. Ahora veía también lo transparente que eran y su atractiva pero misteriosa belleza. Sonrió.
—Nada —dijo—. Vamos. Hay un parque a pocas cuadras, pasaremos el día allí.
—¿Hay tele en el parque? —preguntó Jungkook, pero caminaba a paso rápido, pasando el peso a la punta de sus dedos, casi dando brinquitos. Taehyung no creía que estuviera realmente quejándose.
—Mírate, hablando de un modo no literal —observó divertido.
—¿De un modo qué? —preguntó él bastante confundido.
Creyó que era mejor dejarlo así.
El parque estaba repleto de gente. Todavía faltaban semanas para la primavera, pero el día era caluroso. Habían algunas familias, niños correteando por el lugar, aunque la mayoría de los transeúntes eran adolescentes recién salidos de la escuela fumando junto a la fuente o besándose bajo los árboles. En unos bancos a lo lejos, unas chicas reían a carcajadas sobre algo en sus celulares y él generalmente encontraba odioso el ruido del que eran capaces de generar los críos, pero Jungkook vibraba contagiado de la energía y se dejó arrastrar también. Lo rodeó por los hombros.
—Mira ahí —señaló con un gesto de cabeza hacía un espacio vacío junto a uno de esos árboles tan comunes allí y que había visto pocas veces en Corea—. Hay bastante espacio, podemos comer algo y después jugar a las carreras.
—¿Cuál es el punto de correr si nadie te persigue? —preguntó Jungkook con genuina curiosidad.
Se encogió de hombros. O Jungkook acababa de dar un punto pertinente, o Taehyung había empezado a pensar como el conejo. Ambas cosas eran preocupantes.
Acababan de rodear la fuente cuando Jungkook se detuvo, librándose sin querer de su abrazo. Miraba a una florista ofrecerle un racimo a un hombre y su esposa, pero parecía más perdido en las flores que en la situación en sí. Se acomodó a su lado y miró también.
—Son tan coloridas... —murmuró embelesado.
Taehyung asintió. El canasto del florista era una montaña de colores amarillos, rojos, azules y otros más. No conocía mucho de flores, la botánica nunca había sido lo suyo, pero podía reconocer los pensamientos y las rosas, y un montón de flores silvestres que abundaban en la isla también.
—¿Cuáles son tus preferidas? —preguntó.
—Las amapolas —respondió Jungkook casi de inmediato. Ante su silencio se volvió hacía él y sonrió orgulloso al notarlo confundido—. Las rojas casi redondas con negro en el medio.
Taehyung arqueó las cejas ante aquel tono sabiondo, y Jungkook carcajeó bien fuerte como respuesta.
—No actúes tan altanero o no te compraré ninguna —advirtió.
No pudo siquiera sostener la amenaza en tono jocoso un segundo, porque el rostro de Jungkook no tardó en iluminarse y su pecho abrirse para armar un suspiro. Era ridículamente bonito y estaba seguro de que si se lo decía sonreiría orgullosa otra vez, y él terminaría por sonrojarse. Carraspeó y se acercó al florista. Le compró un ramillete de cuatro amapolas que le costó lo que planeaba gastar en comida si volvían tarde esa noche, pero cuando se las dió a Jungkook él se apresuró en hundir la nariz en ellas, y cuando levantó la mirada comprendió dos cosas:
La primera, era que hubiese gastado el dinero de una semana nada más para verlo sonreír así otra vez, y la segunda era que realmente tenía que encontrar una manera de lidiar con aquella atracción.
La idea cruzó su mente, y la descartó enseguida. Si los antiguos dueños de Jungkook lo hubiesen echado por no saber cómo lidiar con aquella atracción, aquellas sonrisas y luz de sus gestos, aquella inocencia ante su mirada perdida no se verían tan nuevas. Taehyung tenía la certeza de que nunca nadie había deseado tanto a Jungkook como él lo hacía y eso lo ponía un poco triste.
El florista observaba la escena con cierta frialdad. Taehyung no pudo evitar reír al notarlo, porque si aquel intercambio le parecía extraño —un chico dándole flores a quien asumía era su novio—, probablemente entraría en una crisis si se enteraba que el novio tenía orejas de conejo y una cola, y un serio problema para comprender las dimensiones de su cuerpo. Jungkook se contagió de su risa.
—Gracias —dijo después, volviendo la vista a las flores—, realmente huelen muy bien.
—No es nada —respondió Taehyung—. Ven, vamos a sentarnos.
Jungkook brincó los pocos pasos hasta estar a su lado. Puso especial esfuerzo en mirar el parque porque creía que seguir mirándolo mientras olía sus flores lo haría ver raro, pero entonces Jungkook apretó suavemente su brazo echando el cuerpo contra él mientras caminaban, y tuvo que mirar. El azabache levantó la nariz de las flores y sonrió con algo así como orgullo, y era tan, tan, tan bonito que casi se lo dijo. No lo hizo.
Taehyung se quitó la mochila y la apoyó junto al árbol. Había elegido un buen lugar: salvo por un grupo de amigos varios metros más allá, había espacio suficiente para correr y hablar sin tapujos.
—¿Quieres comer algo ahora o prefieres jugar un rato? —preguntó obligándose mentalmente a no mirarlo a los ojos.
Era ridículo, porque Taehyung tenía 24 años y nunca había sido un chico tímido cuando se trataba de hombres, pero Jungkook era un jodido conejo así que la ridiculez no era algo que le preocupara últimamente.
—¡Comer, comer! —chilló en respuesta dando pequeños y entusiasmados brinquitos.
Se sentó, apoyado contra el tronco, y abrió la mochila. Había comprado snacks de todo tipo, además de las galletas que Jungkook había visto y un jugo orgánico de arándanos que una chica le había recomendado en la universidad. Vio a Jungkook sacar una flor del ramillete por el rabillo del ojo y se giró incrédulo al verlo llevársela a la boca, masticándola.
Se dió cuenta de que estaba sonriendo cuando Jungkook descubrió que lo miraba justo antes de sacar la segunda amapola, y frunció el ceño. "¿Qué?" Estaba escrito en sus gestos.
—Nada —respondió él—. Eres jodidamente bonito, sólo eso —admitió—. ¿Cómo puedes ser tan bonito cuando eres jodidamente raro?
Los gestos de Jungkook que se habían suavizado al oír sus palabras, se opacaron de golpe. Dejó la flor en el ramillete y corrió la mirada, frunciendo el entrecejo otra vez.
—Hey —le llamó—, era un cumplido.
Jungkook se encogió de hombros.
—¿Lo era? —cuestionó en un murmuro, mirándolo de reojo antes de volver la mirada al pasto—. Es sólo que siempre me dicen que soy raro porque hago las cosas de un modo distinto, y sé que es molesto pero soy un conejo.
—Bebé, no estaba quejándome...
—¡Y puedo aprender a hacer las cosas bien! —lo interrumpió—. Uso el baño y estos tontos pantalones o lo que sea. Puedo dejar de comer flores —dijo lo último como si se tratara de un terrible sacrificio.
Probablemente lo era, para él: era un conejo después de todo.
—Puedes comer flores, Kookie. No me molesta —dijo Taehyung, luego aclaró—: O puedes no hacerlo. No le haces daño a nadie y no te en peligro, así que estás bien.
Jungkook lo miró de reojo, pero esta vez sostuvo la mirada. Estudió sus expresiones un buen rato antes de terminar por creerle. Sonrió sinceramente y sacó la segunda flor del ramillete. Se detuvo antes de llevarla a su boca.
—¿Quieres probarlas? —ofreció extendiéndole una amapola.
Él realmente no había oído la pregunta. Jungkook lo miraba fijamente a los ojos con una suave sonrisa adornando su rostro, y era como si ésta produjera un zumbido murmurado que nublaba hasta su propia voz. Asintió de todas formas, porque sabía que eso era lo que Jungkook esperaba, y cuando lo vio quitarle a la flor un pétalo para él procuró no lucir arrepentido. Fue absurdo cuando lo escupió segundos después.
Jungkook estalló en carcajadas.
—¡Es amargo! —se quejó, sorprendido—. ¿Cómo puede algo tan bonito ser amargo?
Jungkook se llevó el resto de la flor a la boca y Taehyung se apresuró a abrir un paquete de galletas para limpiar el mal sabor.
Después de comer un par, imitó a Jungkook que estiraba las piernas a lo largo del pasto para que el sol calentara sus pies. El azabache tenía el ramillete en el regazo y los ojos cerrados, apoyando ahora el peso de su cuerpo sobre sus manos detrás del trasero. Aprovechó que no podía devolverle la mirada para observarlo con detalle: las líneas de su rostro, los lunares, las pestañas largas, el rizo que dibujaba su flequillo al asomarse por el gorro de lana en su cabeza y el ángulo de su brillante sonrisa. En su mente, esta vez, lo besaba hambriento de todas formas.
Carraspeó. Jungkook abrió los ojos de golpe.
—Así que... —comenzó a decir—, ¿Tuviste que aprender a usar el baño?
—¿Tú no?
Buen punto. Otra vez.
Bebió un sorbo de jugo de la botella y luego se la ofreció a Jungkook.
—Cuando era pequeño —respondió—. ¿Tu también, cuando eras pequeño?
Parecía una pregunta tonta y quizás lo era, pero el pasado de Jungkook le resultaba desconocido. A él le gustaría conocer su historia, comprender de dónde había salido una criatura tan hermosa y extraña al mismo tiempo, y si alguna vez había tenido un dueño que lo llevara al parque a comer amapolas. Lo torturaba la curiosidad, pero también sentía un temor sin sentido por cual pudiera ser la respuesta. Cuando Jungkook sólo se encogió de hombros, dando a entender que claramente no quería hablar sobre el asunto, aceptó en silencio y sin rechistar. Quizás era para mejor.
Jungkook se llevó la tercera amapola a la boca.
—Soy súper bueno aprendiendo cosas —razonó sin mirarlo—. Aprendí a hacerte el té sólo observando una vez y ya sé para qué sirven todos los botones del control remoto.
Taehyung arqueó las cejas, impresionado.
—Honestamente, ni yo sé para qué sirven todos los botones —admitió.
Jungkook sonrió orgulloso otra vez. Era el mismo gesto que había hecho cuando le dijo el nombre de la flor que no conocía.
—Apuesto a que podría aprender tu estúpido sistema de dibujos si tan sólo me enseñaras. Hay uno que definitivamente significa cueva, ¿Verdad?
Taehyung frunció el ceño con confusa curiosidad. Jungkook se refería a las letras, porque así se refería a ellas cada vez que le quitaba un papel valioso de las manos: "tu estúpido sistema de dibujos." Lo que no entendía era a qué se refería con el que significaba cueva.
Jungkook rodó los ojos y dibujó con líneas invisibles en el pasto una 'A' mayúscula.
—Es como una cueva, ¿Verdad? —preguntó, observando el pasto dudando un segundo como si la 'A' estuviera realmente allí dibujada—. ¿O es este? —dibujó una 'O' entonces.
Taehyung apretó los labios para no sonreír, porque Jungkook estaba orgulloso de su descubrimiento y no quería arruinarlo. Tampoco quería mentirle.
—En realidad representan sonidos, no cosas —explicó—. La primera que dibujaste es la "a" y el círculo la "o". Se llaman letras y las usas para formar unidades de sentidos que son pa-
—Aburrido —lo interrumpió—. Y complicado. ¿Por qué no un símbolo para cada cosa y listo?
—Serían demasiados símbolos —razonó—. Imagínate, uno para la cueva, uno para el sillón, uno para la cama. ¿Cómo distinguirías la cueva del comedor a la del dormitorio?
Jungkook asintió pensativo. Apretó los labios.
—¿Me enseñarías? —preguntó tímido, haciendo gestos con las manos—. Ya sabes, los símbolos.
—Claro —aceptó. El rostro del menor se iluminó al oírlo—. También tendría que terminar mi investigación primero, pero...
Jungkook suspiró tan profundamente decepcionado que se apresuró a consolarlo como si de un asunto de vida o muerte se tratara.
—No haremos un tiempo todos los días, ¿Si? Y cuando termine mi investigación le dedicaremos más tiempo —propuso. Jungkook asintió y golpeó suavemente el pasto con los pies. Si estuviera de pie probablemente estaría brincando.
Se quedaron en silencio un rato más.
Taehyung miraba el parque para no detenerse en lo bonito que se veía Jungkook, y este dibujaba las dos letras que había aprendido ese dia y murmuraba bien bajito sus sonidos.
No corrieron ese dia. Después de comer
el azabache se echó panza arriba del todo en el césped y le contó sobre el documental de Plutón que había visto en la tele el dia anterior, y sobre su Luna Caronte que era casi del mismo tamaño y de cómo giraban los dos alrededor de un mismo eje. Taehyung era tan absolutamente ignorante sobre astronomía que Jungkook no se calló por horas contándole todo lo que sabía y él no, fingiendo que eso no lo llenaba de orgullo para nada.
Cuando volvían a casa, durante la
puesta del sol, Jungkook no tenia la mirada perdida en su ramillete puesto que ya se lo había comido, pero se tomó de la manga de Taehyung de todas formas.
—¿Cómo escribes ese sonido...? —preguntó—. El que haces cuando duermes, a veces, que es como —imitó una especie de gimoteo breve y gutural.
Él no sabía que hacía ese ruido y quizás era un poco raro que Jungkook lo recordara, pero luego recordó que él lo hacía con sus gestos entre dormido y eso era bastante raro también.
—No creo que puedas escribirlo literalmente —dijo—. Puedes usar onoma... —se interrumpió a sí mismo—. Puedes escribirlo con tres "m" —las dibujó en el aire—, como mmm.
—Ese no es el sonido —protestó.
—Es lo más cercano.
Jungkook frunció el ceño.
—Pues es un sistema estúpido —dijo—. ¿Cuál es el punto de dibujar sonidos si no puedes dibujar tu sonido preferido?
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