Capitulo 3
París Charles de Gaulle Airport, uno de los aeropuertos de Francia era testigo de una dolorosa despedida.
— no creí que este día llegaría — murmuró apesadumbrado, el rey a su hija— no tan pronto.
Rodeaba receloso el pequeño y lloroso cuerpo de su hija, sin poder contener tampoco las lágrimas. Leah los veía con aversión, recordando lo mucho que pasó arreglando a Audrey para ser despeinada y desmaquillada por su padre.
Con un agonizante dolor, se separó de su hija y acariciando sus húmedas mejillas, secó sus lágrimas y beso su frente con tanto amor.
— que tengas un excelente viaje — sus miradas conectaron, compartiendo el dolor de su despedida— te extrañaré tanto...
Un nudo surco en la garganta de la Omega, apenas logrando responder con voz atona.
— yo también te extrañaré padre —aferro sus brazos al torso de su padre, en un pequeño ataque de pánico al pensar en no volver a verlo—. Te quiero mucho, te amo papi.
Felipe sonrió, acariciando el cabello de su hija con ternura. No creyendo que ya no es su pequeña.
— yo también te amo, con todo el corazón mi princesa — lleno de besos la cabeza de su hija, que se escondía en su pecho, como cuando era tan solo una bebé.
¿Cómo dejas ir a tus hijos de esta manera?, ¿Su padre sintió lo mismo al comprometer lo con Aurora?, ¿A caso lograría superar este malestar?.
— Audrey ya es tarde, son las 5:00 y llevamos minutos de retraso — interrumpió la reina Leah.
Audrey apenas pudo separar se de su padre, casi sin poder despegar su vista de él se fue alejando, sintiendo que dejaba todo ahí, toda su vida y a toda su familia. Subió al avión privado, reteniendo más lágrimas que ardían y caían junto al maquillaje.
Fuera de éste, alfa y Omega, solo por mero protocolo se despedían.
— que tengan un buen viaje — deseó Felipe, más obligado que emocionado.
No conocía ni al prometido de su hija y sería este el último día en Francia como princesa.
La reina asintió y con una reverencias quiso irse.
— estaremos bien — aseguro ella.
Felipe impidió que diera otro pasó, retuvo a Leah de la muñeca y está contuvo el instinto de safar se de éste, hastiada del retraso.
— lo digo enserio Leah, cuida la — su voz se torno más fría y gruesa, amenazando en usar su voz.
Pero nunca la usaría con ella, porque aún siendo una Omega su mirada lo sometía como si fuera un crío.
— lo haré, es mi nieta —aseguro con despegó y disgusto— la protegeré hasta su momento.
— más te vale, porque si algo llega a pasar le será tu culpa —acuso Felipe como una amenaza a medias.
— no me hables como si no lo supiera, pará de ser un paranoico y deja que tu hija y tu reino crezcan — expreso con dureza, tan apática como siempre.
— me tiene sin cuidado una alianza si mí Audrey corre peligro con esos monarcas, lo que han dicho de Viena en las noticias...
— conozco a los reyes de Austria — calló a Felipe con su tono inmutable y gélido, esté titubeo al hablar—, porfavor ahorra te la paranoia que ya es tarde para echar nos para atrás, se un hombre y más importante un rey alfa, ponte los pantalones y déjame hacer lo que debe ser.
Felipe contuvo la bilis dentro de él, la ira y a su bestia más que humillada para que no fuera contra una Omega como Leah en un lugar público, dónde se armaría un escándalo.
Trago los gritos, los bramidos y protestas y solo fingió calma.
— no es paranoia, es preocupación paternal, creo que alguna vez la llegaste a sentir ¿Oh no Leah? — expreso mordaz, la susodicha sintió el cólera pero antes de poder pronunciar algo fue callada— creo que ya es tarde, deben irse si quieren llegar temprano a Viena.
— tienes razón — habló con una amabilidad forzada y se despidieron cómo era el protocolo.
Leah maldijo dentro de ella a Felipe, pero borró esos pensamientos tan desagradable al subir al avión, a conciencia que tendría que pedirle a las estilistas de Audrey volver a poner la tan bella e impecable que antes.
.......
En todas las redes sociales, se publicaban fotos y videos donde la princesa Audrey de Francia y su abuela, llegaron a Viena, siendo recibidas con un camino lleno de buenos deseos y paparazzi casi empujando a las buenas personas.
— Audrey tira eso querida — le pidió Leah a la susodicha.
Audrey vio a su abuela, incrédula que el regalo de una pequeña niña fuera desechado, la niña se vio muy emocionada cuando acepto su presente.
— pero abuela, es muy bonita y me lo dió...
— una pueblerina, ¿No viste sus trapos? Ni hablar de su cabello, no deberían dejar que esa gente se acerque a los lugares públicos — expreso con desprecio y arrebatando de las manos de su nieta el sencillo pero lindo ramito de margaritas.
— abuela, era una niña y solo quiso dar me un detalle —viro al suelo, dónde quedó el detalle aplastado por los zapatos de la mayor.
— no te sientas mal por ellos cariño, nacieron con el propósito de servirnos y si dejas que te vean tan amables podrías parecer débil ante la sociedad aristocrática de Austria — explico con un tono maternal, acariciando los mechones de su adorada nieta.
Audrey dudo en responder le, sabía que podía ser una realidad muy cruel, el camino de la filantropía y los trabajos de índole social no eran tan bien vistos por personas de su misma estirpe, príncipes y reyes ignoraban esto a ser por mero protocolo o compromiso social.
¿Su madre habrá actuado así?.
— Audrey deja de poner esa cara querida, verás a tu prometido en unos minutos y su reino está más que entusiasmado por verte — anotó, viendo por momentos hacía la ventana, la decoración en los caminos y las personas que veían entusiastas a la limosina.
— lose abuela, pero... ¿Y si algo sale mal? — pregunto inhibida, la reina Leah frunció el ceño, disgustada de la negatividad de su nieta.
— nada saldrá mal y sería gracias a ese pensamiento tuyo si fuera así — acuso con rechazó— ¿Que podría salir mal de una unión tan bella?
Audrey sintió su estómago retorcerse, imaginando el momento cualquier cosa menos bello, tal vez un encuentro como sus padres, o una velada a solas con su prometido, o hasta haberse saludado o visto antes en persona, pero ni eso tenía a su favor.
Tan solo fotos y noticias de éste, con el alfa que la haría su Omega.
— ¿Y si no me ama? — cuestionó y su abuela soltó una pequeña risa casi imperceptible, pero obvia por su leve sonrisa— ¿Abuela?
La mujer nego, apartando la vista de su nieta, para dejar unas palabras que barrieron con las ilusiones de Audrey.
— del amor no se vive mi pequeña princesa, tu madre tuvo suerte de encontrar el amor en su prometido, pocos pueden tener ese privilegio — hablo con firmeza—, eres afortunada, vivirás en un castillo, llena de lujos y poder que compartirás con un hombre agraciado que te hará su reina, ¿Que más se puede pedir?
Ella contuvo el mostrar su dolor a estas palabras y el malestar que oprimía su pecho.
— un poco de amor, creó que eso me gustaría...
— debí decirle a tu padre que no te permitiera ver esas películas y libros tan irreales, el romance no lleva a nada bueno. El amor no te asegura nada allá afuera Audrey, escucha mis palabras y un día lo vas a entender.
— sí abuela.
........
El castillo de Viena se volvía el centro público y social, Cruella de Vil con desespero iba soltando bramidos y amenazas a quien a su percepción no cumplía con su rigurosa visión.
La multitud esperaba a las afueras del palacio. Entusiastas en su acaloramiento; carteles, cintas, flores y cámaras se blandian a manos de habitantes de todos lugares de Austria y más allá.
— Ben — riñe Regina más impecable que de costumbre— cambia esa cara, tu futura esposa está por llegar.
En la entrada impecable y perfectamente decorada de bellos tonos azules y dorados, la familia real esperaba la llegada de su contraparte francesa.
Ben no lograba mentir se a él ni a nadie en la inmensa habitación, no podía desagradable más la situación.
— madre, aún no ha pisado nuestros terrenos y ya me estás pidiendo lo imposible — aqueja, mientras apartaba de un manotazo al maquillador a su lado— todo este circo es irritante.
— este circo nos ayuda hijo, no seas burdo — responde con cierto tono obvio, más que acusatorio.
— ni todo el oro de Francia vale este suplicio — murmuró para si, pero no pasó desapercibido ni por su madre ni por su padre.
El rey, más vistoso que de costumbre, viro hacia su hijo para con una mirada callar a su esposa.
— no todo es dinero hijo — cuestionó, con una sonrisa paternal que descolocó a más de uno de los estilistas.
— ¿Acuerdos políticos? — teorizo curioso—, Francia es una potencia mundial hoy en día, pero no significa que su diligencia sea mejor que la nuestra.
— ser inteligente te haría bien de vez en cuando Ben — esta vez tomo un rol duro en su tono, logrando doblegar la mirada dominante de su hijo— necesitamos de Francia, tanto como ella a nosotros.
— padre...
Adam tomo la nuca de su hijo, que para muchos sería una caricia suave de apoyo paternal, enrealidad era una muestra de Dominio. Dejando mudó al heredero.
— tu esposa nos ayudará a conseguir tropas que nos apoyen contra la rebelión, nos hará fuertes y dará buena vista a otras potencias dónde Francia y Austria serán las más influyente — explicó, como si de un niño se trataba, sus uñas tocaban la piel del pequeño alfa y Ben retuvo su sorpresiva.
Ben entendió toda la panorámica de este acuerdo, aún así la pregunta sería ¿Que quería Francia con este acuerdo?, Era extraño.
— entiendo padre — murmuró con aparente apatía.
Evie en su momento, extrañamente había estado atenta a la conversación de su familia, siendo maquillada a la perfección como siempre. No pasó desapercibido la repentina actitud de su hermano.
— no te desanimes benniboo, aún podemos hacer tu despedida de soltero — se burló, tratando de aminorar el ambiente.
Ben le sonrió, agradecido de sentir el apoyo de su hermana, aunque a su manera molesta y brusca.
Sintió la mano enguantada de Evie tomar la suya, en un leve apretón de apoyó genuino. Aunque no lo mostrará, Ben lo agradeció y se sintió resguardado en mucho tiempo desde que le habían anunciado su matrimonio arreglado.
— Evie no digas esas cosas aquí, es inapropiado — dijo disgustada Regina.
El rey rio sonora mente. Poco importancia de la forma regia en que se mostraba.
— vamos mi reina, son otros tiempos y es normal que un joven alfa como nuestro Ben quiera ir a divertirse antes de finalizar como alfa soltero — alentó a sus hijos, alejando todo aire pesado que el mismo había traído, hasta el punto de apartar su toque de su hijo.
— es un príncipe, esas cosas son de prole querido — reprochó—. Además viniendo de Evie me preocuparía que no llegarán para la boda.
Evie cruzo los brazos disgustada pero divertida, su madre la conocía tan bien. Ben río, por primera vez en todo ese día e Evie no pudo evitar contagiarse de su risa.
— ya verás que te gustará la idea, la princesa también merece una ¿No crees?, Además Evie no podría estar en la despedida de Ben — diálogo el rey.
— ¿Cómo?, ¿Y porque no estaría? Es mi hermano — objeto, como toda niña pequeña y consentida.
— eres mujer y...
— y soy una alfa, yo puedo — aseguro, aún guardando la compostura a imagen de cualquiera.
— no dejaré que hagas un escándalo como cuando fuimos a Italia Evie — recriminó Adam y su hija bufo, mientras Ben no pudo contener su carcajada.
— ¡Ben no te rías! Ese evento desastroso nos costó una una alianza con el presidente de Italia — regaño Regina.
— ¡Tenía 18 años y bebía por primera vez!, ¿Que querían que hiciera? — se defendió, infantil mente.
— no inmiscuir en las sábanas de la esposa del embajador de Italia podría ser — propuso retóricamente Ben, tratando de no soltar una risa más fuerte.
Evie estuvo a punto de soltar bramidos y maldiciones poco de una dama, pero recordar la vergüenza que le traía esa embarazosa situación le crispa la compostura. Agradecía que la guardia Li' no estuviera cerca.
Lady Paxson llegó, enfundada con sus mejores vestiduras. La familia real calló.
— la familia Beutifull está afuera del castillo, los fotógrafos y la prensa están con ellas — comunico la regordeta mujer, tan cordial y servicial como siempre.
— muchas gracias lady Paxson, deje las entrar — agradeció Adam, está dió una reverencia y se alejó unos metros para decirle a los guardias— no olvides lo que te he dicho Ben, se que no eres estúpido hijo.
— sí padre.
.........
Las cámaras se encendieron, una multitud grito de emoción por el encuentro entre ambas familias, todos ajenos a la inquietud que abrumaba a la princesa Audrey.
Sentía que se caería de sus tacones y haría el ridículo, frente a todos y de su prometido.
En ese momento una bomba de preguntas le abrumaron, ¿Sería tan atractivo como en sus fotografías?, ¿Sería bueno con ella?, ¿Cómo será su vos en persona?, ¿La vera atractiva?.
Todo le temblaba y para su abuela no era ajeno esto.
— Audrey, basta ya de temblar — le riñe sin dejar la compostura real—, tu aroma se ha empezado a intensificar, una dama no segrega su aroma como una cualquiera —murmura, enterrando sus uñas en el antebrazo de su nieta.
— sí abuela — respondió, tratando de calmar a su Omega interior.
Cruzaron las puertas, ambas vieron la inmaculada visión de la familia real de Austria. Audrey experimento como sus pulmones se quedaban sin aire por segundos eternos.
Los imponentes alfas, una familia entera de ellos; a excepción de la glacial mujer a lado del rey, aunque está fácilmente podía aparentar ser lo.
Su mirada trato de mantenerse fija y firme, aún cuando le costaba horrores por cada paso que daba se acercaba más a ese sin fin de testosterona, hormonas y escencia alfa.
Su padre no olía así, su aroma era más suave y calmante.
La enorme y deslumbrante sonrisa del patriarca atacó su visión, eso y una abrumador aroma a roble y a manzana verde.
— sean bienvenidas familia Beutiful — habló Adam, tomando la mano de la reina con una delicadeza propia de un caballero y besándola, repitiendo el saludo con ella—, me es un inmenso placer el tener la aquí princesa Audrey — halagó.
— el placer es nuestro rey Beats, mi nieta está honrada de que un joven como su hijo aceptara su mano — hablo Leah, tan fingidamente feliz. Mostrando una lustrosa dentadura blanca en el proceso.
Por momentos Audrey sintió que era como un objeto siendo recibido por su dueño, ¿No se suponía que esas palabras las debía decir él?, El principe fue el que pidió su mano, o bueno, era mejor dicho un acuerdo tácito que su abuela y el padre de este habían hecho.
— digan me Adam, de todas formas pronto seremos familia — habló con una familiaridad que hizo sentir cómoda a Audrey, siendo incapaz de no sonreír por ello—, querida, te presento a mi familia y más importante a tu querido prometido.
Audrey dió un respiro profundo y su cuerpo viro a dónde el rey las guío unos pasos. Dejando ver al resto de la manada real.
— es un placer para mí tener te aquí quería Audrey, eres tan hermosa como tu madre — halago la reina Regina, una Omega tan bella que Audrey podría comparar la con una diosa perdida entre mortales.
Su belleza era comparada con su aroma a belladonna y moras silvestres, tan suave y mortal como se veía su intensa mirada oscura.
— muchas gracias reina Regina — agradeció sin saber que decir en esa situación.
— dejemos las formalidades querida, dime Regina, después de todo pronto seremos familia — hablo con una voz maternal que simplemente hace demasiado no había oído y se sintió tan bien que le dió una opresión nostálgica.
— como usted diga Regina — contesto dándole una sonrisa agradecida.
A su lado se encontraba un alto y varonil muchacho, reconoció de inmediato su rostro y su porte, su aroma era leve y agradable y su Omega a pesar de sentirse dudosa la misma Audrey se sintió embelesada por la belleza varonil del principe Benjamín.
— princesa, le presento a mi hijo, Benjamín Florian Beats, principe de Austria y heredero al trono — hablo el rey Adam, pero Audrey estaba sumamente encantada al punto de quedar estática.
Su aroma la envolvió y esté le sonrió de una manera tan encantadora que la abrumó y su mano tomando la suya enguantada casi la estremece. Sus labios besaron la tela que apenas cubría del calor de sus labios.
— mejor dime Ben, después de todo pronto seremos esposos — respondió y su voz era tan ronca y suave a la vez.
— ¡Benjamín! No seas tan indiscreto muchacho — regaño a su hijo, quién solo sonrió como si de una travesura se tratara—, así no se trata a una Omega.
— no lo regañes Adam, tiene razón a fin de cuentas — habló Regina, aunque la misma Audrey iba decir que no la incómodo.
El rey solo río divertido, quitándose de encima toda esa pinta de macho intimidante y duro que se cargaba. Imagino que la reina era así de compasiva con sus hijos tanto como su padre lo era con ella al hablarse de su abuela.
Una cabellera oscura como las plumas de un cuervo hizo acto de presencia y Audrey quedó impactada con una versión más joven y bella de la reina Leah, más imponente de lo que ya se veía la reina, su hija se mostró tan sensual y elegante como una de las criaturas más bellas que había visto.
No era mentira lo que decían de esta. Era una belleza de alfa.
— Ben, que bella es tu prometida — halago acercándose y siendo más alta por una cabeza que la Omega lo cual la hizo ver aún más imponente—, hubiera sabido que era así de bonita y me hubiera comprometido yo — sonrió gatuna y su corazón dio un vuelco.
Sus ojos se abrieron impactada de tales palabras, ¡Nunca nadie le había dicho algo así!, Era tan impropio de una dama. Casi se lleva el corazon al pecho por una expresión de pura inercia.
— ¡Mevielle! — el rey parece abochornado por los impropios de su hija—, no seas tan mal educada e indiscreta.
— padre, solo bromeaba — contesto sin inmutarse más allá de saludar la igual que los demás alfas—, aunque sí mi hermanito se te hace insoportable, yo a tu disposición hermosa.
No puso evitar enrojecerse, aún no podía creer que esa joven fuera una princesa de sangre noble.
— ignoren a mi hija, suele ser muy bromista — dijo con cierto deje de advertencia para la morena frente a Audrey.
Adam no podía creer lo desvergonzada de Evie. Tan parecida a su madre a veces. Sabía que Ben a contrario de molestarle se estaba saboreando la bochornosa interacción de su hermana menor con su pobre prometida.
Esa niña se parecía tanto a Belle, tan inocente y corrompible, reconocía aquello en su mirada a leguas. Hija de Aurora tenía que ser.
— supongo que no han desayunado ¿O me equivoco? — preguntó a Audrey la reina Regina.
Antes de poder contestar, como siempre la antigua monarca hablo por su nieta.
— debido al largo viaje tuvimos que abstenernos de desayunar, mi hijo prefirió acaparar las últimas horas de su hija en Francia — respondió y la expresión de Regina parecía iluminarse.
— no dudo que fuera así, si uno de mis niños se fueran de mi lado me dolería tanto — lamentó con un sentimiento real oculto en sus ojos.
Las feromonas apenas fueron perceptibles pero si se notaron en el ambiente.
Ben se acercó a su madre y trato de reconfortar la con una porción de las suyas, la mujer tomó la mano de su hijo apoyada en su hombro.
— permítanos brindar les una bienvenida digna con un desayuno hecho por los mejores cheff de Austria — Propuso el príncipe e indudablemente ambas nobles aceptaron.
Ambas familias fueron rumbo al comedor, escoltados no solo por los guardias reales del Castillo, sino también por dos escoltas que habían llamado poderosamente la atención de cierta pelinegra alfa.
A espaldas del brillo y la majestuosidad en el hecho histórico que Austria experimentaba, a su contra parte a las afueras del castillo y sus terrenos el tumulto de apoyó, se mezclaba con los que iban en contra de la causa, a sabiendas de que todo esto ocultaba la verdad detrás de la pobreza que ataca a su reino.
Gritos y jaleos se presencio entre los protestantes y los admiradores, más la guardia real que alejaba a ambos de las rejas que se suponían eran la única entrada directa al castillo.
En la entrada trasera del las inmensas hectáreas de propiedad de sangre azul, un carruaje se encontraba siendo recibido como costumbre a la gente de servicio para obtener la comida que sería preparada para el banquete de bienvenida.
Chad, que había escapado de ser el guardia encargado de la familia, se mantuvo salvaguardando todos los rincones del castillo, esto a ojos de sus soldados que ajenos a sus planes seguían sus órdenes.
— ¡Capitán! — bramó un guardia que hablaba con el conductor de un camión de comida.
El rubio abandonó su lugar para bajar a ver qué sucedía.
— ¿Que pasa soldado? — cuestionó.
— estas personas dicen que son del servicio de alimento pero su camión no esta en la lista — habla el soldado, mostrando la lista que estaba en sus manos.
— deja me ver...
El solado le entrego la tabla con los papeles y le dió el paso para imponerse ante el conductor.
Chad echo ojo a las listas y vio al conductor, un moreno de cabello castaño que cargaba una gorra desgastada.
— ¿Son de dulces delicias? — leyó el nombre del camión, arqueó una ceja.
— seee, somos nuevos en el área y venimos de Francia — hablo con un falso acento muy marcado y casi burlesco—, madam DeVil nos contrato para el banquete de esta noche.
Chad frunció el ceño ante el acento tosco, negó y solo suspiro para entregar le la carpeta a su allegado.
— dejen los entrar, yo los acompañaré hasta la cocina ¿Ok? — hablo a su soldado, el cual parecía dudar— ¿Está claro soldado?
— sí capitán — dijo con pose firme, yéndose lejos para permitir el paso a la camioneta.
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El desayuno se mantuvo en total silenció, al menos por parte de los jóvenes.
Los monarcas hablaban de temas cotidianos alrededor de la unión de sus familias que poco llamo la atención de los príncipes. Más allá de Audrey que sentía que se hundiria en su silla, incrédula de tener frente a ella a su prometido.
— fue un placer compartir este desayuno con ustedes — hablo el príncipe, haciendo que las otras dos doncellas levantarán la vista de sus platos.
— ¿Vas a irte tan pronto cariño? — cuestionó Regina, con un tono de sugerente desaprobación.
El rubio asintió, mostrando su mejor sonrisa a la abuela de su... Prometida.
— si me permite su alteza Leah, me gustaría mostrar le los jardines reales a la princesa Audrey — propuso y sus padres parecían encantados con la idea.
Leah al contrario, aunque sentía que el muchacho era un caballero encantador ante esa propuesta, no confiaba en que su nieta no pudiera cometer algún error.
Audrey dentro de si sintió un montón de pajaritos revolotear en su interior, imaginar se a ella con su prometido, ambos a solas en un bello jardín de su reino, no era más que una visión tan romántica como los cuentos que leía.
— la idea me parece bien, pero no creo que sea correctos dejar los a solas — anuncio la antigua reina y Audrey se abochorno por completo.
— yo los acompañaré alteza — hablo la menor de los Beats, levantándose con suma elegancia—, de todas formas a estas horas hago mi recorrido diario.
Antes de que cualquiera de los padres pudiera opinar, Ben acepto y Audrey solo asintió con la cabeza (demasiado nerviosa para hablar), no sin antes despedir sé de los reyes y de su abuela.
— es una joven encantadora Leah — opinó la reina madre.
— No es su madre, pero aún así será una buena reina — contesta con cierta resignación.
— dejemos de lado todo ese drama del compromiso y vamos a lo que nos compete ¿Que dices vieja amiga? — cuestiona el rey.
La mujer asintió, para levantarse junto a los monarcas, dejando así un rastro de mal augurio y sensaciones agridulces para los que ahí trabajan.
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Las inmensas paredes y alto techo del castillo no intimida a Audrey, pero su diseño lúgubre y ostentoso a la vez la hace sentir inquieta ante los cuadros y demás decoraciones que ahí se muestran.
El silencio se tornaba incómodo entre los tres, al menos para la Omega así era.
— ¿Sabes Audrey? Una vez fuí a París con mi madre, es un lugar muy hermoso — hablo la princesa Mevielle.
La de piel bronceada dió un salto por lo repentino de su voz.
— me alegra mucho que mi hogar haya Sido de su agrado princesa Mevielle — contesto con el mismo recato que frente a su abuela.
La de cabello oscuro sonrió con malicia, una sonrisa que Ben no paso desapercibido.
— no seamos tan formales princesita, llama me Evie — le pide con un tono coqueto y burlesco que hace sonrojar a la Omega.
— s-si... Evie.
— muy bien dicho cuñada — se rió entre dientes. Recibiendo una mala mirada de su hermano.
Ben aunque le importe un rábano lo que suceda con la Omega — ya tenía uno que para este valía mucho más que esa insignificante y menuda burguesa—, recordaba como eco la voz de su padre que casi como una amenaza le dijo que cuidara de ella y la hiciera estar a gusto.
No iba a ser difícil, se veía tan frágil e ingenua como un animalito recién nacido.
— Evie, deja de molestar la — regaña Ben, ganándose una bufido divertido de la susodicha—, no te sientas intimidada por ella Audrey, es como una de esas alfas que gruñen pero no muerden.
El se rió y Audrey sintió que su corazón repiqueteo, su risa era tan limpia y fresca. Sonrió aunque no le viera sentido al chiste.
— no me molesta, me alegra compartir con su familia y contigo antes de la boda — confiesa al aire, rogando por no ser muy imprudente al hablar.
Ambos hermanos se dieron miradas algo cómplices.
— querida Audrey, no te sientas mal ¿Sabes? El compromiso es algo normal en nuestras familias — hablo Evie—, se ve que eres una buena chica y no como las demás nobles.
Audrey realmente se sintió halagada. Pobre muchacha.
— me siento honrada.
— yo soy el honrado — interrumpió el príncipe, casi provocando arcadas en su hermana—. Siempre me habían contado de ti, eres una princesa muy entregada a tu pueblo y más allá de eso eres más bella de lo que imaginé, disculpa si eso suena muy atrevido de mi parte.
El rostro de la Omega se enrojeció, no podía creer que le dijera cosas tan lindas. El la miro y le sonrió de una manera tan cálida y amplia que el estómago se le sintió vacío a pesar de haber comido.
— y-yo... Nose como contestar a eso, son palabras muy lindas príncipe Ben — contesto.
— no me llames príncipe, solo Ben — pidió con cortesía.
— lo haré, Ben.
La princesa que estaba tocando el violín a la pareja, se sentía enferma de tanta palabrería romántica, ¿Sería así con la soldado alguna vez?, Jamás se ha descrito como alguien melosa o romántica realmente, seductora SÍ, romántica; jamás.
Agradecía que la china fuera beta y no una Omega que esperaría de ella cosas tan enfermizas como esas.
— te encantará el jardín — hablo Evie, rompiendo la atmósfera.
— eso es cierto — hablo Ben— mi padre me dijo que te encanta la naturaleza y más allá del jardín, en la ciudad hay conservatorios botánicos hermosos que te encantará ver.
Los ojos claros brillaron encandilados en ilusión.
— ¿Hablas del conservatorio Palmenhaus Schönbrunn? — fue tanta su emoción que ni Evie entendió del porqué siendoun lugar tan mundano.
— ¿Lo conoces? — cuestionó Ben impresionado, honestamente si lo estaba.
— ¡Sí! Oh... Bueno, no realmente puesto que nunca he recidido en Viena — confiesa con vergüenza de mostrarse de una manera tan inapropiada—, pero investigue sobre vuestro reino
— belleza e inteligencia, que gran premio te has ganado hermano — murmuró Evie.
— no dudo que serás una buena consorte, yo creyendo que desconocías de nuestra capital — hablo Ben, mostrando una sonrisa agradecida, ignorando la voz de Evie—, entonces creo que el primero lugar de nuestro viaje sería el conservatorio ¿Te parece?
Audrey asintió, sintiendo los rayos que pasaban a la entrada del hermoso jardín que la dejo impresionada.
Detrás de todo lo lúgubre del castillo, había una belleza increíble en sus interiores.
— tendría que ver con mi abuela sí me permite ir, lo más probable me lo permita con uno de nuestros escoltas — informo, admirando más de cerca las fuentes del lugar— todo es tan hermoso.
— mi madre, mi progenitora mejor dicho; hizo este jardín a su gusto y mi padre así lo mantuvo aún en luego de su muerte — confiesa Ben, viendo a lo lejos una de las esculturas envejecidas y abandonadas por el tiempo, como el recuerdo de su madre biológica.
El ambiente se sintió tenso y un escalofrío le recorrió a la princesa, recordando lo que su padre le había contado una vez de la difunta reina de Austria.
«Belle era tan noble como hermosa, era una mujer sumamente encantadora y especial»
No se imaginaba compartir un dolor tan grande como ese con su prometido, después de todo su madre también había enfermado y dejado este mundo cuando era una infante.
— entiendo tu dolor — confesó Audrey, sintiéndose cohibida por un tema tan íntimo—, mi madre también murió cuando era apenas una niña.
El semblante serio del principe mostró leves figuras calidad en él, ante los ojos de Audrey tan sinceros pero ante los de Evie tan engañosos y falsos que le dieron un nudo en el estómago.
— lamento oír esto, reconozco que no se sintió tan mal dado el caso de la actual reina, ella para mí siempre será mi verdadera madre — confesó el príncipe mirando por segundos a su hermana— la familia para nuestra gente es lo más importante que hay, más allá de una manada, creemos fielmente que las conexiones afectivas familiares son el núcleo para una buena vida, después de todo ¿Que sería de nosotros sin la familia?
...............
— ¿No te ha gustado mi acento?, Admite que sone irreconocible — se burla cierto árabe, disfrazado de sirviente junto a una falsa rubia.
Gracias al capitán de la fuerza; Chad charnning, habían podido ingresar fácilmente con disfraces muy discretos para el ambiente ajetreado mientras los demás alborotaban el avispero afuera de los terrenos.
— si te oigo hablar otra vez así te corto la lengua — amenaza Chad.
La alfa bufó, incrédula de que ambos alfas a pesar de su “seriedad” no podían dejar de jugar en un momento tan serio.
— ¿Les molestaría dejar de lamerse el culo entre los dos y apurar nos? — cuestiona con sorna.
— acelerar el paso puede levantar sospechas, en este momento ya deben estar la mayoría de los guardias en la entrada y los reyes en la sala real hablando de sus acuerdos políticos — contesta Chad, sin mostrar su nerviosismo.
— ¿Y los mocosos? — pregunta Mal.
El alfa de más edad alzó la cabeza y mostró frente a él la entrada a lo que los otros supusieron era el jardín.
Mal no se inmutó a pesar de que los hijos del bastardo ése estaban ahí fingiendo amabilidad y buenos deseos a su futura “familiar”.
Los pasillos se veían inmensos y Mal estaba a punto de soltar su aroma debido a la impaciencia que le provocaba todo.
— el principito debe estar de lo lindo con su muñeca nueva — bromeó divertido Jay.
Mal iba a responder, con una afirmación a la obvia situación que seguro los hermanos monstruosos se deleitaban. Todo su sistema paró repentinamente, casi como un temblor que le recorrió desde la punta de los dedos hasta el cuero cabelludo.
Un aroma, uno leve y casi imperceptible llegó a sus fosas nasales, era embriagador y casi le ordenaba en murmullos pecaminosos que se acercará, pero la de falso pelo rubio no podía. Simplemente no podía ver de dónde venía ese aroma.
Era tan leve que siquiera pudo distinguir que era, su alfa interior ordenaba como una pocesa ir al llamado.
Su Omega, porque sí, reconocía que era un Omega.
— Mal, Mal... ¿Que te sucede? — cuestionó una voz que la dejo fuera de su sueño y se dió cuenta que se había quedado atrás, admirando al pastizal verdoso primavera y su infinidad de bellezas, de dónde venía el rastro—. No hay tiempo M, es hora de irnos.
— nose... Nose que me pasó — contestó, llendo casi contra sus instintos para alejar se con lentitud de la entrada del jardín real— ¿Cuando llegaremos?
— para ser tan profesionales hablan mucho — se mofa el rubio capitán, mostrando una puerta en un rincón oscuro casi detrás de unas cortinas—, desde aquí no hay vuelta atrás, no importa lo que vean. Ahí abajo todo es diferente y tienen que entender que solo vienen por el Omega, más allá no tienen porqué tocar los “premios” del principe ¿Ok?
Ambos miembros de la rebelión se vieron, como si compartieran el mismo pensamiento y asintieron obediente mente.
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