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11. Señales


https://youtu.be/vWeas2-n-HM

Quizá la mejor forma de obtener algo de tranquilidad fuese aquella, pensó Kyrene, sentada de madrugada en el tejado de su casa tras haber cerrado la taberna. Allí arriba no había ruido ni clientes que atender, solo un manto oscuro agujereado por estrellas plateadas que se extendía sobre la pequeña aldea de Rodorio, y las vistas no estaban nada mal, para un edificio de tan escasa altura: dada su orientación, divisaba las últimas casas del pueblo y, a lo lejos, los doce templos que custodiaban el acceso a las cámaras del Patriarca y de la mismísima diosa Atenea. Costaba identificar cada uno de ellos en mitad de la noche cerrada, pero si se esforzaba lo suficiente, podía percibir las siluetas de las majestuosas construcciones clásicas. Con los ojos entornados para ver mejor, contó entre dientes:

- Aries... Tauro... Géminis... Cáncer... -la enumeración se detuvo y su pensamiento se centró, a su pesar, en el guardián del cuarto templo, en cuya fachada parecía brillar una tenue luz- Dichoso cangrejo, ¿por qué te metes en mi cabeza? -murmuró, irritada.

No había vuelto a verle desde el suceso en su dormitorio, una semana antes, y por un lado agradecía su ausencia, porque se sentía profundamente avergonzada de sí misma. Menudo susto le había dado el muy fanfarrón colándose en su baño... Pero después... Ah, después... Aquellos hombros perfectos, los serratos marcados uno por uno, la delgada línea de vello bajo el ombligo que, como una flecha, indicaba el camino hacia...

Sacudió la cabeza para borrar aquella imagen. Aunque no quisiera admitirlo, tampoco tenía sentido negar la realidad: Death le gustaba, y mucho. Su carácter retorcido, su negro sentido del humor y su forma de ir por la vida igual que si no necesitase nada le resultaban tremendamente atractivos, pero, además, él tenía razón: le deseaba. Joder, cómo le deseaba. Todas las noches desde aquel encuentro había soñado con él, dormida y despierta, fantaseando con besarle, con qué sentiría al estar entre sus brazos, con el sonido de su voz al jadear, con cómo sería, en definitiva, el sexo con el caballero de Cáncer.

Y, sin embargo, había conseguido resistir. Estar sola y pasar inadvertida era la mejor forma de permanecer segura; no había llegado a Rodorio en busca de aventuras, y un desliz, aunque fuese cosa de una noche, podría ponerla en peligro. No era el momento de albergar sentimientos por nadie. Ceder al capricho de acostarse con él la haría vulnerable, y la vulnerabilidad era un lujo que no podía permitirse, pero no sabía cuánto tiempo más conseguiría aguantar la tensión casi palpable entre ellos dos, ni -entornó los párpados al tiempo que un escalofrío la recorría- la manera en que la desnudaba con los ojos, como si no hubiese más mujeres en el mundo.

Suspiró. ¿Qué estaría haciendo Death ahora?

Debía de estar volviéndose loca si echaba de menos que aquel idiota la molestase cada noche... Se mordió el labio, recordando una vez más su último encontronazo, y entonces se le ocurrió una idea: ¿qué tal si era ella quien le incordiaba un poco, para variar? Con una sonrisa traviesa, entró en el dormitorio, cogió una pequeña linterna y volvió a tomar posiciones en el tejado.

Cuando la noche era cálida, a Deathmask le gustaba quedarse un rato en la entrada de su templo, disfrutando de la suave luz lunar y de la vista de Rodorio a los pies del Santuario de Atenea.

Aquel silencio le permitía pensar con calma y desterrar de su cabeza las ideas negativas. A veces, su responsabilidad como caballero todavía le abrumaba: pese a llevar su vida entera dedicado a ello, eran tantos los errores que había cometido que se preguntaba si sería capaz de enmendarlos, de proteger a toda aquella gente que dependía de sus compañeros y de él.

Lunático, desquiciado, sádico; calificativos como aquellos le habían acompañado durante toda su vida. No había sido precisamente un guardián ejemplar a ojos de los demás, era cierto, pero al menos podía afirmar, con la cabeza alta, que siempre había actuado conforme a su idea de justicia, pese a lo que otros pudieran opinar.

Sin embargo, ahora era consciente de las consecuencias de sus actos; tenía la firme intención de hacerlo mejor y ese, se decía a sí mismo, era el primer paso para dejar de atormentarse y aliviar la culpa que pesaba sobre sus hombros.

A lo lejos, la aldea no era más que una sucesión de casitas oscuras salpicadas por algunas tenues luces. Deathmask distinguía a la perfección cada una de ellas, tras años de contemplar el mismo paisaje, así que le sorprendió advertir un punto luminoso moviéndose en lo que, sin lugar a duda, era la planta superior de la taberna. ¿Qué coño...? Se inclinó hacia delante, intrigado. ¿Estaría Kyrene acompañada en el dormitorio? Tampoco sería extraño... Al fin y al cabo, era una mujer joven y atractiva, tendría sus necesidades... Necesidades que él se había ofrecido a satisfacer varias veces, sin resultado. Se rascó la barbilla, pensativo, sin dejar de otear aquella luz que parecía hablar con él.

¿Por qué le rechazaba? La atracción entre ellos dos era tan evidente como la que había entre la Tierra y la luna...

Era cierto que los caballeros de Atenea no tenían demasiado tiempo para profundizar en ese tipo de relaciones personales, pero habría que ser sordo, ciego y alienígena para no percibir las chispas que saltaban cuando estaban juntos. Deathmask era muy consciente de las miradas que Kyrene le dirigía y de cómo el juego entre ambos iba subiendo de temperatura. Ya no era un simple pulso de ira entre ambos; había tensión, una carga erótica que fluía cada vez que se encontraban.

También había advertido su respiración entrecortada cuando se desnudó ante ella unos días antes. Menudo órdago se había marcado aquella noche, pensó con una sonrisa, y, pese a todo, ella se había mantenido firme en su negativa. Pero no pensaba rendirse: Kyrene estaba a punto de caer, estaba seguro. Podría apostar su armadura, pieza por pieza.

Su perplejidad aumentó cuando el pequeño punto comenzó a titilar, siguiendo un patrón estructurado: un parpadeo, dos parpadeos, tres parpadeos y vuelta a empezar... Si Kyrene estaba con alguien, desde luego, debía de ser un amante bien aburrido... a menos que... intrigado y decidido a desentrañar el misterio, entró en el templo y volvió con una linterna, que apuntó hacia la aldea, repitiendo la misma serie que aquella otra luz.

Desde su tejado, Kyrene sonrió al recibir la respuesta a su pregunta: Deathmask estaba pensando en ella.

Cambió el patrón de los destellos, apagando y encendiendo su linterna para enviarle una serie diferente, que la lejana luz del templo de Cáncer enseguida replicó. A continuación, fue el turno de él para emitir su propia combinación, dos pulsos largos y uno corto, memorizada y repetida por la chica, que soltó una breve carcajada, divertida al pensar que quizá habían encontrado una forma de comunicación que no terminaba en golpes.

El juego duró algo más de una hora, complicando cada vez más las secuencias, hasta que la de la taberna parpadeó con lentitud tres veces antes de apagarse definitivamente. Deathmask aguardó hasta estar seguro de que no había más mensajes y, con una sonrisa de oreja a oreja, cruzó los brazos tras la cabeza, se echó sobre las baldosas y respiró hondo, satisfecho con aquella nueva y extraña dinámica entre ellos: era un hecho, Kyrene no podría quitárselo de la cabeza esa noche. Y él también soñaría con ella.


Gracias por seguir acompañándome en esta pequeña aventura que espero que estés disfrutando tanto como yo. 

Que Kyrene y Deathmask se gustan es ya un hecho establecido, pero ¿lograrán reconducir su extraña relación y convertirla en algo constructivo? 

Bueno, como este capítulo ha sido más tranquilo y quiero dejarte con ganas de leer más, te dejo un avance del 12, titulado "Kyrene, la matona":

"Extendió el brazo y hundió el arma repetidamente en el cuádriceps del agresor, retorciéndolo con saña cada vez, mientras los puñetazos que él le descargaba en la espalda y la cabeza le provocaban un dolor tan intenso que creyó que la columna se le partiría." 

Como siempre, agradezco tu apoyo en forma de comentario y estrellas, así como que compartas esta historia con quien creas que podría divertirse con ella. 

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