Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

38. Tengo lo que tú quieres

El bullicio del mercado la distraía y la ayudaba a olvidar la tensión y la incertidumbre de las últimas semanas. Caminaba entre los puestos, intercambiando escuetos saludos con los rodorienses que aún se atrevían a dirigirle la palabra después de conocer el horrible fin de Ioannis y recibiendo las miradas reprobatorias de aquellos que la consideraban negligente por no haberle cuidado lo suficiente o, directamente, culpable de su muerte. A ella, acostumbrada a ser invisible gran parte de su vida, aquella dosis extra de atención le resultaba incómoda y hasta dolorosa, pero en modo alguno pensaba mostrar sus sentimientos al respecto, así que terminó su paseo con la cabeza alta y su habitual expresión tranquila y descendió por la avenida principal en dirección a la taberna, intentando sacudirse de la mente la preocupación por el estado de Deathmask.

- Eh, bonita, ¿dónde vas tan sola?

La voz, grave y bien modulada, no le resultaba desconocida; se giró y se dio de manos a boca con Enzo, ataviado con un traje gris perla y camisa del mismo tono, sonriéndole con tanta confianza como si tuviese la solución a todos los problemas del universo en la palma que extendía hacia ella.

- ¡Ah, hola, Enzo! ¿Qué te trae por Rodorio? ¿Has venido a ver a Deathmask?

El hombre echó a andar junto a ella, con aire calmado.

- No, en realidad he venido por ti, Kyrene. Necesito tu ayuda con un asunto -explicó.

Ella recordó de repente la advertencia que Deathmask le había hecho la noche en que los tres habían coincidido en la taberna: Enzo no era de fiar. Le observó, admirando en silencio el modo en que el sol poniente arrancaba destellos plateados de su corto cabello rubio e intentando decidir cómo actuar a continuación para librarse de él.

- Me encantaría ayudarte, pero tengo que hacer limpieza en la taberna y falta poco para abrir. Quizá otro día, ¿de acuerdo?

- Bonita, creo que no me has entendido -Enzo la sujetó con fuerza por el codo, sin variar su gesto risueño-. No te lo estoy pidiendo. Vamos a tu casa sin dar la nota.

Kyrene respiró hondo, sin entender todavía qué estaba sucediendo, pero obedeció hasta llegar a la taberna. Lo último que necesitaba era montar una escena en mitad de la calle y delante de los vecinos.

- Abre la puerta y entremos -ordenó él, en un tono frío y autoritario que no ofrecía buenas perspectivas.

- Claro, como quieras -accedió ella.

Le dio la espalda y se llevó la mano al pantalón como si fuese a sacar la llave, pero en su lugar, extrajo uno de sus cuchillos y se volvió hacia él, tomándole por el hombro izquierdo y apoyándole el filo en la carótida derecha con un raudo movimiento. Sin mostrar un atisbo de sorpresa, él se limitó a dirigirle una mirada glacial mientras le asía la muñeca y se la retorcía hasta hacer caer el arma al suelo.

- Hagamos esto como personas civilizadas, Kyrene. Me caes bien. No me obligues a ser malo contigo... -apretó su pelvis contra la de ella para inmovilizarla, sin soltarle la mano, y le dedicó una sonrisa llena de encanto y cinismo al tiempo que le rebuscaba en el bolsillo hasta dar con la llave; cualquiera que les viese les tomaría por una pareja enamorada a punto de besarse- Me he cargado a cuatro soldados para llegar a ti, así que olvida tu juguete y vamos dentro, anda.

Aquellas palabras hicieron palidecer a Kyrene, que se dejó conducir al interior del local. Enzo la tomó por la cintura y subió con ella hasta la vivienda, mirando a su alrededor con una mueca sarcástica.

- Vaya, así que aquí es donde Deathmask te folla, ¿eh?

- ¿Para eso querías venir? ¿Para follarme? -le desafió ella.

- ¿Yo? ¡En absoluto! No te hagas ilusiones, no me interesas en ese sentido. Te he traído para darte la oportunidad de que te cambies de ropa y te pongas cómoda, porque tú y yo vamos a hacer una pequeña excursión campestre, bonita. Y no olvides dejar una nota para mi querido amigo, explicándole que te vienes conmigo... No queremos que se preocupe.

Ella bufó, exasperada.

- ¿A qué viene este misterio?

- ¿En serio eres tan tonta? Voy a entregarte a Keelan a cambio de una buena recompensa. Deathmask acudirá a rescatarte y entonces le mataré. Es un negocio redondo, ¿no crees? Y, por favor, no intentes nada raro. Como ya habrás imaginado, yo no soy como esos matones de medio pelo con los que estás habituada a pelear. Mi poder es comparable al de un caballero de oro y no tengo inconveniente en usarlo contra ti, así que compórtate y nos llevaremos bien.

La sola mención de aquel nombre la hizo palidecer. Las palabras se atropellaron al intentar salir de su garganta, en un murmullo trémulo:

- ¿A... a Keelan? Enzo, no... ¡Juro que me suicidaré si es preciso! ¡Cualquier cosa antes que volver a verle...!

- Oh, no, no lo harás. Eres el cebo para que Deathmask llegue hasta mí. Y la idea es que sufra al morir, sabiendo que te deja en manos de tu antiguo enemigo. No vas a estropearme esa gran escena final, bonita.

Kyrene bajó los ojos sin replicar, incapaz de encajar aquel giro, abrió el cajón inferior de la cómoda en busca de un jersey y cambió sus botas por unas zapatillas deportivas. Cuando estuvo lista, se recogió el pelo en una cola de caballo y se sentó en la cama para escribir la nota.

- ¿Qué quieres que ponga?

- No hace falta que le declares tu amor eterno, Julieta... Basta con que le digas que estás conmigo y que vamos a ver a Keelan. Él sabrá encontrarnos -afirmó, apoyado en la pared, con un gesto displicente.

La chica redactó un par de líneas según las indicaciones de su captor, sin dejar traslucir la ira que abrasaba su interior. No podía permitir que Enzo la utilizase para hacer daño a Deathmask, pero tampoco tenía los recursos para enfrentarse a él. Necesitaba ganar algo de tiempo. Escribía con lentitud, estrujándose la cabeza para encontrar una solución, hasta que por fin se le ocurrió añadir un pequeño mensaje en morse como firma:

. ... / ..- -. .- / - .-. .- -- .--. .- .-.-.- .-.-.

"Es una trampa."

Resignada a no poder hacer más por el momento, dejó la nota sobre el edredón, de modo que pudiese ser encontrada con facilidad, miró a Enzo por el rabillo del ojo y entonces, con un ágil ademán, desenfundó el cuchillo que aún llevaba oculto en su pierna derecha y se lo lanzó en dirección al corazón, en un último intento de huir.

- Bonita, mira que te advertí que no te pusieras rebelde... -el hombre interceptó el arma con la mano, la dobló hasta romperla, igual que si fuese la ramita de un arbusto, y suspiró con hastío.

Kyrene, horrorizada, presenció la acción sin respirar ni moverse, mientras él se acercaba como un depredador, levantando el brazo en su dirección y luciendo sus dientes diamantinos en una mueca terrorífica que le hizo desear estar en cualquier otro sitio.

- Inversión de la energía vital -pronunció las palabras como si recitase un conjuro, casi con dulzura.

Su cuerpo se volvió más y más pesado, hasta que los pies fueron incapaces de sostenerla; llena de angustia e impotencia, vio un haz de luz rojiza desprenderse de su pecho en dirección a la palma de Enzo, cuya sonrisa se había ensanchado hasta convertirse en un horrible rictus. Los párpados se le cerraron y cayó en los brazos del joven, que la cargó sobre su hombro y salió de la vivienda sin preocuparse de que los vecinos pudiesen verlos.

- Niña mala... Mira lo que me has hecho hacer...


El sol se había ocultado por completo cuando Enzo llegó al punto de encuentro acordado, un claro cercano a la ladera boscosa del monte Helicón, con Kyrene todavía inconsciente en los brazos. Con cuidado, la depositó en el suelo, recostándola contra el grueso tronco de un árbol, y esperó pacientemente hasta que las siluetas de otros dos hombres se hicieron presentes entre las sombras creadas por la suave luz plateada de la luna.

- Parece que todo ha ido bien, ¿no es así, Enzo? -Keelan sonreía hasta que fijó la vista en Kyrene- Espera, ¿no estará...?

- ¿Muerta? No, qué va. Solo la he dormido para que no me moleste. Es una chica muy traviesa, aunque creo que eso ya lo sabías... La espabilaré cuando necesites usarla, pero recuerda nuestro trato: Deathmask debe morir primero.

- Por supuesto. Despiértala ya, quiero jugar un ratito con ella.

Un gesto de Enzo devolvió la consciencia a Kyrene, que boqueó un par de veces, como un pez recién pescado, mirando inquieta a su alrededor hasta que sus ojos se adaptaron a la oscuridad. Guardó un cauto silencio mientras evaluaba sus posibilidades: se sentía agotada, igual que si acabasen de darle una paliza, y estaba desarmada en mitad de un bosque frente a tres individuos que la observaban con aire de superioridad. Salir viva de allí sería toda una odisea.

Su respiración se aceleró un tanto al reconocer a Keelan, con traje y abrigo de paño, altivo como ella le recordaba, aunque con las sienes completamente encanecidas por el paso del tiempo. Mierda. Enzo había dicho la verdad. En algún lugar de su interior conservaba la esperanza de que todo fuese una broma de mal gusto, pero estaba de nuevo cara a cara con aquel indeseable.

Enzo. El italiano fumaba un voluminoso cigarro con tranquilidad, pero había cambiado su distinguido atuendo por una... ¿armadura? Sí, sin duda lo era, pero no se parecía a las de los caballeros de Atenea: en vez de pulcras líneas doradas, el metal del que se componía era oscuro y de apariencia ligera, similar al titanio, y la capa que caía por su espalda era también negra. A su lado, un sujeto de largo cabello castaño y complexión corpulenta le clavaba una mirada que la hizo sentir tan incómoda como si estuviese desnuda y a solas con él; portaba una armadura similar a la de su compañero, pero llevaba la capa enrollada en el brazo y el casco le cubría la cabeza casi por completo.

- Enzo... ¿por qué...? Pensaba que Death y tú... -intentó incorporarse, pero su cuerpo reaccionaba con lentitud y torpeza.

El aludido soltó una sonora carcajada y se acuclilló junto a ella, liberando contra su rostro el humo de la última calada.

- Tranquila, bonita, yo seré tu valedor -susurró en su oído al tiempo que la ayudaba a levantarse-. Te prometo que verás a Deathmask antes de exhalar tu aliento final.

- ¡Suéltame, cerdo! ¿Esta es tu idea de la amistad? ¡Dame al menos un arma con la que pueda defenderme!

El tercero le ató las muñecas a la espalda con rudeza y se situó tras ella, pasándole el brazo por el cuello para permitir que el viejo examinase su trofeo con tranquilidad.

- Kyrene... Pedazo de mierda escurridiza... Al fin volvemos a vernos... -Keelan se acercó y le tomó la cara por las mejillas, estampándole un sonoro y casi paternal beso en la frente- ¡Qué cambiada estás! Te recordaba delgaducha y con las tetas pequeñas... Qué pena que huyeses, tu banda habría ganado un buen dinero poniéndote a hacer la calle...

Llevada por la ira, ella intentó revolverse para asestarle un cabezazo, pero él se lo impidió sujetándola por el cabello, dejó oír su despreciable risa y la abofeteó con fuerza, antes de sacar una navaja del pantalón y abrirla con un chasquido sordo.

- Vamos a retomarlo donde mi hijo lo dejó aquella noche, puta -explicó.

Sin ningún tipo de cuidado, tiró del borde del jersey de Kyrene y lo cortó con la navaja, haciendo a continuación lo mismo con la delgada camiseta negra de tirantes que llevaba debajo; relamiéndose, le apoyó la filosa hoja en el torso y la hundió de lado a lado, trazando una línea de la que enseguida brotó un fino reguero de sangre. Ella dejó escapar un grito y cerró los ojos al sentir el acero clavándose en su carne.

- No te preocupes, iremos poco a poco. He soñado con esto durante años, Kyrene...


La alianza de Keelan y Enzo ha dado sus frutos: tienen a Kyrene fuera de Rodorio y parece que sus planes están saliendo según esperaban. 

¿La torturará Keelan hasta la muerte, como había prometido? ¿Llegará Deathmask a tiempo para ayudarla? ¿Conseguirá Enzo vengarse de su antiguo compañero de entrenamiento? ¿Quién es el tercer hombre que está con ellos en el bosque?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro