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23. La vita é breve

- Es solo una revancha, no sé por qué tienes tanto miedo...

- ¿Miedo? No es miedo, es aburrimiento. Te destrozaría de nuevo.

- ¡Venga ya, gatita! Soy el mejor jugador de póker de Grecia, lo de la otra vez fue solo suerte... ¿Tendré que apelar de nuevo a tu cobardía?

- Death, tienes muy mal perder, deberías hacértelo mirar... -comentó ella, soplando para retirar las virutas del trozo de madera que estaba tallando con una pequeña navaja.

Deathmask había llegado temprano, listo para una tarde de juegos con Kyrene antes de que abriese la taberna, pero su proposición era ligeramente distinta de lo que ella esperaba oír. Agarró con decisión un taburete y se sentó a su lado en la barra, clavándole los ojos y dispuesto, como siempre, a salirse con la suya:

- Vale, lo reconozco: quiero esa revancha para descubrir cómo ganaste. Estoy seguro de que hiciste trampas y no pienso parar hasta que me cuentes tu secreto.

Ella dejó sus materiales sobre la encimera y soltó una carcajada:

- ¿Eso es todo? ¿No puedes dormir tranquilo sin saber si soy una fulera como tú, mi lindo cangrejo?

- Exacto. Mi falta de sueño recaerá sobre tu conciencia. Echemos una partida, anda.

- Bueno, ya que tanto te obsesiona, desperdiciaremos jugando al póker el valioso tiempo que podríamos dedicar al sexo antes de abrir el local -cedió ella, con un guiño malicioso.

- Joder, si me lo pones así, ya no me apetece tanto...

- ¡Venga esa baraja! -ordenó Kyrene, con la palma hacia arriba.

Con un ademán resuelto, él extrajo los naipes de su bolsillo trasero y se los ofreció. Ella ignoró las marcas que había advertido la vez anterior y los mezcló hábilmente, preparada para lucirse ante el caballero.

- Mira y aprende, principiante –se vanaglorió, repartiendo las cartas y observando su mano.

La partida duró unos treinta minutos durante los cuales Deathmask se dedicó a examinar a Kyrene, que ganaba unas rondas y perdía otras con un patrón que parecía aleatorio y le impedía extraer conclusiones.

- Ahora, te mostraré cómo se gana. Presta atención, que te voy a fundir.

- ¿Estás segura?

- Tan segura como que el perdedor de cada mano se quitará una prenda.

- Me parece bien. Estarás desnuda entre mis brazos en quince minutos, gatita...

Una tras otra, de manera implacable, Kyrene jugó seis manos, obteniendo en todas ellas póker de ases o escaleras que le costaron a Deathmask los zapatos, los calcetines, la camiseta y el cinturón.

- Mierda, gatita, ¿cómo lo haces? Es evidente que estás colándomela, pero ¿por dónde?

- Esa es la gracia, si te lo digo sería como si un mago revelase sus trucos al público...

Dos manos más. Mismo resultado.

- Dímelo, anda -solicitó Deathmask, ya desnudo, dirigiéndole una mirada incitante.

- Oh, ¿y qué harás tú por mí? -indagó ella.

- Lo que tú quieras, gatita... -lanzó un burlón mordisco al aire.

- No extiendas cheques sin fondos, mentiroso bravucón... Te conozco lo suficiente para saber que dirías cualquier cosa con tal de conseguir lo que te propones.

- De acuerdo, tienes razón. Pero mantener ese secreto bajo llave es una carga demasiado pesada para una sola persona; compártelo conmigo, te sentirás mejor.

Ella se echó a reír, humedeciéndose los labios con la lengua.

- Vale, te lo mostraré, pero no te despistes. Si parpadeas, te lo pierdes.

Repartió una ronda más y entonces, con un pase de su izquierda, sacó de la nada un as que situó junto al resto de sus cartas.

- ¿Lo has visto?

- ¡Joder, sí! ¿Cómo puedes ser tan rápida?

- Son años de práctica, polluelo. ¿Quieres que lo haga otra vez?

Esta vez, Kyrene movió imperceptiblemente la mano e hizo aparecer en ella las dos figuras necesarias para completar su escalera.

- ¿Dónde las guardas?

- ¿Tú qué crees? Eso no lo sabrás jamás... Pero, por lo que a ti te interesa, voy contando las cartas, aprovecho cualquier distracción del contrario para robarlas del mazo o le cuelo una de las mías con cuidado de no mostrar el dorso... y si no lo veo propicio, me marco un buen farol. No es nada que no hayas visto antes.

- Avanti, sempre avanti... Lo admito, me has impresionado. No me esperaba que fueses tan hábil...

- Sí, subestimarme es un error habitual, aunque todo un guerrero como tú ya debería saber que no hay enemigo pequeño... Recuerda a Bram Stoker...

- "El verdadero poder de un vampiro reside en que nadie cree en su existencia" -asintió él, con una sonrisa de aprobación.

- Aprovecho mi fachada en mi favor. No advertiste mi truco porque no me creías capaz de hacerlo. Nadie se espera que una chica tan corriente sepa hacer trampas a este nivel, o manejar una vara o dos cuchillos a la vez.

- ¿Y por qué aprendería una chica tan corriente a jugar tan bien?

- Digamos que no me quedó otra, en una vida anterior.

- Pero, entonces, la noche en que nos apostamos mi deuda...

- ¡Estabas condenado de entrada, cangrejito! ¡No tenías ni media oportunidad! Pero insististe y te pavoneaste tanto que me animé a jugar un rato. Pensaba vencerte limpiamente, hasta que dejaste caer una carta para engañarme y vi que para ti todo valía... Así que me pareció divertido darte tu merecido delante de tus amigos. Y ahora, haz que tu cuerpo pague tu derrota.

- Por supuesto, no tendrás queja de mí -accedió él, al tiempo que la levantaba como un saco, dejándola cabeza abajo, y se dirigía al dormitorio.

- ¡Death! ¡Trátame con más respeto o te morderé el trasero! -rio ella.

- ¡Veremos quién muerde a quién, embaucadora! -replicó el caballero, propinándole una nalgada tras otra, escaleras arriba, antes de dejarla caer sobre la cama.


Era un hecho: no podía estar sin ella. La había dejado dormida por la tarde, después de pasar la mañana en la playa y la hora de comer entre las sábanas, y había llegado al Santuario justo a tiempo de asistir a una breve reunión con el Patriarca y sus compañeros antes de darse una ducha para volver a verla. Entró en la taberna, llevando aquellos vaqueros que, según ella, le sentaban casi tan bien como la armadura, y miró hacia la barra, en busca de una mirada de fascinación de sus límpidos ojos verdes.

Kyrene, sin embargo, tardó en advertir su presencia, absorta como estaba en lo que parecía una amena conversación con un hombre de cabello rubio platino cuyo llamativo traje negro cortado a medida le hacía destacar entre la multitud que ya abarrotaba el local. Deathmask se acercó a ellos, escéptico ante la posibilidad de que el interlocutor de Kyrene fuese quien parecía, pero en aquel momento, el individuo se giró, confirmando sus sospechas.

- ¡Hola, Death!

- Buenas noches, gatita. Enzo... -saludó con cierta frialdad al hombre, que le abrazó estrechamente, mostrando sus perfectos dientes blancos en una gran sonrisa.

- ¡Hola, "Máscara"!¡Cuánto tiempo sin verte! La vida te trata bien, según parece...

- Enzo me ha dicho que sois amigos de la infancia. Y me ha contado algunas anécdotas de cuando entrenabais juntos en Sicilia... -comentó Kyrene al ofrecerle una bebida.

- ¡Qué tiempos aquellos! ¿Verdad, "Máscara"? Tú y yo compitiendo por la armadura... Aunque al final te la llevaste tú... ¡Siempre fuiste un triunfador! Veo que sigues consiguiendo lo que quieres... -dirigió una elocuente mirada a Kyrene, que se retiraba en aquel momento para atender a otros clientes.

Ambos hombres la contemplaron en silencio durante unos segundos, mientras ella preparaba combinados y servía jarras, vestida con un top calado sobre una camiseta anudada al cuello y unos leggings negros.

- Oye, es muy guapa... Y simpática. No entiendo cómo puede estar tan colada por una escoria como tú -la sonrisa de estrella de cine de Enzo continuaba adornando su rostro, pero su tono mostraba con total sinceridad el desprecio que sentía, ahora que no tenía que fingir delante de la chica.

- No has venido a hablar de ella -le espetó Deathmask, sin rodeos.

- Oh, no seas así, "Máscara"... He venido a interesarme por mi antiguo compañero... Para ver qué tal te va todo... El Santuario no paga demasiado bien, a juzgar por tu vestimenta, ¿me equivoco? ¿O es solo que eres un hortera? -Enzo se atusó el corto cabello, peinado con esmero, y alisó las solapas de su americana, mirando con conmiseración la camiseta de Rammstein que llevaba Deathmask.

- Mi mejor retribución es servir a mi diosa y luchar por la justicia -replicó el de Cáncer, como un mantra.

- ¡Eso cuéntaselo a quien se lo crea! La vida es mejor con caprichos... Y los caprichos son caros. ¿No crees que a ese culito le gustaría salir de vez en cuando de esta cloaca? ¿No te apetecería adornar su cuello con un montón de esmeraldas a juego con sus ojos? ¿O envolverla en lencería de encaje?

En aquel momento, Kyrene, que estaba llenando el lavavajillas, levantó el rostro hacia Deathmask y le lanzó un beso, sonriéndole con tal calidez que, por un momento, el caballero dio la razón mentalmente a su antiguo compañero: merecía algo más que pasar sus días junto a un hombre que no tenía nada que ofrecer salvo sexo, un extraño sentido del humor y una reputación, como mínimo, dudosa.

- Claro, lo que digas. ¿Y qué es de tu vida?

- No puedo quejarme. Ahora me dedico a la seguridad privada. ¿No has leído sobre mí en la prensa? La policía está muy entretenida buscándome...

Deathmask elevó una ceja al tiempo que daba un trago a su vaso, sin demostrar ningún tipo de emoción.

- Ah, ya veo, eres el psicópata sanguinario que está detrás de los asesinatos más encarnizados de los que se ha tenido noticia en Europa...

- ¡Culpable! -rio el otro- Los clanes remuneran mucho mejor que las sectas, no hay más que vernos a ti y a mí... Te quedaste la armadura y, ¿quién sabe?, quizá me hiciste un favor... Puede que no sea un caballero, pero soy tan poderoso como tú y no tengo que obedecer a nadie salvo a mí mismo. Yo dicto mis normas y decido para quién trabajar... Y por cuánto.

- Te felicito, Enzo. Parece que has podido superar el trauma de ser vencido por el último aprendiz que llegó a la isla -comentó Deathmask, con sarcasmo.

- Así es, pero no te preocupes, viejo amigo, no me he olvidado de ti -su tono se convirtió en un grave susurro mientras se acercaba a Deathmask, con la mano sobre su hombro, como si fuese a compartir una íntima confidencia con él-: aquel día, hace años, juré que te arrebataría todo lo que te importaba. El problema era que, en todo este tiempo, nunca tuviste nada... hasta ahora. Pero ella... -apoyó dos dedos en el rostro del caballero, obligándole a girar la cabeza hacia Kyrene, que estaba descargando la bandeja de Ioannis- es tan inocente, tan bonita... Y le gustas mucho... ¿Ya le has contado que su amorcito es un asesino desalmado? ¿Un chalado con taras suficientes como para dar trabajo a varios psiquiatras durante años?

- Lo que sea que quieras resolver es entre tú y yo. Déjala al margen, Enzo -respondió Deathmask en voz igualmente baja y amenazadora.

- Tienes razón. No se merece sufrir por ti, ¿verdad? Cuídala mucho, "Máscara". No encontrarás otra que te adore como ella... -le provocó, consciente de la indignación que su interlocutor intentaba disimular.

- Te mataré si te atreves a tocarla.

- Para eso tendrías que encontrarme...

- Has estado observándonos, ¿no es así? Camuflando tu cosmos para poder entrar y salir de Rodorio sin ser detectado.

- Ah, siempre fuiste tan intuitivo... Sí, y seguiré cerca de ti... A la espera del mejor momento para destrozarte, amigo.

- Ya, entiendo. ¿Y para qué me lo cuentas ahora?

- ¿No es evidente? Para que vayas comenzando a sufrir; para que pienses en ello al acostarte. Para que despiertes cada mañana preguntándote si todo sigue en orden en tu miserable mundo... Tú no estás hecho para la felicidad. No la mereces y lo sabes. Mira a esa chica: ella necesita algo mejor. Alguien con la cabeza en su sitio y capacidad de darle el mundo. ¡Pero si incluso tu propia armadura te abandonó! Tú siempre has sido una mierda, "Máscara", una deshonra, y siempre lo serás. No puedes cambiar eso. Ahora te dejo, hay unos cuantos policías a los que debo masacrar en nombre de mi pagador... El apartamento en Niza y el deportivo no se van a costear solos, ¿sabes?

Enzo apuró su copa y palmeó el brazo de Deathmask al tiempo que se levantaba, haciendo que Kyrene advirtiese su gesto y se acercase a ellos.

- ¿Te marchas, Enzo?

- Sí, bonita, ha sido un placer charlar con vosotros, pero tengo que volver a Atenas. El trabajo no perdona...

- Lo comprendo. Vuelve cuando quieras, ha sido un placer conocerte -dijo ella, con una sonrisa.

- Seguro que lo haré, y antes de lo que esperáis -depositó un beso galante en la mano de la chica y apretó de nuevo el hombro del caballero, que le devolvió el abrazo con falsa cortesía-. Cuídate, "Máscara". La vita é breve...

El hombre del traje salió del local, dejando tras de sí a un Deathmask que luchaba consigo mismo para no perder la compostura delante de Kyrene. Shion tenía razón al intuir que había más renegados actuando como sicarios. Tendría que solicitar una audiencia urgente con él para notificarle que Enzo era el indeseable al que buscaban.

- Tu amigo parece agradable -comentó ella, sin darle importancia-. Me ha dicho que erais como hermanos...

- Sí, podría decirse que sí -respondió él, tomándola de la mano y acariciándole los dedos con el pulgar en un roce que acompañó de un par de profundos suspiros.

- Pareces triste... ¿Te ha traído malos recuerdos verle?

- No soy muy dado a pensar en lo que dejo atrás, Kyrene... Ahora tengo que marcharme, olvidé comentar un asunto al Patriarca.

- Claro, ¿te veo luego, guapo?

- Por supuesto. Y no te fíes de Enzo. No es lo que parece, gatita.

No es solo el pasado de Kyrene el que vuelve. Deathmask también tiene que hacer frente a un antiguo enemigo. ¿Hasta dónde llegará Enzo para vengarse de su compañero de entrenamiento?  ¿Conseguirá su objetivo?

No tardaré nada en subir el capítulo 24, titulado "T. A."

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