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Vacilación y un intento de ...

Horus estaba delante de la cama con una sonrisa triunfadora. Podía ver el delgado y pálido cuerpo acostado boca abajo con solo una camiseta ligera y unos short cortos, dejando ver un par de muslos que nunca se imaginó que un chico tuviera.

Por reflejo tragó saliva. A pesar de sus retorcidas preferencias había un estereotipo de cuerpo que le gustaba, delgado pero con la grasa suficiente para agarrar, y el tal Tobias, no sabía si era una bendición o maldición la tenía en los lugares indicados. Se imaginó entre esos muslos y apretando los dos montículos redondos que se marcaban en la tela y se estremeció. Una gota de sudor corrió por su espalda anticipando el venidero acto de placer. No podía esperar.

Se movió rápido aunque algo más lento de lo que pensó con su nueva fuerza y se sentó a horcajadas sobre el cuerpo del menor. Su marcada y húmeda erección quedó entre sus nalgas e inclinándose agarró las dos muñecas de Tobias y las aprisionó duramente contra la almohada. El solo roce de su miembro contra el cuerpo del menor hizo que casi llegara al orgasmo manchando su ropa de líquido seminal.

Era la primera vez que estaba tan ansioso, ni siquiera cuando había tenido a Darien debajo de él. Maldita abstinencia. Con su mano libre corrió hacia arriba la tela de la camiseta dejando a la vista la hermosa línea de la espalda. Ahora disfrutaría de lo bueno, nadie sobrevaloraba al Gran Horus sin sufrir las consecuencias. Lástima que se olvidó de un pequeño detalle.

Una fuerte descarga eléctrica lo recorrió tan violentamente que fue lanzado al suelo y perdió la movilidad de su cuerpo por unos segundos. Aturdido quedó sentado en el suelo tensó del dolor. La erección que antes tenía automáticamente desapareció y su lívido se esfumó como el humo.

-Nunca pensé que fueras de mente tan corta- vio como Tobias se incorporaba en la cama y se sentaba en el borde con el rostro hacia él- Anubis me advirtió que moverías tus cartas en cualquier momento- alzó la mano y sacudió una manilla dorada y delgada que se materializó. Al hacerlo esta apareció una igual en la muñeca de Horus- Cortesía de Anubis, agradécele cuando lo veas-

Horus pestañeó cuando fue capaz de hacerlo y sus labios se fruncieron en una expresión de rabia.

-Tú- dijo sacudiéndose pero sus músculos aúna estaban entumidos.

-Te lo dije antes, si me tocas con intenciones de agredirme serás castigado de igual manera, estas manillas fueron también hechizadas por Ra, así que hagas lo que hagas no podrás quitártelas- Tobias sonrió inocentemente como si lo que dijera fuera algo natural –Ahora, si no es molestia, desaparece de mi cuarto, no quiero tener delante de mí a una sabandija que intenta violarme cuando intento descansar-

-Rata- le ofendió Horus incorporándose lentamente de forma torpe y tambaleante. Dio un paso hacia adelante pero el peso de la manilla lo hizo detenerse.

Cerró sus ojos y respiró profundo en busca de la calma, que nunca llegó. Al abrirlos se percató que Tobias se volvía a acomodar en su cama de forma despreocupada, si lo hacía significaba que él no representaba un peligro para el humano. Otro nombre que añadiría a su lista una vez volviera. Se prometió en silencio violarlo tantas veces que su trasero perdería su forma.

Por un segundo se lo imaginó desnudo, con las piernas abiertas y una correa dorada alrededor de su cuello. Eso sí era una imagen que aprovecharía y recordaría para emplearla. Ni el mismo Ra se interpondría en que lo volviera su esclavo sexual. Nadie jugaba con él. Nadie.

Maldiciendo internamente, diciéndose que solo faltaba poco se giró y caminó hacia la puerta.

-Ah si- escuchó la voz del Tobias desde la cama- si tienes problemas para venirte tengo un juego de consoladores que me dejó mi anterior vecino, por si lo quieres, tengo algunos que son muy creativos, estoy seguro que mañana te dolerá el culo- el joven sonrió maliciosamente.

Horus no le respondió. Tiró la puerta tan fuerte que el marco se astillo y caminó de vuelta a su cuarto indignado. No podía con ese chico. No había interactuado con alguien así antes. Espera, sí. Alguien apareció en su recuerdo pero no podía recordar su rostro.

Tobias suspiró cuando escuchó como su nuevo inquilino entró a la habitación. Por su cuerpo corrió un ligero temblor. Aún sentía el roce del enorme hombre por su cuerpo y su estómago se apretó. Ningún humano o dios lo había tocado así antes. Llevaba años esquivando cualquier situación comprometedora por tal de no terminar desnudo y tomado. Debía mantener su castidad para no perder su capacidad de visión. O al menos eso era lo que se repetía una y otra vez.

Se levantó de la cama y caminó hacia la puerta que cerró desde adentro con seguro. Horus había recibido una buena lección pero por experiencia sabía que no era alguien que se rindiera fácil. Por lo que era mejor precaver que lamentar. Una vez de vuelta a la cama se cubrió de pies a cabeza y le tomó bastante tiempo recobrar el sueño no sin antes mandarle una buena maldición a Ra.

El Todopoderoso soltó la ficha en su mano de la impresión, por la palabrota que llegó a su cabeza y solo sonrió. En la Tierra se lo estaban pasando bien y él volvía a estar aburrido, muy aburrido y eso era peligroso. Kalet recogió la pieza y la puso de regreso en el costado del tablero.

-Parece contento mi señor Ra-

El dios giró la cabeza y rodeó la cintura del dios menor y lo atrajo hasta sentarlo en su regazo. Esa noche inusualmente necesitaba contacto.

-Solo estoy nostálgico-

-¿Es por algo malo? ¿Puedo hacer algo?- después de la guerra Kalet se había vuelto mucho más servicial y atento a todo a su alrededor.

-No. Nada, solo quédate un momento así- Ra lo abrazó con más fuerza y comenzó a besar el cuello del chico que no estaba acostumbrado a ese nivel de caricias pero no dijo nada, se sentía bien.

Minutos después y dejando a un Kalet algo sofocado por las ligeras caricias y algunas marcas en la piel achocolatada, el chico se levantó y giró el rostro con un ligero sonrojo.

-Puedes irte ahora, tengo cosas que hacer- el carácter de Ra había vuelto a cambiar, era tan impredecible que daba miedo.

El dios menor hizo una reverencia y salió de la gran sala con la cabeza baja. Ra siempre lo besaba o tocaba pero esos roces solo hacían que se sintiera de vez en cuando usado. No pedía que lo quisiera pero a veces lo confundía. Además todavía tenía el remordimiento de no haber cumplido con sus tareas de proteger a aquellos dos humanos. Si fuera un bennu tal vez todo sería mejor.

Con esa idea caminó rápido con el pecho apretado hasta el templo de su maestro. Esa era la única persona que podía calmarlo cuando sentía que todo se estaba desmoronando en su interior. Vio a su maestro descansando acostado en su cama dándole la espalda. Normalmente no estaba a esa hora allí, se encontraba patrullando o dirigiendo las tropas, pero hoy le habían permitido descansar para sanar viejas heridas.

Se acercó a él en silencio sabiendo que la Esfinge ya había percibido su presencia. Aun así se metió debajo de las sábanas y se pegó a la ancha y cálida espalda de Nastet y pasó un brazo por encima de su cintura. Como si el cuerpo de su maestro pudiera protegerlo de todo.

-¿Qué ocurre?- la voz tranquila y grave de Nastet resonó detrás de su máscara.

Pero Kalet no respondió. Enterró su rostro entre los plateados cabellos y cerró sus ojos pudiendo dormirse tranquilamente. Este hombre a pesar de ser severo nunca lo cuestionaba. Por eso su lado era tan protector

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