Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 29 | La fatídica dinámica del destino

Yo ya llevaba rato despierta cuando Drake regresó. Me encontraba acariciando el cabello de Ethan, quien se había vuelto a quedar dormido en mi regazo. Seguramente no había podido descansar bien desde que llegó allí.

—No te lo llevarás —dije.

—¿Todavía piensas desafiarme? —cuestionó—. ¿Quieres hacerlo frente a él?

Sacudí ligeramente a Ethan para que se despertara.

—Escóndete bajo la cama y cierra los ojos —le susurré.

Ethan miró a Drake y no necesitó de más para obedecer.

—No te lo llevarás —repetí levantándome.

En mi camino hacia él, cambié de forma. Drake también lo hizo, adoptando una musculatura y rasgos más exagerados que las de un Maldito de Aithan. Pretendió agarrarme, pero reboté contra la pared y pude clavar mis dientes en su muslo. Me retiré con rapidez, antes de que pudiera atraparme con sus garras. El sabor fue desagradable.

—Ahora eres como una mosca fastidiosa —dijo en su voz grave.

Esa percepción no estaba mal. Si fastidiar era entorpecer sus planes, eso era justo lo que quería.

Avancé con movimientos en zigzag, evitando de nuevo con éxito sus garras. Pude depositar mordiscos en su otro muslo, cadera e incluso uno de sus brazos antes de ir por su cola. Necesitaba desestabilizarlo y derribarlo.

Sin embargo, antes de que pudiera tirar de ella, la sacó de mi alcance. Con una velocidad que no había mostrado antes, giró y logró agarrar un puñado de mi pelaje. Fue suficiente para demorarme y poner sus garras sobre mí.

Me empujó con fuerza contra el suelo. Busqué reincorporarme, pero el impacto que recibió mi cabeza me dejó aturdida por unos instantes. Casi enseguida, tuve sus manos alrededor de mi cuello y su rodilla haciendo presión en mi estómago. Volví a ser humana, al igual que él; su peso siendo abrumador.

—Tú sola no puedes contra mí —dijo antes de apartarse.

Fue hasta la cama y haló a Ethan para sacarlo de su escondite. Frustrada, no pude hacer más que verlo llevárselo. Se había estado conteniendo hasta el último instante; jugando conmigo.

Me recosté sobre mi costado y llevé las rodillas al pecho para abrazarme. Me quedé un rato allí, pensando en cuánto odiaba a Drake.

En cierto momento, me levanté. No podía quedarme abatida, pero tampoco había una manera de salir de allí por mi cuenta. Era una celda de los Cephei. Comencé a caminar de un lado a otro.

Hasta que, el visor de la puerta deslizándose hizo que me detuviera. No se trató de Drake, ni de Zigor.

—Vanessa. —Era Jullie—. No te acerques a la puerta.

Sin moverme de mi lugar, vi atónita cómo Jullie, de alguna forma, arrancó la puerta de sus bisagras. La aleación perfeccionada no evitó que la puerta fuera succionada hacia el pasillo. Y todo sin ningún tipo de ruido estruendoso.

Cuando Jullie ingresó a la celda, unos hilos oscuros regresaban al interior de su manga. A diferencia de esa entrada que detonaba el cambio en ella, lucía como la misma chica que dejé en el bosque de Priska. Vino directo a abrazarme.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —pregunté dándole unas palmadas en la espalda y soportando su nuevo aroma a leña quemada.

—Venía por Zigor, pero me encontré a Ian y a otros de los Cephei en el camino —respondió apartándose.

Alan también debía estar allí. Miré hacia la puerta, anticipando que entrara en cualquier momento.

—Me adelanté cuando nos recibieron vampiros y Malditos de Aithan —añadió Jullie.

—Vamos a la pelea.

Si Jullie había vuelto era porque su entrenamiento con Priska acabó. Con ella podíamos tener una oportunidad contra Drake y Zigor. Ella podía encargarse del brujo y nosotros de Drake.

Saliendo al pasillo, volvió a escucharse el tarareo. Provenía de la celda junto a la mía. Esa puerta también había sido arrancada de sus bisagras.

—Probé con esa celda primero —explicó Jullie—. Hay una señora. Le hablé, pero no pareció entenderme.

Me asomé en la celda en cuestión. En ella, abrazándose a sí misma sobre la cama, estaba Amanda. Con su cabello platino cayendo sobre sus hombros y una mirada perdida. También había terminado siendo prisionera de Drake. Creí que había caído en manos de los cazadores.

—Amanda —la llamé mientras me aproximé—, lamento tanto no haber pensado en ti antes.

Posó sus ojos en mí, luciendo más consciente de su entorno.

—Estoy donde tengo que estar —replicó levantándose—. Daniel... él... yo...

—Drake. Acabaremos con Drake —la corregí cuando se confundió con el nombre de su tío—. Afuera no es seguro. Escóndete aquí y volveré.

Amanda tomó mis manos un momento y luego regresó a su posición inicial mientras asentía en silencio. Después de que Jullie regresara la puerta a su lugar, sin colocar el seguro, nos fuimos para apoyar a los demás.

La magnitud de lo que sucedía en el exterior fue algo que no hubiera podido imaginar. Descendientes de Imm contra Descendientes de Imm, Malditos de Aithan contra vampiros, Hijos de Diana siendo apoyados por Malditos de Aithan para atacar a otros de su especie. Una lucha confusa en la cual estar envuelta.

En medio de ese campo de batalla, que hacía no tanto era la representación del equilibro de poder en la región, destacó un lobo cuyo pelaje blanco comenzaba a ensuciarse de sangre. Le dio una mordida mortal al Descendiente de Imm que combatía, para que luego el Maldito de Aithan que lo asistía terminara de hacerlo trizas y así continuar con el próximo adversario.

Hasta que, la mirada de Alan cruzó con la mía. Recorrió el tramo restante hacia mí, sin embargo, un Maldito de Aithan se atravesó. En eso, cambié de forma para apoyarlo en el enfrentamiento.

Alan ya había esquivado un par de veces las garras del ser, buscando el ángulo correcto para atacar. Yo aproveché la ventaja de la sorpresa para tomar al Maldito de Aithan desprevenido y halar de su cola. Mis dientes se hundieron profundo y el tirón lo desconcertó lo suficiente para que Alan hallara la oportunidad.

Efectuó las mordidas estratégicas para debilitar su postura y tumbarlo al suelo con un golpe final en el abdomen. Me aparté en el momento justo y también arranqué un pedazo de su cuello cuando estuvo a mi alcance. Casi me agarra, pero Alan estuvo encima de él con rapidez para seguir proporcionando daño. Al igual que él, rasguñé y mordí hasta que el Maldito de Aithan dejó de moverse.

Acabar con Drake también conllevaba un camino de sangre.

Alan cambió de forma y yo hice lo mismo. Me abrazó.

—Perdón por tardar —dijo.

—Todavía hay tiempo —repliqué intentando en esos escasos segundos que teníamos poder retener lo más posible su calor y aroma familiar. Todo lo demás que debíamos intercambiar iba a tener que esperar—. Sin Drake esta guerra acabará.

Alan asintió, aún sin soltarme.

—Está empezando —indicó Jullie habiendo llegado hasta nosotros—. Hay mucha energía empezando a acumularse dentro de la formación rocosa.

Señaló la elevación de terreno que había aparecido en las fotos, ubicada en el centro del patio. Podía verse una entrada. Sin esperar una respuesta de nuestra parte, ni el planteamiento de un plan, Jullie avanzó hacia donde comenzaba a desarrollarse el ritual.

—Les diré que esa es la prioridad. Los Pólux y Arcturus presentes se encargarán del resto —comentó Alan antes de volver a su forma lobuna.

Hice lo mismo y alcancé a escuchar las instrucciones que dio. Nos dirigimos al lugar del ritual.

Los seguidores de Drake se concentraban cada vez más cerca de la entrada. Nuestro equipo fue poco a poco disminuyendo en número, a medida que quedaban rezagados peleando. No podíamos quedarnos todos a acabar con cada uno de ellos. Esa matanza terminaría con la caída de Drake. Sin su líder, la mayoría seguramente huiría de regreso a las sombras.

Unos cuantos logramos ingresar a la formación rocosa. El interior era una cueva de más de una cámara, con agujeros que permitían el acceso de luz nocturna. Había unos Descendientes de Imm muertos, de los que Jullie tuvo que haberse encargado. Sin embargo, otros aparecieron de repente.

«Sigue», ordenó Alan ocupándose de uno que vino hacia mí.

Continué hacia la próxima cavidad. El espacio era mucho más amplio y con distintas elevaciones. Había un círculo en el centro de la cueva, con un diseño en el borde trazado con líneas rojas. Drake, dentro de él y con la mano sobre un cofre familiar, se fijó en mí. Ethan yacía tendido bocabajo un poco más allá. Predominaba el olor a su sangre y a la flor que florecía con la luna.

Un estruendo me sobresaltó antes de seguir avanzando. En la pared opuesta, a varios metros por encima, había una saliente que parecía vibrar con los destellos similares a rayos y otras formas deformes. Por unos instantes, pude distinguir a Jullie atacando a Zigor.

Desconocía qué tanto el entrenamiento de Priska había elevado su poder, sin embargo, el solo hecho de llevar varios minutos como oponente de Zigor y seguir de pie, era increíble. Una ventaja que debía aprovecharse.

Drake abrió el cofre. Una ráfaga de humo espeso salió violentamente del objeto y rebotó contra algo invisible a cierta altura antes de dirigirse a Drake. Entró en su cuerpo.

Me apresuré a detener el ritual. Para poder hacerlo, debía acercarme. En cuanto pretendí pisar el borde del círculo, una fuerza me repelió. Primero sutil, hasta que mi insistencia provocó que fuera empujada lejos.

Perdí el agarre de mi cáscara lobuna con el golpe. Aunque me costara respirar, me apoyé de mis manos y me esforcé por sentarme. A pesar de lo simple que pareció, me sentí aturdida por la negatividad impregnada en esa barrera.

Drake continuaba en el medio del círculo, absorbiendo ese humo oscuro que provenía del cofre. Con sus brazos extendidos y ojos cerrados. Con su expresión de satisfacción, mientras Ethan yacía inconsciente y sangrando cerca de él.

Miré hacia la entrada de la caverna. Alan y los demás todavía coordinaban sus ataques contra los vampiros. Solo dependía de mí.

Apretando mis manos contra el suelo, llenándome las uñas de tierra y enviando a un segundo plano el dolor físico, me puse de pie. Quizá la manera era cerrar el cofre, o borrar la línea del círculo, o apartar a Ethan. Sin embargo, cualquiera de esas opciones implicaba romper esa intensa barrera de energía oscura.

En la parte alta de la cueva, Jullie continuaba su enfrentamiento contra Zigor.

¿Lo derrotaría? ¿Eso debilitaría a Drake? Fuese así, o no, yo debía seguir intentando hacer mi parte.

La frase que dijo Drake relacionada con cómo habíamos llegado a ese punto, resonó en mi mente. Cada recuerdo, coyuntura y desenlace significativo se manifestó. Tal vez desde esa primera mordida ya estaba escrito ese final. En vez de él haber sido mi perdición, yo era la suya. Y eso estaba bien. No podíamos prolongar esa dinámica fatídica.

Con esa convicción internalizada, un brillo repentino captó mi atención. Al observar de nuevo hacia la entrada, vi a Amanda avanzando hacia mí. Esquivaba con gracia a los Descendientes de Imm, Malditos de Aithan e Hijos de Diana. En sus manos sostenía la Lanza de las Mil Noches, la cual resplandecía con una luz blanca.

—A través de tu muerte la reclamó, así que tuya también es —dijo con una voz ajena a la suya.

Sin poder terminar de comprender lo que ocurría, tomé la lanza. Se sintió fría al tacto y un cosquilleo recorrió mis extremidades.

Una fuerza, imposible de describir, se hizo sentir en mi ser. Una sensación que ahuyentaba cualquier tipo de duda. Afiancé mi agarre en la lanza y atendí el llamado de darle un fin al caos antes de que se consolidara. A Drake.

Casi llegando al borde de la barrera, un rayo violeta cayendo frente a mí me hizo retroceder. Instantes después, Zigor se interpuso en mi camino. Sus ojos estaban completamente negros y las venas marcadas se habían extendido al resto de su rostro.

Me preparé para enfrentarlo. No obstante, Jullie entró en la escena. Empujó a Zigor lejos de mí y materializó una esfera oscura; similar a la del arma experimental de los cazadores, pero más grande que el tamaño de una persona. Zigor estuvo por reincorporarse, listo para contraatacar, y Jullie lo evitó sosteniéndolo. Lo arrastró con ella hacia la esfera y ambos desaparecieron.

Confiando en que Jullie sabía lo que hacía, y consciente del poco tiempo, continué hacia mi objetivo.

Sentí el rechazo de la barrera intensificándose a medida que avanzaba. El aproximarme con la punta de la lanza yendo primero, siendo la que cortara esa energía invisible, creí que sería suficiente. Sin embargo, en cierto punto, no pude más.

Apreté los dientes y empujé, haciendo presión contra el suelo, tensando cada parte de mí. Saboreé mi propia sangre; determinada, pero quizá ni siquiera así siendo suficiente.

De repente, otro par de manos aparecieron en la lanza, aportando fuerza adicional y permitiendo que el avance siguiera. Amanda era quien había llegado a mi lado. La expresión en su rostro fue una que jamás había visto; una de estar realmente presente en el mundo de los mortales.

A pesar del cansancio que debían tener sus huesos envejecidos, su colaboración se convirtió en lo que faltaba para romper el campo. Penetramos en el círculo y las fuerzas de repulsión dejaron de sentirse.

Drake abrió los ojos y se enfocó en nosotras, pero ya era tarde. Tal vez si lo hubiera hecho sola hubiese titubeado en el último segundo. No obstante, el pulso de Amanda continuó guiando la lanza por el espacio. Por tener sus brazos todavía extendidos, acceder al centro de su pecho no fue problema.

La afilada arma celestial cortó la carne de Drake. Sus manos se enroscaron en la lanza, en un intento de que no lo atravesara, sin embargo, el material pareció quemarle. Sus ojos se posaron en mí y vi claramente cómo la sangre, oscura como alquitrán, brotó de su boca. Pese a ser sin dudas el preámbulo de su muerte, en esos últimos instantes, no percibí ira en su mirada, sino resignación.

Las almas, que su cuerpo había absorbido para obtener la inmortalidad, empezaron a escapar. La furia de ellas regresando al cofre nos empujaron lejos de la lanza. En medio de ese revuelo, con el entorno tornándose difuso, pude distinguir a Ethan. Con dificultad llegué a él y lo cubrí con mi cuerpo. Todavía respiraba.

Los minutos que tardó el ambiente en normalizarse se sintieron eternos. Pero Ethan estaba vivo y ya casi todo acabaría. Dejé de sentir el roce del viento áspero sobre mi espalda y el rugido de la ventisca se apaciguó. Al volver a mirar hacia el círculo, la atmósfera había sido limpiada, el cofre cerrado, y Drake yacía inmóvil con la lanza aún incrustada en su pecho.

—Vanessa. —Alan venía hacia mí—. ¿Cómo está Ethan?

Me hice a un lado y acaricié el rostro de mi hijo. Continuaba inconsciente, pero el sangrado había parado y seguía respirando. Lo levanté del suelo.

—Vivo —respondí. Se lo di a Alan—. Necesito comprobarlo.

Alan acomodó a Ethan sobre su hombro y asintió—. Los cazadores vendrán pronto.

Me aparté de mi futuro para acercarme al pasado.

El pecho de Drake permanecía inmóvil, sus ojos cerrados, y cualquier signo de vida carente. Sus facciones y contextura habían vuelto a ser las mismas; a las de antes de ser envenenado por la oscuridad. A pesar del desenlace, su rostro reflejaba tranquilidad. Parecía estar durmiendo.

Unos brazos me rodearon. Alan estaba de nuevo junto a mí. Besó mi sien.

—Estoy aquí —murmuró.

Antes de yo siquiera darme cuenta, Alan supo que ese abrazo había sido necesario. Con la muerte de Drake, una parte de mí se había ido también; una parte cuya pérdida también iba a lamentar. Pero no podía exteriorizarlo en ese lugar. La muerte de un villano no se lloraba en público.

El tiempo terminaría de cerrar las heridas. Aunque bajo la superficie continuaran los rastros del dolor de lo que no pudo ser, las razones de aferrarme a un presente y futuro cálido eran más fuertes. Al amor curativo de Alan. A una historia más feliz.

Solté a Drake y él por fin me dejó ir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro