20. Sabe igual de bien que en mis sueños
Hora de volver a casa. Deathmask bostezó y se frotó las cejas con los dedos para espabilarse; la noche de ronda por Rodorio había sido larga, pero sin incidentes reseñables, como era habitual.
Emprendió a pie el camino de regreso, disfrutando del frescor del amanecer y del silencio que todavía envolvía el pueblo a aquella hora temprana, apenas quebrantado por algún gallo a lo lejos, mientras la aurora comenzaba a iluminar tenuemente los tejados de los edificios. Abstraído en vagos pensamientos, los pies le llevaron, sin darse cuenta, al callejón de la taberna. El pesado sonido metálico que producía su armadura a cada paso cesó cuando se detuvo frente a la fachada de su local preferido y levantó la mirada hasta el balcón del dormitorio de Kyrene, que, suponía, aún estaría descansando.
Pero se equivocaba: mientras estaba allí parado, las contraventanas de madera se plegaron con un chirrido, dejando entrever una silueta femenina tras los cristales. Deathmask retrocedió hasta un portal, donde podría observarla sin ser visto, justo antes de que la chica abriese el ventanal y saliese, desperezándose. Su atuendo, compuesto por una ceñida camiseta blanca de tirantes y un culotte, dejaba poco a la imaginación, sobre todo cuando le dio la espalda al agacharse para comprobar si la albahaca y el orégano de los tiestos que decoraban el balcón tenían suficiente agua. Vaya panorama, pensó Deathmask, asintiendo en silencio. Ella se incorporó y se apoyó en la balaustrada, mirando al infinito, con la apacible expresión de quien acaba de salir de una noche de sueños agradables.
- ¡Buenos días, mi señora! -el burlón saludo la sorprendió y la hizo mirar alrededor, en busca de la fuente del sonido-. Aquí...
Despacio, Deathmask se elevó varios metros sobre el suelo hasta quedar apenas un poco más abajo que ella, que dio un respingo al verle.
- ¡Death! ¿Estás... levitando? -preguntó, asombrada. Él efectuó una exagerada reverencia, con aire teatral, y su capa ondeó airosamente- ¿Qué haces aquí?
- Me ha tocado vigilar el pueblo y acabo de terminar mi turno. Solo quería comprobar si todo está en orden por la zona -explicó mientras la miraba de arriba abajo con descaro.
- Gracias por molestarte -repuso ella, en tono irónico-, no tenías por qué.
- Es un honor -respondió él, inclinándose una vez más.
La verdad era que, ataviado con su armadura, Deathmask resultaba imponente, pensó Kyrene: aquel metal bruñido, reluciente y puntiagudo que le cubría casi todo el cuerpo y la inmaculada capa blanca le otorgaban un aspecto poderoso y temible... y sexy también. Su cabello, habitualmente desordenado, quedaba apartado de la cara gracias al casco, y lucía un afeitado escrupuloso que resaltaba las viriles líneas de su mandíbula. Él captó la expresión de la chica y esbozó su mueca taimada, satisfecho de la impresión que había provocado en ella y dispuesto a continuar con su juego privado.
- Estás muy bien con la armadura... Ahora sí pareces alguien respetable -sonrió ella.
- Gracias, mi señora, pero opino que quizá debería cederos mi capa.
- ¿Por...?
- Es evidente que tenéis frío... -explicó él, fijando sin pudor la vista en sus pezones, cuyo contorno, erguido a causa de la baja temperatura matinal, era perfectamente perceptible a través de la fina tela que los cubría- ¿O acaso es que os gusta demasiado el paisaje?
Kyrene siguió la dirección de su mirada hasta entender a qué se refería.
- Joder, Death, ¡con lo bien que ibas! -resopló, pero terminó echándose a reír, dejando el cuello expuesto ante los ojos hambrientos del caballero.
- Está bien, probaré de nuevo, y mirándoos a la cara -prometió él, intentando mantenerse serio y adoptando un tono solemne-: Mi señora, permitidme que os cubra... con mi capa -resaltó su insinuación pronunciando las tres últimas palabras en un murmullo guasón.
- ¡Estás fatal!
La carcajada de ambos resonó en la quietud que todavía predominaba en el ambiente del pueblo, pero Deathmask no iba a desaprovechar la ocasión: en cuanto se calmaron, se elevó un poco más, se despojó de la prenda y la colocó sobre los hombros de Kyrene, que se sonrojó y bajó la cabeza por un momento.
- ¿No es mejor así?
Ella asintió y comenzó a juguetear, pensativa, con el borde de la tela, que llegaba a rozar el suelo debido a la diferencia de estatura entre ambos.
- Entonces, ¿vuelves ya al Santuario?
- Bueno... He pasado ocho horas patrullando por las calles, así que, si quiero ser el alma de la fiesta esta noche en tu antro de perdición, sí, debería irme a dormir un poco...
La chica levantó de nuevo el rostro hacia él; el cabello castaño le caía en revueltas ondas sobre la capa, sus mejillas estaban coloreadas y los labios, entreabiertos en un gesto incitante que no pasó inadvertido para el caballero, quien lo analizó durante un instante, antes de jugarse el todo por el todo con un profundo susurro:
- Pero creo que tengo tiempo para una última cosa...
Se acercó para verse reflejado con nitidez en las dilatadas pupilas de los ojos verdes de Kyrene y se humedeció los labios voluptuosamente, sabedor del efecto que su proximidad ejercía sobre ella, que exhaló un suspiro y ladeó la cabeza. Cada fibra de su cuerpo le gritaba que diese ya el paso, pero el placer que le producía la espera sostenida era demasiado intenso como para no disfrutarlo un poco más... Mantuvo aquella mínima distancia entre sus bocas durante unos segundos, gozando de la creciente tensión, y entonces, por fin, la besó, sin presionar demasiado, dejando que aquel gesto hablase por él, en un delicado contacto que se prolongó hasta que ella se apartó, con la voz entrecortada:
- Death...
- Cállate.
Con firmeza, la agarró por la cintura y ascendió con ella lo necesario para salvar la barrera de la baranda que se interponía entre los dos antes de volver a apoderarse de sus labios, con la misma suavidad que la primera vez. Ella, sobresaltada al sentirse despegada del suelo, se aferró con fuerza a sus hombros, apoyando las palmas sobre el gélido metal dorado, y se dejó llevar, rindiéndose por fin al deseo que el caballero de Cáncer le inspiraba. Abrió la boca y él no perdió un instante en invadirla con su lengua, saboreando cada recoveco de forma más y más apasionada a medida que sus respiraciones se aceleraban y disfrutando de la creciente inquietud de Kyrene, que se prestaba al beso con el mismo ardor que él.
- Aunque ahora que lo pienso... Nadie dice que tenga que dormir en mi casa -reflexionó, deshaciendo el contacto un instante para posarse en el balcón, con la chica aún sujeta.
Ella sonrió en silencio y tiró de su mano, invitándole a pasar.
Apenas entraron en el dormitorio, Deathmask se lanzó sobre Kyrene con tal ímpetu que la hizo golpear la pared con la espalda.
- Eh, eh... ¿dónde están tus modales?
- Lo siento, mi señora, estoy demasiado cachondo y esta erección me impide pensar con claridad -contestó, sujetándole las muñecas sobre la cabeza mientras la besaba con lujuria.
Kyrene percibía cómo su piel reaccionaba de manera autónoma ante el impulsivo asalto de Deathmask, que apretaba su cuerpo cubierto de metal contra ella hasta casi impedirle la respiración; entregada por completo, soltó un gemido cuando la boca del caballero comenzó a trazar un húmedo camino desde su cuello hacia sus pechos, mordisqueándole los pezones sobre la camiseta y arañándole los brazos con los extremos del casco sin advertirlo.
- Ah... Death...
Con un estremecimiento, enredó los dedos en su indomable cabello, mientras él continuaba bajando para quedar arrodillado ante ella, acariciándole con ambas manos las caderas y mirándola a los ojos. Había fantaseado con aquello tantas veces que le costaba creer que estuviese sucediendo: Kyrene estaba frente a él, apenas vestida, palpitando de deseo y suplicando más con la expresión de su rostro... Sin romper el contacto visual, se quitó el casco y, como una ofrenda, se lo tendió para que lo sostuviese, asió la tela del culotte con ambas manos y lo rompió de un solo tirón, arrancándole un grito de sorpresa.
- Mi señora, no pretendía asustaros... Permitid que compense mi falta de tacto con un beso -murmuró, esbozando su diabólica sonrisa, al tiempo que le rozaba con los labios el monte de Venus.
Con rudeza, tomó el pie derecho de Kyrene para colocarlo sobre su hombrera izquierda y recorrió su intimidad con la lengua, relamiéndose a continuación.
- Sabe igual de bien que en mis sueños...
Ella le devolvió la sonrisa, utilizó la pierna para atraerle un poco más y volvió a sujetarle por el pelo con la mano libre mientras él iniciaba un cunnilingus exasperantemente lento, en comparación con la precipitación de los primeros minutos. Recostó la cabeza en la pared y se dejó llevar, entre gemidos, por las intensas sensaciones que le provocaban los movimientos de su lengua, deleitándose con la idea de tener a sus pies a todo un caballero de Atenea, revestido con su armadura dorada y agarrado a sus caderas como si acabase de encontrar su lugar en el mundo.
Deathmask no tenía ninguna prisa: su único objetivo en aquellos momentos era hacer que a Kyrene le temblasen las rodillas y, entregado a ello sin noción del tiempo, supo que estaba cerca de lograrlo en el momento en que ella cambió las caricias en su pelo por tirones. Asintió, incrementando la presión sobre aquel suave botón rosado, al notar que ella adelantaba la pelvis en busca de un contacto aún mayor.
- Death... ¡Death, joder, sí!
Sin parar de darle placer, el caballero de Cáncer volvió a sonreír, con su ego elevado al máximo, cuando el casco resbaló de los dedos trémulos de la chica y rodó por el suelo con un ruido metálico, al tiempo que ella se derretía en su primer orgasmo, gimiendo y replicando con las caderas los círculos que él trazaba con la lengua. Continuó jugando de aquel modo hasta que notó que se calmaba y entonces se incorporó para ofrecerle su propio sabor en un húmedo beso:
-Y así es como se vuelve loca a una gatita... -explicó, deslizándole ambas manos bajo la camiseta para pellizcarle los pezones.
- Death... acabas de... -intentó articular ella, perdida todavía en los últimos latidos del clímax.
- Sí, gatita, acabo de comerte el coño y ahora te estoy besando.
- Quiero... follar contigo ya... -musitó ella, retorciéndose al contacto de los dedos del hombre sobre sus pechos.
Él la miró de reojo, se alejó un poco y, con calma, depositó todas y cada una de las partes de su armadura en el suelo, desde las grebas hasta las hombreras, disfrutando de la adoración y la ansiedad que leía en la cara de Kyrene. Ella, todavía inquieta, quería ayudar, pero tras un torpe intento, optó en su lugar por contemplarle sin pudor y besar cada centímetro de la broncínea piel que iba quedando al descubierto.
- Ven aquí, anda... -exigió Deathmask, ya totalmente desnudo.
Como si levantase un almohadón, la alzó en brazos y la arrojó sobre las sábanas. La impecable capa quedó atrapada bajo el cuerpo de Kyrene, que se la desató para arrodillarse en la cama con una expresión salvaje en la mirada:
- Joder, Death, sabes de sobra que estás buenísimo, ¿verdad? Me tienes muerta de ganas...
- Lo sé, nena. ¿Dónde tienes eso que compraste en la farmacia?
Kyrene tardó un par de segundos en comprender a qué se refería; avergonzada, señaló la vieja mesita de noche.
- ¿Me viste comprarlos?
- ¡Claro! No se me escapa nada, gatita -respondió, sacando un preservativo y acomodándose en la cama con las piernas cruzadas bajo el cuerpo.
Ella le rodeó los hombros por detrás y le besó, aprovechando la distracción para robarle el pequeño envoltorio y abrirlo. Lo colocó sobre el extremo de su erección, le miró a los ojos y terminó de desenrollarlo, sentándose a horcajadas en su regazo. Asintiendo en silencio, él sujetó su miembro con una mano y la enlazó por la cintura con la otra para invitarla a continuar, y ella descendió despacio, envolviéndolo en su húmeda entrada hasta la base. Durante unos segundos, permaneció quieta, mirándole de nuevo, y entonces comenzó a moverse enérgicamente, agarrada a su cuello, entre jadeos. Subía y bajaba con rapidez, apretando a Deathmask en su interior casi con desesperación, gozando del ruido obsceno que producía el choque de sus cuerpos y de las caricias del caballero, que había apartado los tirantes de la camiseta y trazaba círculos con los pulgares sobre sus erectos pezones mientras le mordía el cuello. Dioses, era increíble; se sentía tan bien que no quería que aquello terminase nunca, ahora que por fin estaban juntos, después de meses pensando en él...
Deathmask se echó hacia atrás en la cama, con ella encima, sujetándola por la cintura para ayudarla a moverse y besándole la boca con tal ansia que a ambos les costaba tomar aire. Mirándose a los ojos en un desafío mudo por ver quién daba más placer al contrario, continuaron en aquella postura durante unos minutos, entre gemidos, sudorosos a pesar del frescor de la mañana, hasta que él giró para quedar sobre ella, penetrándola con fuerza.
- Es mejor de lo que imaginaba... -dijo, con la voz enronquecida.
- Es... mucho mejor... -admitió ella, subiendo las piernas hasta sus hombros.
Ahora Deathmask, apoyado sobre sus brazos estirados, entraba en ella aún más profundo, obligándose a ralentizar sus estocadas para no terminar aún, pero el interior de Kyrene le oprimía de un modo tan delicioso y sus gritos cuando empujaba hasta el fondo le resultaban tan provocativos que los esfuerzos por serenarse eran inútiles: su cuerpo necesitaba aquello y era imposible retrasarlo.
- Gatita, voy a correrme... Prométeme que habrá un segundo asalto...
- Todos los que quieras... -accedió, con las uñas clavadas en sus pectorales.
Con los dientes apretados, la embistió salvajemente, vaciándose entre jadeos al sentir la corriente eléctrica del orgasmo recorriéndole desde el vientre hasta la nuca, y después se dejó caer junto a ella y la besó con ternura mientras su pulso se calmaba.
- Dioses, Kyrene... Me enloqueces...
Después de un último beso, se levantó para ir al baño a asearse y, al volver, la encontró boca arriba, con los ojos cerrados y una plácida sonrisa en el rostro. Tumbado a su lado, le rozó la sien con la punta de la nariz y le pasó un dedo por el arco de cupido hasta llegar a los labios, hinchados y entreabiertos.
- ¿Ya estás de vuelta, guapo?
- Ya. He guardado todas mis energías para ti desde hace tanto tiempo que podría pasar meses follando contigo sin descanso... -respondió en su oído, lamiéndose los dedos para comenzar a masturbarla.
- Ah... Death... ¿qué haces?
- Aprender, gatita. Voy a convertirme en el mayor experto del mundo en tu cuerpo.
Kyrene se giró hacia él y acarició con suavidad su miembro, que iba irguiéndose de nuevo en busca de acción.
- Yo también quiero titularme en eso...
- Pues prepárate para no poder levantarte en tres semanas.
- Prepárate tú para irte con la capa hecha un asco -repuso ella, señalando las marcas de fluidos corporales que salpicaban la prenda y llenándole de besos el pecho.
¿Qué te está pareciendo? ¿Ha merecido la pena esperar veinte capítulos? Ahora que por fin se han puesto al lío, estos dos no van a parar de darnos escenas subidas de tono, puedes contar con ello.
Respecto al miniconcurso, la única que acertó fue @PANDORA5205, así que tendrá un relato dedicado con la pareja protagonista de su elección.
Espero que te haya gustado, que sigas acompañándome en esta historia y que la disfrutes. Si te apetece, ponme una estrellita y deja algún comentario. Siempre es agradable conocer la opinión de una lectora.
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