17. Tiempo fuera del mundo
https://youtu.be/tfVIotbxeWk
Para una vez que no tenía que madrugar, se desvelaba antes del amanecer. Pues sí que empezaba bien el día... ¿Cuánto tiempo llevaría dando vueltas en la cama? ¿Media hora? En cualquier caso, era más de lo que podía soportar. Se incorporó, bufando de fastidio, y se frotó las sienes con las manos. Uf, todavía llevaba los leggings, qué incómodo era dormir así...
El desorden campaba a su antojo por la habitación. Aprovecharía el madrugón para hacer una buena limpieza general, decidió mientras se desnudaba y se dirigía al baño a darse una ducha. La cabeza le dolía y un sentimiento de profundo bochorno la atravesaba como una estaca. No había sido un sueño: cinco matones habían irrumpido en la taberna para llevársela y, si ella estaba entera todavía, era gracias a la providencial intervención del siempre oportuno Death.
Mierda. Death. Se había dormido enfurruñada rumiando su rechazo y ahora se le caía la cara de vergüenza. No solo estaba en deuda con él por su ayuda durante la pelea, además... ¡Se le había insinuado! No, no, nada de eso: "insinuar" no era la palabra adecuada... ¡Le había suplicado que se lo montase con ella! ¡¡Le había metido mano!! ¡¡¡Se había frotado contra él!!! ¡Joder...! ¡Maldito cangrejo sexy! Ya no podría mirarle a los ojos jamás. Sin duda, lo más sensato era cerrar la taberna, cambiar de identidad y huir al extranjero, pensó, dejando que el agua caliente le cayese por la espalda. Death se burlaría de ella toda la vida por aquello... Y lo peor era que tampoco terminaba de comprender su propia reacción, tan alejada de su prudencia habitual, ni la negativa de él. Toda aquella explicación sobre la euforia... ¿Quizá ninguna de las fichas que le había lanzado durante todo aquel tiempo iba en serio?
Salió del cuarto de baño, se puso las bragas y una larga camiseta que le cubría hasta la mitad del muslo y bajó a la taberna para evaluar los daños del incidente de la noche, esgrimiendo una larga daga, pero, para su sorpresa, el local se hallaba en orden, sin rastro de la contienda, y la puerta principal parecía reparada y en funcionamiento.
- Bull, ¿qué ha pasado aquí? ¿Por qué está todo como si tal cosa? -preguntó a la pachorrenta figura, que había despertado meneando el rabo al oír sus pasos por las escaleras y ya estaba saltando sobre ella para darle y recibir mimos.
Kyrene se sentía perpleja. Cada vez comprendía menos acerca de todo lo que había pasado. Meneó la cabeza, desconcertada, puso el desayuno a Bull y subió de nuevo a su dormitorio, resignada a pasar la mañana recogiendo aquel batallón de ropa y pelusas que amenazaba con colonizar la estancia. Con algo de música y las ventanas bien abiertas para que entrase el aire fresco, comenzó la tarea, intentando no pensar en el gigantesco ridículo que había hecho delante de Deathmask apenas unas horas antes, pero alguien tenía otros planes para ella:
- ¡Eh! ¡Gatita! ¡Raya, punto, raya! ¡Raya, punto, raya!
¿En serio? ¿Tenía que verle la cara ya, tan pronto? ¿No iba a dejarla en paz siquiera una mañana para que intentase recomponerse después de aquella humillación?
- ¡Buenos días! -se asomó al balcón, profundamente sonrojada, fingiendo una tranquilidad que estaba lejos de sentir- ¿Por qué gritas en Morse?
- ¡Hola! ¿Has dormido bien? ¡Invítame a entrar! ¡Quiero hablar contigo! -propuso él en tono alegre.
Kyrene se mordió la cara interna de las mejillas: cuanto antes afrontase aquel mal trago, mejor para todos, así que se arregló la coleta y bajó a abrir, parapetándose tras la puerta:
- Pasa antes de que despiertes a medio pueblo, anda. ¡No son ni las ocho!
Deathmask entró y dedicó unos arrumacos a Bull, que le lamió con familiaridad.
- ¿Has desayunado, gatita?
- Aún no, estaba haciendo limpieza...
- ¿Y si preparas un poco de café? Te he traído croissants... -sugirió, mostrándole un paquetito atado con un cordel blanco.
Aquel detalle imprevisto hizo a Kyrene sonreír y relajarse un tanto: de acuerdo, por el momento Death no iba a recordarle lo de la noche anterior, pero por si acaso, no bajaría la guardia del todo. Pasó tras la barra y puso en marcha la cafetera mientras él tomaba asiento en un taburete.
- He venido para comprobar si estabas bien. ¿Has visto cómo he dejado esa puerta? ¡Creo que tengo futuro como chapuzas cuando el Patriarca me jubile!
- ¡Ah! ¿Era cosa tuya? ¡Gracias! Ya creí que me estaba volviendo loca cuando bajé hace un rato y la vi reparada...
- Bueno, un poco loca sí estás, no me tires de la lengua -la clásica expresión punzante de Death apareció durante una fracción de segundo, pero se desvaneció enseguida-. Anoche me asustaste, ¿eh?
Ella sirvió dos tazas de café humeante y obvió el comentario, intentando salvar los restos de su dignidad.
- ¿Cómo lo tomas?
- Solo y sin azúcar.
- Anda, como yo -concordó ella, asiendo con ambas manos la taza.
- Solos y amargados, como mis compañeros de trabajo... ¡Nuestro café no nos representa!
Ambos rieron a gusto la burla del caballero, contagiándose mutuamente durante un buen rato hasta que lograron calmarse y dejando que surgiese entre ellos un silencio acogedor que les hizo sentir como si llevasen años compartiendo ese tipo de detalles cotidianos. Kyrene, abrumada por aquella repentina sensación de comodidad y cercanía hacia él, sopló sobre su bebida, mirando de reojo cómo Deathmask abría el envoltorio con aquellas fuertes manos que habían peleado por ella unas horas antes.
- ¿Por qué no nos vamos de excursión? -dejó caer él, depositando un croissant en cada plato- Podríamos desayunar, caminar hasta la siguiente aldea y allí tomar el tren que va a la ciudad. ¿Qué te parece?
Kyrene levantó la cara de su comida, apabullada por la propuesta.
- ¿Tú y yo?
- ¿Por qué no? ¿Quieres que invite a alguien más? ¿O es que tienes un plan mejor para los dos? -otra vez aquella sonrisa capaz de desarmarla.
- La verdad es que pensaba quedarme limpiando... No creo que ir contigo a la ciudad sea tan divertido -bromeó ella, de vuelta a su dinámica habitual, al tiempo que mordisqueaba el extremo de su bollo.
- ¡Sabes que estás deseando pasar el día en compañía de este guapo italiano! Termínate el café y coge tus cosas, anda.
El día había comenzado de una forma extraña y tenía visos de batir récords en ese aspecto, pensó Kyrene mientras se vestía en su dormitorio. ¿Por qué estaba nerviosa? ¡Era Death, por favor! Ni que aquello fuese una cita, o algo así... Con un resoplido, arrojó al suelo el tercer conjunto que se probaba. No entendía por qué narices no le gustaba nada de lo que se ponía ni por qué necesitaba de pronto sentirse atractiva ante él. Bueno, sí que lo entendía, pero le fastidiaba admitirlo: pasar un día a solas con el caballero, fuera de Rodorio, le parecía una idea maravillosa. Exceptuando a Bull, él era, en realidad, el único capaz de hacerle sonreír con solo aparecer por su cabeza. Y podría aprovechar para comprar en la ciudad algunas cosas que necesitaba.
Respiró hondo y retomó su primera opción: los vaqueros negros con desgarrones en las rodillas, una simple camiseta violeta que dejaba un hombro al descubierto y un cárdigan de punto, negro también, que le serviría para resguardarse del frío al anochecer. Volvió a mirarse en el espejo: así estaba bien, esa era ella y tendría que aceptarla tal cual. Se calzó las deportivas, preparó una pequeña mochila con sus documentos y algo de dinero y bajó al encuentro del caballero.
Deathmask estaba rebuscando en la despensa, acariciando con la mano libre a Bull, que le pedía atención sin parar.
- ¿Ya estás lista, gatita? Has tardado una eternidad... Mira, me ha dado tiempo a hacer bocadillos -señaló la barra, donde había dejado un tentempié para el camino.
- ¡Estupendo! Puedo llevarlo en la mochila, hay sitio de sobra. Y pon también un par de botellas de agua -le dio la espalda para que él guardase los víveres.
- ¡En marcha! Nos merecemos un día fuera del mundo, ¿no crees?
Ella sonrió, confirmando lo que ya sospechaba hacía algún tiempo. Deathmask era mucho más de lo que su desfachatez y su arrogancia le habían hecho creer en principio: podía ser amable, si se lo proponía, y no era tan solo una argucia para obtener algo de ella, como había temido inicialmente; se preocupaba de verdad por ella y, aunque le aterrorizaba hacerse ilusiones, cada vez estaba más segura de que todo ese rollo de "somos amigos" y sus descaradísimas insinuaciones sexuales ocultaban un sentimiento más profundo, que ella, pese a no ser capaz de expresarlo, compartía.
Como siempre, gracias por seguir mi historia, por comentarla y por dejar tu voto. Parece que Death y Kyrene han dejado de lado definitivamente las hostilidades y buscan un equilibrio en su ¿amistad? Ahora, la pregunta es: ¿quién dará el primer paso y le meterá al otro la lengua hasta la glotis?
No quiero destriparte el próximo capítulo, así que solo te adelantaré que se titula "La estudiante y el chapuzas" y que en él ambos se sincerarán acerca de algunos aspectos de su pasado y sabremos por qué Kyrene se manchó las manos de sangre años atrás.
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