15. Cinco contra una
Nota de la autora: en este capítulo hay violencia. No es especialmente explícita, pero si eres sensible, lee solo hasta que te aparezca el separador y deja el resto del capítulo.
https://youtu.be/hSdjcmZrTuc
- ¡Buenas noches, gatita...! ¡He venido por mi regalo... por fin! -proclamó jovialmente el caballero al tomar asiento junto a la barra.
Ella sonrió ante su entusiasmo, dejó el libro de caja en el que estaba realizando anotaciones y comenzó a añadir ingredientes en un vaso Collins que decoró con un delgado trozo de apio y una rodaja de limón.
- Casi dos semanas sin verte... Estaba empezando a olvidarme de tu cara y de tus impertinencias...
- Sí, el trabajo me ha tenido de acá para allá. Pero ya no hace falta que te toques pensando en mí, tienes ante ti al original.
Kyrene hizo rodar los ojos, pero no consiguió disimular por completo la alegría que el reencuentro le producía, ni dejar de paladear en su mente el ligero rastro de acento italiano que aún conservaba Deathmask al hablar en griego y que últimamente le parecía de lo más sensual.
- Veo que te has quitado el cabestrillo... ¿Ya estás recuperada?
- Sí, muevo el brazo con normalidad. Gracias por cuidarme, Death.
- Ha sido un placer. ¿Qué brebaje me has preparado esta vez, brujita? -inquirió él, curvando los labios en una gran sonrisa.
- Es un clásico Virgin Mary. Pero si lo prefieres "bloody", tengo un vodka fabuloso escondido bajo la barra -le guiñó el ojo como si le revelase un gran secreto.
- Vas a acabar con mi fama de bala perdida...
- ¿Y eso es algo malo, cangrejo gruñón?
Deathmask la observó, con ambas manos en torno al vaso: fiel al negro, Kyrene llevaba un top de encaje que dejaba entrever el perfil del sujetador y unos leggings con efecto mojado que resaltaban sus muslos torneados. Consciente de la radiografía que el caballero estaba efectuando, cogió el tallo de apio que había colocado en la bebida y se lo llevó a los labios, sacando la lengua para lamerlo mientras le miraba a los ojos con aire inocente e intentaba aguantar la risa.
- Me ha salido muy bien, pruébalo -mojó de nuevo el apio en el líquido rojo y lo introdujo en la boca de Deathmask, que lo limpió sin rechistar y sin dejar de taladrarla con la mirada.
- ¿Y cuándo me toca a mí meterte cosas en la boca, pequeña?
Kyrene depositó el vegetal en el vaso y le sonrió de medio lado, mostrando un tenue tono rosado en las mejillas, como si estuviese dudando entre responder o no a aquella provocación. La gatita quería jugar, era evidente, y él no sería él si dejase pasar una ocasión tan obvia. Tomó entre los dedos la rodaja de limón y mordió la pulpa sin que el ácido sabor le hiciese variar el gesto.
- Podría mancillarte ahora mismo sobre esta barra... -se lanzó-. ¿Por qué no cierras temprano y me das mi regalo en tu dormitorio?
Ella se echó a reír y se dirigió hacia la caja registradora, bajo la cual había un pequeño objeto envuelto en un sencillo papel gris.
- Lo siento, no encontré un embalaje más vistoso -se lo entregó mientras se acomodaba un mechón de cabello tras la oreja.
Él se quedó perplejo durante un segundo: ¡o sea, que lo del regalo no era un eufemismo para referirse al sexo! Eso sí que no se lo esperaba... Tomó el paquete que Kyrene le ofrecía y rasgó el papel torpemente, un poco nervioso. No conseguía recordar la última vez que alguien le había regalado algo... ¿Quizá Dita, en algún cumpleaños...? Lo abrió y lo sostuvo entre los dedos, complacido:
- ¡Una película de De Sicca! Esta no la tengo...
- Espero que te guste... -expresó ella, con los antebrazos cruzados sobre la barra.
- Seguro que me va a encantar. ¿Tú la has visto?
- No, no suelo tener tiempo para películas... Y, además, no hablo italiano.
- En ese caso, la veremos juntos. Me será difícil conseguir un permiso para invitarte a casa, pero puedo bajarme el vídeo y la tele y...
- Death, no es necesario, de verdad.
- ¿Qué dices? Somos amigos, ¿no? ¿Qué hay de malo en que dos amigos planeen una velada de cine?
- Eh... nada, supongo...
- Y tampoco hay nada de malo en que luego se entreguen al sexo salvaje durante los títulos de crédito...
- No paras ni cuando duermes, ¿eh?
- Bueno, tú déjalo de mi cuenta. Y ahora, échale un chorro de vodka a esto, anda. Necesito ahogar mis penas después de saber que el regalo no era ese traserito tuyo...
https://youtu.be/EcCvwn3jdyM
Todo quedó en silencio al salir Ioannis y Nikos de la taberna, tras lo cual Kyrene barrió el suelo, echó la llave y se dispuso a subir a su dormitorio, frotándose los ojos de cansancio. Sin embargo, no había cruzado todavía el umbral del almacén cuando un estruendo repentino la hizo girarse, al tiempo que el corazón le daba un vuelco en el pecho: a través de la puerta principal, reventada de un golpe, entraban cuatro hombres y una mujer, cuyo aspecto intimidante indicaba a las claras que no iban a pedir bebida. Instintivamente, se llevó las manos a las caderas para asegurarse de que sus cuchillos seguían allí, y trató de aparentar calma:
- Está cerrado, lo siento.
- Tranquila, Kyrene, no queremos tus cócteles. Te vienes con nosotros... Y espero que esta vez no armes un escándalo -dijo el que aparentaba ser el líder, un tipo corpulento vestido de negro de pies a cabeza.
- Uf, me temo que eso no va a ser posible.
- En ese caso, tendremos que darte un par de argumentos convincentes -afirmó aquel hombre, mientras uno de sus compañeros hacía crujir los nudillos.
- ¿Vosotros? Pero si tenéis pinta de ser incapaces de encontrárosla para hacer pis... Ni siquiera esa, que solo necesita acuclillarse... -les provocó ella, con las manos aún desnudas.
- Anda, no seas bocazas y obedece por las buenas. No querrás que te entreguemos toda magullada... El jefe desea disfrutarte personalmente.
- Siento declinar su invitación... ¡No sé cuál de vosotros se atreverá, pero el primero se llevará un detalle, cortesía de la casa! -exclamó ella, desenfundando con un raudo giro de la muñeca el cuchillo de su pierna derecha y adoptando una posición defensiva- ¿Quién quiere que le haga la cirugía estética? ¡Os haré un descuento de grupo!
Los intrusos se miraron entre ellos, sorprendidos por la osadía de la pequeña figura que tenían delante, sin decidir quién rompería el hielo. Kyrene, por su parte, era plenamente consciente de que no tenía posibilidades de ganar, al estar en inferioridad de condiciones, pero no les daría la satisfacción de mostrarse asustada. Solo se la llevarían muerta, y al menos dos de ellos recibirían un buen tajo en la cara.
- Konstantin, tráela -dijo el jefe.
- ¿Yo? ¿Por qué yo?
- ¿Es que te da miedo? ¡Mírala, es una cría!
Los labios de la chica se curvaron en una sonrisa tétrica mientras el tal Konstantin se acercaba y extendía hacia ella un brazo del diámetro de su muslo. Con la agilidad de un gato, ella le lanzó un amago de gancho con la mano libre para despistarle y, cuando él se giró ligeramente para esquivarla, le hundió el arma en la axila en busca de la inserción del músculo para provocar el máximo daño e intentando evitar el espacio intercostal, lo cual le haría perder el cuchillo. El hombre profirió un alarido y trató de asirla por el hombro con el otro brazo, pero ella le hizo la zancadilla y le remató con dos patadas en la cara y otras tantas en el pecho hasta dejarle inconsciente. Bueno, el primero había sido rápido. Ya solo quedaban cuatro, se dijo a sí misma, tratando de sacudirse el miedo atroz que la consumía.
Entre los restantes se extendió un murmullo de sorpresa, que el jefe acalló de una palmada:
- ¡Muy bien! ¿Quieres guerra? ¡Guerra tendrás!
- ¡Os estoy esperando! ¡Habláis mucho!
Los cuatro sujetos se acercaron a Kyrene, que retrocedió poco a poco, mirándolos de hito en hito, hasta quedar acorralada contra la barra. El líder se echó a reír:
- ¡Ya eres nuestra, canija! Te propongo algo: ríndete y solo te daremos unos cuantos bofetones... Seguro que tienes más dientes de los que necesitas...
Ella le mostró el dedo corazón. Sabía que sería derrotada sin remedio, así que no tenía nada que perder. El semicírculo continuó estrechándose a su alrededor hasta que pudo distinguir con claridad el olor de cada uno de ellos y memorizar, aun sin quererlo, sus agresivos semblantes. Apretó los nudillos en torno al cuchillo chorreante y lo secó en los leggings, tratando de dilucidar quién la atacaría en primer lugar y cuál sería la forma más eficaz de neutralizarle. No había llegado tan lejos para rendirse sin presentar batalla.
El jefe levantó la mano frente a sus secuaces, dándoles la orden de comenzar, pero en ese momento, de nuevo, el ruido de una puerta rechinando sobre sus goznes les sorprendió a todos. Los cinco se detuvieron en seco antes de enzarzarse en la batalla, girándose hacia la fuente del ruido, y la camarera no pudo evitar poner los ojos en blanco al descubrir a alguien que tampoco debería estar allí.
En agradecimiento a quienes me seguís en cada entrega, me voy a saltar mi propia frecuencia de publicación y subiré el siguiente capítulo mañana mismo, en vez de dejar 48 horas entre actualizaciones como suelo hacer, así que tendremos tres días seguidos de novedades.
Gracias por acompañarme en esta historia. Hoy nos quedamos con algunas incógnitas: ¿qué ha hecho Kyrene para que vengan a buscarla cinco tiparracos? ¿Se saldrán con la suya esta vez? ¿Por qué se obstinan en llevársela viva?
Comentarios y estrellitas vuelven a las lectoras más bonitas.
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