19. El arrasador encanto de Cáncer
Tumbada en el tejado, amparada por las brillantes estrellas, Kyrene sonrió y cerró los ojos, recordando todos los acontecimientos de ese curioso día en el que Deathmask y ella, por primera vez, habían tenido ocasión de conocerse con calma, fuera de sus roles habituales de cliente irritante y camarera vengadora. Las horas a solas habían confirmado lo que ya intuía: aquel patán no lo era en absoluto; sabía llevar una conversación, tenía un gran sentido del humor -sobre todo para los chistes verdes- y era mucho más empático de lo que aparentaba.
Después de las confesiones en el tren, la conversación había girado hacia temas superficiales hasta llegar a su destino: la ciudad, distante apenas unas decenas de kilómetros, no era muy grande, pero su ambiente resultaba bastante más bullicioso y festivo que el de Rodorio, especialmente aquella mañana de sábado. Como una pareja corriente, habían paseado por las abarrotadas calles comerciales, aprovechando para hacer algunas compras y charlando sobre cualquier cosa, bajo el cálido sol de principios de otoño.
Kyrene le dirigía algunas miradas subrepticias, feliz de estar pasando tiempo juntos sin discutir ni gritarse. Se sentía relajada con él, sin necesidad ya de ponerse a la defensiva o de buscar segundas intenciones en sus actos.
- Oye, te debo un par de zapatillas -recordó Deathmask al pasar frente a una tienda de artículos deportivos.
- ¿Qué? ¡No! No lo decía en serio, solo estaba enfadada por lo imbécil que llegas a ser -respondió ella.
- Seguro que se echaron a perder cuando te lancé al agua, ahora deben de oler a muerto. Venga, vamos -insistió, sujetándola por el codo para hacerla detenerse delante del escaparate.
- No, de verdad, déjalo. Lo que voy a comprarme es una calculadora, Bull llenó la mía de babas el otro día y la uso en una optativa de análisis estadístico. Pero puedes invitarme a comer.
- ¡Eso está hecho!
La calculadora era la principal necesidad de Kyrene para continuar estudiando, pero ya que pasaban por la papelería, aprovechó para escoger algunos cuadernos y marcadores de colores, mortificada por las burlas de Deathmask, a quien le resultaba de lo más curioso descubrir la debilidad por los rotuladores fluorescentes de aquella chica que manejaba los cuchillos como una extensión de sus propios dedos.
- ¿De verdad tienes que llevarte cuatro marcadores azules? ¡Son todos iguales! Con uno irías sobrada...
- No tienes ni idea, son cuatro tonos diferentes. Y también cogeré esos clips con formas raras y el bloque de notas adhesivas que brilla en la oscuridad. Me encanta.
- ¿No debería bastarte con un lápiz y un poco de papel, gatita?
- ¿Te digo yo a ti que no uses camisetas absurdas? Cada uno tiene sus taras, respeta un poquito...
Después de que Kyrene consiguiese meter en la mochila todos sus nuevos materiales, el estómago de Deathmask les indicó de forma bastante clara que era la hora de comer, así que buscaron por las callejuelas secundarias hasta dar con un restaurante tranquilo, en el que él había hecho gala, como era habitual, de su falta de vergüenza.
¿Por qué siempre tenía que dar la nota? Se trataba de un pequeño establecimiento familiar, cuya vetusta dueña y cocinera voceaba el nombre de cada plato con un acento tan cerrado que incluso a Kyrene, griega de nacimiento, le costaba entenderla, pero cocinaba con la maestría propia de quien lleva años entre fogones y les deleitó con una fasolada espectacular, souvlaki de cordero y otras especialidades de la región que les dejaron satisfechos y contentos. Para el postre, además de un suculento yogur confeccionado con la leche de -según creyeron entender- las cabras de su hijo, les sirvió una bougatsa de crema tan deliciosa que Deathmask amenazó con pasar la lengua sobre el plato.
- ¿Sabes cocinar, gatita? -inquirió al ofrecerle el último bocado con su propio cubierto.
- ¿Yo? Lo justo para no morir de hambre... Nunca tuve posibilidad de aprender a hacer recetas sofisticadas. Mi plato estrella es el sándwich mixto -reconoció ella, abriendo la boca obedientemente-. ¿Y tú?
- La duda ofende... Estas manos pueden prepararte alta cocina italiana o regalarte incontables orgasmos, pero solo si te portas bien -se jactó al sacar la cartera para pagar la cuenta.
- ¡Death, que te van a oír!
- ¡Signora! ¡Cóbrese! Y dígame, ¿no cree usted que esta joven y yo deberíamos entregarnos a los placeres de la carne?
Regaló a la mujer su sonrisa más seductora al tiempo que le tendía unos billetes, a lo cual ella parloteó una parrafada ininteligible que hizo a Kyrene levantar una ceja.
- ¿Qué ha dicho? -quiso saber él, cuando salían del local.
- Que eres tonto y que parece mentira que tu cultura descienda de la nuestra -se carcajeó ella.
- ¡Mentira! ¿Cómo va a decir eso?
- ¡Nunca lo sabrás! -se burló, echando a correr calle abajo.
Después de la persecución, que terminó con Kyrene levantada en vilo por los tirantes de la mochila como un paracaidista atrapado en un árbol, y de una larga caminata, se sentaron a descansar en un banco del parque. Allí, mientras Deathmask estiraba las piernas bajo el sol, con los ojos cerrados, ella había conseguido reunir, por fin, el valor para sacar el tema que le preocupaba.
- Death, respecto a anoche... Quiero disculparme contigo por lo pesada que me puse. De verdad que yo no soy así... -comenzó, jugando con una piedrecita entre los dedos para calmar sus nervios.
El caballero rompió a reír, llamando la atención de dos paseantes y avergonzándola de nuevo.
- ¡Joder! ¡Me frotaste como a una lámpara mágica! La verdad, cinco segundos más y habría dejado salir al genio...
- ¡Cállate! -le regañó ella- ¿No ves que estoy pasando un mal rato?
- ¡Va, perdona! Ya te lo dije, te dio un subidón. Es normal, después de lo que ocurrió...
- Ya, pero lo que te hice... Me siento fatal, Death.
- No te preocupes por eso, gatita. A veces pasa...
- Pues a mí no me había pasado jamás, y llevo toda la vida peleando...
- Eso es porque nunca hasta ahora habías tenido un aliado.
Ella le miró como si le hubiese revelado un secreto milenario. Death tenía razón: llevaba tanto tiempo sola que no recordaba lo que se sentía al compartir con alguien sus vivencias, mucho menos un problema de ese calibre. Y él había luchado por ella y junto a ella con fe ciega, sin pedirle ninguna explicación acerca de lo que ocurría.
- Es cierto... Nunca había peleado junto a alguien en quien confiase como confío en ti.
- La cuestión es que después de acabar con el enemigo estás tan lleno de adrenalina, que quieres más estímulos para mantener ese chute y no es raro confundir las cosas y acabar en la cama con el más cercano, es decir, tu compañero de batalla... Partir caras juntos une mucho, no puedo culparte por desearme en esas circunstancias...
- Espera, ¿a ti también te ha pasado?
- ¿Anoche? Oh, no, tú estás muy bien, pero esa pelea no fue ni siquiera un calentamiento para mí...
- No digo anoche, Death... ¿tú y otros caballeros...?
Él le dedicó aquella sonrisa capaz de oxidar metales:
- No te hagas la sorprendida, gatita, te tengo por una mujer de mundo... ¡No me censures por ser irresistible!
Ella le miró de soslayo, escondiendo una risita al tiempo que se encogía de hombros.
- No pretendía herir tu orgullo, Kyrene -aclaró él-; te rechacé solo porque no quería que hicieses algo de lo que pudieses arrepentirte. Me preocupaba que se estropeasen las cosas entre nosotros, cuando por fin nos llevamos bien.
- No lo había enfocado desde esa perspectiva... Entonces, supongo que debo agradecerte que no te aprovechases de mi locura transitoria...
- En efecto, gatita. Y deberías agradecérmelo con sexo desenfrenado, ahora que tienes la cabeza en su sitio otra vez -bromeó, volviendo a su juego particular.
- Hum... Entonces, hablando de sexo y de tus subidones tras combatir... ¡Seguro que fue con Afrodita! Es tan guapo... ¡Y tiene un cuerpazo increíble! -especuló ella entre risas burlonas- No, espera, Shura te pega más, con ese aire intenso y viril...
- ¡Eh, eh! ¡Yo soy intenso y viril, Shura es simplemente un inspector de hacienda metido a guerrero!
- ¡Pero bueno! ¿Te parece bonito hablar así de tus amantes? Qué poco caballeroso... Y, dime, ¿disfrutaste? ¿Cuál de los dos te satisfizo más?
- ¡Pequeña cotilla! ¡Solo te daría detalles después de probarte a ti...!
Pero, sin duda, el momento más chocante del día había tenido lugar en la farmacia, recordó Kyrene, con una sonrisa boba en los labios y un mechón de pelo entre los dedos.
Habían entrado juntos en el establecimiento para que Deathmask repusiese las aspirinas, vendas y antiinflamatorios de su botiquín, poco antes del comienzo de la sesión de cine a la que él se había empeñado en asistir. Kyrene se quedó apartada mientras la farmacéutica atendía al italiano y se acercó después al mostrador.
- Quiero una caja de preservativos, por favor -solicitó en voz baja, vigilando de reojo a Deathmask, que miraba el reloj con impaciencia y meneaba su bolsa de medicamentos en una mano.
- ¿Otra? -inquirió la farmacéutica.
- ¿Cómo que "otra"?
- Acabo de venderle una a su novio...
- ¿Qué? ¿Mi novio...? ¡Él no es mi...! -exclamó Kyrene, con las mejillas al rojo.
- Oh, lo siento, al entrar me parecieron pareja... ¿Se la envuelvo?
- ¡Gatita! ¡No te entretengas! ¡Como lleguemos tarde al cine, no te dejaré sentarte en mis rodillas! -gritó Deathmask desde la puerta.
Kyrene, abochornada, sonrió a la farmacéutica, cuya cara dejaba traslucir que la consideraba una completa estúpida, y pagó. Por suerte, consiguieron entrar durante el último anuncio antes de la proyección, y descubrió que su acompañante se tomaba su afición realmente en serio, ya que durante toda la película esperó y temió un acercamiento por parte de él que jamás se produjo. Incluso pasó el camino de vuelta disertando sobre finales alternativos y errores de continuidad.
Ahora, de nuevo en casa, miró hacia el cielo, buscando sin éxito la constelación de Death. Jamás tendría coraje para preguntárselo, pero quería pensar que había comprado los preservativos para usarlos juntos. Al fin y al cabo, justo eso era lo que ella había hecho: equiparse, porque sabía que, antes o después, acabaría dejándose llevar por el encanto arrasador del incorregible caballero de Cáncer.
Nos ha quedado claro que Deathmask, según él, sabe cocinar y bailar como nadie, mientras que Kyrene se mueve igual que un pato y tiene las habilidades culinarias de un ladrillo. También sabemos que ahora tienen condones como para pasarse una semana sin salir de la cama y que aquellas de vosotras que apostasteis por el capítulo 19 me odiáis.
¿Con qué caballero o caballeros tuvo Deathmask un escarceo? ¿A qué esperan estos dos para darse con todo? ¿Cuántos rotuladores fluorescentes son demasiados? ¿A alguien más le flipa el material de papelería tanto como a Kyrene y a mí?
Gracias por seguir leyendo mis parrafadas. Espero que sigas divirtiéndote con ellas y agradezco tus votos y comentarios.
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