Capítulo 2 | Reconfortar un espíritu roto
No sabía cómo llenar los silencios de Jullie. Cada vez que se quedaba en el baño viéndose en el espejo deseaba poder encontrar las palabras adecuadas que la hicieran sentir mejor. Sin embargo, yo era consciente de que eso no era posible y que quizá precisamente necesitaba de ese tiempo para internalizar lo que le ocurría.
El largo de su cabello apenas le rozaba la mandíbula. El tono de su piel tenía una claridad enfermiza. Había algo en sus ojos que opacaba su brillo. Asimismo, casi no hablaba y la expresión en blanco que mantenía ponía nerviosa a Hannah. No obstante, las marcas que vi en su cuerpo cuando la ayudé a asearse fueron suficientes para justificar todo eso.
—Recuerda que hoy vamos a tardar más en volver —le dije mientras terminaba de subir el cierre de mi vestido—. Te traeré algo de la fiesta para que comas más tarde.
Ella, quien estaba sentada en el otro extremo de mi cama, asintió. Un par de horas antes le había traído un libro ilustrado con detalles básicos de la región y las manadas en ellas. Recién comenzaba a prestarle atención.
—Si quieres saber más sobre algo que leas, me puedes preguntar más tarde —agregué.
Yo ya estaba lista para ir a la fiesta de compromiso de Josh, pero no me sentía cómoda sabiendo que la dejaría tanto tiempo sola. Entre Hannah y yo nos turnábamos para acompañarla lo máximo posible, mientras decidía qué hacer, pero ambas debíamos estar presentes en el evento.
Obteniendo silencio como respuesta, me eché un poco de perfume y me dirigí hacia la puerta.
—He hecho cosas horribles —murmuró—. Las he estado recordando poco a poco.
Me detuve. Al voltear noté la humedad en sus mejillas.
—Te juzgué cuando tuve que limpiar la habitación que compartiste con Drake en la casa del profesor —continuó—, pero yo he hecho cosas peores. Yo... Yo...
No pudo terminar la frase. Se abrazó a sí misma y yo me acerqué a ella. Hice el libro a un lado y me senté.
—No sabes lo que yo he hecho. —Me incliné y coloqué la mano en su regazo en un intento de que ese contacto la reconfortara—. Y aquí sigo. Es duro y quizás estás pensando que eres un monstruo. Pero, déjame decirte que esa culpa que sientes, es justamente la señal de que no lo eres, Jullie.
Alzó la mirada hacia mí. Así como esas palabras dichas por Alan tuvieron efecto en mí, en ella sucedió lo mismo. Aceptar su nueva realidad no iba a ser sencillo, y asumir el control sobre ella mucho menos, sin embargo, encontraría espacio en mi caos para ayudarla.
La dejé con esa reflexión y me marché. Yo no fui la única transitando por esos pasillos, lo que significó que seguía estando a tiempo.
Los Arcturus habían llegado a primeras horas de la tarde, mas yo aproveché de que no fuera obligatoria mi presencia para quedarme en mi recamara trabajando en el esquema que debía darle a Josh. Creí que por el tema de su boda retrasaría el asunto, pero no fue así.
Avancé por el jardín central. A pesar de que el evento iba a ser dentro de la cúpula que formaba parte del comedor, había luces adornando la vegetación y una suave música era entonada por unos jóvenes de la manada. Lazos verdes y rojos entrelazados envolvían troncos de árboles y las farolas, representando la pronta unión entre el alfa Cephei y una de las hermanas del alfa de los Arcturus. Una alianza fortalecida, estabilidad e hijos puros era lo que necesitaba Josh.
Cuando ingresé al comedor, el considerable grupo de Hijos de Diana sostenía cada uno una copa y se mantenían expectantes alrededor de Josh. La melodía dejó de ser tocada y yo me escabullí justo a tiempo entre la multitud para unirme a Paula y Hannah.
—¿Todo bien? —preguntó mi hermana.
Por la preocupación en sus ojos supe que no se refería por completo a mí, sino que debió haber creído que mi demora fue a causa de Jullie. Solo Ian, ella y yo sabíamos de esa huésped secreta de la manada.
—Sí. Todo bien.
Sus facciones se relajaron y me dio la copa adicional que sostenía. La acepté y me enfoqué en Paula. A pesar de ya vivir con Jair, pude detectar la ansiedad que le generaba la situación. Llegaba días distraída y con falta de apetito. Y, ahora, bebía sorbos de champaña antes de que se anunciara el brindis. Aunque no lo haya querido admitir, le afectaba el compromiso de Josh.
Las conversaciones a nuestro alrededor se detuvieron y fue porque entró Samuel Harcos sosteniendo la mano de Emily, su esposa. La pareja alfa de los Arcturus caminó hacia Josh seguida de otros miembros de la familia Harcos y allegados. Pude ver a Kevin entre ellos.
Al detenerse frente a Josh, Samuel y Emily se apartaron hacia los lados para permitirle el paso a una joven de cabello rojo sujetado en una elaborada trenza. El vestido que cargaba del mismo color se ceñía a su torso angosto, pero las mangas largas y su falda acampanada cubrían por completo sus extremidades. Ella era Astrid Harcos, la hermana que le seguía en edad a Samuel. Era hermosa y ni Josh, ni Paula, ni ninguno de los presentes podía apartar la mirada de ella.
Samuel tomó la mano de Astrid y la acercó a Josh.
—Estamos en épocas oscuras y por eso nuestra unión debe ser más fuerte. Los Arcturus y los Cephei desde los inicios han sido manadas hermanas y el matrimonio entre ustedes, con la bendición de Diana, confío será el recordatorio de que no debemos perder nuestra cercanía a causa de las acciones de algunos. —Colocó la mano de su hermana sobre la de Josh—. Por eso, yo, Samuel Harcos, alfa de los Arcturus, te entrego a mi hermana, Josh Aldrich, alfa de los Cephei, para que unan sus vidas bajo el manto de la diosa y sean augurio de esperanza para la región.
—Y yo la acepto para que los Cephei sean su nuevo hogar y construir un mejor futuro juntos. Demostraré ser merecedor de ella y de su lealtad para continuar nuestro linaje. En nombre de Diana, que así sea —respondió Josh solamente enfocado en Astrid.
—En nombre de Diana, que así sea —habló por fin ella para luego sonreírle.
Los miembros de ambas manadas repitieron esa frase para posteriormente alzar sus copas y brindar. La familia Harcos se dispersó y mezcló con los demás, mientras que la pareja alfa Arcturus se quedó conversando con los próximos a casarse. Volvió a sonar la música.
—¿Te vas a tomar eso? —me preguntó Paula al notar que solo humedecí mis labios.
Ella se había bebido su trago de golpe. Tuve la intención de acceder a darle mi copa, a pesar de cómo mi mano se aferró al cristal, porque me estaba esforzando por evitar ingerir alcohol. Además, sabía que ella lo necesitaba para sobrellevar la situación. Por un tiempo fantaseó estar en el lugar en el que Astrid estaba hoy, olvidando que eso jamás sería posible. No obstante, en ese instante Jair apareció depositando un beso en su sien y entregándole él una nueva copa.
—Lo sé y entiendo —fue lo que dijo.
Paula le ofreció una disculpa silenciosa antes de beber más champaña.
—No sé ustedes, pero yo pensaba que Josh iba a decir algo más... trascendente. Lo que dijo Samuel sonó mucho mejor —comentó Hannah.
Me abstuve de mencionar que nunca fue bueno para los discursos, pues eso se hilaba con la frase de que Drake era quien reunía las cualidades de líder. Preferí darle otro sorbo a mi copa.
—El puesto que tiene le queda demasiado grande —replicó Jair.
—Basta —exhaló Paula.
Sin necesidad de señalar a qué se refería, mi amiga se dio la vuelta para alejarse de nosotros. Criticar a Josh no le facilitaba las cosas. Tampoco verlo reír y bailar en la distancia con su prometida.
Jair se disculpó con nosotras y fue tras ella.
—Tantas historias trágicas de amor me dan ganas de quedarme soltera para siempre —dijo mi hermana.
—No soy la mejor para aconsejarte al respecto —suspiré.
—Por lo menos Sam y Emily se ven felices.
Miré hacia donde ella tenía posada su atención. Los mencionados estaban de pie junto a la mesa de postres compartiendo un trozo grande de pastel. Samuel acercó la cuchara a la boca de Emily, pero falló y le ensució la punta de la nariz. En respuesta, ella se limpió con su mano y trató de esparcirlo en el rostro de su esposo entre risas.
Hannah no me dio detalles sobre cómo fue su relación con él, solo que fue mientras su padre lo envió a otra ciudad en un intento por alejarlo de Emily y él quiso olvidarla. A pesar de ello, las facciones de mi hermana reflejaban una reacción opuesta a la de Paula. Ella lucía satisfecha con la escena.
—¿Te gustaría bailar conmigo, Hannah? —preguntó un Pólux al haberse acercado a nosotras e interrumpirnos. Yo no recordaba su nombre, pero sí lo había visto en varias oportunidades con mi hermana.
Hannah me observó con duda, quizá no deseando dejarme sola. Sin embargo, yo le arrebaté su copa a punto de terminar.
—Ve a divertirte. Yo estoy bien —dije.
—No vayas a tomar demasiado. Vengo en un rato —replicó como si ella fuera la hermana mayor y no yo.
Ella le sonrió al chico y luego aceptó tomar su mano para caminar juntos hacia la zona donde otras parejas bailaban. Los seguí con la mirada hasta que empezaron a moverse al ritmo de la música.
Fue inevitable no volver a soltar un suspiro. Me sentía tan fuera de lugar en medio de rostros alegres. Incluso los Pólux, a pesar de estar lejos de su isla y obligados a quedarse con nosotros mientras se tomaba una decisión respecto a su situación, se integraban a la celebración.
Moviéndome ligeramente de un lado a otro para no parecer una estatua, sucumbí ante el deseo de acabar lo que quedaba de mi champaña y lo dejado por mi hermana. Iba a tener que esperar como una hora más antes de poder irme. Podía escuchar murmullos sobre mi presencia allí, pues el tiempo que estuve con Drake no había quedado en el olvido. Por eso era importante estar allí, para demostrar mi apoyo y ayudar con mi imagen.
Pensé en Ethan y en que sería más sencillo si hubiera podido verlo esa noche. No obstante, ese día se había enfermado y Olivia lo cuidaba en la enfermería. Mi plan era visitarlo cuando culminara el evento.
—Tu nueva regla de cero alcohol no duró mucho. A menos que haya sido una excusa para no beber cerveza conmigo.
Giré para encarar a Kevin. Tenía el cabello un poco más largo desde la última vez que lo vi; hacía un mes, cuando Samuel acordó con Josh la boda.
—Tú dime. Seguro hubieras detectado mi mentira —respondí.
—Contigo nada nunca es completamente certero.
Para mí, fue un halago que generó la ligera curvatura de mis labios.
En sus manos tenía dos vasos que olían a vodka. Un mesero pasó retirando las copas en mi poder, así que agarré lo que Kevin me trajo.
—Es solo por hoy —añadí—. Ha sido una semana difícil.
La petición de Josh, la presencia de Jullie, no tener noticias de Alan, y las pesadillas con Drake.
—Estoy de acuerdo contigo. Y las semanas anteriores también lo han sido. —Acercó su vaso—. Salud por eso.
Asentí y choqué mi vaso contra el suyo. Al saborear esa bebida más fuerte, recordé por qué era un refugio atractivo.
El cansancio en Kevin no había mejorado. Sus ojeras estaban más marcadas y la resequedad en sus labios también. Asimismo, noté su pulso acelerado y la forma en la que escaneaba nuestro entorno, como preparado para actuar en cualquier momento. Rebotaba su pie contra el suelo, resaltando su intranquilidad.
—¿Quieres más? —cuestionó.
Estuve por negarme. Él tampoco estaba bien y por experiencia sabía que querer suavizar el caos interno con alcohol terminaba siendo un simple espejismo. Los tormentos continuaban allí una vez pasado el efecto. No obstante, la última vez lo hice y quizá lo que en realidad buscaba era alguien con quien hablar.
—Sí, pero solo si es con moderación.
—Tranquila. Aquí soy el hermano de la pareja del alfa, así que debo comportarme.
Lo seguí a la mesa que había estado ocupando antes de venir a mí. Ahí nos esperaba en uno de los extremos una botella de vodka recién destapada y un par de sillas vacías.
—En vez de ser Josh y Avery el centro de atención, creo que somos nosotros —murmuró inclinándose hacia mí mientras colocaba el vaso lleno en mis manos.
—Ya estamos más que acostumbrados. Diferentes circunstancias y bando, pero el mismo escrutinio.
—Justo lo que estaba pensando —contestó siendo en esa ocasión él quien impactara su vaso contra el mío.
Desde lo sucedido en la isla de los Pólux, Kevin se había mantenido con su manada. Fue elogiado por su papel y recompensado con un puesto como guardián de Samuel. El servicio que prestó fue suficiente para que no tuviera que volver a ser enviado a ninguna misión. Para cualquiera que no hubiese enfrentado lo que nosotros, asumiría que esa inactividad traería alivio, sin embargo, volverse a acostumbrar a la calma después de haber sido marcado por la oscuridad era difícil. Y para Kevin debía ser peor, por tantos años que estuvo aferrado a su actuación.
—A veces siento que este es el falso yo y el real era el otro —confesó cuando ya llevábamos casi la mitad de la botella.
Terminé lo que quedaba en mi vaso y me acerqué para colocar mi mano sobre la suya. Yo entendía lo que era esa sensación. Y creía que eso, dejando a un lado la culpa acumulada, era lo peor de poner en práctica lo aprendido. Dudar de lo que realmente eres, asustaba. Considerar que tu verdadera esencia es lo imperdonable que hiciste con tal de cumplir con la misión, hacía que te cuestionaras cada paso que dabas y te robaba el sueño. ¿Y si me gustaba lastimar y hería a mis seres queridos?
—El Kevin real es el que guarda la fotografía de su hermana menor en su billetera, el que se quedó atrás para que yo pudiera huir, el que colaboró con los cazadores para atrapar a Drake, el que está sufriendo de insomnio, y el que hace un sinfín de cosas más que, sin importar su tamaño, indican que eres de los buenos.
Se quedó mirándome en silencio por un largo minuto. Sin necesidad de decírmelo, yo supe por lo que reflejaban sus ojos que mis palabras eran reconfortantes. Yo más que nadie lo entendía.
—Una parte de mí está enamorada de ti. Tampoco sé si eso es verdad.
Retiré mi mano. Eso no me lo esperé.
—Kevin, tú y yo hemos pasado por mucho. Debes estar confundido.
Me dedicó una sonrisa apagada. Volvió a llenar nuestros vasos y bebió otro poco.
—Lo sé. Soy un desastre. Gracias por no salir corriendo.
—No lo haría. Somos más que amigos. Lo que sí es que deberías charlar con un psicólogo. Claro, yo también estoy aquí para ti, pero sé que hay cosas que no me dirías y guardarte todo solo hará que empeore.
—Gracias. Lo pensaré.
Abrirse con alguien era lo correcto para drenar lo que afligía su espíritu. Así solo fuera una parte. Yo no era la Vanessa equilibrada, pero sin mis válvulas de escape, como la terapia en aquel entonces y Alan, mi decadencia podría ser peor.
Kevin merecía recuperar su vida, como Arcturus y al lado de su hermana. Sin embargo, no le insistiría. Recibir ayuda era una decisión personal. Lo que podía hacer era permanecer a su lado como su aliada, lista para atraparlo.
Bebí más vodka. Él miró hacia las parejas que bailaban. Esa sí era una distracción sana.
Me puse de pie y me extendí mi mano.
—¿Aprovechamos que tengo un vestido y tú un traje? —Lo dudó, seguro recordando las fiestas de Monique y cómo debíamos aparentar ser una pareja—. Creemos nuevos recuerdos.
Se terminó el contenido de su vaso y tomó mi mano.
¿Se esperaban lo de Kevin? e.e
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