39. Es una trampa
La taberna estaba cerrada y no se vislumbraba ni una sola luz a través de las ventanas de la vivienda. Deathmask frunció el ceño y, con decisión, entró en la casa en busca de alguna pista sobre lo que podía haber sucedido. No tardó en encontrar la nota sobre el edredón, profiriendo un grito de ira al leer su contenido.
- ¡Hijo de mil demonios...! ¡Voy a terminar lo que dejé a medias en Sicilia!
Luchando contra sí mismo por contenerse, se puso su armadura y se concentró en rastrear el cosmos de Enzo. No le extrañó localizarlo con facilidad: sin duda, esta vez su compatriota quería ser encontrado. El juego del gato y el ratón había terminado. La traza le condujo hasta un bosque que recorrió a pie para serenarse, en un intento de evitar que su cosmos se desbordase junto con la devastadora rabia que le invadía.
- ¡Enzo! ¡Keelan! ¿Dónde la tenéis? ¡No os atreváis a ponerle la mano encima!
La luz de la luna bañaba cada uno de los árboles que contorneaban el claro; allí estaban un hombre de unos setenta años que -supuso- sería Keelan, Enzo y un tercer individuo, los dos últimos con armaduras. Analizó con rapidez la situación, consciente de que, al tener Enzo un compañero, sería casi imposible salir de allí con Kyrene de una pieza sin vencerlos a ellos en primer lugar, pero no pronunció una sola palabra, ni siquiera cuando Keelan se hizo a un lado para revelar la menuda figura que había mantenido oculta tras él hasta ese instante. Estaba arrodillada en el suelo, maniatada, parecía exhausta y sobre su sujetador destacaban decenas de manchas de sangre fresca, cuyo origen confirmó de un somero vistazo: no solo le habían abierto una serie de tajos en el torso; también habían cortado de nuevo, con esmero, las antiguas cicatrices de los antebrazos, convirtiéndolas en heridas que goteaban con lentitud hasta formar un charco sobre la hierba. La chica levantó los ojos hacia él, hablando con dificultad.
- Death, te lo dije... Es una trampa... Quieren matarte...
- ¡Mierda! ¿Qué le habéis hecho?
Su voz vacilante funcionó como un revulsivo para Deathmask, que se precipitó hacia ella para sostenerla en sus brazos, ignorando por un instante la cautela que se había prometido mantener por el bien de los dos, pero Enzo se interpuso antes de que pudiese acercarse. Las miradas de ambos hombres se cruzaron mientras se medían sin tocarse, cargando el ambiente de una agresividad casi sólida.
- Tranquilo, Deathmask. Está viva. No tengo prisa por matarla. Por cierto, tenía ganas de conocerte en persona -saludó Keelan, lamiendo la navaja ensangrentada con satisfacción antes de clavarla en el tronco del árbol junto al cual estaba Kyrene.
Deathmask hizo caso omiso de la mano que Keelan le ofrecía, pendiente como estaba de Enzo, cuya armadura negra parecía absorber la luz lunar, en contraste con la luminosidad de la suya propia.
- Veo que al final conseguiste una armadura...
- Uno de esos caprichos caros que me gustan, amigo. Y como no tiene conciencia ni nada por el estilo, no puede abandonarme...
- Imagino que estaréis deseando enfrentaros, pero antes, charlemos como señores que somos -insistió Keelan-. Deathmask, sé que quieres llevarte a Kyrene, pero un hombre cabal como tú comprenderá que debe saldar su deuda conmigo...
Por primera vez, Deathmask observó al jefe del clan y le dedicó una sonrisa cargada de intención:
- Mató a un bastardo en defensa propia, ¿y todavía hablas de deudas?
- ¡Mi único hijo...! ¡Ella me lo arrebató!
- ¡Ese cerdo violaba crías y las torturaba! ¡Merecía morir! ¡Déjala ir y quizá te perdone la vida!
- ¿De verdad te importa tanto esta puta sin familia ni futuro?
Keelan, escoltado en todo momento por el tercer sujeto, se acercó de nuevo a Kyrene y le sostuvo la mandíbula con una mano para forzarla a incorporarse; ella se levantó trastabillando, estiró el cuello y le lanzó un salivazo que le acertó en el entrecejo y resbaló a lo largo de su nariz. Deathmask reprimió una carcajada, pero no la sonrisa, al verla reaccionar con su habitual orgullo: Kyrene seguía siendo ella, a pesar de la evidente tortura a la que había sido sometida; probablemente, ni siquiera estuviese tan extenuada como aparentaba.
- ¡Eres demasiado soberbia para ser una cucaracha, niñata...!
El viejo se limpió la cara con la mano y le encajó la rodilla en el estómago con un golpe que la dobló por la cintura. Acto seguido, le asió la coleta con un tirón seco que dejó expuesto su torso lleno de líneas sangrantes, en un ademán tan brutal que algunas heridas se reabrieron y comenzaron a gotear, dibujando regueros en dirección a su cintura. Deathmask, todavía bloqueado por Enzo, frunció el ceño al ver el rictus de dolor en el rostro de la chica, extendiendo un brazo hacia ella.
- ¿Qué ocurre, Cáncer? ¿Te molesta que la tenga en mi poder? No te acerques: si me tocas, ellos la matarán -se jactó Keelan, al percibir el gesto del caballero, señalando a los dos individuos de semblante amenazador- ¿Te darás el gusto de acabar conmigo, aunque el precio sea perderla a ella?
Deathmask apretó el puño contra su escarcela dorada, tratando de mantener su semblante imperturbable para no perjudicarla más.
- Mírala. A pesar de la mugre, no está mal... Hemos estado pensando en todo lo que haremos juntos a partir de ahora, ¿verdad, ramera? –continuó Keelan, sonriente, con su cara junto a la de ella, como si posaran para una fotografía familiar- Seguramente se la preste a mis hombres para jugar durante unos días. Son un poco bastos, pero tienen buen fondo... Y, cuando se hayan aburrido de ella, la llevaré a tomar el sol en algún lugar privilegiado del jardín de mi casa de El Pireo, la ataré y la dejaré allí hasta morir... De este modo, su alma cerrará un ciclo y yo tendré paz, al fin.
- Vaya, parece que lo tienes todo bien pensado -afirmó Deathmask, impertérrito, sin dar un paso atrás para separarse de Enzo.
- Así es -replicó el viejo.
- Y, sin embargo, eso no va a pasar -el tono del caballero era tan impasible y sereno que Keelan enarcó una ceja, intrigado.
Gracias por haberme acompañado durante estos casi tres meses, leyendo, votando y comentando. Mañana subiré sin falta el último capítulo: "Esta es por Kyrene".
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