9. Mal gusto para los hombres
El mercado bullía de actividad a aquella hora de la mañana: Kyrene caminaba, una vez terminados los recados, entre tenderos que voceaban su mercancía y vecinos haciendo la compra, acompañada por Bull, su viejo pastor alemán. El animal, antaño un guardián fiero, era ahora un pacífico caballero de doce años que adoraba a su compañera humana tanto como ella a él. Pero, en aquel momento, en los pensamientos de la chica reinaba Deathmask.
https://youtu.be/pHQUfgq1seM
Llevaba tres semanas sin coincidir con aquel maldito cangrejo y le fastidiaba reconocer que le echaba de menos. Era cierto que, en su primer encuentro, le había parecido un completo idiota, y que esa impresión solo se había agravado en las noches siguientes, pero con el tiempo, había comenzado a entrever algo más allá de su coraza de bravuconerías: era inteligente, considerado -cuando quería- y vulnerable. Escondía aquellas cualidades bajo su fachada jactanciosa e insolente, quién sabía por qué. Y, sin embargo, el muy cretino tenía que dedicarse a incordiarla todo el tiempo, como si fuese un crío de seis años.
Giorgos la había prevenido paternalmente contra él, cuando comenzó a trabajar en el bar: "no te acerques al caballero de Cáncer: es un golfo, un broncas y un moroso". Y ahora no conseguía quitárselo de la cabeza. Añoraba sus sarcasmos y sus desvergonzadas indirectas; incluso su manera de desquiciarla tenía un encanto particular que la divertía y le hacía olvidar la soledad a la que estaba habituada. Tenía que admitir que su sencilla y rutinaria vida en Rodorio era bastante más amena gracias a él, por no hablar de su atractivo físico... Era difícil no pensar en su penetrante mirada, en su sonrisa lobuna y, desde el día de la playa, en sus trabajados brazos, perfectamente esculpidos músculo a músculo...
Atrapada en sus devaneos mentales, se desvió de su camino y llegó, por casualidad, a la zona del mercado donde se situaban los vendedores de repuestos y piezas para bricolaje y mecánica. Entre ellos, casi oculto por el tamaño de los puestos colindantes, un hombre de mediana edad ordenaba viejas cintas de casete y VHS. Kyrene sonrió: ¡o sea, que allí conseguía Deathmask sus películas!
Se acercó al tenderete y escudriñó los títulos con curiosidad. Entre toda la morralla que abarrotaba la pequeña mesa, encontró "Ladri di bicicletti", de Vittorio de Sicca, pero el vendedor le hizo un gesto negativo con el dedo:
- Niña, esa película tiene dueño. Escoge otra.
- ¿Qué dueño? No veo a nadie aquí...
- Ahora no, pero vendrá. Las italianas están reservadas.
Kyrene no necesitó más pistas para comprender a quién se refería el vendedor:
- ¿Para el chico alto, el del pelo corto y los ojos azules?
- Sí, para ese. Me las compra todas.
- Entonces, cóbremela a mí: es un regalo para él.
El hombre la miró de arriba abajo, como pensando si fiarse o no, pero finalmente, accedió y propuso un precio, que ella, fiel a las tradiciones locales, regateó hasta que ambos quedaron conformes.
Con la película guardada en una de sus bolsas, Kyrene y Bull regresaron a la avenida principal y salieron del mercado con intención de volver a casa, pero, a punto de doblar la última esquina, ella atisbó a dos personas que no le eran del todo desconocidas caminando en su dirección. Aunque ignoraba sus nombres, estaba convencida de que eran caballeros de Atenea: recordaba haberlos visto alguna noche por la taberna, cuando aún era una empleada. Continuó caminando hasta llegar junto a ellos y, entonces, les abordó con una respetuosa inclinación:
- Buenos días, caballeros...
- ¡Vaya, hola! -uno de los hombres, cuyo largo cabello azul oscuro relucía al sol, le devolvió el saludo, después de observarla con detenimiento- ¿Qué se te ofrece?
Kyrene titubeó; de repente, no estaba segura de que su idea fuese tan buena como le había parecido en un primer momento.
- Habla -le urgió el otro caballero, un chico de melena aguamarina-, ¿en qué podemos ayudarte?
- Me preguntaba si podrían decirme... si el caballero de Cáncer está bien.
- ¿Deathmask? -el primero que le había hablado soltó una carcajada- ¿En serio te interesa ese patán? ¡Tienes muy mal gusto para los hombres!
Ella se sonrojó hasta las orejas; definitivamente, no debería haber abierto la boca.
- Milo, no seas maleducado. Solo te ha hecho una pregunta -le reprendió su compañero al ver el azoramiento de la chica-. ¿Para qué quieres saberlo? -se dirigió a ella en tono cortés.
- Bueno, yo... Soy camarera y hace mucho que no le veo por la taberna... -consiguió explicar, cada vez más arrepentida de su metedura de pata.
- No te preocupes, Death está en una misión. No sabemos cuándo volverá, pero notaríamos la falta de su cosmos si algo grave le ocurriese. Hasta donde podemos percibir, él está bien -explicó el segundo caballero.
- Tranquila, seguirá gastándose el sueldo en pagar el tuyo -volvió a reír Milo, haciendo que ella también sonriese.
Kyrene les agradeció la información y se despidió de ellos intentando disimular su euforia: ¡Death regresaría! Era solo una cuestión de tiempo que volviese a aparecer por la taberna soltando impertinencias y haciéndola enfadar.
- Oye, Camus... ¿esa chica se va dando saltitos de alegría o es que tiene que ir al baño?
- Milo, por favor, no digas bobadas.
El torso desnudo de Deathmask relucía a causa del sudor que lo cubría desde la cabeza hasta la cintura, mientras hacía una dominada tras otra en la explanada que rodeaba su templo. Bajo el sol de primera hora de la mañana, no demasiado cálido aún para aquella época del año, el caballero subía y bajaba con movimientos precisos, resoplando por el esfuerzo. Recién llegado de la última misión, se había levantado temprano, contra su costumbre, con la intención de pasar el día entrenando: recientemente había comenzado a sentir la necesidad de ir poniendo en orden ciertas áreas de su vida y aquel le parecía un punto de partida bastante razonable.
- ¡Eh, Death, que se te van a caer los brazos...! ¿Vienes a la arena a practicar un poco conmigo?
Deathmask se descolgó de la barra en la que estaba ejercitándose y se volvió para atender a su interlocutor.
- Buenos días, Milo, ¿necesitas que te dé una paliza? ¡Estas tenazas siempre están dispuestas! -bromeó, palpándose el bíceps.
- ¡A cualquier cosa llamas tú "tenazas"! -se la devolvió su compañero, riendo afablemente- Shura y tú habéis montado aquí un pequeño gimnasio al aire libre, ¿eh? Cuando no estás, todos pasamos por Cáncer a sudar... -señaló con un amplio gesto la serie de barras y correas con poleas que ambos caballeros habían ido instalando en sus ratos de ocio, un último resto de la reticencia de Deathmask a relacionarse con sus compañeros por si le reprochaban historias pasadas.
- Me parece bien, a lo mejor así dejáis de ser unos flojuchos... -rio él- ¿Vamos, entonces? -tomó una botella de agua y una toalla para secarse el sudor del pecho mientras ambos iniciaban el camino de bajada hacia la casa de Géminis.
- ¿Qué tal te ha ido en la misión?
- Bueno... -resopló el de Cáncer- El Patriarca tiene motivos para pensar que algunos caballeros renegados podrían estar actuando como mercenarios para bandas criminales del país y me envió a investigarlo.
- ¿Y...?
- Y está en lo cierto. Tuve que encargarme de uno de ellos, un tío poderoso y sin escrúpulos. Era el responsable de unos asesinatos especialmente cruentos, pero no podemos descartar aún que haya más alimañas así.
- Vaya, con lo a gusto que estábamos, en paz... O sea, que los renegados ahora actúan como sicarios para el crimen organizado... Supongo que es un trabajo más estable que intentar "dominar el mundo"... -comentó Milo con cierta sorna, marcando las comillas con los dedos.
- Y mejor pagado, seguro.
- ¿Conocías a ese renegado?
- No, a él no, pero imagino que el Patriarca me asignó a mí porque ya he tratado con la banda en cuestión anteriormente...
- ¡No me digas que les debes dinero! -rio Milo.
- ¿Por quién me tomas? ¡Por supuesto! Tengo deudas de juego con todas las mafias de Grecia y con prácticamente todas las de Italia. Son exigencias del guion... -Deathmask soltó una carcajada presuntuosa.
- Ya, claro... Y, por cierto, Death... ¿desde cuándo tienes novia?
- ¿Qué? -el abrupto cambio de tema le pilló tan desprevenido que el agua que estaba bebiendo salió disparada de su boca como por un aspersor.
- De camino al mercado con Camus, una chica nos preguntó por ti... Hará una semana, creo. Me extrañó, porque era bastante guapa y no parecía una tarada; la verdad, no sé qué habrás hecho para que se fije en ti...
Deathmask soltó una risotada y se echó hacia atrás el cabello mojado:
- ¿Una castaña de ojos verdes, con buenas vistas traseras?
- Sí, justo. ¿Por qué no nos habías contado nada?
- Porque no hay nada que contar -respondió, sin reprimir la sonrisa ladina que le asomaba por el canto de la boca- ...todavía.
Siempre me gusta daros las gracias a quienes os tomáis el tiempo de seguir mis historias y ya sabéis que en el capítulo 8 os había propuesto un pequeño juego (adivinar quién le preguntaba a Deathmask por su "novia"); como acabáis de leer, era Milo, así que las ganadoras son, ex aequo, @degelallard y @IJSEEND. Os contactaré por privado para que elijáis la pareja para vuestro oneshot. Puede ser yuri, yaoi, hetero, entre personajes de Saint Seiya o caballero x OC... Lo que queráis.
El próximo capítulo ya es el décimo. ¡Madre mía, esto va cogiendo ritmo! Se titula "El primer hombre desnudo" y espero que disfrutéis tanto leyéndolo como yo disfruté escribiéndolo. No puedo daros demasiadas pistas de lo que sucederá porque el título ya es suficientemente explícito, pero en él ocurrirán dos hechos que serán de vital importancia para el resto del relato. Y hasta aquí puedo contar sin destripar la historia...
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