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Nos odiamos

Horus sentía como su cabeza quería explotar. El bullicio de ruidos que normalmente no oía, los diversos aromas era algo anormal en el Imperio. Abrió sus ojos de golpe y todo le cayó encima como una cascada, el juicio, la condena, su expulsión.

Y ahora estaba allí acostado en medio de un parque con solo su shenti y nada más. No había energía mística en su interior, ni siquiera su lanza estaba dentro de él. Todo había sido sellada por el mismo Ra impidiéndole usarla en cualquier caso. ¿Qué haría? No conocía prácticamente nada de este mundo, nunca se interesó por saber de él aparte de lo básico. Se la habían jugado y buena.

Lo peor de todo era que había perdido contra su primo. Darien ahora estaba en sus brazos y las posibilidades de acceder a él estaban sumamente limitadas. Maldijo entre dientes. Nunca había pasado por una humillación tan grande como esa. Pero que se esperaran, él volvería y los haría ponerse de rodillas a todos, incluso al mismo Ra.

-Al fin despiertas- una voz que conocía lo hizo incorporarse y mirar al chico de cabello rubio platino y ojos sin iris definido.

-Tú- entrecerró los ojos desconfiado- ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres?-

-Se me fue confiada tu supervisión y estoy aquí para recogerte. Y verdad, creo que no nos hemos presentado formalmente a pesar de pasar por varias situaciones- se inclinó bajando su torso para poner su rostro delante del de Horus esbozando una sonrisa lejos de ser agradable- Soy Tobías, el Oráculo-

Al halcón le tomó al menos unos segundos recepcionar sus palabras.

-Espera, el Oráculo dices, estas mintiendo- se burló.

-Por qué lo haría, soy el Oráculo desde hace miles de años, tu problema si no siquiera te informaste referente al tema, he estado varias veces en el Imperio y no es de ignorancia de muchos dioses este hecho- Tobías aún mantenía aquella sonrisa rara.

Horus no lo podía creer. Había oído que el famoso Oráculo solo se comunicaba con Ra y le daba las perspectivas del futuro así como ayudaba con el movimiento de las piezas en el tablero del cielo. No, no podía ser, le estaba tomando el pelo.

-Supongamos que eres lo que dices ser- el dios se acomodó el cabello rubio todo desordenado detrás de la oreja, qué se supone que debemos hacer-

-Pues por el momento que muevas tu culo y camines, tengo muchas cosas que hacer como para estar todo el día esperando a que tú estés sentado mirando las musarañas- la cara de Tobías aún seguía sonriente pero esta vez sus ojos vacíos parecían totalmente fríos Muévete-

Y se giró dejando al dios sentado con la boca abierta. Nunca se hubiera imaginado que aquella persona que incluso él había salvado en más de una ocasión por circunstancias que se dieron le hablara de aquella forma. A él, a un dios mayor-

-Oye, maldito humano, qué te crees que eres para hablarme así- se levantó y caminó rápido alcanzando a Tobías pero cuando lo fue a tomar brusco del hombro una descarga eléctrica recorrió todo su cuerpo y cayó de rodillas jadeando.

-O sí, se me había olvidado decirte, solo puedes tocarme si tus intenciones no son malas sino serás agredido con la misma intensidad. Dales las gracias a Ra, que siempre piensa en todo- Tobías estaría muy complacido si pudiera ver la imagen degradada del dios en el suelo y pero al no poder ser así retomó la marcha nuevamente.

-Malditos imbéciles- maldijo Horus sacudiendo la mano para quitar en entumecimiento Se vengaría, de seguro se vengaría-

Tobías supo que el hombre lo seguía a pesar de estar maldiciendo en voz baja y suspiró. No entendía por qué Ra le había encargado a aquel dios, al cual él le guardaba un rencor profundo que llevaba años carcomiéndole desde dentro. Pero a Ra solo lo entendía Ra. Ni siquiera el pobre de Kalet era capaz de descifrar su mente macabra. Los recuerdos de días anteriores vinieron a su mente antes de retornar a la Tierra.

El magnate lo esperaba en la sala personal de él con una mesa llena de comidas exuberante que supo por el olor que debían estar deliciosas más no tocó bocado.

-Tobías, necesito que me hagas un enorme favor- su voz sonaba tan cansada que dolía, debía estar muy estresado por todo lo que llevaba la reconstrucción del Imperio.

-No sería la primera vez- llevaban tanto tiempo conociéndose que las formalidades eran agua pasada.

-Dentro de poco se celebrará el juicio de Horus-

-¿Y eso que tiene que ver conmigo- alzó una ceja previendo la peor.

-Por todos sus delitos solo me queda mandarlo a la Tierra para no condenarlo al destierro en el desierto de la muerte, por lo que quiero que lo supervises- Ra enterró su cabeza entre sus manos dejando que el oscuro cabello callera adelante Sé que ha cometido muchos errores pero no puedo dejar que tire toda su divina vida de esa manera, sé que en el fondo es un buen dios, creo-

-Los años te han vuelto tan viejo como suave Ra- Tobías le respondió con voz agria  Tú mejor que sabe por qué no estaría de acuerdo-

-Sí, pero en primera sé que no te negarás y en segunda, aunque sus pasados estén unidos ustedes nunca se habían visto hasta hace poco por lo que no importa que hagas Horus no sabrá la razón de tu odio. Además creo que ya es hora que tengas a alguien a tu lado para ayudarte-

-¿Quieres que me suicide? ¿O me lance de un puente? ¿Ayudarme a mí? ¿Él? Sí que haces buenas bromas Ra- dijo levantándose y caminando hacia la puerta-

-Pero aun así me quieres- el dios le sonrió relajado como solo podía con él o con su protegido -¿No te despedirás?-

-Tengo asuntos que atender, los veré en otro momento, despídeme tú- y con la misma Tobías salió camino al Orbe para regresar a la Tierra.

Sabía que se lamentaría por no decirle a Ra sobre el veneno del Serpha que recorría su cuerpo, pero el dios parecía demasiado cansado y además se llevaba consigo al menos tres manuscritos que podrían ayudarle a buscar la respuesta por si mismo. Solo esperaba que el tiempo estuviera de su lado.

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